La culpa blanca

Nadie había padecido una redada policial y de agentes de la Seguridad del Estado. Reducidos a la categoría de parias,comenzamos a deambular por la ciudad. 

Erich Trefftz, un alemán radicado en Cuba, tenía una fiesta en su casa y nos invitó a proyectar la película. Entre los presentes estaba Hubert Saupier, considerado uno de los documentalistas más importantes del momento en Francia, de origen austriaco, radicado en París. 

Sus películas anteriores a Epicentro son realmente impresionantes. Las que he visto fueron rodadas en el África profunda. Para describir lo que vi, no puedo evitar mencionar la crueldad que provoca el lente cinematográfico. Nunca había visto zombis, salvo en películas de ficción. Hombres y mujeres en estado catatónico. No están ni entre los vivos ni entre los muertos. Niños-ancianos por la ausencia de alimentación. Cadáveres abandonados entre los muertos-vivos. Un sonido constante de las moscas sobre vivos y muertos. En pocas palabras, Saupier ha mostrado el horror sin enjuiciarlo. Ha quitado la grasa para dejar el problema a los espectadores. 

Su lente trasciende el instante. Imagino los documentales de Saupier en la pantalla de los teléfonos. En la misma donde hoy se puede ver una guerra en vivo, sin medir las consecuencias de que en pleno siglo XXI se pueda hacer nada para detener la codicia y el capricho de un solo hombre. 

Durante la presentación de Nadie, en casa de Erich, Saupier dijo una de las mejores frases sobre la película. Se refirió al momento en que el poeta Rafael Alcides dice: “El pueblo siempre se suma al final”. Agregó que muchos franceses dijeron que habían sido parte de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, o que su familia lo fue, y era mentira. 

Saupier le escribió a Miguel para invitarlo al estreno cubano de Epicentro. Ya había ganado en Sundance. Después de la proyección tuvimos la oportunidad de conocer a “sus pequeños profetas”. Así les dice a los niños cubanos de su documental. Necesitábamos niños para una escena. Como Epicentro se focaliza en el área más turística de la ciudad, Centro Habana y Habana Vieja, Supier se instaló allí. 

Fuimos a su casa, ubicada en una azotea, y nos hizo una sopa. Conversamos sobre Epicentro; Miguel le comentó que quería trabajar con dos de las niñas de su documental. Saupier nos ayudó a llegar a ellas. Viven en un edificio muy cerca de la terminal de trenes. El edificio está en pésimas condiciones. Por aquellos días recién había caído un balcón en Jesús María que terminó con la vida de tres niñas. Ese temor estaba en el ambiente. A pesar de ser cubanos, estamos más cerca de Saupier que de las niñas y sus familias. Era una situación incómoda por las condiciones de vida de esas personas. Tratábamos de aceptar una realidad que a estas alturas no creo que vaya a cambiar demasiado. Es difícil describir lo que siento. La pandemia agudizó las ya deterioradas vidas de los cubanos. Barrios residenciales como El Vedado han sido convertidos en candongas disfrazadas de ventas de garaje. La miseria económica se multiplicó por miseria en el paisaje. Los frentes de las casas y los edificios son alterados con ropa vieja o nueva disfrazada de vieja para poder vender caro. El capitalismo paupérrimo convierte a un garrotero en indigente.  

Sigo por la ciudad, pensando en mi edificio y en El Vedado. El caos genera caos. Veo las fachadas cubiertas por cercas o ampliaciones feas. Camino y pienso en los techos afrancesados de más de cien años a punto de caer en Centro Habana. Desde La Habana también se filma Corazón Azuluna película independiente, sin permiso, que solo reclama un poco del aire que desde hace mucho tiene precio. 

Llegamos aquella tarde al edificio de las niñas. Como en los tiempos de chaperonas, nos acompañó la abuela de una de ellas.


La abuela 

Ella todo el tiempo me ofrece ayuda para cargar o cuidar las cosas. Le digo que no hace falta, que Miguel y yo estamos acostumbrados a trabajar solos. La abuela, que tiene cincuenta y tantos años, se siente rechazada; o yo siento que ella piensa que la rechazo por ser negra y yo blanca. Sigo asistiendo a Miguel con esa idea taladrando mi cabeza. He visto que Saupier les lleva regalos. Es lo que se hace cuando eres un documentalista. Pero lo nuestro es ficción. Sacamos los contratos para que los llenen. Una de las madres es manicura. Entre el llanto de su bebé más pequeño y las historias de su cliente, torpemente se lee el contrato. Le digo que para la figuración tenemos 5 CUC por llamado. Que será breve. Un par de horas y su hija estará de vuelta. La abuela firmó el contrato de su nieta. 

Primero fuimos a la Habana del Este.

Niña de secundaria: —Ellos son unos asesinos. Yo, como persona, los odio. Estoy muy triste y muy desesperada, no sé qué hacer. 


Saupier, un periodista de CNN 

Nos fuimos para el parque de El Cristo, una de las mejores vistas de la ciudad. La abuela y las niñas seguían con nosotros hasta que termináramos de filmar a Saupier, que llegó por sus medios. Él tenía que dar la noticia de los ataques terroristas acontecidos en La Habana. 

—We still don’t know their faces. We still don’t know their identities. There´s a lot of fear in the city, a lot of people are hungry.

A lo lejos el maquillaje peligra. Las niñas comienzan a sacar sombras, lápices, creyones, y todo lo que hay dentro de la bolsa. La abuela no dice nada; entonces tengo que regañarlas. Esa es la ayuda que en verdad necesito de la abuela, me digo. Para colmo, suena un tanto enojada conmigo a causa del regaño.




Otra vez me atormenta el hecho de que, de haber sido blancas las niñas, a lo mejor no me habría preocupado igual. Les pinto los labios y me piden máscaras de pestañas. Luego me dice que deje mi bolso allí con ellas, que no cargue más, que no me preocupe. Ya en la Habana del Este me resistí.  Con mi regaño a las niñas, serían dos; resistirme a dejar mi bolso sería el tercer acto de desconfianza. Entonces accedí. 

Al llegar a la casa me di cuenta de que ya no tenía los 100 CUC, el presupuesto restante para terminar la producción de esa escena. Faltaban más figurantes por filmar, gasolina, comida, si había que conseguir algún vestuario. 

Llamé a Saupier para contarle. Se sentía mal por nosotros. Él nunca había trabajado con la abuela. Me dio el número de teléfono de la nieta. A su vez, la nieta me dio el número de su abuela. La llamé varias veces. Quería contarle lo que me sucedió para al menos hacer algo. La abuela nunca respondió mis llamadas. 


Poco tiempo después 

Regresamos a la Habana Vieja. Necesitábamos tomar un plano desde un balcón del edificio. Caso número uno es monitoreado por agentes de la Seguridad del Estado. Yo filmaba con mi celular desde el segundo piso a Miguel, que debía cruzar en diagonal la calle. Caso número uno quiere reventar la isla para acabar con la mediocridad y la hipocresía. Miramos en los pasillos y tocamos a la puerta de la abuela. No estaba allí. Algunos vecinos curiosos nos preguntaban qué hacíamos. No dijimos que rodábamos sin permiso; mientras, nos robábamos el plano.




Cielos con nubes

Lynn Cruz

La escena del árbol con Carlos Massola y Mariana Alomtiene menos de dos minutos en pantalla y tardó seis días filmarse debido a la luz.






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1 Comentario
  1. La confianza en Cuba está herida de muerte, un hedor a maldad asfixia cuando uno se le acerca, no se puede acariciar, ni bajar la guardia, el gobierno dictatorial ha logrado que se asesine por un plato de comida, unas ropas, una bicicleta, algo que no tengo, lo que sea…¡¡¡¡Excelente como todo lo que escribes!!!!
    La próxima vez cuida el bolso, tus cosas, tus pertenencias, no te censures, que piensen lo que les de la gana, de cualquier modo siempre van a pensar lo que les de la gana, pero tu bolso y tus cosas son responsabilidad tuya…Qué tristeza me da esa pobre ladrona de mierda (es decir, la génesis de su culpa maldita)

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