Para Xiomara Laugart, el pasado nunca se va; le gusta esconderse en la música. “Mi fe, yo creo en ti, tú no te irás”, le escribió Alberto Tosca en aquella canción y Xiomara parece haber decidido vivir al pie de esa letra, hasta hoy.
De su risa fuerte se llenó mi cocina esta tarde, mientras Omar colaba café, muchas veces, y mi madre cocinaba flan de calabaza. Ella evoca a su madre en el dulce, vuelve a vivir y cuenta. Cuenta con naturalidad pasmosa que nunca estudió música y sigue de largo. Sigue de largo hasta la libertad, y desborda pasión, porque para ella la libertad es la música. Técnicamente podría hacer lo que quiera, pero si no lo siente, si no la hace vibrar, Xiomara, “La voz de Cuba”, no podría cantar.
¿Dónde naciste?
Nací en Guantánamo, el 8 de septiembre de 1960. Yo soy la única guantanamera de mi familia junto con mi mamá. Ella enterró a su madre en Guantánamo y me llevó para La Habana cuando yo tenía tres meses.
¿Cómo fue tu infancia?
Me crie yendo todas las vacaciones al campo; la madrastra de mi papá era dueña de una finca. Para llegar tenía que cruzar una línea de tren sobre un precipicio, con un río abajo. Después, llegaba a su bohío con piso de tierra. No había electricidad, solo un mechón; y en el medio del bohío una palangana enorme llena de agua con mangos. Llegábamos todos los primos ¡y a comer mangos!
Al otro día por la mañana todos estábamos empachados y ahí iba mi abuela a pasarnos la mano para quitarnos el empacho. Esas eran mis vacaciones, encaramada en árboles de guayaba, robándome caballos y deslizándome en yaguas por las montañas con todos mis primos. Fue una infancia maravillosa, muy rica.
¿Por qué cantas?
Yo canto porque mi papá me enseñó a cantar; desde que yo tenía 5 años empezó a enseñarme canciones. La primera canción que aprendí fue El reloj (Reloj, no marques las horas…). ¿Tú te imaginas una niñita de 5 años parada sobre un cajón cantando esa canción en las fiestas?
En Cuba se iba la electricidad todo el tiempo, siempre ha sido así, eso no es nuevo. Recuerdo que mi papá llegaba del trabajo y a la hora de acostarnos se sentaba al lado de nosotros y se pasaba toda la noche echándonos fresco y cantándonos canciones. Y de ahí se iba para el trabajo sin dormir. Esa es una de las memorias que tengo de mi padre. Así aprendí un montón de canciones, escuchándolas. Y se lo agradezco mucho.
¿Qué tipo de voz tenía tu papá?
Mi papá cantaba un estilo así como Vicentico Valdés, con una voz muy clarita.
¿Qué otros valores te transmitió?
No solo me enseñó a cantar, también me enseñó a poner un clavo, a cambiar un bombillo para que no tuviera que depender de ningún hombre y pudiera hacerlo todo yo sola.
Me crie con dos varones y yo era la única hembra. Yo soy lo que le dicen aquí en Estados Unidos Daddy’s daughter. Mi papá era el único hombre con quien podía hablar de cualquier cosa. ¡Cómo lo extraño!
¿Tenía una canción preferida?
Añorado encuentro, de Vicentico Valdés, era su canción preferida.
¿Estuviste becada?
Estuve becada un día en los Camilitos y le dijeron a mi papá que me sacara o me botaban.
¿Él o tu mamá se interesaron en que estudiaras música?
No. Él viajaba mucho, trabajaba en la construcción, cortaba caña, iba y venía. Mi mamá era la que estaba con nosotros y a ella nunca le gustó que yo cantara. Después, cuando mi hijo se interesó en la música, ya mi papá estaba en la casa y él fue quien se encargó. Lo que no pudo hacer conmigo, porque no tenía tiempo, lo hizo con Axel.
Xiomara Laugart.
¿Qué voz tienes?
Contralto. Es un tipo de voz que se da en los países europeos; no en los países tropicales. Por eso mi voz era tan rara en la escuela. A la primera clase, y a la única que fui, entré, hice todas las escalas y los otros estudiantes me decían: “Nosotros te odiamos porque tú nunca vienes a las clases, luego llegas y haces todo tan fácil, y nosotros tenemos que estudiar tanto”. Y la profesora me dijo: “Como la voz tuya es especial, tan poco característica de este clima, te vamos a montar un aria en alemán”. Y yo le contesté: “Puedes creer que no, nada de aria en alemán”. I am out, y no fui más.
Entonces, ¿nunca estudiaste música, canto…?
No, nunca estudié música, ni canto, ni nada de eso.
Además de a tu padre, ¿a quién más tienes que agradecer?
Hay una persona a la que yo tengo que agradecer siempre, mucho. Le voy a agradecer toda la vida a Cucu Diamantes. Iliana Padrón fue la primera persona que me buscó un trabajo y fue por la calle, caminando. Encontramos a Kip Hanrahan y ella le dijo: “Tú tienes que ponerla en el disco”. Y esa misma noche nos fuimos para el estudio. Después, a Horacio “El Negro” Hernández. Él me sacó por todos los clubs de jazz de New York. Yo no hablaba ni inglés y él me presentó a todos los jazzistas famosos. Fuimos al Zinc Bar, que ahora es mi residencia en New York todos los sábados. El dueño me dio trabajo al escuchar un casete, cuando aquí ni se escuchaban los casetes, se escuchaban los CD en esa época. Inventó los días latinos los jueves en el Zinc Bar, que no existían, para mí.
Alberto Tosca y tú…
Tosca y yo nos conocimos en el parque Almendares en 1978, en el Festival de la Juventud y los Estudiantes. Después empezamos a cantar juntos y nos unimos. Él era amigo de Donato porque eran del mismo barrio y después se unió Santiago. Luego andábamos siempre juntos los cuatro, para arriba y para abajo.
¿Cuándo llegas a Estados Unidos y cómo?
Yo llegué a este país el 19 de abril de 1998. Venía invitada al Festival de las Artes en Massachusetts, con José María Vitier, Gema 4 y David Calzado. Vinimos a ese festival y todo coincidió; tuve la posibilidad de quedarme, pero no fue nada planificado. Yo venía de Italia, se suponía que iba a regresar a mi casa en Italia, pero nunca regresé, me quedé aquí.
¿Qué Habana dejaste?
La misma Habana destruida de siempre. Y profesionalmente no había trabajo para nosotros los trovadores, no teníamos espacios ni oportunidades. Era el boom de la salsa, que me parece que fue algo muy bueno; pero pensé que había que irse de allí porque no pasaba nada.
¿De qué prescindes en tus conciertos?
No me gusta el concepto de que la conga es la cubanía. Mi cubanía la traigo y la pongo yo, que para eso vengo de donde vengo. No me hacen falta las congas.
Miedos…
Tengo miedo cuando me voy a subir al escenario porque es mucha responsabilidad; después que me subo ya no tengo ninguno. Son muchos años de condesa para no saber menear el abanico, pero es ese bichito que si no lo tienes no lo gozas. Cuando no sienta ese bichito, no voy a cantar más, me voy a retirar y voy convertirme en una abuela.
¿Qué proyectos personales tienes?
Uno de los proyectos es un homenaje a Juan Formell. Él hizo la selección de las canciones, antes de morir me dio un CD con todas ellas. El otro proyecto es grabar ocho canciones de Alberto Tosca, de cuando nosotros empezamos y que nadie conoce. Y el tercer proyecto es con standards americanos traducidos al español. Estos proyectos los quiero hacer en disco porque los conciertos se borran, pero los discos son eternos.
¿Qué proyecto ambicioso sueñas hacer?
Me encantaría hacer un proyecto sin cantar, dirigiendo, poniendo el repertorio, colocando las voces, los coros, los dúos.
¿Qué voces escogerías para ese proyecto?
A Argelia y Malena.
¿Tus segundas voces favoritas?
Animales en segundas voces: Pablo Milanés; y mujeres, Anabel López y Miriam Ramos.
Anabel López es la única que tiene una versión de Paria. ¡Tremenda! Y claro, las segundas voces en la trova tradicional de Santiago de Cuba. ¡Ahí sí hay!
Xiomara Laugart.
¿Con quién hubieras querido cantar?
Yo siempre quise cantar con Barbarito Diez, me encantaba como cantaba los danzones. Cuando era joven a mí me decían Barbarito Diez porque cantaba con los ojos cerrados y sin moverme. Quise grabar con él y me puse en contacto con su hijo, pero fue cuando se enfermó y murió.
Un concierto que te ha gustado mucho…
Graciela Machín cantando en el Lincoln Center. Salió con su walker, lo plantó y se sentó a cantar. ¡Qué manera de cantar esa mujer a los 96 años!
Tu historia con Meme Solís…
Estoy haciendo yo un concierto en Cuba, iba a hacer una canción suya y pensé en buscarlo para que cantara conmigo. Me fui para su casa y le toqué a la puerta: “Maestro, yo vengo a buscarlo porque tengo un concierto en el Teatro Nacional y voy a cantar una canción suya. Yo quisiera que usted me acompañara”. Y me dijo: “Mi niña, yo me voy del país, yo he visto tu carrera que es maravillosa, no te la quiero echar a perder. Un día nos vamos a encontrar por el mundo y vamos a trabajar juntos”. Y pasó un águila por el mar.
Estoy caminando un día por New Yor y ¿a quién me encuentro en la 43 y la décima? ¡A Meme Solís! Ahí mismo me dijo: “Te vas conmigo para Miami, te voy a presentar a mi público”. Y después de eso hice un concierto yo sola que se llenó con todo el público de Meme. Esa es mi historia con el maestro.
¿Por qué te gusta trabajar con él?
Meme es un máster en hacer canciones, en crear repertorios, en montar todo el espectáculo. Tiene tremenda escuela. Élacompañó a Aida Diestro cuando era muy joven, tenía como 15 o 16 años. Ella fue su maestra, le enseñó muchísimo. Luego ellas presentaron el cuarteto en la CMQ, cuando la dirigía Amaury Pérez, el padre. Y fue Amaury quien las presentó como las D’Aida.
Yerba Buena…
Yerba Buena se formó para hacer un disco para mí. Se le pagó a Descemer para que viniera a hacer las canciones y al final lo que se hizo fue Yerba Buena. Éramos la música de New York underground de aquellos años. En las giras invitábamos a músicos famosos del lugar donde estábamos para darle valor. Hacíamos mucho intercambio y eso nos hacía especiales; normalmente los proyectos no hacen eso. La gente suele ir a mostrar, pero no hay un verdadero intercambio. Teníamos una mentalidad muy abierta y tocamos con músicos buenísimos de todas partes. Fuimos nominados para el Grammy dos veces, con los discos Island Life y President Alien.
¿Conociste a Cachao?
En un concierto homenaje en el Lincoln Center, donde yo canté una canción con mi grupo. Estaba el viejo Cándido, y Cachao estaba sentado en la entrada del escenario. Nosotros tocamos primero que él. Yo no lo conocía personalmente; solo a su hija. Cuando voy pasando, él me coge por la mano y me dice: “¿De dónde tú saliste? ¿Quién eres tú que yo no te conozco? ¿Cómo es que tú cantas así?”. Fue la primera y la última vez que lo vi.
¿Y a Celia Cruz?
Fui a verla en un concierto en Italia y entré a saludarla. Luego abrimos un Festival de Verano en el Central Park para ella. Pero yo vine a conocer a Celia Cruz fuera de Cuba, sobre todo cuando llegué a Estados Unidos. Ese momento histórico en que Celia se hizo de un nombre fue tremendo. Ella abrió las puertas para todos nosotros y se lo agradezco.
¿Cómo es trabajar con tu hijo?
Axel es un látigo, es como el dominatriz. Y siempre me dice: “Es que tú tienes la culpa porque yo vi cómo tú trabajabas y cómo hacías las cosas con tu grupo en Cuba para que todo fuera profesional, por eso ahora soy así contigo”.
Dice que él tiene las dos muletas, la escuela y la calle, por eso camina derecho. Los arreglos y la grabación que Axel le hizo a Fe, una de las canciones que Alberto Tosca escribió para mí, son maravillosos. Nunca puedo terminar de cantarla porque se me hace un nudo en la garganta y no puedo seguir. Junto con las ocho canciones viejas que nadie conoce también van a estar las tres canciones fundamentales, las que en realidad marcaron a Tosca y que todo el mundo conoce: Fe, Paria y Sembrando para ti.
¿Tocas algún instrumento?
El bajo, pero de oído y no público, solo por placer personal. Siempre me ha gustado el bajo, también en la voz.
¿Qué rechazas de la música cubana actual?
Yo estoy cansada de oír tanta vulgaridad en las letras. Benny Moré y todas aquellas orquestas cantaban canciones populares para el pueblo y ahí no había ninguna chabacanería ni una vulgaridad. Y era lenguaje popular, nada extraordinario, pero había poesía en aquellas letras.
¿Cómo imaginas el futuro de Cuba?
¿Tiene futuro? Me encantaría tener una respuesta, pero no sé qué decirte. Cuando voy a Cuba, al segundo día ya quiero volar. Todo es tan lento que yo misma me pregunto cómo pude crecer y vivir en ese lugar, en esa situación. Yo siempre tuve la posibilidad de comparar porque viajaba todo el tiempo, pero lo único que me frenaba era mi familia, nunca quise dejarla.
¿Cómo quisieras que te recuerden?
Ya yo le dije a Axel lo que quiero que ponga en mi tumba. “Aquí está la gozadora, la que gozó y la que sigue gozando”.
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Paquito D’Rivera: “Soy un cubiche globalizado”
“Yo creo que me gradué de cubano ya después de algunos años de exilio”.