Las fotos quedaron impresas. La juventud y el misterio fueron la realidad innegable. Yo era la mujer, la modelo. Él, el fotógrafo, el artífice.
Mi Santa Teresa
A mami, ya anciana, la escuchaba conversando con papi, como si aún estuviera vivo, ocupando la cama de al lado.
Tocamientos ciberespaciales y otras locuras
Similar a las llamadas calientes que nos hacían en la adolescencia chicos anónimos para decirnos cochinadas. Pero no había fotos de por medio, solo la fantasía trepidante.
La loca de carroza y la lesbiana de mentirita
Le encantaba disfrutar de la lozanía de mi carne, blanca, firme, inundar su boca de esos olores que emanan de un sexo joven.