Para Minou Tavárez Mirabal
Edgar Allan Poe publicó en 1844, en Grahamʼs Magazine, hace 180 años, su agónico poema “Dream-Land”. En 1845 este reaparece en The Raven and Other Poems.
Es un texto de concepción tardía, escrito poquísimos años antes de morir, en una especie de declinación poderosamente intuitiva. Nada que ver con el aliento general (tan vigoroso como inspirado) de los textos de aquella colección titulada, con sencillez, Poems (1831), a cargo del editor Elam Bliss, de New York, y que Poe dedicó al Cuerpo de Cadetes de los Estados Unidos.
Esto parecería incomprensible si no supiéramos que al futuro eximio escritor lo expulsan de la academia militar de West Point, donde cursaba estudios, y sus compañeros, que ya saben de su espíritu lírico, aportan más o menos un dólar cada uno, y de súbito Poe cuenta con unos $170 USD para imprimir su libro.
Leemos: Elam Bliss, y se nos antoja que la brevedad de ese nombre y ese apellido conecta, vencida la tirantez del arco del tiempo, con otra brevedad: Elon Musk.
Estoy cometiendo una boutade, lo sé. Y doy por sentado que ese nombre, Elam Bliss, es real. Elam al revés se lee Male. Male Bliss. O sea: dicha masculina, felicidad varonil.
Musk quiere decir almizcle. Fragancia macha, aroma fuerte. Elon: los cohetes, los satélites, Tesla y un roce mediático entre él y Nicolás Maduro. Y el viaje a Marte. O quizás a la Luna, que es en definitiva uno de los tópicos que se usan para asociar a Poe con la ciencia ficción.
Es sencillamente sobrecogedor que uno, lector de Poe desde hace 50 años, experimente una suerte de pareidolia conceptual que arroja, como resultado, una premonición, un presentimiento: la isla, siempre la isla.
Al inicio mismo de “Dream-Land”, el sujeto que vaga por ese territorio perfectamente intangible ya habla de una ruta oscura, solitaria, por donde sólo rondan ángeles malos y donde se alza un trono negro: el de la noche. Pero no la noche elemental que viene tras el atardecer, sino La Noche.
Los versos dicen: By a route obscure and lonely, / Haunted by ill angels only, / Where an Eidolon, named Night, / On a black throne reigns upright…
Después ese sujeto, un viajero no físico, sino de la emoción y el espíritu, revela que ha llegado a esa tierra desde la última Thule. La región a la cual lo lleva su camino, en semejante dream quest (para usar palabras de H. P. Lovecraft), está fuera del tiempo y el espacio, y en ella predomina un clima fantasmal y raro. Mas no por ello cabe suponer que Poe alude a un sitio como Kadath.
Más adelante, el “imaginador” de Berenice y Ligeia habla de unas lágrimas que gotean por doquier, y de montañas que están siempre derrumbándose sobre mares sin riberas (tears that drip all over, / Mountains toppling evermore / Into seas without a shore).
Escape, melancolía, tristeza. Sufrimientos. Lágrimas constantes. Y la presencia del mar, adonde van a parar esas montañas que bien podrían ser cúspides de ilusiones, o Altas Ilusiones que incesantemente se desmoronan en el agua. El mar como receptor de esos hundimientos y como metáfora del tiempo sin márgenes.
Para nosotros, el mar es la ruta de una esperanzada desesperanza.
Según Charles Baudelaire, Poe abraza “el hipogrifo sombrío de la verosimilitud”. Metáfora ignota (ampulosa en verdad, de tan enfática), pero que quiere indicar una pasión: la de persuadir al lector.
Sin embargo, este anhelo es algo que vemos sobre todo en sus cuentos, no así en sus poemas, aunque se trata de un ansia taaaaan fuerte (un idilio romántico peleando contra la necesidad de una concreción) que también se aprecia en determinados textos líricos en los que hay un escenario, una historia, o algo que se parece a la narratividad de la experiencia, como en “Dream-Land”.
De un lado están la paz y el consuelo. Del otro, la horrible sensación de pérdida. Tal es lo que también observan los críticos, algunos de los cuales ponen los ojos en blanco al releer ciertos textos del autor de “The Fall of the House of Usher”, donde la muerte verdadera, cuando se suma a la belleza espectral de Lady Madeline, es toda una Señora Esperanza.
En mi pareidolia, con ese trono que representa lo desconocido del futuro y ese sistema de tropos tan evanescentes como firmes (y que se refieren a las lágrimas y los sueños dañados), no veo otra cosa que a la isla.
Me pareció ver en David Cooper la idea de que no es lo mismo la locura del lenguaje que el lenguaje de la locura.
Para seguir con Poe: es como si él, al viajar en brazos de una supraconciencia, hubiera descendido al Caribe y visitado en sueños la ruina moral y física de la isla, hija de un vasto y prolongado proceso de destrucción.
Una visita (debo aclararlo) no al hoy, de por sí ya lamentable, sino al futuro inmediato hacia el que ese hoy apunta cuando el deterioro, los quebrantos, el abatimiento y la desolación se enseñoreen de todo y se entronicen.
Poe escribe: There the traveller meets, aghast, / Sheeted memories of the Past / —Shrouded forms that start and sigh / As they pass the wanderer by.
El viajero, en este caso del tiempo, también lo es del espacio. Su mente atraviesa más de un siglo y encuentra, no sin horror, recuerdos de un pasado ahora envueltos por sudarios. Formas amortajadas que suspiran cuando pasan por su lado.
Lo malo de lo peor es que lo peor siempre existe como un paso adelante.
(Entre paréntesis: en algunas morgues del siglo XIX, y aun del XX, cuando a los patólogos les resultaba complicado distinguir a un comatoso de un muerto, era usual atar una campanilla de bronce al cuerpo (en un dedo o un tobillo) y así saber si alguien por allí todavía no estaba listo para irse al cementerio.)
Pero el viajero de Poe, soñador despierto y espíritu sagaz, no se atreve a mirar y ver abiertamente. ¡Tampoco le está permitido! Poe escribe: But the traveller /…/ may not — dare not openly view it; / Never its mysteries are exposed.
Tal es la voluntad de quien reina allí, en esa tierra quimérica (figurada y presentida) del futuro. Así lo quiere el Rey Noche, el Rey Oscuridad. Que nadie mire, que nadie vea lo que realmente es ese reino decadente y ensombrecido. Y leemos: So wills its King, who has forbid / The uplifting of the fringed lid.
Al final, el viajero reconoce que, para llegar a casa, ha debido pasar por esa tierra de sueños (de pesadillas silenciosas y de mortajas). Tal es el País de la Noche.
Las tinieblas del porvenir en las tinieblas del ahora.
La significación y el destino de la campanilla residen en el hecho de que suene. Pero, ¿suena?
Saluden a la princesa
Leo ‘Tía buena. Una investigación filosófica’ (Círculo de Tiza, 2023), de Alberto Olmos.