Qué lindas son las bocas de las mujeres que uno quiere. Las bocas de las mujeres de la familia y las bocas de las mujeres amigas. Las bocas de las mujeres que dicen, escriben, cantan, piensan o representan cosas que a uno le gustan, cosas con las que uno está de acuerdo o simplemente le atraen.
Incluso las bocas de las mujeres que uno ha querido y ya no se acuerda, aquellas bocas que uno intenta recordar en vano porque no recuerda ni las palabras que salieron de ellas, esas también son lindas, de algún modo.
Cuando yo hablo con una mujer, mis ojos se van hacia su boca, a no ser que tenga un problema en la boca, o sea una mujer que no me caiga bien, o sea una mujer a la que yo no le caiga bien y estemos hablando por obligación o por educación.
En ese caso, esa mujer ni siquiera tiene boca, ni siquiera tiene cabeza o manos, que es otra lindura de las mujeres, las manos. En ese caso es una ausencia con la que uno tiene que comunicarse a un nivel bastante precario de humanidad.
En casi todas las fotos que mi novia me ha hecho, mi boca sale fruncida. Tengo la tendencia de apretar los labios cuando voy a sonreír. Debe ser que me resisto a la sonrisa, a la felicidad o al amor, aunque me enamoro fácilmente y en un período corto de tiempo.
La resistencia está en la boca, en esa mueca fruncida. Lo que no significa que no quiera ser feliz o no quiera enamorarme, sino que me sé de memoria sus condiciones efímeras, sus dificultades de permanencia, sus niveles de abstracción. Paradójicamente, cuando menos mueca hago es cuando menos enamorada estoy.
La fotógrafa cubana Evelyn Sosa me hace fotos haciendo muecas, frente a ella para ella. Como somos dos mujeres que nos gustamos y deseamos, nos miramos las bocas una a la otra sin parar, como si nuestras bocas fueran lo único que deseáramos en la vida.
De hecho, no son lo único. Una mujer es alguien que está llena de deseos y llena de ilusiones, tanto como está llena de coágulos y de óvulos, tanto como está llena de ideas y de imaginación, tanto como está llena de glándulas y de trompas. Viva la imaginación de las mujeres.
De hecho, una mujer es alguien demasiado valiente como para decirlo, a veces. Y demasiado poderosa y fuerte, aunque no pueda levantar el mismo peso que un hombre, porque es verdad que no puede.
Trabajo cargando libros y llevándolos de un lugar a otro. Estoy muy orgullosa de todos los libros que cargo y que recojo y que distribuyo porque, en primer lugar, son para niños, y en segundo lugar, son para niños que no tienen acceso a libros, la mayoría del tiempo.
Estamos mudándonos de oficina y hay que recogerlo todo en cajas. Cajas medianas y grandes. Libros, computadoras, otros equipos eléctricos y más libros. Nuestro coordinador se reúne con nosotros, un equipo de varios choferes donde, en ese momento de la reunión, hay una sola mujer chofer presente. Adivinen quién.
Se dirige a esa mujer chofer que soy yo con esta pregunta: “¿Prefieres ir al Storage y cargar cajas o quedarte aquí etiquetando?
Mi respuesta dice mucho de mí como mujer. Estuve poniendo etiquetas durante dos horas y haciendo mis propias cajas de entregas semanales. No fui al Storage con mis amigos choferes, había mucho sol y prefiero cargar cajas cuando es imprescindible. Estoy muy orgullosa, también, de mis elecciones para prescindir de algo. Mi fortaleza consiste en un peso invisible que levanto con invisibles músculos.
Una amiga me dibujó comiendo marañón y confiando en el ser humano. El dibujo forma parte de un librito de poesía a cuatro manos que saldrá este año publicado por Ediciones Furtivas aquí en Miami. En el dibujo, igual que en las fotos, mi boca sale fruncida. El marañón aprieta la boca, engurruña el paladar, raspa los dientes, pero uno sigue comiendo.
Esa misma amiga tuvo la idea, además, de hacer el siguiente comunicado:
Ante la falta de toallas sanitarias, mujeres cubanas privadas de la libertad por protestar pacíficamente en contra de la represión y la dictadura cubanas, usan trapos. La higiene menstrual es un derecho humano, según diversas organizaciones internacionales, derecho que ha sido desprotegido para con las presas políticas cubanas y demás reclusas, traduciéndose mensualmente en un sangrado menstrual indigno.
Primero, exigimos a la dictadura de La Habana la inmediata liberación de las prisioneras políticas.
Segundo, una petición a las organizaciones mundiales que promueven la higiene menstrual: revisen las cárceles en Cuba.
Tercero, pedimos a la comunidad de cubanos fuera de Cuba la creación de una red de ayuda directa pueblo-prisioneras que garantice la higiene menstrual de las prisioneras políticas y demás reclusas.
Que el #8M no sea solo una fecha para celebrar a la mujer. Creemos en la fuerza que genera la palabra, pero también creemos que la palabra no es suficiente. A partir de hoy comenzamos a recaudar íntimas y copas menstruales. También recibimos analgésicos para aliviar el dolor y cólicos de menstruación.
Viva Cuba Libre.
Cuando lo leí, pensé que semejante idea solo podía ocurrírsele a una mujer, porque solo una mujer sabe lo que otra mujer necesita, con precisión absoluta. Y pensé que ese comunicado representaba la noción de ser mujer: su fuerza y su intransigencia. Y me acordé de mis dolores y de mis cólicos, cada treinta días desde que tengo quince años. Y me acordé de la sangre, primero en hilos y luego a borbotones, durante siete días.
El fin de semana compré un sofá para que mi hijo y yo nos sintiéramos más a gusto, porque después de firmar el contrato por un año más de alquiler, en el que el precio del alquiler subió más de ciento cincuenta dólares mensuales por encima del precio actual, sentirse a gusto es lo mínimo que una mujer merece.
En realidad, yo quería escribir de las mujeres con las que he estado. Quería escribir de esas mujeres acostada en mi sofá. Un sofá azul que hace juego con la lámpara. Un sofá de dos plazas donde igual quepo aunque se me salgan los pies. Cargué el sofá yo sola y lo embutí en el pequeño Spark, y luego lo subí por las escaleras y luego lo armé y lo atornillé.
Tengo anotados los nombres de las mujeres con las que he estado en alguna nota del blog de notas, si no los borré. Mi novia me preguntó sus nombres hace tiempo y yo traté de ser sincera. Recuerdo que sentí vergüenza. Una mujer es alguien que puede avergonzarse de otras mujeres, si tiene suficientes motivos para ello. Y recuerdo que me resistí a hacerle la misma pregunta a mi novia. Soy tan diferente de sus novias anteriores.
Orinar, lubricar, salivar, menstruar, ovular, pujar, parir, defecar, vomitar, llorar: eso hace mi cuerpo y eso hace mi escritura. Un cuerpo y una escritura de mujer, mamá, camagüeyana, comedora de níspero sin quitarle la cáscara. Por eso la foto de autor para la lectura próxima junto a Raquel Salas Rivera en Arizona University tuvo que ser así: orinando.
Eso mismo me pregunto respecto a mi hijo. Me pregunto qué clase de mujer ve él en mí, porque una mujer es alguien que se hace preguntas continuamente, preguntas que solo ella podría responderse porque su respuesta la constituye. Y me pregunto cómo me verá mi hijo cuando se pare delante de mí y me mire como todavía no me ha mirado, tratando de conocerme.
Quiero que me mire a la boca aunque en ese momento yo haga una mueca, de vergüenza o de gusto o de las dos cosas juntas. Estoy segura de que apretaré los labios y sonreiré a medias.
Desde el embarazo, los bordes de los labios se me mancharon, así que ahora es una boca manchada lo que tengo en la cara debajo de la nariz. Con mancha y todo, con mueca y todo, I am a woman and this is guánderful.
Saqué un pasaje en espíritu y fui a ver a mi mujer
Iré en Espíritu a ver a mi mujer y como un espíritu sólido me meteré dentro de ella. Cabeza de tortuga, lengua omnipresente.