La imagen de portada es un dibujo personalizado que le encargó Evelyn Sosa a Gabriela Padrón para alegrarme la vida y la existencia, que en mi caso no son lo mismo ni se escriben igual. Como en el caso de mucha gente, tampoco la vida y la existencia deben ser lo mismo ni deben escribirse igual. Alegrarle la vida y la existencia al otro debería ser tomado en cuenta en algún tipo de autobiografía escrita. Por ejemplo: fulana de tal nunca pudo salir de Cuba, pero en cambio le alegró la vida y la existencia a más de treinta mujeres en un período de tiempo de setenta años.
En la imagen se ve una mujer con un niño en brazos. Sé que es una mujer porque soy yo y eso es lo que soy yo, una mujer que se alegra, entre otras cosas, de ser mujer y de haber nacido mujer y de (mal) entender el mundo y su escritura desde una posición muy poderosa de mujer, y de tener en el cuerpo los atributos comunes de una mujer: sus genitales, sus debilidades y sus formas de expresión.
El niño en brazos es mi hijo y en ese inmenso detalle radica la alegría de vivir y también la alegría de existir que Evelyn Sosa quería proporcionarme de una manera visual, como si hubiera sentido la necesidad de recordarme que la alegría y la belleza existen, y que me pertenecen. Gracias, mi amor.
El varón en mis brazos tiene los ojos cerrados, igual que la madre que lo trajo al mundo. Ambos cierran los ojos para no ver, tal vez, las diferencias. Pero es en las diferencias donde radica, precisamente, la alegría de todo cuanto existe. La diferencia de ser y de estar, la diferencia de pensar.
Hermosamente, los ojos cerrados son lo único en lo que no son diferentes. Todo lo demás es diferente y continuo, porque no necesitan ser iguales. En el dibujo y en la existencia propia de ese niño y de esa madre, no hace falta ser iguales. Algo por encima de cualquier carácter, simbología y mitología, los une y abraza por el resto del espacio en que se muevan. Aquello de donde venimos, aquello de donde somos.
Las arañas tienen quelíceros para aguijonear
a sus presas e inyectarles veneno,
y unos jugos que licúan el interior de la víctima
para que la araña luego lo pueda sorber todo
como si fueses sopa.
ANIMALES SALVAJES.
Preguntas y respuestas.
Una vez, la actriz cubana Mariela Brito me mandó un mensaje. Guardé el mensaje entero en mi blog de notas y lo leí muchas veces. El mensaje parecía salido de mi casa, la casa natal a donde siempre he ido y a donde terminaré yendo, desde la escritura. En su mensaje, Mariela Brito se dirigía a mí en segunda persona, como si nos conociéramos de toda la vida, como si supiera que ese mensaje sería leído una y cien veces, un mensaje copiado y guardado, una información genética. “Te veo con Cemí y no puedo dejar de pensar en algo que me decía mi madre. Hay tres géneros: hombre, mujer y mujer con hijos”.
Sin ellas saberlo me alegran la existencia porque me dan un mensaje que se opone a la lógica del sistema por el que transito. Esta es: la aceptación de que, tras haberle otorgado derechos legales de maternidad a la mujer con la que vivía en el momento de tener a mi hijo, esos derechos legales amparen a esa mujer en demandas y decisiones respecto al tiempo que mi hijo pasará o no pasará conmigo. Como si el tiempo de una madre y de un hijo pudiera dejar de ser, exclusivamente, de sí mismos, más allá del precio pagado por un derecho legal que en realidad no tiene precio.
Tanta reforestación y tanta preocupación por el verde, para terminar negando la naturaleza de lo sagrado, la naturaleza de lo perfecto. Tanta libertad y necesidad de libertad, para terminar igualando objetos, seres vivos y personas. Una palabra no es igual a otra palabra, un perro no es igual a un gato, un niño no es igual a una niña, una mujer no es igual a otra mujer.
Si a una mujer viva y alegre se le ocurriera confiar en otra, proporcionándole los derechos legales de su hijo, para que lo ame y lo cuide junto a ella, y luego, ya separadas, lo siga amando y cuidando si quiere, no debería ser igualada de manera que esa otra en la que un día confió venga a quitarle a su hijo como si ese niño fuera un objeto; incluso venga a quitárselo amparada por un sistema que justifica su petición, en aras de una igualdad que no existe.
Las pegajosas telarañas son a la vez el hogar de la araña
y una trampa para cazar insectos voladores.
Pero no todas las arañas tejen telas,
y no todas las telas son iguales.
Las arañas lanzarredes tejen una tela en forma de red
y se cuelgan de un hilo a la espera de que pase una presa.
Cuando pasa, le lanzan la red.
ANIMALES SALVAJES.
Preguntas y respuestas.
Otra persona que admiro muchísimo llamó mi atención diciendo: “Pero imagina que te pase algo, ¿con quién se queda tu hijo?”. Entonces le respondí: “Esa fue una de las razones por la que le otorgué el poder, sin medir ni entender las consecuencias, el daño irreparable”. En el caso de que me pasara algo, la ley funcionaría; pero yo no le tengo confianza a alguien que usa un poder otorgado por mí para quitarme a mí misma lo que es mío por naturaleza; para dañarlo, poniéndolo a crecer en dos espacios distintos, por puro uso de poder y desatino mental. Su posición de madre adoptiva se anula desde el momento en que usa dicho título para desestabilizar un hogar.
Y otra persona más, a quien quiero mucho, llamó mi atención diciendo: “Pero si fuera un padre, tendría el mismo derecho; aquí se trata de calidad humana”. Estoy de acuerdo, la acción de demandar, de desestabilizar y quebrar, ubica a la demandante, que no es madre ni padre, en el lugar que merece. La consistencia de su moral y el título del espacio que ocupa tienen sustantivo propio. Como ciudadana, me digo que hay que respetar las leyes y aceptar las consecuencias. Como madre, cierro los ojos y vuelvo a ser un dibujo por encargo de Gabriela Padrón.
Una vez recomendé a una mujer que se casara con su pareja y que adoptara al bebé que tendría su pareja para que tuviera los derechos legales (pensando en la salud del bebé, en sus cuidados y toda la burocracia al respecto, dígase llevarlo y recogerlo de la escuela, llevarlo y recogerlo del hospital si se enferma, etc.). Hoy en día no se lo recomendaría. Si esas dos mujeres se separan, la ley las iguala. Nada más lejos de la verdad natural, razonable y lógica. Nada más lejos, tampoco, del amor. Se acerca más a un sistema generalizado que no incluye las diferencias, las individualidades y las excepciones.
Incluso si se llevara a cabo la adopción y esa madre adoptiva hubiera vivido junto al bebé solo seis meses, solo un año o solo dos años, la ley las iguala como madres de la misma índole y ampara a la madre adoptiva contra la madre biológica, ofreciendo los mismos derechos a ambas. En casos como estos, individuales y específicos, este tipo de leyes son armas de doble filo.
Todas las arañas producen seda,
pero solo la mitad tejen con ella telas o trampas para cazar.
Otras acechan a sus víctimas y se lanzan sobre ellas.
La araña escupidora captura a sus presas
echándoles una goma pegajosa y tóxica
que le sale de los colmillos.
ANIMALES SALVAJES.
Preguntas y respuestas.
Ninguna mujer debería otorgar semejantes poderes a nadie, porque ese poder magnífico y bueno, bondadoso y maravilloso, le pertenece solo a ella. A quien deseó un hijo y lo trajo al mundo, y lo meció en sus entrañas, y lo paseó por su cuerpo, y lo levantó en su pensamiento y pensó: es varón y es bello. Nadie debería atreverse a amenazar la estabilidad de una madre y su hijo. Nadie debería amenazar a una célula.
Dejé de creer en la poesía hace tiempo porque yo construyo poemas, a veces muy rápido y fácil. Veo cómo las personas creen en ellos, dado el caso de que ese poema sea, naturalmente, hermoso y verdadero. Yo sé que mis poemas son verdaderos porque los construyo a base de verdad; pero ¿cómo sé que alguien construye sus poemas de la misma manera, con los mismos materiales que yo? Imposible saberlo. Me encantan los poemas construidos de modos diferentes y con materiales que yo desconozco, los disfruto, los observo y guardo, pero no creo en ellos, no se me humedece ni la lengua.
Lo arbitrario no es cuestión de perspectiva ni de su pérdida, lo arbitrario es lo contrario de hijo, madre, padre, familia, deseo, profundidad, vegetación, tierra, gota de lluvia, terciopelo azul, tiempo de agua, cítrico, vitamina, eucalipto, oso pecoso, canción, música, vientos alisios, estrellita dónde estás, para dormir a un elefante se necesita un chupete gigante. Lo arbitrario es lo contrario de planeta, universo, mundo.
Nunca he sentido una felicidad tan prolongada como durante las 37 semanas de embarazo. Cuando mi hijo nació, yo quería seguir embarazada. Todavía quisiera seguir embarazada, aunque sé que no se puede, muchísimo menos ahora. Todavía quisiera tener más hijos y quisiera que mi novia también tuviera un hijo. Verla enloquecer de felicidad y verla convertirse en la mujer más poderosa del mundo solo por la gracia de estar embarazada. Pero jamás le pediría que me otorgara ningún derecho ni ningún poder legal. Amaría y cuidaría al bebé sin condiciones. El poder le pertenece a la madre. Madre hay una sola.
© Ilustración: Gabriela Padrón.
El top 9 de los libros que mi novia me guardó
Hay gente jodiendo en todas partes. Gente invisible y gente con determinada visibilidad, jodiendo. El verdadero virus es ese: gente jodiendo gente. La peor mutación es esa: gente jodiendo gente.