#metoo teatral: Como si esta fuera la noche final

Como si fuera esta noche se disfraza de velada de amor cuando la voz áspera de Diego el Cigala envuelve a las dos mujeres sobre la escena. Cada una en su mundo invisible para la otra, tararea quizá, escucha, piensa cercada por la bruma de un viernes en la noche. En tanto los Bésame mucho… van y vienen por la Sala Argos Teatro llenando la tarde de domingo de una extraña electricidad. 

Estamos a un paso de la Plaza de la Revolución y es domingo primero de mayo, así que para llegar a la sala hemos atravesado una ciudad medio desierta, que recuerda por momentos los encierros vividos durante los dos años anteriores. 

La puesta en escena, concebida a partir del texto de la poeta y dramaturga española Gracia Morales ―quien en el mes de abril estuviera en La Habana como parte del programa del Instituto Internacional de Teatro (ITI)―, corre a cargo de Yailín Coppola, una de las directoras artísticas del colectivo teatral. Esta última y la actriz Mariana Valdés encarnan a Mercedes y a Clara, respectivamente, protagonistas de la obra. 

El escenario tiene dos plataformas, cada uno es el reino-casa de ellas. El diseño de luces a cargo de Jesús Darío Acosta realza las diferencias entre los dos mundos. El de Mercedes, la costurera, es un mundo cálido, artesanal. El de Clara, uno frío que recuerda los aeropuertos, las luces LED, los espacios inmaculados. Hay siempre una supuesta contradicción entre ambas mujeres, una que pasa además de por los espacios, por su vestuario igualmente opuesto: Mercedes va en delantal y pantuflas en tanto Clara viste un traje y tacones de aguja. Viven ambas y transitan mundos paralelos: en tanto Mercedes recibe una llamada de una amiga que le dice que su esposo está en el bar de la esquina como cada viernes; Clara ensaya un discurso para contar a su amante algo vital.



Elenco: Mariana Valdés Frías y Yailín Coppola
Equipo Artístico: Texto: Gracia Morales Ortiz / Puesta en escena: Yailín Coppola / Asesoría teatral y Asistente de dirección: Roger Fariñas / Asesoría dramatúrgica: Abel González Melo / Diseño de luces e imágenes: Jesús Darío Acosta / Diseño de escenografía y vestuario: Equipo de Argos / Diseño de cartel y gráfica: José Alberto Rodríguez Ávila / Director general de Argos Teatro: Carlos Celdrán.


Las voces de ambas se superponen, sin que ningún personaje adivine aún la presencia del otro. “Es un día de junio” dice Mercedes, en tanto Clara a su vez recuerda que fue un día de junio en el que su madre murió cuando tenía la misma edad que tiene ella ahora. Es este el punto de encuentro de ambas historias: Mercedes es la madre de Clara, quien murió asesinada por su esposo cuando ella fue a buscarlo una noche al bar. 

Clara fantasea conversaciones con su madre ya muerta. Las actrices abandonan sus espacios y contaminan la vida de la otra. Clara va al pasado, al espacio donde su madre cosía para la calle; Mercedes llega al mundo inmaculado de Clara. Así, de manera sutil, ambos personajes irán desentrañando una historia casi detectivesca donde varias señales en escena nos apuntan hacia el hecho violento que las hace a ellas reencontrarse en este espacio imposible de la memoria. Las tijeras de costura como presunta arma homicida, la silueta del cuerpo sin vida hecha con tiza en el suelo, los recuerdos a retazos como si el personaje muerto fuera de a poco rememorando la tragedia…

Ya otra obra de Gracia Morales ha sido publicada recientemente en Cuba como parte de la compilación Porque no habrá quien nos mande. Dramaturgas españolas y protagonistas femeninas (2000-2020), una antología preparada por el escritor y editor Abel González Melo. Se trata de NN 12, una obra que tiene puntos de encuentro con Como si fuera esta noche.También allí el mundo tangible y real se va contaminando con el de los fallecidos de una manera poética, creando una atmósfera mágica donde se mezclan dos realidades imposibles de unir. 

El mundo de los vivos y su cotidianidad queda alterado por el de los muertos que regresan para contar sus historias, como un guiño, quizás, a Pedro Páramo o al Día de los Muertos. NN 12 denuncia el abuso de poder y la tortura contra mujeres prisioneras de guerra o víctimas de dictaduras, en un espacio dramático que sería posible ubicar en cualquier época de nuestra historia moderna y en cualquier país del mundo. 



Yailín Coppola, Roger Fariñas y Mariana Valdés.


Por su parte, Como si fuera esta noche toma de igual manera a la mujer como centro de debate y expone los espacios íntimos de su vejación. Le interesa denunciar la violencia de género al exponer los ámbitos familiares como principales espacios de maltrato. 

Sin embargo, el mundo sugerido por Gracia Morales no es todo blanco y negro. No se trata de una obra de condena al machismo desde el momento inicial en que se presenta. Todo no es sufrimiento en el mundo de las víctimas, el amor ayuda a ocultar los moretones, las tardes felices empañan lo salvaje de los victimarios. Es una noria, una mezcla donde se hace tan difícil separar sentimientos que las víctimas de la violencia, madre e hija, siguen unidas por lazos de amor a la idea del padre, de la familia. No se trata de una obra amarga de condena, sino una simple muestra de lo tremebundo y encontrado de los sentimientos humanos.

Ni Mercedes ni Clara quieren cambiar su mundo, no hay grandes conflictos dramáticos fuera del sentimiento de deseo de escape, no hay odio, solo una voluntad perenne de huir de una situación. He ahí la dualidad que plantea la dramaturga en su obra. Ambos personajes aman al victimario con la misma fuerza que repelen sus acciones. Por eso Bésame mucho se une en un verso al como si fuera esta noche (la última humillación): el amor de la mano del conflicto volitivo del escape. Una voluntad contra la que estas mujeres poco o nada hacen. De ahí que la puesta en escena acuse de estatismo. Los personajes apenas si invaden el espacio del otro, se limitan a soñar, a proyectarse en el futuro. Sin embargo, es solo su voluntad el material dramático con que se cuenta. De ahí la importancia de la viveza, de la organicidad con que las actrices incorporan sus personajes. Prestan para ellas sus cuerpos femeninos para convertirse en íconos de la sumisión, para llevarlas a escena y denunciar a la vez que hacen teatro sin que estemos frente a una obra de ideas, sino de humanidades. 

Mercedes y Clara son las víctimas teatrales, sus encarnaciones en las actrices son más efectivas como mensaje que las proyecciones intermitentes de rostros femeninos en el fondo de la escena que refieren a víctimas anónimas.



Yailín Coppola y Mariana Valdés.


No podemos abordar la violencia de género y sus víctimas sin denunciar. Sin embargo, el sentimiento que despierta la puesta en escena de Yailín Coppola no es de odio, sino más bien de profunda tristeza y sentimientos encontrados. Ambas mujeres son víctimas de la violencia, aunque llevan su vida adelante; ambas se acompañan en este diálogo imposible que les prodiga el teatro, a través del tiempo. 

El escenario es de pronto el espacio mental, en él ocurren intercambios de palabras, confesiones, secretos que se deslizan en confianza. El teatro se convierte en espacio casi silente de protesta, donde el odio queda subyacente. De ahí que en la puesta de Coppola las escenas violentas queden “maquilladas”, limpias de toda huella de terror. El uso de la fría imagen policial del cuerpo inerte sobre el suelo marcado con tiza hace desaparecer las señales de violencia a la vez que las potencia. Usando el mismo recurso en esta obra, el miedo de las víctimas se disfraza de amor. De igual manera la dramaturga busca remover en el espectador ideas supuestamente sedimentadas, acercarnos como individuos a fenómenos no tan ajenos como la violencia de género. La cual visibiliza como una realidad que nos acompaña a todos normalizada, aceptada —aplaudida a veces— bajo los diferentes tintes sociales. 

Se trata, en resumen, de una obra pequeña, de poca complejidad escénica, movimiento contenido de las actrices cuya historia decide apoyar la dirección de Yailín Coppola con proyecciones de rostros de otras víctimas ―¿reales?―. Sin embargo, resulta tanto más poderosa para el mensaje a trasmitir la presencia de las actrices en escena, con toda su carga emotiva, todo lo que esconden, lo que los personajes callan. Basta para suplir las historias de horror que no se cuentan aquí, las historias de vida de estas dos mujeres, que son símbolos del mismo problema que se aborda. Un problema que ha escalado a nivel informacional, de movimiento, y que cada día nos conmueve con una nueva historia de terror alrededor del mundo y también en nuestro propio país. 

Por ello, otra obra comienza una vez que salgo de la sala y desfilan en mi cabeza las muchas fotografías de las mujeres que conozco y de las que he sido, las de la realidad, las de las redes y las de las noticias, cuyas vidas bien pudieran apoyar la historia de Mercedes y Clara allá en el fondo de la escena. Esta pieza de Gracia Morales, sin pretender grandes complejidades dramáticas, pudiera ser ubicada en cualquier lugar del mundo: en un pueblo, en un espacio en conflicto, en una tierra tomada o en una ciudad libre del mundo. Su tesis es clara: esta obra también pudiera hablar sobre ti. 


© Imagen de portada: Yailín Coppola y Mariana Valdés.




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