Diálogo sobre monstruos (III)


Decías que uno de los fenómenos que te interesaban más era el de la articulación paulatina del lenguaje de la literatura con el lenguaje de la pintura, y el de ambos con el del cine.

Sí, en concreto estaba refiriéndome al gótico… o sea, digamos que tienes un cuadro de Fuseli (un pintor suizo que a los veinte años se estableció en Londres y se convirtió en un teórico muy inteligente), un relato de Edgar Allan Poe (The Masque of the Red Death, por ejemplo) y una hipotética película sobre el hombre lobo, o sobre un vampiro, o una bruja, o algún personaje perfectamente gótico como Dorian Gray. 

Cuando observas los cuadros que pintó Fuseli (los que se centran en el problema de las pesadillas), puedes alternar el efecto que producen con la coloración violácea de aquella famosa habitación de The Masque of the Red Death en la que el protagonista muere. Hay una habitación así, con cortinas negras y vitrales de color rojo sangre, o magenta, y en ese escenario, que debe construirse minuciosamente, ocurrirán hechos relacionados con los ámbitos ominosos de Fuseli. 

Puedes acomodar a Dorian Gray en un butacón mientras espera, bebiendo una copa de ajenjo, al pintor (joven, talentoso y lleno de ambición creativa) que lo inmortalizará (literalmente) por medio de un retrato. Hay un gato sobrenatural, fatídico (o dos gatos: uno de bronce, egipcíaco, y otro que merodea por el salón), y en el conjunto ya se configura algo que el cine concentra en sí mismo gracias a su propia naturaleza unitiva. Y no es que el lenguaje vaya a desaparecer. El lenguaje está, pero se encuentra ocluido. Tu experiencia sobre ese cine pasa, por fuerza, a través de las palabras. No puedes prescindir de las palabras. De hecho hay algo que me parece sorprendente: determinadas películas o secuencias de películas son extraordinarias debido a que el lenguaje que esconden o exigen es extraordinario.

O sea, tú ves la regeneración estética del gótico como un asunto no solo de las imágenes, sino también de un lenguaje derivado de ellas.

No es tan sencillo, pero diría que la cuestión es esa. El gótico es un movimiento creador, más que representador. El gótico, por ejemplo, revierte los paisajes interiores en paisajes exteriores, y ese fenómeno es descomunal, aun cuando provenga de algo tan viejo como la pathetic fallacy. 

Si estamos de acuerdo en que el cine debería prescindir, lo más posible, del lenguaje teatral (desechar eso que Robert Bresson llama “teatro filmado”), entonces el lenguaje que le queda, y que exige para sí, es el que no se escucha. O el que se escucha mientras uno ve el paso de Harry Angel (Mickey Rourke) por New Orleans, que es cuando se encuentra con Epiphany Proudfoot (Lisa Bonet), una muchacha negra muy joven con la que acaba teniendo sexo, antes de saber que es su propia hija. Estoy refiriéndome a Angel Heart (1987), de Alan Parker.

Mencionaste de nuevo a Dorian Gray. Tienes un vínculo fuerte con él.

Todo el mundo sabe que Dorian Gray es una creación admirable. Me gustó la sinceridad con que es reinventado en Penny Dreadful, una serie gótica emitida entre 2014 y 2016 en tres temporadas. Una sinceridad que brota de eso que se intuye en la novela de Oscar Wilde. Allí hay zonas de silencio, de pura discreción. Zonas incendiadas. Y el guion de la serie pone en Dorian Gray una versatilidad enorme: de la crueldad al amor, de la flaqueza al vigor total, del disimulo a la ostentación más exuberante, y del deseo por una mujer al deseo por un hombre que, además, es un licántropo. ¡Qué entusiasmo!

La vida eterna da para mucho.

En efecto. Y lo asombroso es que regresas a la novela de Wilde y si lees bien, ese Dorian Gray está allí, embrionario.

Otro gran personaje es Heathcliff.

Así es. Heathcliff es inagotable. Es uno de los grandes negados que, a su vez, niegan. Es negado por la sociedad y él, entonces, la niega a ella y se venga. El otro es la criatura del doctor Frankenstein: negado por su creador y por todo el mundo. Y también desarrolla su venganza, tras ser negado, y se marcha lejos de los hombres. 

¿Crees que Penny Dreadful es una buena serie gótica?

Sí, lo es. Con sus altibajos, pero lo es. Llena de clichés y tan canónica, es una buena serie. Un poco atiborrada de personajes. Hay otra interesante y que dilucida extensamente el fenómeno del vampirismo: The Strain (2014-2016). Aunque la mejor serie gótica que he visto es Twin Peaks (1990-1991), de David Lynch y Mark Frost. Ahí tienes un neo-noir (la investigación de la muerte de Laura Palmer) donde lo sobrenatural se mezcla con lo fantástico. 

Lynch insiste en un tipo de mirada que, en definitiva, no se diferencia de esa mirada habitual en la que la realidad se nos presenta. Y, por supuesto, trabaja con el secreto de un modo más que admirable. David Lynch es tan gótico que ni siquiera repara en eso. Su respiración es gótica. Lo ves fumando en su taller, sin hablar, en alguna entrevista, y descubres que a su izquierda tiene una reproducción de El Jardín de las Delicias. Y notas que en uno de sus cuadros (Lynch es un pintor potentísimo) hay una inscripción, dibujada a pincel, que dice: “Una profunda oscuridad profunda y un resplandor. El resplandor estaba allí, alrededor de las raíces y por debajo de ellas. Y entonces un árbol nació, y luego una casa con estrellas encima. Dentro de la casa había un hombre con ojos para ver, y largos brazos. Y vio el resplandor a su alrededor y lo agarró y lo atrajo hacia la profunda oscuridad. Y así el hombre se vio a sí mismo”. Puede que mi traducción no sea buena, pero en ese texto hay una poética. 

Has insistido varias veces en definir el gótico, así como sueles definir la literatura, o lo literario. 

Para un escritor como yo, delimitar la literatura es imprescindible. Precisar su territorio, marcarlo, enunciar su especificidad. Hay muchas confusiones por ahí, aunque también puedes hallar varios conceptos legítimos de literatura. Con las definiciones del gótico ocurre lo mismo. Hay un gótico barato y uno muy exclusivo. Entre esos dos extremos la variedad resulta apabullante. Y no es que yo dude y necesite definirlo una y otra vez. Lo que ocurre es que definir me ayuda a evitarme tropiezos en mi trabajo. No soy ni fundamentalista ni permisivo. 

¿Psycho (1960), de Alfred Hitchcock, es una película gótica? Sí, de cierto modo lo es. 

¿Y Touch of Evil (1958), de Orson Welles? También. 

¿Y Under the Skin (2013), de Jonathan Glazer, una de las aleaciones más increíbles que he visto de ciencia ficción y terror? También. 

En las tres hay un elemento común: el fracaso de la razón, o determinada perspectiva de la razón, ante el advenimiento del mal. 

Ayer mencionabas la serie que Roger Corman hizo a partir de algunos relatos de Edgar Allan Poe.

Ah, esa serie… en fin: Vincent Price. La serie es él y él es la serie. Corman lo eligió porque Price se amolda muy bien a ese universo donde se mezclan el horror, el sobresalto, la melancolía, el secreto, lo sombrío, la angustia, las pesadillas, lo indecible. Y no es que sea un actor que sólo encaja ahí. Por ejemplo, uno lo admira en The Whales of August (1987), junto a Bette Davis y Lillian Gish, donde interpreta a un personaje sorprendente que sonríe a pesar de su soledad y su tristeza.

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Parte I, II