“En cuanto al sector de la cultura, podemos decir que nuestro país celebra un huracán de actividades donde calidad y diversidad marcan la diferencia. Se mantienen bellas tradiciones como los carnavales, cuando orquestas, muñecones y conjuntos, garantizan una fiesta siempre esperada, en la que los bailadores dan rienda suelta a sus pasillos. (risas) Hay que recordar que ostentamos con orgullo los premios Guinness del son más largo del mundo, la rumba más larga del mundo, el changüí más largo del mundo, y la muñeca de trapo más grande del mundo”, leyó Jimmy desde el público, pero bien podría ser cualquier joven en el Parque de Trillo.
“(pram param pam pam pam pam)
Muchas gracias, aplausos
(…)
Nadie se opone, nadie se abstiene, queda aprobado por unanimidad
¡Viva!
¡Viva!
¡Viva!”.
Cierra así Triunfadela, un performance en escena de El Ciervo Encantado. Mariela Brito parece cargar sobre su cuerpo el podio de “Una tribuna para la Paz democrática”, de Antonia Eiriz, mientras alterna redoble de percusión con retahílas de consignas y solicitudes de aplausos espontáneos.
Así, por unanimidad, parece que se han resuelto todos los diálogos en Cuba desde 1960 en torno a la cultura y la política, o la política cultural (en la misma medida en que todo está atravesado por la política, toda forma organizada de la vida humana en sociedad es cultura).
No puedo estar segura; nací en 1991. He conocido parte de los textos proscritos de la cultura cubana a través de las puestas de Nelda Castillo. Conocí el Quinquenio Gris por la “guerrita de los emails”, desatada por el homenaje en televisión a un “parametrador”. En el 2007, los intelectuales temían que esta aparición anunciara el regreso de la política cultural de línea dura, nacida del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971. El ciclo de conferencias “La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión”, organizado por Desiderio Navarro en el Centro Teórico-Cultural Criterios, surgió como un espacio para la catarsis y el ensayo de justicia reparativa.
Este debate, accesible para mí a través de la cuenta de correo de Cubarte de mis padres, (que ofrecía algunas horas de navegación en la intranet cubana), fue a duras penas visible para otrxs newcomers en el mundo del arte. Además, el reducido espacio físico disponible para las conferencias, en el noveno piso del ICAIC, implicaba la asistencia por invitación. Sin embargo, en esa generación hubo quienes tuvieron acceso tanto a ese espacio como al Taller de Arte Conducta de Tania Bruguera.
A juicio de Nelda Castillo, “el debate quedó en una discusión bizantina e intrascendente”, sin reflexión real del problema ni solución. Efectivamente, y como presagiaba la declaración del Secretariado de la UNEAC en respuesta a los intercambios iniciales: la política cultural de la Revolución es irreversible. La función de este diálogo fue posponer un proceso inevitable: en abril de 2018 se aprobó el Decreto 349.
Hoy no hay una institución que albergue el diálogo y que incluya a las víctimas de la violencia institucional. Estos procesos se han movido, obligatoriamente, del ámbito semiprivado a la tribuna pública de las redes sociales.
En el grupo Gente del ISA, alguien comparte una publicación donde Camila Lobón denuncia el acoso policial y la arbitraria privación de libertad que sufría desde el 4 diciembre. “Ustedes saben lo que hicieron y por qué estamos aquí”, le dijo un agente.
Un profesor del ISA, excompañero de trabajo, comenta la publicación. Se cuestiona qué motivos podrían justificar la actuación de “los agentes del orden”. Yo le explico que lo único que ha hecho Camila es mostrar su oposición al Decreto 349 y compartir espacio con otros artistas a quienes ha afectado dicho decreto, y que son parte del Movimiento San Isidro. Le explico que el 27 de noviembre ella entró al Ministerio de Cultura para intentar establecer un diálogo con el viceministro, para pedirle el cese del acoso policial a sus amigos, que no hicieron más que leer poesía y fueron forzados a iniciar una huelga de hambre. Él se cuestiona entonces por qué Camila se asocia al Movimiento San Isidro, “cuyo rostro más visible (mediático)” le parece “de sospechosa inspiración, amén de que algunas de sus preocupaciones expresas pudieran ser justas”.
Yo le recuerdo que, en el año 2012, ante la extinción inminente del Centro Nacional de Conservación Restauración y Museología (CENCREM) —con sede en el antiguo Convento de Santa Clara, en la calle Cuba entre Luz y Sol, a un par de cuadras de San Isidro— nosotros también emplazamos al Ministerio de Cultura:
“En los últimos años hemos luchado tenazmente por ser escuchados y atendidos por nuestro ministro sin resultado alguno, así consta en asambleas sindicales y cartas, con vistas a solucionar diferentes problemas del Centro, incluyendo la atención del Comité Central, y al cabo de tres años sin respuesta, se nos presenta la mencionada propuesta.
La propuesta se presentó en 2011 como resultado de la decisión del Estado de fortalecer las acciones de la Oficina del Historiador en su ámbito local: Ciudad de La Habana. Es de conocimiento público, notorio e histórico, las labores, el deseo y esfuerzo que mantuvo Marta Arjona Pérez para salvar una dispersión edificación-centro, y el fortalecimiento de las relaciones con la Oficina del Historiador.
El ofrecimiento viene acompañado de un hipotético estudio de factibilidad de ubicación para nuestros trabajadores. El estudio, su intención y resultados no ha sido consultado con ningún trabajador o especialista del CENCREM ni con nadie del sistema de la cultura o del patrimonio de nuestras provincias, los verdaderos usuarios y beneficiarios históricos de los servicios de 30 años del CENCREM”.
La anterior es una misiva, suscrita por lxs trabajadores del Centro, que en 2011convocaba a la presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio a un análisis más profundo de la propuesta de extinción de esta institución.
Meses antes, en 2010, había circulado una carta abierta a la intelectualidad cubana: “Eusebio Leal, el germen capitalista y antidemocrático de la gestión de los centros históricos cubanos, y el doble rasero del Ministerio de Cultura cubano respecto a sus políticas hacia el patrimonio”. Era un llamamiento al respeto de las leyes de protección del patrimonio en Cuba, y una advertencia al curso neoliberal que estaba tomando la gestión de los centros históricos. Pretendía convocar a “una discusión verdaderamente participativa y no limitada a los restringidos escenarios de las sesiones y congresos de la UNEAC, ni a foros web donde la generalidad de la ciudadanía cubana no tiene acceso, por falta de Internet, y donde los criterios son absolutamente parciales”.
El CENCREM fue fundado por Fidel Castro y Marta Arjona en 1980, poco después que el mismo MINCULT (1976). El legado de Marta Arjona (1923-2006) fue precisamente esta institución, y la creación de las leyes de protección del patrimonio; pero su legado incluye también la censura de obras de arte, cuando era Directora de Artes Plásticas de la Dirección Nacional de Cultura, antes de 1980.
El ambiente en el CENCREM durante sus últimos años era “desalentador y de irritación”. Las peticiones fueron elevadas hasta el Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, y condujeron, en el verano de 2012, a una reunión con el ministro y el viceministro de Cultura (entonces también Fernando Rojas), durante la cual todos los trabajadores ventilamos nuestras inquietudes. El resultado: se reafirmó el Decreto Ley 295, mediante el cual se extinguía el CENCREM.
La función de docencia especializada fue asumida por el Instituto Superior de Arte, y el resto de lxs trabajadorxs serían distribuidos por otras instituciones del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural. Las adiestradas, ante la reducción de plantillas en el sector cultural iniciada por Raúl Castro, quedamos excluidas. La mayor parte de mis años de formación como conservadora de bienes culturales transcurrió en un edificio aislado y desconectado del resto de las facultades, las cafeterías y otras infraestructuras de la Universidad de las Artes, y sin laboratorios científicos que garantizaran una formación integral en esta especialidad multidisciplinar.
En los meses posteriores a aquella reunión, lxs trabajadorxs del CENCREM desalojaron el Convento de Santa Clara, no sin antes arrancar de la entrada principal, con un martillo neumático y en acto de protesta, la tarja que identificaba al Centro. Algunos ex colegas volcaron en esa acción sus ansias frustradas de justicia, aunque los casi diez años que han pasado desde el evento no han sido suficientes para agotar las quejas que aún se ventilan en pasillos de instituciones culturales.
Síntoma de un coma cívico, la extinción de una institución cultural pública —más el riesgo de la privatización de un sector esencial para la protección de la cultura— tuvo muy poca relevancia entre la intelectualidad.
En 1923, la Protesta de los Trece impidió la compra de ese mismo inmueble con malversación de fondos públicos, lo que hubiera resultado en su demolición. Esta acción —al decir de Juan Marinello: “la primera expresión política de nuestros intelectuales, como grupo definido”— fue respondida con acusaciones por el delito de rebelión a los 15 protestantes, finalmente imputados por injurias, aunque el juicio nunca se celebró.
El “Mensaje Lírico Civil”, escrito posteriormente por Rubén Martínez Villena, devino en documento histórico de este acto de disenso:
“Así la triste fábula del antiguo convento
fue bochornoso pacto de zorra y de jumento,
pues que la vil astucia y la imbecilidad
se unieron a la sombra de una sola maldad.
Y ¿quién te dice, amigo, que porque hice uso
de un derecho de crítica a lo que se dispuso
por el decreto mágico, y al mismo Secretario
le dije frente a frente cómo era de contrario
el pueblo a tal medida, me juzgan criminal?
¡Vivo en el primer acto de un drama judicial!
Y como me apoyaron doce ilustres amigos
padeceremos juntos enérgicos castigos.
¡Al Ministro seráfico le mordieron las Furias:
sufrimos un ridículo proceso de injurias!
Pero esto es sólo un síntoma: hace falta una valla
para salvar a Cuba del oleaje maldito:
hay la aspiración de perpetuar el delito
y la feroz política se rinde a la canalla.
Hay patriotismo falso, de relumbrón y pompa,
con acompañamiento de timbales y trompa;
se cambian Secretarios en situación muy crítica
por mezquinas «razones de elevada política».
Mas, ¿adónde marchamos, olvidándolo todo:
Historia, Honor y Pueblo, por caminos de lodo,
si ya no reconoces la obcecación funesta
ni aún el sagrado y triste derecho a la protesta?”.
Después de años de barajar proyectos, que contemplaban incluso alojamientos turísticos y provocaron indignación entre los miembros del gremio, en 2019 se conoció la nueva función del antiguo convento. Una vez restaurado, con el nombre de Colegio de Santa Clara, será el Centro de formación académica en Artes y Oficios de la Restauración y Conservación del Patrimonio de Cuba, el Caribe y las Antillas. De esta manera, se desmanteló una institución nacional pública, que tutelaba el patrimonio de toda la isla y asesoraba la formación de profesionales de todas las provincias, para crear una nueva institución subsede de la Oficina del Historiador de la Ciudad y enfocada en la “dinamización” (dígase gentrificación) del barrio de Belén.
Este caso es representativo de la práctica sistemática de la destrucción y el vaciamiento de significado de las instituciones y organizaciones de masas para facilitar el ejercicio de la violencia institucional.
Protestar en Cuba es privilegio de quienes lo hacen por las reducidas vías institucionales que el Estado pone a disposición de la ciudadanía (“dentro de la Revolución, todo”), y de quienes aceptan por unanimidad sus decretos (“contra la Revolución, nada”), aunque sean conscientes de que sus peticiones de justicia han sido ignoradas.
En esas circunstancias, es comprensible que en el sector de la cultura se evite confrontar al poder de forma demasiado frontal, pues las prácticas artísticas permiten algunos resquicios de libertad que legitiman ciertos ejercicios de crítica. El derecho a este ejercicio coartado de libertad deviene entonces en un privilegio a defender ante la legitimación de la censura con el Decreto 349, y los Decretos-Ley 370 y 373.
Por otra parte, los debates en torno a la cultura en Cuba siguen teniendo textos proscritos: la palabra “preso”, o la frase “presos políticos”, son apenas mencionadas. Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) tuvieron una duración relativamente corta (1965-1968) si se las compara con la práctica sistemática de detenciones arbitrarias, las negaciones de habeas corpus y los juicios por peligrosidad social predelictiva; o con la imposición de trabajos forzados en las prisiones, el Servicio Militar Obligatorio sin derecho a la objeción de conciencia y las Escuelas al Campo (de las cuales nos libramos lxs nacidxs después de 1991).
Todavía hay gente convencida de que las huelgas de hambre (no el desalojo) y la sentada frente al MINCULT (no las detenciones arbitrarias) fueron performances transmitidos en vivo (luego serían transmitidas en la televisión nacional, fuera de contexto, las vidas de lxs implicadxs). En todo caso, como performances, fueron más efectivos que los Susurros de Tatlin de Tania Bruguera, en tanto activaron y pusieron en evidencia todas las estrategias, cada día más inefectivas, del manual represivo del Estado. La cancelación unilateral del diálogo con la institución no debe entenderse entonces como un fracaso, en tanto revela la función de las instituciones culturales en Cuba.
En buena medida, el éxito de lo que comenzó el 12 de noviembre en la estación policial de Cuba y Chacón, dependerá de la capacidad de resistencia a la unanimidad que resulta inevitablemente del diálogo con la institucionalidad.
Es positivo que haya “desertores” del 27N, o inconformes con el MSI o la Articulación Plebeya. El disenso no implica necesariamente falta de unidad. La pluralidad de las posturas hará más difícil la absorción y resignificación de este movimiento contracultural por parte de la maquinaria de la institucionalidad (al 27N se le respondió con la Tángana en el Trillo, al marco de Facebook Cuba es de Todos con el de Cuba Viva, al reguetón de La Crema con La Conga de los Hoyos, y el hashtag #EstoySentadoEnElConténDelBarrio fue secuestrado por las ciberclarias).
Los sucesos de los últimos meses se deben entender como reacción a violencias sistemáticas y no como una situación coyuntural. En estas últimas semanas, la interpelación al poder, a la institucionalidad, ha ocurrido con la condición primera de obtener justicia para Denis Solís (si no por convicción de que fue un proceso arbitrario, por empatía). La violencia política debe seguir en el centro de la conversación, a través de la defensa de sus víctimas.
Fuera de Cuba, hemos estado accionando también a través de nuestros cuerpos, usando la libertad casi obscena de ocupar plazas con y sin autorización de los gobiernos locales. Hemos sido San Isidro y 27N, porque en cada encuentro ha habido familiares, amigxs, alumnxs, colegas de casi todxs lxs huelguistas o de quienes se manifestaron frente al MINCULT. Las injusticias cada vez tocan a más, y cada vez más de cerca. Lo personal es político.
Tampoco hemos escapado a la capitalización de lo simbólico. Nuestro primer encuentro en Valencia fue frente a la casa donde José Martí vivió algunos años de su infancia. Como en ensayo de una Cuba democrática, estuvieron representadas todas las ideologías: anticomunistas, anarquistas, de izquierdas y de ideologías no declaradas, “antimascarillas” y creyentes en las conspiraciones de QAnon. Como en Visiones de la Cubanosofía, depositamos nuestras frustraciones frente a este improvisado altar al Apóstol y la patria.
El 10 de diciembre, en la concentración convocada en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, apareció un nuevo personaje, cuya presencia le dio un carácter aún más performativo a nuestra manifestación. Llegó junto a su hermana, vestidas las dos de blanco, cargando un cartel de cartón sostenido por dos palos, con una ortografía que irrespetaba, a la vez, la bandera de España de su abuelo (que también cargaba) y los supuestos logros del sistema educacional cubano:
SOMOS SAN ISIDRO / ABAJO LA DICTADURA CATRICTA / LIVERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS DE CUBA / QUE CUBA SEA LIBRE YA / ABAJO EL COMUNISMO
Yamilé Diego Samper se presenta como una activista por los derechos humanos “declarada por la Seguridad de Estado”, que ha luchado en Cuba desde los 22 años y que ahora, con 43, continúa desde España. Presa en varias ocasiones por peligrosidad predelictiva, por pertenecer a la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), no pudo criar a su hijo, que tenía cuatro años cuando ella cayó en prisión. Está convencida de que un día la Seguridad del Estado vendrá a por ella, incluso acá en España.
Yamilé es otro texto proscrito de la Revolución en el poder. Su historia es incómoda, pues nos obliga a reconocer nuestra complicidad histórica, como ciudadanía, con el aparato represivo del Estado. Cuando grita “Abajo la dictadura”, su voz aguda se escucha por encima o a través de las demás. Su forma de protesta es visceral y agotadora, sobre todo para quienes optan por el diálogo con la institución. Como ocurre con los personajes de Nelda Castillo, la primera reacción puede ser de rechazo, de voltear la cara o abandonar el espacio. Pero Yamilé es libre desde antes de que muchxs nos planteáramos ejercicios de libertad.
Ahora es necesario crear y ocupar más espacios, para seguir representando estas acciones en presente, para ensayar el futuro. Pero es imprescindible repensar el pasado. No podemos esperar por el poder para atender a las demandas de justicia reparativa, y podemos comenzar por las injusticias epistémicas[1]. Debemos contar la historia que se ha ocultado, revisitar todo aquello que ha sido criminalizado.
Ayer, nadie escuchaba. Hoy toca escucharnos, al menos entre nosotros. Tenemos una sociedad civil que empieza a activarse y un país por hacer y esa construcción debe pasar por el reconocimiento de las víctimas de violencia política y sus testimonios, no como héroes o mártires, sino como personas que merecen justicia.
Nota:
[1] En su libro Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing (2007), Miranda Fricker definió dos tipos de injusticia epistémica: injusticia testimonial e injusticia hermenéutica. La primera se produce cuando el testimonio de una persona no es creído o tomado en serio en base a prejuicios. La segunda se produce ante la falta de recursos colectivos de interpretación para comprender la experiencia social de una persona, poniéndola en una situación de desventaja y de credibilidad reducida.
De la ocupación al activismo feminista: Refugios de mujeres en Cuba
Si el Estado cubano, movido por las presiones del activismo feminista, llegara a asumir eventualmente la responsabilidad de crear casas de acogida, ¿cuán inclusivas serían estas instituciones? ¿Tendrían acceso a ellas las mujeres que el Estado no reconoce como ciudadanas con derechos, por causa de su activismo político?