1973: Un año bajo la influencia

Este texto comienza con una niña llamada Ana, de aproximadamente 6 años. Vive en la Castilla, un pequeño pueblo español que en tiempos de posguerra aún estaba constituido por un manojo de casas, un ayuntamiento, una iglesia y calles sin asfaltar. Un día cualquiera de inicios de los años cuarenta, Ana acude a la proyección de “Frankenstein”, de James Whale. La película, anclada en los comienzos del cine de terror, deja una gran impresión en la pequeña al punto de dinamitar su visión del mundo para siempre. De esta manera comienza “El espíritu de la colmena”, de Víctor Erice, un filme que funciona como un puente para entender la transformación que experimentó el cine en el tránsito de los sesenta a los setenta. 

Este texto, además, acompaña mi lista personal de una serie de películas que cumplen 50 años de realizadas. Son filmes que, como la Ana de Erice, ya se han hecho mayores, pero sus nacimientos significaron una ruptura en la estética cinematográfica. Aunque la singularidad de esta lista consiste en que todas se estrenaron en 1973, regresar a ellas implica penetrar en una de las décadas más multifacéticas de la historia del cine. 


Los setenta

Estéticamente, la década de los setenta es conocida por su crudo realismo, matizado por una mezcla de asimilación y antagonismo, con ese aliento experimental que dominó la década anterior. Muchos cineastas rechazaron los decorados brillantes y las pulcras narrativas de las décadas anteriores, optando por filmaciones en locaciones reales y una representación más auténtica de la vida y sus imperfecciones. De igual manera, fructificó un hábito de dinamitar y rehacer géneros establecidos, como el Noir y el Western. Piénsese, por ejemplo, en el trabajo emprendido por maestros como Robert Altman, Sam Peckinpah, Woody Allen y Nicolas Roeg, revisores compulsivos de las normas narrativas y las normativas de la representación. En muchas de las películas de esta década, la cinematografía capturaba la textura granulada y la iluminación natural, mientras que la edición podía ser tanto fluida como desconcertantemente abrupta, reflejando las incertidumbres de la época.  

En términos políticos, las películas de los setenta a menudo abordaban directamente los problemas sociales y las inquietudes del momento histórico, ya directamente, ya a través de metáforas visuales y narrativas. Desde la guerra de Vietnam, el Watergate y los movimientos civiles hasta la exploración de la psique humana en tiempos de cambio, estas obras no se abstenían de presentar críticas mordaces o cuestionar el status quo. Filmes como “The Deer Hunter” (Cimino, 1978), “Taxi Driver” (Scorsese, 1976), “Apocalypses Now” (Coppola, 1979) o “M*A*S*H” (Altman, 1970), por citar solo cuatro de ellas, representaron confines inimaginables hasta ese entonces acerca de cómo encarnar las secuelas de la guerra en la conciencia. Aunque en menor medida, los setenta fue también un periodo donde el cine comenzó a ser utilizado como una herramienta de cambio social, ofreciendo una plataforma para voces subrepresentadas y narrativas alternativas. Por ejemplo, una obra maestra como “Wanda” (1970), de Barbara Loden desmontó la forma de hacer cine existencial y feminista, mientras “Harlan County” (1977) de Barbara Kopple, le dio otra dimensión a lo que hasta entonces se entendía como cine de denuncia. 

En términos globales, el cine abre debates raciales y poscoloniales, y los festivales se abren a cines de África y Asia. Ya no se trataba solamente de iconos excepcionales como Kurosawa, sino de una comprensión más amplia e inclusiva del sentido del cine. Esta posibilidad cimentó el reconocimiento indiscutible que hoy merecen cineastas como Ousmane Sembené, Med Hondo y Sarah Maldoror, por solo mencionar tres nombres. 

El cine de los setenta también exploró temas que previamente habían sido tabú, como la sexualidad, la drogadicción y la violencia. En Estados Unidos, por ejemplo, apareció por vez primera el consumo de drogas como un elemento integrado a la trama, aliado o no a la prostitución y el hampa, pero muy a menudo como forma de definir una juventud rebelde. El Código Hays, que había impuesto restricciones morales estrictas sobre la producción cinematográfica estadounidense, fue reemplazado por el sistema de clasificación por edades, permitiendo una mayor libertad en la representación de estos temas. No se olvide, incluso, que por esos años la pornografía se integró a las carteleras de los cines comerciales, con hitos de taquilla como Deep Throat (1972), de Robert Berkvist. 

Hay un brillante documental que sirve como un meticuloso y fascinante homenaje al cine norteamericano de los años setenta. En «A Decade Under the Influence», dirigido por Ted Demme y Richard LaGravenese, hay conversaciones con algunos de cineastas, eruditos y a la vez divulgadores del cine, como Martin Scorsese y Peter Bogdanovich, donde se explica en detalle la forma en que se rompieron muchos de los convencionalismos del Hollywood decadente de las décadas pasadas. Comparado con la década de 1960, el documental explica que el cine de los setenta se alejó de la producción en masa de las películas de estudio y se movió hacia un enfoque más orientado al autor. Mientras que la década de 1960 todavía estaba muy influenciada por el glamur de Hollywood y las grandes producciones, la década de 1970 trajo consigo una era de «New Hollywood» en Estados Unidos, con cineastas noveles como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg, junto a consagrados como Stanley Kubrick. “Once Upon a Time in Hollywood” (2019), de Quentin Tarantino, representa una manera de explicar estas transiciones desde la óptica personal de su director.

No obstante, algunas de estas tendencias no se limitaron al cine norteamericano; internacionalmente, hubo una ola de cineastas que también estaban empujando los límites. Por ejemplo, el Nuevo Cine Alemán confrontó el pasado nazi de Alemania, mientras que, en Italia, el cine político exploraba las tensiones de una sociedad en medio de una transformación económica y cultural. El legado de estas películas es su contribución continua al discurso cultural. Las películas de los setenta no solo reflejaron los tiempos en los que fueron hechas, sino que también ayudaron a moldear la conciencia colectiva, desafiando y expandiendo las perspectivas de las audiencias. 


Año 73

El año 1973 no es superior a otros de la década, pero el aniversario 50 de las películas seleccionadas aquí se convierte en motivo suficiente para recordarlas. Esta lista representa mi visión personal de lo que podría ser lo mejor de ese año, una visión que combina importancia histórica y actualidad, clasicismo y novedad. Desde «El espíritu de la colmena» en España, con su inquietante representación del existencialismo de la posguerra, hasta la narrativa ilimitada, cruda e íntima de «La mamá y la puta» en Francia, estas películas ofrecen colectivamente una ventana un tipo nuevo de rutinas productivas que no temían al riesgo a la hora de concretar visiones artísticas ambiciosas. 

«Amarcord» sirve como un espejo nostálgico y caprichoso de la sociedad italiana, compartiendo con el filme de Erice esa visión antropológica de representar la ideología de una época en el nivel micro de los pequeños pueblos. «La noche americana», por su parte, es una obra seminal sobre el idilio entre la vida y el arte de hacer cine, un ejemplo de cómo la agonía de un director implica una mezcla extraña de belleza y monstruosidad. En la lista también aparece «La montaña sagrada», un viaje esotérico a través de la espiritualidad; «Fantastic Planet», una pieza de animación provocativa que cuestiona la naturaleza de la existencia a través de la exploración planetaria; y «Enter the Dragon», una película que no solo revolucionó el cine de artes marciales, sino que también acercó al Este y al Oeste en un intercambio cultural a través del carisma de Bruce Lee. Otras películas representan la creación del Nuevo Hollywood que comentamos más arriba, así como la aparición de un cine de horror que dinamitó la visión simplista que género encarnaba ese género en el imaginario colectivo. Otras obras incluidas aquí desdibujan las fronteras entre verdad y ficción, de manera que la falsedad adquirió un nuevo valor estético en el ejercicio cinematográfico. 

Finalmente, es importante recordar que estas películas son clásicas no solo porque son obras maestras de su oficio, sino también porque continúan influenciando a cineastas y audiencias por igual. Para muchos, representaron ese Frankenstein en los términos en que aparece en el filme de Erice, es decir, como una forma poderosa de recrear la inocencia perdida y el camino hacia la madurez.  


Las mejores películas de 1973 en orden jerárquico:

20. Enter the Dragon / Robert Clouse (Hong Kong-Estados Unidos)




19. Fantastic Planet (anim) / René Laloux (Francia)




18. La montaña sagrada / Alejandro Jodorowsky (Chile)




17. Paper Moon / Peter Bogdanovich (Estados Unidos)




16. Serpico / Sidney Lumet (Estados Unidos)




15. La boda / Andrzej Wajda (Polonia)




14. F for Fake (doc) / Orson Welles (Francia)




13. Badlands / Terrence Malick (Estados Unidos)




12. Don’t Look Now / Nicolas Roeg (Inglaterra)




11. Mean Streets / Martin Scorsese (Estados Unidos)




10. The Exorcist / William Friedkin (Estados Unidos)




9. Amor y anarquía / Lina Wertmüller (Italia)




8. Ana y los lobos / Carlos Saura (España)




7. Pat Garrett and Billy the Kid / Sam Peckinpah (Estados Unidos)




6.Touki Bouki / Djibril Diop Mambety (Senegal)




5. Escenas de un matrimonio / Ingmar Bergman (Suecia)




4. La noche americana / François Truffaut (Francia)




3. Amarcord / Federico Fellini (Italia)




2. La mamá y la puta / Jean Eustache (Francia)




1. El espíritu de la colmena / Víctor Erice (España)







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‘Barbarian’: por un cine de sangre, oscuridad y escalofríos

Reynaldo Lastre

Una historia que se desarrollará básicamente n el sótano de la casa: imágenes grotescas, persecuciones espeluznantes, ambientes claustrofóbicos.



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