Heberto Padilla, Fidel Castro lo ha vuelto a hacer

“Cuando tú te vayas, tú vas a querer regresar 
porque te vas a dar cuenta de que los años más felices 
de tu vida fueron los que defendiste la Revolución”.
Fidel Castro (Santa Ifigenia, 2100)

Tengo una dualidad, tal vez la dualidad del filme El caso Padilla de Pavel Giroud, que salvo porque su nombre está escrito y es el que ha dado la cara, los invocados son los escritores.

El caso… de Giroud está basado en el registro anónimo de una película macabra de tres horas. Un plano secuencia, sin cortes, protagonizado por el poeta Heberto Padilla con guion de Fidel Castro. Es una coproducción independiente MININT-ICAIC.

El poeta subvirtió la pieza. Para no morir, actuó como un descreído. Fue rodada el 27 de abril de 1971. “La noche de los cien escritores”.

Las bombas estallaron a las 9:00 p.m. (hora del cañonazo) en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. El director de la Unión, el poeta Nicolás Guillén, se ausentó “porque estaba enfermo”. Guillén no asistió a su propio funeral: el de la intelectualidad cubana.

De 1971 hasta la fecha, solo ha habido resurrecciones. Ideas cifradas, inconexas, huecos negros como las estrellas muertas. Fuegos artificiales frente al mundo creado por Fidel Castro. Yo misma me sorprendo de poder escribir esto. 

Debo ganar tiempo ahora que, en el escenario político cubano, han entrado con fuerza los oligarcas rusos-cubanos-americanos. Disculpen ustedes, cineastas, pero, este asunto, como va de los escritores, tuve que elegir entre mis mitades. 

Acabo de salir de un foro en el muro de Facebook del cineasta Ricardo Acosta y siento como si me hubiesen empujado por la espalda a una piscina de agua sucia. La verdad es que discutir de política te deja esa sensación de mugre. De pisar arenas movedizas. De no saber hasta qué punto el otro defiende la verdad o trata simplemente de reafirmarse. 

Siento como si me hubiesen empujado por la espalda a una piscina de agua sucia.

Una termina como un disco rayado, para luego seguir convencida de que, para la mayor parte del mundo, la verdad no importa. Lo político pasa por tantos filtros que no se puede hacer otra cosa que levantar sospechas. 

¿Pero por qué, si sé todo esto, entré en otro debate, esta vez por una película? Bueno, porque al final todo se resume a poder escapar o no de tus propias tendencias. Yo tiendo a creer que avanzo y a olvidarme de que es habitual. Tiendo a no aceptarlo. Aunque me reviente el hígado. 

Tal vez soy una empecinada, adoctrinada, a fin de cuentas, dentro de la Revolución que iba a cambiar el mundo.

He escrito tantos comentarios que ya me duelen los dedos de tac-tear el teléfono. Así que esta vez decidí mudarme directamente de Facebook a Word, del teléfono a mi laptop. Pero sigo en lo mismo. He perdido horas discutiendo sobre una película que me tiene molesta desde el día en que la vi. 

¿Entonces, debería ser buena? El problema es más complejo porque El caso… de Giroud no es una obra de ficción, sino el acontecimiento histórico —tal vez entre los más extraños— dentro del contexto de la Revolución cubana. 

Mi incomodidad viene justamente por eso, porque su director tomó la decisión de retener el material, filmado y enterrado por más de cincuenta años. Según el propio Giroud, no existe una copia única. Le resta importancia.

El problema es que su Galileo Galilei, sin su Inquisidor, parece un excéntrico. Luego, la Inquisición parece la cámara y esta simbólicamente pertenece al cineasta y el cineasta en verdad fue Fidel Castro, aunque ni él ni el fotógrafo firman. Debe ser esa la razón por la cual Orlando Luis Pardo Lazo emplazó a Giroud por secuestrar a Padilla.

Un plano secuencia protagonizado por el poeta Heberto Padilla con guion de Fidel Castro.

Cuando estuve en Marsella, invitada al Festival CineHorizontes, ya había escuchado que el filme de Giroud generaba desconcierto. “Que no explicaba cómo se había obtenido el material y que esencialmente giraba hacia la parte filmada aquella noche de abril de 1971”. 

No obstante, yo no quería tener más spoilers porque, dada su importancia, tenía mucha curiosidad. No quise indagar más sobre ese asunto. 

Después de ver una copia pirata, escribí “Disculpas a ustedes, escritores, los convertidos, no heredarán el reino”, que es parte de algo más grande, un relato, o una novela, quién sabe, no especifico nada allí. 

Solo son comentarios dispuestos en función de otra ficción, pero lo cierto es que estaba pensando en El caso… de Giroud. Luego escribí “La cabeza de Fidel Castro muerto”. No me podía dormir. “Me siento timada en una isla de verdades a medias”, escribí en mi texto.

¿Cómo es posible que ese material ande por festivales de cine en el mundo y que muchos de los protagonistas, el grupo de escritores, la generación activa en los años 70, los que aún quedan vivos, no estén hablando ahora mismo hasta por los codos de la sensación que produce ver esas imágenes, tanto tiempo después? ¿Acaso lo han visto? ¿Acaso se han visto? 

¿Cómo es posible que el realizador Pavel Giroud se decante por los muertos y deje a un lado a los vivos? Han pasado cincuenta años y El caso…, salvo por el final frente al Ministerio de Cultura, donde da un salto brusco en el tiempo, no parece realizado en esta época. ¿Un propósito o un accidente? 

Nicolás Guillén no asistió a su propio funeral, el de la intelectualidad cubana.

Más y más confusión. Tanta como en la Sala Villena donde sudé a mares al ver a Padilla empapado. Tanta como la que debió sentir él en Villa Marista a causa de un poemario. Tanta como ver a Padilla el escritor, con traje de militar en la cinta.

“Fidel Castro necesitaba resolver en la URSS el problema de la comida de los cubanos, alinear nuevamente su política al Kremlin, y para ello debía retornar su rebaño al redil”. Otro bache en la historia. Sigo preguntando: ¿en qué momento Fidel Castro, después de alinearse, se desalineó del Kremlin? 

El historiador Dimas Castellanos me envía una serie de textos relacionados, que ha sacado en Diario de Cuba: “Los escritores no estuvieron de acuerdo con el hecho de que Fidel Castro apoyara la invasión de los tanques soviéticos a Praga”. 

Quiero ver a Belkis Cuza, Manuel Díaz Martínez, Edmundo Desnoes, Norberto Fuentes, Antón Arrufat, y gritar al mundo: ¿por favor, queda alguno más de aquellos escritores reventados, ninguneados, aterrorizados, sepultados en vida?, ¿por favor, pueden entrar en la sala y narrar sus testimonios? 

Claro, todo esto, después de que hayan visto a Padilla, que Giroud finalmente encienda la cámara, para al menos sentir que el cine cubano ha hecho justicia a los decapitados del año 1971. 

“Cuando la invasión de los tanques soviéticos a Praga, hasta ese momento, yo creí en Fidel Castro, pero cuando lo vi justificando la invasión, apoyándola, me dije: este tipo es un mentiroso, este tipo no es un revolucionario. Aquello no se podía permitir. Esa fue mi primera gran decepción”, confesaba el poeta Rafael Alcides en el documental Nadie (Miguel Coyula, 2017) 

Tiendo a creer que avanzo, aunque me reviente el hígado.

¿Habrá sido esta la razón por la cual él, a quien le habían censurado su poemario Nadie, en 1970, tildado de nihilista, no aparece en la cinta de 1971? En 1968 ocurrió su primera decepción con Fidel Castro. En 1968 el poemario Fuera del juego puso en problemas a Heberto Padilla con un Fidel Castro hábil en eso de no parecer un dictador. 

Tuvo que esperar tres largos años. Acostumbrado como estaba desde el Moncada a esperar. Por lo pronto, dejaba un cuño en la edición de Casa de las Américas, una marca: “el libro aquel no era ‘revolucionario’”. 

La guerra declarada a los checos, el mayo de París, aproximadamente ocho cineastas del ICAIC barridos por Alfredo Guevara, que también hizo limpieza. Sin duda, 1968 no era un buen momento para atacar de frente a un libro premiado y avalado por un jurado internacional. 

Un mundo dialéctico, pero el barbudo seguía allí. Con el mismo uniforme, el mismo discurso de la Sierra Maestra, año tras año, y una idea fija en la cabeza. 

A la altura de 1971 ya no necesitaba asistir o poner su pistola en la mesa de una biblioteca para intimidar a los escritores. Solo debía mover los hilos en su ejército de convencidos y enviar al burócrata de turno. Había sustituido su pistola por la cámara de 16 mm sincronizada, que favorece la estética revolucionaria del cine directo y del cinéma vérité.

Cuando he hablado sobre El caso… de Giroud, los que conocen la historia, son del criterio de “que Padilla era insignificante ante el poder de Fidel Castro”; otros, “que la mayor parte del pueblo, en ese momento creía en él”. Mencionan sentirse mal a causa de ver a un escritor degradarse de esa forma. Lo fustigan por involucrar en su testimonio a los colegas.

He perdido horas discutiendo sobre una película que me tiene molesta desde el día en que la vi.

Heberto Padilla fue casa por casa para advertirles. Los agentes de la Seguridad del Estado lo acompañaron. Después, han salido informes de los expedientes que les tenían abiertos a los que, probablemente, como método de tortura, le dieran acceso en Villa Marista. 

Salvo ver a Heberto Padilla y poner el tema en discusión, el filme de Giroud no aporta información distinta a los testimonios que ya existían. Es por eso que el “revisionismo histórico” del que han hablado los medios internacionales sobre su película, visto desde dentro, parece más bien un “revisionismo de contrabando”. 

Continúa el silencio de las instituciones y de los medios estatales. Los escándalos con películas sobre los poetas de entonces suelen ser bien sepultados.

Norberto Fuentes es una pieza importante en este puzle. Justamente porque Heberto Padilla no dio con él. ¿Qué pasó con Norberto Fuentes después de sus declaraciones? “¡Ese sí es un escritor!”, dijo Fidel Castro al ver la filmación. 

Es lo que se rumoreaba en el MININT. No se debe perder de vista que han pasado más de cincuenta años. Por sus libros del exilio, imagino que, a este paso, pueda terminar de héroe en Miami. 

Otros, como Cintio Vitier, Pablo Armando Fernández y Miguel Barnet, se convertirían en “figuras emblemáticas de la cultura oficial”.

Pero la noche del 27 de abril de 1971, todos fueron víctimas de un Fidel Castro siniestro.

Hoy, casualmente, cuando salía de la casa, estaba el número 13 del mojón de Paseo al revés. Después me di cuenta de que en la siguiente esquina habían puesto uno nuevo, en la misma esquina del Museo de Fidel Castro. El hombre que congeló la Isla en el año 1959.


© Imagen de portada: Heberto Padilla y Fidel Castro. Tratamiento de imagen por Lynn Cruz.




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Pavel Giroud: Leí el caso Padilla como el drama de Galileo Galilei

Ladislao Aguado

Una entrevista exclusiva con el cineasta Pavel Giroud a propósito de su más reciente película ‘El caso Padilla’.