El sábado es el mejor día

El jefe

La oficina
Pintada de gris (como los uniformes)
El barullo de papeles
La linterna sin baterías
El bolígrafo que usa para tomar notas
Encima del buró, desmembrado por el comején
Cojo de la pata izquierda
También los espejuelos
Necesitan un cambio
Pero no un cambio de color
Como pintaron la oficina de al lado
Sin embargo 
Cuesta trabajo
Eliminar ese pandemónium 
Que lo revuelve todo.
Hay una lista en la gaveta
–El motivo lapidario–
Para no dejarlos salir por un tiempo
Valor –pensaste–, para romper y decir
Esa gente es inocente
Esa gente solo quiso hablar.


Chícharos con gorgojos

Mi hijo se para en la puerta de la cocina
Me pregunta que voy a hacer de jama
Jama es comida en la jerga de los jóvenes
Algo que se echa en el estómago
En un estómago como un bolsillo.

Me quedo callada y sigo fregando los platos
Las cucharas, los tenedores y vasos
Con el agua hecha de astillas de jabón derretido
Me repite la pregunta
Como si no lo hubiera escuchado
Haré el paquete de chícharos, le contesto.

Me dijiste ayer que tenían gorgojos…

No te preocupes
Los maté con agua caliente
Pero entiende que los gorgojos son animalitos
Y también necesitan comer.


El preso

Se dice que lo secuestraron
Por la mañana
¿O hace, justamente, once días?
Lo tienen en una celda a pan y agua
Entre sonidos malsanos
Latigazos 
Y las noticias a todo volumen (es la nueva tortura)
Que por la noche siente hambre 
Pero se calla.

El artista famélico
No resistirá
–Dijeron ellos–
¿Acaso no pueden decir la verdad
En contraste
Con lo inexacto
De su retrato?


Ambos lados de la soga

Un deseo reconstruye sus formas
Más allá de una página
Se ha vuelto un clamor
Incesante, inoportuno
A sabiendas de que no lo soportarán
Los que hacen promesas
Que no cumplen a ninguna hora
Y que solo sirven para ganar tiempo
Un tiempo 
Sin predios que lo sostengan.

En ambos lados de la soga
La tensión es enorme
Casi se rompe
No da para más.


Cartón lavado

Se despega el cartel
Yace en el piso
Por algún tiempo
Alguien lo barre luego
Sin leer lo que dice
Entonces la consigna se deshace 
Con los pies
Con el agua
Con todo lo que se mueve por encima.

Muda el cartón purificado 
A un estado de gracia
Vuelve su blandura
Y la mano lo recoge virgen
Libre de las palabras 
Apagadas ya
De su cadencia moribunda.


Ómnibus

Llega el cansado y nos recoge
Con sus cristales empañados
Y sus modos de decir: aquí no hay espacio
Pero cabemos todos

Dentro, las sardinas se agitan
Se comprimen unas y otras
En la mezcolanza del momento.

Todos miran y casi nadie ve
El doliente paisaje en la ventana
Mientras clava sus blancos en los ojos.

El cansado nos lleva 
Nos acoge en su seno caliente y sudoroso
Y la gente allá dentro no percibe
Que llegará 
Aunque sea camuflada.


Bote condenado a morir

Parece inútil achicar el bote
Los chorros de agua están ganando
Se cuelan, inundan
Para no dejar nada a salvo.
Los remos permanecen inertes.
¿Esperan acaso con paciencia
Que llegue la muerte?
¿O creerán que son cadáveres
Dispuestos a respirar en el fondo?

Un bote podría ser tu cama
Un bote podría ser tu lengua
Un bote podría ser más pequeño 
Que la cabeza de un alfiler.

El bote condenado a morir
Abre sus brazos y se entrega al mar
Al espacio común de otros botes hundidos.


Prolapso uterino

Ponía vasitos de helado
Llenos de agua en el baño
A veces encontraba hasta tres
Eso calmaba 
La resequedad de la fuente
Seca, estática.
Por ahí vinieron ustedes, nos decía
Apenas recordaba a sus criaturas
Ya envejecidas
El control no existe más
Nadie llega a conocer los recovecos
Que esconde la madre
Lo que ha dejado atrás
Y no volverá
Donde la rueda se detuvo
La madre es ahora, la hija de los hijos

La bola de carne es un cuerpo vivo
Molesto, que se niega a desaparecer.
No se entiende, porque ella busca medios 
Para sostenerla
Para que no caiga de entre sus piernas al suelo
Quizás sea solo el recordatorio
De treinta años de compañía.

Los médicos dijeron que no había remedio
No podían quitarla
Intentaron ayudar con cremas y ungüentos 
Pero era un mango gigante.


Manos, cuerpo

De noche, las manos se van
Reniegan de esta Isla
Se vuelven ajenas a un mundo de quietud 
Donde es natural estar callados.
De noche, alguien las lleva a volar alto
Al amanecer, se demoran en las cornisas
Encima de las estatuas.
Pero siempre vuelven
A la misma Isla.

El cuerpo es diferente
Gime, avanza hacia el calor
Es elocuente bajo las sábanas
A veces el frío lo acoge en su piedad
Lo alivia
Lo detiene
Y en su intento de perdurar
Se extingue.


A veces el silencio ayuda

A veces el silencio ayuda
Oculta la indiscreción de una palabra
Enrevesada, áspera, mal dicha en una boca
Infantil –quizás–
Antes no se cuestionaba la frescura
El paso ligero de la gacela.
A veces, el silencio es la meta
Lo que no se dice
Es el pan de corteza amable
Ese cuestionar mata, transfigura
Una palabra, rompe la imagen
La sensación de vaivén en el agua.


99 años

Durante 99 años y un día
La herrumbre se ha esparcido como lepra
Sobre los cuerpos, las bocas
El humo se concentra
Apenas puede escapar por las chimeneas
Solo cambia de color
Rojo o verde, es su melena.
Nadie conoce El paisaje del otro lado
–Tocar el cristal y no romperlo–
Hemos aprendido bien
A vivir en la nariz rota de la estatua.


Caja de cartón

La caja de cartón
Es la pirámide
La seguridad de la cueva

Lo estrecho de la caja
No limita el oxígeno
En el onírico refugio
Se puede caminar sin riesgos.

La caja de cartón
La pirámide
La cueva
Son también espacios de fuga.


La telaraña

Caemos desde arriba
Con el cuerpo liviano
Como esa hoja
Que dejo de moverse en lo alto.

Nos enredamos en la tela pegajosa
Y atrapados
Permanecemos así
Ahora con un lenguaje diferente
El diálogo será con los ojos
A veces, estarán secos
A veces, una lluvia suave los calmará.


Otra visión

Y si la imagen huye de la cartulina
¿Quién podrá impedir
Que su naturaleza se transforme?
Ya no tendrá bordes
Ni límites
Ya no será un mero espectáculo
Actuará y cambiará
En segundos
Ni el ojo ni la mano
Ejercerán un poder.


El sábado

El sábado es el mejor día
Fresco, diáfano
Como aquellas tardes
En que mordíamos almendras
A los pies de ese árbol
Que nos protegía y nos salvaba
Del miedo a morir
A envejecer
Lo que no piensa un niño.

El sábado vuelve a ser lo que era
Un ángel insondable
Que perpetúa su presencia
Sus juegos
Más allá de la experiencia
El desgarro
Lo que se mutila y renace
Entre el espanto del acontecer
Y nuestra fragilidad.


La caja de fósforos

La caja de fósforos
Descansa en la mesa 
Casi vacía
Solo quedan siete cerillas y tres apagadas
Hay suficiente espacio para recordar
A las que ardieron antes
Y cómo fueron a parar a la basura.
Ninguno cuestiona su utilidad
Al expirar su llama
No se preguntan
Cuántas traía la caja
Ni recuerdan apenas
Lo que sirvieron en la noche
Cuando se extravió un arete o un anillo
O lo que provocó el incendio
Cuando la casa se volvió negra.
La caja de fósforos
Tiene más de cien cerillas
Pero a nadie le interesa.


Hermandad

                                                                      A Ángel Escobar

El Otro lo buscaba
Como a su media naranja.
Le daba órdenes atroces
Silencios cuando había que hablar
Lanzar cuchillos y cristales rotos
Huir y refugiarse de todos.

El Otro lo acosaba
En cualquier esquina lo interrogaba
No le daba opciones, ni soluciones
Al problema de su hermandad.

En su cama le clavaba
Garras y dientes
La piel se le tornaba azul
Y la sangre más oscura.
No tenía piedad con él
Ni en los días festivos.


Cuerpo que se va

Parpadeas
Buscas maneras nuevas
Reinicias una carrera
Sin piernas
Prescindes de los hombros y el cabello
Tu respiración se hunde
Fermenta
Va más allá
Sin dirección.

Rumias como ganado
En una sabana imaginaria
A todo lo largo y ancho
Del precipicio.


Por esa calle no se llega a ninguna parte

Por esa calle no se llega a ninguna parte
El camino es resbaladizo
Malsano el aire
No hay arboledas en la avenida
Solo banderitas
Desencajadas de sus palos
Hubo una marcha hace décadas
Y la multitud se volvió arena.

Por esa calle no se llega a ninguna parte
Malsano es el aire
Resbaladizo el camino
Ya no quedan arboledas
Solo una cruz enterrada
Al final del camino.


El infierno aquí abajo

Hablaron de un infierno 
Aquí abajo
Y apenas lo sabíamos
Quizás, sí pudimos tocarlo
Olerlo por los poros
Como a un latón de basura
Abierto, maloliente
No teníamos culpa y lo asumimos
Éramos pequeños
Débiles como recién nacidos.

Teníamos un rey malo
Que escondía a los muertos
Mientras los plebeyos 
Araban la tierra 
Y empujaban los sacos.


Caídas

Me caigo
Resbalo con una cáscara de plátano
La gente que pasa a mi lado se ríe
No ocultan lo gracioso de la situación.
Pero el trasero me arde
Me duele el huesito de la alegría
Necesito un buen cojín en mi silla
No puedo escribir.

Me caigo
Me ponen un traspié en el mercado
Yo buscaba frutas frescas
Para el desayuno.
Y encuentro un gusano en la guayaba
Y un ciempiés en la piña.

Me caigo
Me parto la barbilla.
Limpio la herida con jabón de lavar
Y la herida se pone amarilla.
Lloro por varios días
Extraño esa parte blanca de mi rostro.
Para mi suerte, la postilla
Se cae a la semana.
Una marca rosada hace el cambio.


El gato y el ladrillo

Uno es blandura
El otro, aspereza
¿Están, respiran?
Ellos confluyen y se amalgaman
Con plácido arrebato
Sus olores confunden y rastrean la noche.
El techo es solo un espacio libre
Otro cielo que se libra del suelo
Equilibrio sin la voracidad del humano.
Arriba y abajo vive el gato
No se corrompe su mirada
Con asombro aparece y no reniega de la espina.
Inerte, el ladrillo, un antiguo suceso
Nadie lo ve
No le hace falta el perdón.


Nonatos

¿Adónde van a parar los nonatos?
¿Adónde los echarán?
La naturaleza del fuego no se hizo para ellos
Ni la ramita
Que queda para no caer.
Su antedestino fue el agua
Y como plantas flotaban
Eran arboles sin prisa
Frutos de una estación insana.

¿Adónde irán a llorar los nonatos?
Si les arrancaron las voces
Y les taparon los ojos, los oídos.
Quizás sea mejor para ellos
No haberse alzado con pies
En este gran escenario
Donde la mansedumbre
Es una forma indefinida
Como ellos mismos.


Vientos de Cuaresma

Despeinan a las magas
A los niños les arrebata los juguetes
A los viejos los vuelve santos.
Los vientos de cuaresma son cálidos
Revoltosos
Envuelven y maduran a los frutos más rebeldes
Esos que permanecen en las charolas por meses
Sin que nadie los toque
Ni reconozca su olor.

Los vientos de cuaresma son canciones
Que nos duele escuchar
Antílopes que corren
Y despiertan a los fantasmas
Que en otro tiempo, tuvieron rostro y cuerpo
Batallaron
Para luego morir
Desnudos en sus tumbas.

¿Por qué vienen esos vientos de cuaresma
A golpear
Con esos modos de arrasar con todo?
Dejándonos impuros
Alargando los días.


La uña

Es raro
Como la uña enfrenta cualquier cosa
Se hunde en el agua sucia sin problema
Mundo albañal que la infecta y sobrecoge.

Bajo la transparencia
Encuentra peces y silencio
Vive como un cangrejo por unas horas.
La uña se sacrifica, no deja de avanzar
Hacia lo que la mano guía
Y justifica la cabeza.

Su sapiencia es milenaria
Ensarta en sus bordes materia orgánica
Pero también debe lidiar
Con esa inteligencia
Que aún sostiene al cadáver.

La uña es espejo, sobrevida
Se adapta a la elocuencia cotidiana
A ese recorrido por venir.


A un ojo

Un pergamino arrugado
No se puede leer fácilmente
Un texto borroso
Salvado del agua
De la casa 
De la casa y los ecos.

El ojo es poderoso
Se adentra en el lenguaje cifrado
Tolera la mota en la pupila
Comprende la parte escrita
Efímeras palabras
Vuelo detenido, alto.
No se va el ojo de su tarea
Como un plan a largo plazo
Desmigaja lo que pasó
Con que sustancia 
Fue construido el discurso.


El espejo

Los árboles no se mueven esta noche
Parecen imantados a la tierra
Una lluvia pertinaz los consuela
Forma esculturas brillantes
De sus ramas mojadas.
Conozco la naturaleza de la piedra
Única, en el modo de desprenderse
Rumor apagado que cae en mil pedazos.
Hay otra piedra, contraria al sol
Que roza la mejilla
Como un aviso, no se lanza por accidente.
Cuando nos asomamos al espejo
Sentimos la lluvia sobre la espalda
El fuego se calla
El espejo no es un aliado.


Hacer girar la hoja

Hacer girar una hoja
En su propia cadencia
Al compás de ese viento juguetón
Sería la imagen ideal
De algo pequeño
Transformado en acontecimiento.
Flotar es una tarea que carece de ambición
Nos dejamos llevar como esa hoja
Somos apenas nada
Un suceso banal
Pero necesario.
Giramos, flotamos
Dentro del mismo círculo
Luego, caemos al suelo
Y nadie nos ve.


Estado normal

La oscuridad
Es el estado normal
Permanecer encogidos
Sin estirar brazos y piernas
Flotamos, respiramos 
Dormimos.

Alacena, fuente
Vientre lúcido
Mundo sin albures
¿Qué hay más allá?
Paisaje, día, noche.

La oscuridad es el estado normal.
Reinar dentro de la fuente.
Flotar dentro de la fuente
Quedamos a oscuras
Dentro de la fuente
Dormimos, respiramos
A través de ella.
¿Nos dejarás quedarnos
Dentro de la fuente?


Escalera apoyada en la pared

No pasar por debajo de una escalera
–eso lo tengo claro–
Toda superstición horroriza
Pues debajo de una escalera 
Puede suceder lo inesperado
Alguien te cae encima
Te aplasta por accidente
Resbalan sus ideas sin querer
Y tú las recibes
Haces tuyo ese olor
Esa imagen
–Otro precipicio–
Algo que no sospechas y existe
Debajo de aquella piel
El corazón
Y entonces ya no eres tú
Trasmutas 
Eres el extraño
El intruso
Que no pidió permiso
A ese cadalso.


La casa, los padres, los hijos

Es difícil escribir
Sobre cristales y piedras
En el suelo, en el aire.
Son estertores 
De una enfermedad incurable.

¿Qué hacer con el camino desdibujado?
La deserción habitual nos delata
Es difícil escribir sobre una casa
Habitada por los padres y los hijos.
Los padres sabían cómo repartir el amor
Los castigos
Seres de antiguas tradiciones
Que imponían sobre nuestras cabezas
A ojos cerrados.

Historias, latidos, gotas sobre la losa
Quedaron dentro
Persisten los ecos, no se van.

Los padres
Eran los cántaros iluminados
Que derramaban agua
Y luego, quedaban vacíos
En espera de palabras
Que callábamos los hijos
Por la ausencia, por miedo.
Era una casa
Y un incendio voraz
Se tragó el edificio
Incluso las jaulas de las palomas
Que escaparon ilesas hacia el cielo
Para no regresar.
Era una casa
Y un incendio devoró las camas
La mesa, las sillas, los libros.
Pero los padres, los cántaros
Aún permanecen
Como dioses en la lejanía.





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VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia”

Por Hypermedia

Convocamos el VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia” en las siguientes categorías y formatos:
Categorías: Reportaje, Análisis, Investigación y Entrevista.
Formatos: Texto escrito, Vídeo y Audio.
Plazo: Desde el 1 de febrero de 2024 y hasta el 30 de abril de 2024.







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3 Comentarios
  1. Curiosos textos, tragicómicos tal vez (a su pesar, supongo), y segregan una mezcla de impavidez con sarcasmo. Una pizca de tristeza… Poemas entecos, con buena fibra, la necesaria.

  2. En realidad, apenas leo poesía. Escribí por accidente o lo que fuere, un poemario y quedé convencido de no tener mucho que ver con el género. De modo que me cuesta mucho dar una opinión, hacer un comentario que vaya más allá de me gusta o no.

    Prefiero leer los artículos de irina, no desde una valoración periodística, sino por lo que llevan de oficio literario quizás como promesas de cuentos o esbozos de novelas.

    Estos poemas los percibo bastante narrativos y por consiguiente con visos prosaico. Pero igualmente aprecio algunos giros que me devuelven la esperanza y las seguridades ¡diría! la presencia de reconocer el trazo de la mano que oficia.
    Y tengo que decir: Gracias.

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