Valeria Yamamoto en busca del pájaro de las 400 voces

Valeria Yamamoto es una pequeña leyenda artístico-urbana. Lo de pequeña por su configuración, grácil como si fuera a sorprenderte en cualquier momento tocando el shamisen, luego de servirte un cuenco de verdísimo té. 

Pero en lugar de eso te habla con su acento argentino reposado y te extiende una Kirin Ichiban bien fría, mientras te paseas por su estudio de mucha luz, mezcla de caótica galería y organizado taller, según como lo mires. 

Su espacio de trabajo está ubicado en el patio de la construcción que alguna vez alojó una panadería industrial y ahora es el Bakehouse Art Complex, proyecto del cual desde hace unos años es artista en residencia. 

Escultora que lo mismo trabaja el mármol que otras piedras, metales varios, resinas, aleaciones tan curiosas como porcelana y cáscara de huevo, cemento, materiales reciclados o no propios del oficio, sorprende también por el amplio rango de sus formatos, que pueden ir desde la miniatura hasta el gran volumen, la pieza única o la instalación, la forma más delicada y frágil hasta lo macizo del arte público.


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


Le pregunto por esa relación primera con lo matérico y menciona a su padre, marino que cambió su Hiroshima natal por una zona rural de Argentina llamaba Florencio Varela, conocida por ser importante colonia nipona, dedicada más que nada a la floricultura. 

Su padre fue un hábil mecánico de carros y maquinarias agrícolas; de su taller guarda Valeria memorias de infancia hurgando en los pedacitos de metal sueltos con los que inventaba anillos y otras minucias. Un tío se dedicaba a la siembra de flores y también dejó huellas en sus recuerdos. 

La niña no fue ajena al cuidado especial que daban a flores tan comunes como los claveles, el despimpollarlas, el protegerlas del frío mediante fogatas que encendían en medio de los invernaderos. 

De esos recuerdos primeros puede que venga la curiosidad inicial de la artista por intervenir sobre las formas, naturales o no, y a partir de esa familiaridad ir logrando la síntesis entre lo útil y lo accesorio, entre lo vivo y el artificio que perpetúa la vida en ciertas actividades humanas. El germen del arte: juguemos a ser Dios.


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


Valeria ha creado pájaros y los ha reunido sobre un tendido para que no estén solos en su quietud, o los ha puesto a volar en bandada fugaz para invocar el paso de un estado a otro. 

Ha creado una maciza nube blanca, hincada sobre varillas de metal, sugiriendo una lluvia que en cortina súbita sorprende al observador. Ha pensado en el susurro del mar al idear otra escultura para el mismo espacio abierto, muy cerca de un canal. Sus delicadas flores de hojalata y otros insólitos materiales tal vez sean evocaciones de aquellos cultivos de su infancia. 

En galerías de arte, parques, hospitales, las esculturas de Valeria contienen los patrones del mundo natural, acercándonos a las abstracciones orgánicas cuando le sea preciso. Lo natural está en el eje de sus obras, no así el naturalismo.

Ayer, mientras la visitábamos, pude ver la última pieza en la que trabaja, “Hatching”, el huevo que se ha roto y del que ha brotado una vida. De gran tamaño, coloreado de un hermoso azul, salpicado de manchas anaranjadas, ¿a qué animal alude este cascarón? 


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


Sentada en un pedazo de la pieza, compruebo que no es un huevo sagrado y Valeria me invita a que descanse los brazos en sus salientes. Me cuenta que es un proyecto que debió haber sido terminado hace lo menos un par de años, pero entonces vivíamos en una pandemia que aplazó la vida de muchas maneras. Tiempo de implosión, no de eclosionar propiamente. 

La Florida ha gozado de ciertas leyendas urbanas, como la famosa mansión Villa Paula, en Miami, construida con materiales y trabajadores cubanos y que fuera el primer consulado de la isla en suelo norteamericano, de la que se cuentan historias de desasosiego y dolor. O la de los 55 niños desenterrados en el tristemente célebre colegio para varones llamado Dozier

Las voces fantasmales de los ahogados en la bahía de Tampa o el fantasma de Al Capone vagando por el Hotel Biltmore, son parte de ese arsenal de historias locales recurrentes.

Sin embargo, cuando en el año 2015 Rebeca Bradley, cofundadora de Cadence, una firma de arquitectura y paisajismo radicada en el sur de la Florida, junto a otros vecinos de Flagler Village, en Fort Lauderdale, comenzaron a concretar el Mockingbird Trail, esperaban impregnar el proyecto de alguna temática diferente, más animosa, pudiéramos decir. 


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


Un camino de unas dos millas que se cierra sobre sí mismo, que atraviesa el ferrocarril, el parque Peter Feldman, los alrededores del vecindario donde los caminantes pudieran desestresarse del ajetreo urbano, intercambiar un saludo, reconectar con la naturaleza dentro del enclave de lo citadino. 

Es ahí donde acuden a Valeria para que contribuya a la realización de este proyecto, que debía comenzar en realidad con el emplazamiento del huevo azul-naranja del sinsonte gigante, una leyenda urbana que la escultora generó de sí misma y que de algún modo me recuerda el mito del Santo Pájaro de La Habana Vieja, invención de la pintora cubana Clara Morera

Valeria es una entusiasta de la tradición oral y he podido comprobar que la conversación con ella puede ser muy pródiga en narraciones donde prima lo fabuloso cotidiano, sin menospreciar uno en favor del otro.

El sinsonte o mockingbird, era conocido como cenzontle en las culturas mesoamericanas, dando lugar entre ellas a un sinfín de leyendas. Llamado también “el pájaro de las 400 voces”, porque su canto es esencialmente mimético, es considerado el ave oficial de la Florida. 


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


Escribo esto y me río, con el alivio de que los sinsontes no sepan leer. Los humanos somos imitadores en gran medida, y en el mejor de los casos hacemos con el arte mímesis, que es mucho más rica cuando a lo formal lo acompaña lo lúdico. 

Eso ha hecho Yamamoto con su recreación de elementos que rodean al sinsonte elusivo a ojos humanos, dejando “caer” un par de plumas enormes —cuenta la artista que sus piezas en metal Fallen I y Fallen II han desaparecido recientemente y eso daría lugar a nuevas míticas urbanas posibles. 

Las plumas coloreadas de naranja, pues según su fabulación, el sinsonte en estas tierras es un gran comedor del cítrico. “Como los flamencos, que son blancos y se vuelven rosados por su alimentación”. 

También imprimió unas falsas huellas de las patas del ave sobre círculos de cemento. Finalmente, después de la pandemia y su tiempo muerto, ya casi está listo el descomunal huevo para consagrar el Mockingbird Trail.


valeria-yamamoto-en-busca-del-pajaro-de-las-400-voces


La creación del huevo ha sido ritualista y minuciosa, y en su elaboración ha utilizado resina, fibra de vidrio, foam, microcemento, pintura y algún esmalte. Está en el plan original que otros artistas continúen desarrollando esta mítica a través de murales y más instalaciones en los alrededores de Flagler Village.

Con una buena dosis de ensoñación quienes caminen por este sendero, entre los naranjas de la tarde, los azulados del cielo y la sombra del follaje, verán insinuarse esa ave gigante que sobrevuela la Florida, pero que nadie logra atrapar completamente, ni siquiera con la mirada. 

Como tantas cosas en este estado, que alguna vez crees van a configurarse delante de tus ojos, no son más que fantasmagorías: nuestros propios deseos que levantan vuelo, para perpetuarse en el reino de lo oficialmente inasible.


© Imagen de portada: Humberto Ochoa.
© Imágenes de interior: Cortesía de Valeria Yamamoto.




kiyo-gutierrez-artista-performance-ray-veiro

Kiyo Gutiérrez: la performance es una matrix

Ray Veiro

Lo que yo hago solo puede hablar desde mi postura y desde esta me pregunto ¿cuál es el papel de las mujeres blancas y /o mestizas dentro de la lucha decolonial?