No me gustan las mujeres, quien me gusta a mí eres tú

Si algo me define es mi género. Aquel con el que nací y que siempre me ha parecido tan incomprensible como irresistible. No comprender, sino observar, la noción de ser mujer, en mí y en otras mujeres que me interesan y me relacionan, es una de mis búsquedas como escritora. Esa observación que no termina me define.

A mí me definen mis ovarios y mis dolores de ovarios, tan bien puestos que cada mes me recuerdan que están ahí y que ellos son los que mandan. Estoy muerta con la clase de ovarios que nací, bien paridos y sangrantes, y malolientes al sexto día, como si fuera la primavera. Tengo óvulos almacenados en cada uno de los ovarios. Cada mes, un óvulo madura y sale de su ovario. Si no es fecundado, el envoltorio se desprende y sale por la vagina. 

A mí me definen mis trompas de Falopio, sendas elefantas moradas con lagrimales abiertos, abriéndose paso en la selva de mis queridas entrañas juntas allá adentro en ebullición. Hace cuatro años, un óvulo fecundado descendió por una de las trompas y empezó a crecer. La enfermera-técnico del Kendall Regional Medical Center que me hizo el ultrasonido vaginal en la sexta o séptima semana me dijo: “Salió del ovario izquierdo”.

A mí me define mi útero perfecto y mi cuellito estrecho del útero por donde cabe lo que tiene que caber, y sobra. Por ese cuello ha pasado lo bello y lo bueno, lo duro y lo blando, lo exquisito y lo perfecto, lo mejor que vas a tener delante en tu vida, cuando lo tengas. Una de las mejores cosas que vas a tener delante en la vida es a una mujer, pero todavía hay cosas mejores, aquellas que uno construye. 


La acción sucedía en el cuerpo.
las estrellas representaban lo demás: sueños, la mente, etcétera.
Louise Glück


A mí me define el artículo la, tan bonita la a, tan primera vocal, tan powerful, y cualquier cosa que la contenga. Yo estoy tan orgullosa de la lengua materna que aprendí, llena de artículos y pronombres y adjetivos y superlativos y palabras con a. Que Kurt Vonnegut bendiga la a. A mí tampoco me gusta el punto y coma. A mí me define mi lengua.

A mí me define la libertad, la maternidad, la emoción. La inteligencia con que amo a cada persona que amo y la inteligencia con que acepto aquello que no me identifica, pero existe. Eso existe y lo acepto, pero no me atrae, no lo necesito. Eso existe y lo veo, no soy ciega. Eso existe y lo escribo. A mí me define mi escritura.

Yo pensaba que no iba a haber nada más bonito que Brad Pitt en la escena donde seduce a Geena Davis apuntándola con un secador de pelo como si el secador fuera una pistola, pero entonces llega Susan Sarandon y la salva cien veces y la besa cien veces aunque no se vea, y las dos se lanzan al vacío en el Ford Thunderbird de la libertad. Una manada de patrullas y policías se queda viéndolas irse y ese es el verdadero vacío. La falta de Geena Davis y de Susan Sarandon en el planeta es el verdadero vacío. La única posibilidad de que eso sucediera es porque son mujeres. A una mujer la definen sus condiciones.

A veces, cuando me han preguntado con cuántas personas he tenido relaciones y he respondido que no recuerdo, no significa que no recuerde, sino que ya pasó. Está en un lugar sin estímulo, sin beneficio de duda, sin tensión. A mí me define mi memoria, una torpe memoria olvidadiza, a veces. La memoria de una mujer recuerda lo importante.


El tiempo se experimentaba
Más como rito que como narración.
Lo que se repetía tenía relevancia.
Louise Glück


Esta mañana, mi abuela paterna se cayó de la cama y mi papá me mandó un mensaje diciéndome que iría a estar con ella, que estaba muy adolorida. Yo iba saliendo para el círculo con el niño y de ahí directo al trabajo. Habíamos hablado el viernes pasado en la tarde noche de la fiesta de cumpleaños de mi abuela, que cumple 89 años en menos de una semana. Venirse a caer de la cama hoy. Pero una mujer es una caída, además. 

Por esta época del año y en todas las épocas en general, dedico pensamientos largos a mi abuela materna. Era una mujer que leía en sílabas. Le gustaba hacer cuentos cómicos con sus amigas de su misma edad y yo iba con ella a las casas de sus amigas y me reía también. Muchas veces oí cómo les decía a las visitas: “Mi nieta escribió un libro”. Estoy segura de que ella me cuida. A mí me define su pérdida.

Últimamente he repetido la palabra derrota en muchas conversaciones. Me he dado cuenta de esa repetición y he decidido enmendarlo; no negando una palabra, sino haciendo algo al respecto: me he cortado el cerquillo sola por segunda vez y me ha encantado el resultado disparejo. Lo corté con una tijerita de Ikea que venden en la sección infantil.


La tarea era enamorarse.
El autor era mujer.
Al yo había que llamarlo alma.
Louise Glück


Cuando una mujer está enamorada, ilusionada y emocionada, se nota. Es una mujer valiente y libre porque está llena de dudas y de tensión. Parece como si esa mujer estuviera pariendo todos los días, contrayéndose y dilatándose todos los días a toda hora, abriéndose y cerrándose sin poder evitarlo. No hay nada que evitar. A mí me define mi experiencia.

Cuando escribo “yo” o “la”, ese artículo y ese pronombre no se refieren a mí. Ese artículo y ese pronombre son individuales de mí y ellos solos se defienden como lenguaje, son autosuficientes. Podría sustituir la primera persona por la segunda y diría exactamente lo mismo. Es a mí a quien hablo porque es a mí a quien conozco, a quien molesta la herida cuando algún filo la roza. A mí me define la molestia.

He estado mucho tiempo muy molesta con cosas que me parecen inaceptables. Para una mujer, las consecuencias de sus errores siempre son inaceptables. La única posibilidad de que esa molestia se fugue es imaginando. Mi amiga Ada Zayas-Bazán, que me leía a César Vallejo cuando yo tenía menos de doce años, todavía dice, risueña y joven: “Viva la imaginación de las mujeres”. A mí me define la imaginación.

Los nombres de mi mamá, de mis abuelas y mis bisabuelas, me definen. Ellas se llaman así: Roselia Amparo Iglesias Moronta, Luisa Roselia Moronta Pacheco, Esperanza Pacheco Soler y María Novoa Blanco; María Ofelia Hernández Socarrás, Ofelia Socarrás Estrada y Ángela Violeta Del Valle Deulofeu. Los nombres de mi hermana, de mis tías y mis primas, también. Voy a preguntarles si las puedo nombrar aquí. Ellas son mujeres que yo quisiera felicitar a diario. 


La mente era una trama secundaria.
No hacía más que charlar.
Louise Glück


Mi Día de la Mujer no es todos los días porque la mayoría del tiempo soy madre en vez de mujer, aunque una cosa contiene a la otra. Pero es más fácil olvidarse de ser mujer que olvidarse de ser madre. Olvidarse de ser madre es imposible. Mi Día de la Mujer es instintivo, hormonal y mental. 

Mi Día de la Mujer es el cumpleaños de mi mamá, el cumpleaños de las mujeres de mi familia y mi cumpleaños. Mi Día de la Mujer es el día que quedé embarazada y el día que nació mi hijo. Mi Día de la Mujer es el día que escribo más de dos poemas seguidos mientras cocino o atiendo al niño y pienso: “esto solo lo hace una mujer”. Mi Día de la Mujer es un día sí y otro no. 

Mi Día de la Mujer es el día que nos besamos por primera vez. Ese día las demás cosas ganaron en importancia porque yo gané en importancia. Una mujer es importante cuando besa a quien quiere besar. La importancia del beso dado a quien se lo quiero dar, el beso correspondido que no se puede escribir sino apenas desplegar a través de ínfimas palabras, me define.

¿Cómo ama una mujer? ¿Cómo rechaza una mujer lo que la afecta? ¿Cómo toma la espumadera para revolver el arroz acabado de hacer en el instante exacto antes de que se pegue? ¿Cómo revuelve el arroz una mujer? ¿Lo hace a favor de las manecillas del reloj? ¿Lo hace en contra? ¿De qué reloj estoy hablando? 


Algunos finales eran trágicos, es decir, aceptables.
Todo lo demás era un fracaso.
Louise Glück


Crecí leyendo historias de niñas en las que me veía reflejada, a veces. Niñas de todo tipo que eran felices, a veces. Niñas alegres, tristes, valientes, miedosas, lindas, feas, apagadas, huérfanas, indescifrables, a veces. Escribo sobre la noción de ser mujer desde que usé el lápiz por primera vez. La letra, esa palabra hermosa, sigue siendo de caballo.

Aprendí, leyendo, que cada mujer es mujer a su modo, lo que la hace más singular aún. La niña de El bolso amarillo, aquella novela de Lygia Bojunga Nunes, llena de gallos amanerados y familias estrambóticas, quería ser escritora, adulta y varón. Decía que si fuera adulta y varón, todos la dejarían tranquila y ella podría hacer lo que le diera la gana. Pero lo que más deseaba era ser escritora.

Por último, pienso en ti y en tus labios, que pronto volveré a besar. De quien hablo sabe a qué me refiero. Te digo “Felicidades” pero en realidad quiero decir otra cosa. Algo íntimo que solo nos interesa a nosotras. Un secreto. Te digo un secreto en el Word. Lo que escribo no es lo que quiero decir. Lo que escribo son palabras que no llegan a expresar ni siquiera la mitad. El lenguaje, tan contundente, no alcanza. Dame un poquito de téngame aquí. Deja de trabajar un segundo. Ven acá.




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En la imagen se ve una / mujer con un niño en brazos

Legna Rodríguez Iglesias

La aceptación de que, tras haberle otorgado derechos legales de maternidad a la mujer con la que vivía en el momento de tener a mi hijo, esos derechos legales amparen a esa mujer en demandas y decisionesrespecto al tiempo que mi hijo pasará o no pasará conmigo.






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