Leticia León: “Estoy muy orgullosa de varios artistas de mi generación”

Leticia León es una joven actriz cubana, egresada del Instituto Superior de Arte en la especialidad de Actuación. Entre sus trabajos destacan los cortometrajes Borealis, de Jorge Molina, y Lois, de Yassel Iglesias. También ha trabajado en teatro y en televisión.

Llamé a Leticia para que interpretara un texto del Marqués de Sade titulado Juliette, un video-teatro para el espacio virtual. Es una actriz bella, con mucha clase; trabajar con ella fue un placer. Así creamos una amistad…

Actualmente, estamos dando clases de interpretación con el maestro Mario Guerra.

Con una carrera por delante, Leticia es una de las tantas actrices cubana que se debería ver con más frecuencia en los medios. Pero las producciones teatrales, cinematográficas y televisivas son cada vez más escasas.



Cartel del cortometraje, Lois, de Yassel Iglesias.


Naciste en Holguín, dentro de una familia de Testigos de Jehová. ¿Cuán difícil fue para ti crecer bajo dogmas religiosos? ¿Recibiste algún tipo de rechazo en la escuela por la religión que practicaba tu familia?

Yo fui una niña muy feliz. Crecí en la más absoluta libertad, en medio de una finca, lejos de todo, con mi mamá, mi papá, mi hermana y mi hermano.

Mis padres no son Testigos de Jehová, pero el resto de mi familia sí, y era como una especie de tradición que los niños estudiáramos la Biblia los fines de semana. Te soy sincera: nunca lo sentí como una obligación; de hecho, cuando a los nueve años le dije a mi mamá que quería dejar de recibir los estudios, porque prefería dormir los domingos, me dijo “Está bien”, y sencillamente los dejé y ya. Mira qué cosa: yo aún disfruto leer la Biblia, parece que lo que no me gustaba era que me dijeran cómo leerla.

Mi escuelita primaria era una escuelita rural, con muy pocos niños y maestros; yo no era la única que no usaba pañoleta ni cantaba el himno, así que realmente no era nada del otro mundo.

En quinto grado ingresé a la Escuela Vocacional de Arte Raúl Gómez García, en la especialidad de Ballet. Nadie me lo dijo, pero yo solita me di cuenta: esta era una escuela “importante”, tenía que cumplir con todo, así que comencé a usar pañoleta, a cantar el himno, a saludar la bandera, etc. Aunque para las fotos siempre me quitaba la pañoleta, para poder enseñárselas a mis abuelos sin que se pusieran bravos.



¿Cómo comienzas en el mundo del arte? ¿Qué significó buscar esa libertad?

Comencé a estudiar ballet a los 8 años, en la Academia del Teatro Lírico de Holguín. A esa edad no buscaba libertad, solo quería bailar. Pero fue así como conocí el “mundo del arte”. Después estudié Ballet en la Vocacional de Arte, pero realmente no era lo mío, así que me fui.

Años después, matriculé en un curso de Locución y Actuación para Radio, en la UNEAC de Holguín. Los profesores fueron Carlos Russo, Gavino Gil y Alfonso Bandera. Más allá de lo que pude aprender, conocí personas hermosas que vivían para el arte, para crear, desinteresadamente, porque desde Holguín no vas a salir en 23 y M, no vas a hacer una novela, no serás famoso, y aun así, dejaban su vida en ello. Este fue el último empujoncito.



Cortometraje Borealis, de Jorge Molina. Actores: Leticia León y Roberto Perdomo.


¿Por qué decides estudiar actuación?

Llegué al doce grado, que es un momento bien tenso, porque solo tienes 17 años y debes escoger lo que, supuestamente, vas a hacer el resto de tu vida.

Estudiaba en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas José Martí. Ya sabes, “ciencias exactas”: todo el mundo esperaba que me inclinara hacia ese tipo de carreras, pero yo tenía claro que quería crear, hablar; quería una carrera que me permitiera cierta “libertad” (si resulta esa la palabra), y estaba segurísima de que no quería trabajar en una oficina.

Por casualidad me enteré de las pruebas de aptitud para el ISA. Ese año, los aspirantes debían ir hasta La Habana a hacer las pruebas; no como en años anteriores, que una comisión de la Universidad iba a diferentes provincias para hacer las captaciones. Llegué a mi casa y se lo comenté a mi mamá, que es la persona más especial que he conocido en mi vida (en esta y en las otras, segura estoy). Ella no solo me apoyó económicamente, porque un viaje a La Habana no es barato; lo más importante fue que me dijo: “Tómalo como unas vacaciones, disfruta La Habana, y, de paso, haces las pruebas”.

Esa seguridad que me dio, me ayudó mucho. Sentía que era una experiencia, que no era importante si aprobaba o no. Yo iba de vacaciones… y aprobé.

Considero que la formación de actores en el ISA está llena de lagunas. Con el paso de los años la Cátedra de Actuación ha sufrido una decadencia considerable, por el poco rigor profesional de su claustro de profesores. ¿Cuál fue tu experiencia en esos cinco años estudiando allí?

Tú puedes tener un plan de estudio espectacular, pero si no tienes buenos profesores que pongan en práctica ese plan, no tienes nada. Básicamente, eso es lo que está pasando en el ISA ahora mismo, y no creo que sea solamente por una cuestión económica: quedarse en ese aspecto es, cuando menos, superficial. En mis cinco años de estudio, solo te puedo mencionar a un profesor de Actuación (y no porque fuera el único que tuve): Yanier Palmero.

Aun así, siento que haber estudiado en el ISA me aportó muchísimo como profesional y como persona. Siempre he pensado que lo mejor de la escuela es que tienes en un mismo espacio a artistas visuales, músicos, bailarines, dramaturgos, realizadores… Esa mezcla es muy enriquecedora. 

Ahora se está trabajando para restaurar la Facultad de Teatro; ojalá que esa restauración arquitectónica propicie también una “restauración” a nivel docente.



Leticia León en Juliette, del Marqués de Sade, teatro virtual.


Has estado cerca del actor y profesor Mario Guerra, en clases y en procesos de obras. ¿Qué has aprendido de él?

En la libreta de notas que llevaba durante los ensayos con Mario Guerra, escribí: “Recién acabo de graduarme, y recién comienzo a aprender”.

Como te decía, mi experiencia en el ISA con los profesores de actuación fue bastante floja, y coincidir con Mario, justo después de graduarme, fue un regalo. Más que un director, tuve un maestro, porque en él los procesos de dirigir y enseñar van de la mano.

Gracias a Mario, la actuación cobró otro sentido para mí. Me enseñó el respeto al oficio, al trabajo del actor como artista, como creador, no como un simple intérprete. El acercamiento a sus procesos creativos fue un choque, puso en conflicto todo lo que yo creía conocer hasta ese momento.

Además, Mario es un estudioso. A él no le gusta que digan esto, pero es un intelectual, gran lector, cinéfilo, amante de la buena música…

Hace unos meses volvimos a coincidir, a unirnos en una especie de taller, que él, con esa humildad que lo caracteriza, ha llamado “la escuelita”. El aprendizaje continúa.



Jorge Molina tiene una estética y un modo de hacer renovador dentro de los cineastas cubanos contemporáneos. ¿Cómo fue trabajar con él?

Cuando una productora amiga mía me propuso trabajar con Molina, se me pusieron los pelos de punta. Había visto varios de sus cortos, me habían gustado, pero me asustaba. Ella me dijo: “Antes de decidirte, habla con él”.

Molina te enamora, te envuelve. Es imposible no rendirse ante la pasión con la que habla del guion, de la historia. Borealis se convirtió en una historia que yo quería contar, mi película. Y me puse a pensar: “¿Voy a dejar de hacer algo que me gustaría por miedo a un desnudo?”. Porque a eso es a lo que uno le teme cuando le dicen: “Molina”.

Él ya tiene la película en su cabeza, pero eso no le impide escucharte, dejarte hacer y crear. Nunca se impone, te respeta como artista y como persona, y eso los actores lo agradecemos mucho. El universo moliniano es muy rico, y estoy inmensamente feliz de formar parte de él.



Cartel del cortometraje, Borealis, de Jorge Molina.


Ser madre puso una pausa en tu carrera. Actualmente, tu niña tiene tres años y tú sigues trabajando. ¿Qué retos asume una actriz cuando decide ser madre?

La maternidad siempre supone un cambio. Yo no lo veo tanto como una pausa, sino más bien un cambio de dirección. Los meses de embarazo fueron “sabáticos”; dejé de trabajar, me alejé de la vida social agitada, leí mucho, me concentré en mí y en la familia que estábamos creando.

Después viene el primer año de la niña, que es tan pequeñita, tan frágil, que no te quieres separar de ella, y cuando te das cuenta has pasado dos años alejada de todo. Y ese es el momento más complicado; al menos para mí lo fue.

Cuando te dejan de ver, es como si de desaparecieras del imaginario de los demás, y para un actor esto es fatal. Recuerdo que mucha gente pensaba que me había ido del país, porque lo último que supieron de mí fue que había participado en Talents Guadalajara, y ya sabes: “Estuvo en México y no la veo más, pues se quedó”.

Tampoco puedes pensar en “retomar” tu carrera donde la dejaste porque, ¡vamos!, han pasado dos años, ya no eres la misma. Tienes que reinventarte.

Ser madre te pone el mundo patas arriba y reorganiza por completo tus prioridades. Te pone las cosas en perspectiva de la mejor manera posible.

¿Te consideras feminista? ¿Qué igualdad debería alcanzar la mujer en la sociedad cubana, donde no existe la misma desigualdad que en otros países?

Sí, me considero feminista. Que no estemos en las mismas condiciones que otros países de la región no significa que seamos perfectos; de hecho, nos falta mucho por hacer. Un porciento “positivo” de mujeres en la Asamblea Nacional no demuestra nada, porque contar con una organización que en realidad no representa ni defiende nuestros intereses, sino que responde a un Partido único patriarcal, no nos ayuda. Al contrario.

En Cuba existe la violencia de género, existe el feminicidio, existe el acoso, y visibilizarlo sería un buen comienzo. Valoro mucho el trabajo de plataformas como YoSíTeCreo en Cuba, la revista Alas Tensas y la Red Femenina de Cuba.

Creo que una Ley Integral contra la Violencia de Género debería ser una prioridad para el gobierno cubano.



Leticia León haciendo teatro.


Actualmente trabajas como presentadora de un programa musical de televisión, Suena Bonito. ¿Cuáles son los nuevos retos que te ha impuesto este trabajo?

No es la primera vez que trabajo como presentadora, pero sí es la primera vez que tengo un espacio habitual en la televisión.

Hacer cualquier cosa en Cuba es difícil, y la televisión no escapa de eso.

Yo respeto muchísimo la locución. Si bien el hecho de ser actriz me ayuda bastante, entiendo que son dos oficios diferentes, y nada se debe dar por sentado, así que le dedico horas de estudio y práctica.

Eres algo así como una mujer maravilla: también eres profesora de yoga… ¿En qué punto se complementan el yoga y la interpretación?

No tanto como maravilla, hago lo que puedo.

Yo conocí el yoga gracias a Mario Guerra: nuestros ensayos comenzaban todos los días con una hora de práctica. Creo que en ese momento no lo valoré como debía.

Cuando Emma tenía poco más de un año, yo quería volver a trabajar, pero me sentía demasiado fuera de training. Empecé en un gimnasio, hasta que me encontré con el yoga otra vez. Practicaba tres veces a la semana con el instructor Eduardo Pimentel.

El yoga es una filosofía práctica de vida, que trabaja a nivel físico, mental y espiritual; te ayuda a conocerte, a encontrar la armonía y el equilibrio justo entre estos tres niveles. Como creadores, nuestra cantera para trabajar no es más que nosotros mismos: nuestros cuerpos, nuestras vivencias, sentimientos, etcétera; así que es primordial conocerse, para poder sacar lo mejor y ponerlo en función del hecho artístico, de la creación.



Vídeo-Teatro Juliette, del Marqués de Sade, Perséfone Teatro.


Muchos actores y actrices están desempleados, o logran trabajar muy poco en un año. ¿Consideras que el teatro, el cine y la televisión deberían tener una mayor propuesta que cubra la demanda laboral de actores? ¿Cuáles son las causas del desempleo actoral en Cuba?

Las causas del desempleo pueden ser muchas y muy variadas. Por supuesto que sería muy bueno que aumentara y que fuera más diversa la propuesta de los medios y espacios oficiales, pero sería aún más provechoso que los artistas tuvieran mayor libertad de creación. Eliminar trabas burocráticas que, más que ayudar, empañan los trámites. Facilitar sinergias de trabajo, espacios alternativos, concursos, etcétera. Y eso no depende de la economía, del bloqueo: es más una cuestión de voluntad. Abrirse.

En los últimos tiempos, los artistas han tenido una voz más frontal en los problemas sociales y políticos. ¿Qué importancia le concedes a la influencia de los artistas para generar un estado de opinión y de cambios en nuestro país?

Los artistas e intelectuales siempre han sido un sector crítico, una piedra en el zapato. Últimamente se han dado una serie de condiciones para que esa piedra salga del zapato y se plante en medio del camino.

La crisis económica (agudizada ahora por la pandemia), las malas (malísimas) decisiones y manejos de los dirigentes, la censura, la represión, han existido siempre, en mayor o menor escala. Lo que pasa es que ahora, gracias a las redes sociales, lo tenemos todo delante de nuestros ojos. Nadie puede decir: “Yo no sabía”, “Yo no lo vi”. No. Lo tienes ahí, en tu cara. Y cuando eres consciente de algo, no puedes ser indiferente. O por lo menos, es más difícil ser indiferente (siempre hay quien mira hacia otro lado).

Creo que la opinión de un artista es tan importante como la de un arquitecto, un médico, un obrero. Pero evidentemente los artistas, al tener más visibilidad, pueden influir en los estados de opinión, y esto conlleva una gran responsabilidad. En ese sentido, estoy muy orgullosa de varios artistas de mi generación.




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