La totaila (fisiología de una sugestión)


Mujer sentada con la rodilla doblada, de Egon Schiele.


En la época de la post-verdad, todos mienten. Pero hay dos excepciones rotundas: los niños y las lycras.

Un niño no miente. O por lo menos esa es la convención antropológica deseable. Se supone que no sepa mentir, o que la verdad se le escape espontánea, con naturalidad. 

De modo semejante, una lycra ajustada esparce otra verdad: la de las formas. Una lycra que se ciñe, ¿acaso es incierta? No. Porque no disimula, no engaña, no escamotea.

Mujeres y lycras. ¿Sexismo, reafirmación de estereotipos, narrativa machista? No lo sé. Puede que sí, puede que no. Las abstracciones conducen a veces a la deformidad del juicio. 

¿Relajación natural y festiva del sensualismo que se codea con la sexualidad que se codea con los rituales de apareamiento que se codean con el regocijo de las formas? Eso. 

Las formas y los encadenamientos a que dan lugar. He ahí la proximidad del estado de entusiasmo, ese donde, desde los griegos arcaicos, todo júbilo equivalía al goce de conocer lo sagrado, o algo que podía avecinarse a la sacralidad.

Tener dentro a la divinidad. Enthousiasmós. Entusiasmo. Éndon (adentro) y theós (Dios). Esos mismos griegos estaban seguros de que semejante fenómeno provenía de un arrebato emocional asociado no tanto al craft de la creatividad, sino más bien a la misteriosa inspiración. 

Este texto, escrito entre metáforas y de reformulación en reformulación, podría titularse así: “El gym, la totaila y la manguera”. 

Pero aquí el centro de todo es la totaila, la tota, el toto, el totico. La letra T. 

Tomo el término totaila de una canción homónima de un compositor y cantante a quien se le conoce como Bebeshito. Me parece súper que un hacedor de música “urbana” (su nombre es Oniel Ernesto Columbié Campos) se llame así artísticamente, y que articule de ese modo, en un juego de barajamientos, espejismos y contrastaciones, lo de ser un bebé grande con el hecho de ser un joven bien joven.

Entre paréntesis: el gym es hoy, en Cuba, un espacio imantado por presunciones diversas. (A propósito del gymaprovecho la oportunidad para recomendar un fulminante corto de Jean-Luc Godard titulado Armide). 

La totaila es lo que he dicho que es. La manguera resulta un equivalente muy obvio del pene. En otra canción suya, el Bebeshito dice: “Mami, vente con papi. / Te voy a dar manguera / la noche entera”. He ahí la principalía de la pinga.

La letra de “Totaila”, un hit del que he visto ya un videoclip, es todo un manifiesto simpático sobre la seducción. Simpático, repito. Sin-pathos, o sea: en sintonía y alineado con el pathos, con la pasión. Simultaneando (ajustando) un pathos (el del ámbito que se produce en “Totaila”) con otro pathos (el de uno mismo, receptor estupefacto, y más si logramos llenarnos de eso que, acudiendo a las correlaciones, denominamos empatía).

Y yo creo que sí. Se puede lograr. Lo permiten el hojaldre sucesivo de la identidad y esos momentos en que el terrible torbellino de la vida cotidiana en Cuba lo moldea a uno, en pliegues y repliegues, y hacen que seamos más complicados, más imperfectos, más suaves, más aceptadores, más comprensivos. 

Aunque después uno se vaya a ver y escuchar la banda cosmopolita de Peter Gabriel, o los incombustibles e intemporales conciertos de Paco de Lucía, John McLaughlin y Al Di Meola.  

En uno de sus relatos más importantes, “El camino de Santiago”, Alejo Carpentier citaba un dicho cuya exactitud es innegable: “Más halan dos tetas que dos carretas”. 

Se trata de un refrán que remonta su origen al siglo XV, cuando apareció el que quizás sea su avatar retrospectivo más antiguo: “Más tiran nalgas en lecho, que bueyes en barbecho”. Máxima realista que merece, empero, corrección: lo que hala con poder incalculable es, en mi modestísimo sentir, la totaila.

Si no me equivoco, por debajo de la letra de “Totaila” se va colando y colocando el énfasis en la dependencia sexual del hombre con respecto a la mujer. La canción, supongo, vale por un asentimiento ante la idea de que esa seducción regente es irresistible. Y la idea de que, las mujeres, en el asiento del chofer, tienen la palanca de mandos en sus manos y van adonde quieren ir.

Hay un sentimiento que no puedo dejar de notar, de anotar: de ese videoclip se desprende la ternura indirecta, disimulada por la risa y los ademanes felices, de quien practica, sin remedio, una circumambulatio extasiada frente a algo que lo magnetiza. Esta sinceridad callejera, expresada en lenguaje callejero, acaso vulgar, ¿merece atención? Sin duda.

Lo que Bebeshito y “Totaila” intentan decir o sugieren, quizás desde una inconsciencia tranquila y desprejuiciada, con la que el videoclip se concilia y reconcilia de antemano, es que, frente a una totaila presentida, adivinada y deseada (la que esa lycra impone en tanto incógnita conjeturable), el logos se calla, se desvanece, se marcha.

El logos (la palabra, el pensamiento: los griegos de la antigüedad no distinguían entre palabra y pensamiento puesto que son, al cabo, lo mismo) empieza a disfuncionar. O, más bien, a funcionar bajo otros presupuestos: el de la alegoría, el del relato paralelo como convocatoria, el del imaginario sexual.

Alguien dirá que bromeo, que he venido aquí a ejecutar una boutade un tanto extremista. No es así. Ni es eso. 

La canción es sincera. Es aguda y regocijada. Pone sus cartas bocarriba. Subraya el alboroto de una sedición sexual que, en última instancia, deviene una verdad. Y despliega el chisporroteo de quien se deja invadir, radiante, por lo inevitable: una totaila. 

Equidistancia entre la insinuación más o menos directa, sin rodeos, y cierta comunicabilidad en el borde de lo onomatopéyico. Una zona de la letra dice: “Y cuando baila con esa licra apretá / se le marca toa la totaila /… / Es de Boyeros, tiene el municipio marcao /… / Me tiene entotau auu / Todo me lo tiene parau /… / Me tiene como un perro diciéndole jau / Me tiene como un gato diciéndole miau”.

La totaila es una ficción, a no ser que la tengas delante (como narra la canción). Y, ¡cuidado!, una ficción es igual que una gotera, que busca siempre la manera de escurrirse y brotar. 

La vulva, por su parte, es una ficción clínica. Una objetivación, un extrañamiento que, para mayor paradoja, jamás deja de ser un enclave de los estudios anatómico-dermatológicos.

La totaila es un paraíso solar. No tiene nada que ver, para poner un ejemplo exorbitante, con la vulva lunar, diabólica, de H. R. Giger. 

El origen de la ficción quizás esté en un hecho: dibuja un saber que no es como el de la filosofía, pongamos por caso, porque quien sabe, define. Y quien define, encuentra denotaciones y connotaciones. 

Cuando aseguras que sabes definir, pero que no encuentras las palabras adecuadas, lo que en verdad sucede es que no sabes, porque el lenguaje está en el centro del saber, y entonces dices: voy a intentar explicártelo por medio de una historia, te contaré una historia. Y es entonces cuando la ficción viene en auxilio de las definiciones, para establecer un mapa sin escala, donde una montaña coincide con el tamaño de una montaña. 

Puedo disfrutar de ella (me refiero a la canción, y también a la totaila, ¿para qué ocultarlo?) como se disfruta de algo analizable, algo que no se resiste a la modelación cultural, a una suerte de écfrasis delirante en las inmediaciones del frenesí. 

Y veo el videoclip, donde el perro ladra y el gato maúlla ante esa totaila previsible tras la lycra. Y después, como si tal cosa, tengo la libertad de irme a las páginas, oscuras y devotasde Ulalume, de Edgar Allan Poe (un Poe también erotizado por la belleza jovencísima de su novia, casada con el escritor a los 14 añitos y a quien le dedica el texto).

La totaila de Virginia Eliza Clemm. Qué gran tema. 

A continuación me desvío hacia el carnaval (de totailas, por cierto) de Eyes Wide Shut, la célebre y orgiástica película de Stanley Kubrick, o hacia su Barry Lyndon (con la peludita y aristocrática totaila de Marissa Berenson transparentada en el agua de la tina del baño). Y más tarde oigo a Ulver, veo a Daniel Barenboim, a Portishead en Roseland, o algún video clásico de Leonard Bernstein (su versión de la Rhapsody in Blue, de Gershwin), para acabar contemplando y sucumbiendo al señorío autoritario de la arisca (y condescendiente, quién lo discute) totaila que pintó Gustave Courbet: El origen del mundo.

O la totaila de la Venus de Urbino, de Tiziano. O la de la Olympia, de Edouard Manet. O la de Mujer sentada con la rodilla doblada, de Egon Schiele, para no mencionar las Fuck paintings de Betty Tompkins, las obras de Juliana Notari, o el proyecto The Vulva Gallery, de Hilde Atalanta, que celebra la diversidad “vulvar” y echa por tierra la mitografía machista de la perfección genital. 

En el Gran Tablero de Corcho que es la Isla, cada sujeto posee un puñado de tachuelas y fija allí (el tablero se expande o se contrae como un fractal: la Isla se espeja y reproduce a sí misma en lo muy grande y en lo muy pequeño) los sucesos que le importan, ya sea porque resultan cautivadores y adorables, ya sea porque son repulsivos, peligrosos, desagradables. 

Fijada en un contexto de crisis total, que implosiona de forma espectacular y que recoloca las actividades humanas al reevaluarlas de continuo, “Totaila” no es más que una simple canción que va con ciertas sensibilidades del hoy. 

Sin embargo, expresa una singularidad: que el sexo presuntivo y los suburbios del sexo vuelven a constituir un oasis capaz de englobar ciertos pactos emotivos donde hay numerosas negociaciones. 

Y todo esto equivale a una apelación muy fuerte: la de irnos con mayor frecuencia a la intimidad y metamorfosearla (reescribirla, reformularla) para que quepa en la vida pública. Y demorarnos allí (en lo íntimo que se renueva) cada vez más.

Cada vez más. Cada vez más. 

Porque el Gran Tablero de Corcho es, al mismo tiempo, el Tablero de la Desesperanza. O el Tablero de la Desbandada. O el Tablero Negro de la Oscuridad. 

Una totaila es una totaila es una totaila. Cuestión nominal. A rose is a rose is a rose.

La suerte está (siempre lo estuvo) echada.



Bebeshito, “Totaila” 🥭 (Prod. by Ernesto Losa):





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