Me la suda si me llaman sugar baby prostituta.
Yo soy un tecno-genoma-erótico del siglo XXI. Además, soy un intelectual caribeño, y eso, “mi ciela”, me suma, no me resta. Soy dueño y señor de mi cuerpo, y hago con este lo que me venga en gana. Bastante dura está la situeichon en este paisito para que me anden apuntando con un dedo, basándose en discursos moralistas y crítica subversiva demodé. Yo hago uso apropiado de las herramientas que me ha dado Beibi Yisus y exploto, porque soy hijo de este milenio, los pocos recursos digitales que tengo a mano para salir adelante.
Lo digo hoy, jueves 20 de agosto del 2020: convertirse en sugar baby, en Cuba, es una talla epopéyica. Equivale al ardid cultural-tecnológico de resistencia nacional de estos tiempos.
Quien no lo vea así, es un obtuso de mierda.
No nací en cuna de oro como Maikel, mi primer crush no correspondido. Él tenía de todo: no solo el pelo y los ojos verdes más lindos que he visto en mis 25 años, sino a los padres militares poderosos del Vedado. Yo no he tenido la dicha de nacer en una casa residencial en la capital, ni de tener padres macetas. Por el contrario: soy hijo de María Eugenia, la maestra y madre holguinera más dura que ha parido la isla mojonera esta. A ella le debo mi sapiencia y este body de mulato aceleradísimo.
A mi progenitor, no le debo nada. Ese es un malparido cualquiera. La echó adentro y se fue. Nos dejó. Mejor para mí, y para mi purita: gracias a la eterna ausencia paternal nos hemos ahorrado los dramas familiares y las típicas pugnas entre padre-varón-masculino-latino e hijo gay.
Me he criado en un pedacito de bajareque, colindante con el edificio Arcos de 19 y F, el mismo firmamento del videoclip “Déjate de abuso”, de NG La Banda. En ese video me colé: robé cámaras y moví la cintura hacia todos lados para que La Habana descubriera mi talento. Ahí están documentados mis 65 movimientos. Después de tanta insistencia, la purita se las agenció para conseguirme el clip. Ella siempre me ha tenido mucha fe, pero desafortunadamente nunca ha apoyado mi carrera de bailarín.
“¡Yudel, mi niño lindo, eso es pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana!”, me dice, como si su profesión hubiese abastecido mi adolescencia famélica.
Por ella estudié Comunicación Social. A pulmón, caballero. Menos mal que acortaron la carrera (a 4 años), porque ya no podía con aquel tedio. En la graduación, la purita echó lágrimas de cocodrilo. Sentí pena por ella, por todos los sacrificios que hizo para que llegara ese día. Pero sentí más pena por mí:
Ya no solo era un bailarín, sino también un comunicador social frustrado.
En mis tiempos de estudiante se puso de moda ligar por Facebook. Era novedoso, aunque poco efectivo. Logré enrolarme con buenos piezos, pero ninguno me cambió la vida. Lisandra, mi mejor amiga de la facultad, siempre me decía: “Yudel, tú estás muy lindo, papi, ¡a ti hay que mantenerte! No singues por placer. Tú necesitas que te saquen de tu cuchitril, mira que tu mamá va pa’ vieja y depende de ti. ¡Qué falta te haría un sugar daddy que te mantenga! Tú lo vales. Aférrate ahí, perra, pon a facturar tus 65 movimientos”.
Aquello me dejó atónito durante semanas. ¿Qué carajo era un sugar daddy?
¿Un temba con la pelota de Carlota?
¿Un yuma viejo verde?
No quería ser un jinetero y mucho menos un pinguero de La Rampa, pero Lisandra insistía en la contemporaneidad, en que los tiempos habían cambiado. Ella misma tenía tres sugar daddies. Los había conocido en el Bar Mío & Tuyo y, desde entonces, vivía una vida de princesa duraka. Lo único que tenía que hacer era enviar foticos y videos calentorros, y sextiar de vez en cuando. Ellos le mandaban dinerito por la Western y cuando venían a Cuba le hacían regalitos caros. Un plan sencillo. No había que sufrir tanto los piticlines.
Todo eso me pareció una genialidad del arte de la putería, pero, ¿de dónde pinga iba a sacar yo a esos sugar daddies extranjeros, si dependía de pasear por los bares de La Habana?
O sea: ¿con qué contaba la cucaracha?
En el laboratorio de computación de la Facultad busqué en Google el término sugar daddy: “Describe a un hombre que, sin necesidad de un compromiso serio, ofrece apoyo de naturaleza financiera o material a un sugar baby (a menudo muy atractivos, divertidos, coquetos y aventureros)”.
Más claro ni el agua.
“¡Yudel, tú puedes ser un sugar baby cubano de qualitè!”, me dije.
¿Cómo se consigue un sugar daddy? Si tu sueño es encontrarlo debes darte de alta en una de las siguientes aplicaciones: la, la, la, la, la, la, y por ahí pa’ allá. Trescientos sitios, y a ninguno se podía acceder desde Cubita la bella. ¡Aquí hasta pa’ buscar dólares por Internet te la ponen difícil!
Entonces, la pregunta del millón: ¿de dónde pinga lo iba a sacar yo? ¿Con mi tronqui, que solo cogía 2G? ¿Recibiendo los látigos de la embustera de ETECSA?
Duro, mi negro.
Lisandra me prestó 20 CUC y un Samsung que cogía 4G, perteneciente a uno de sus benefactores. Me dijo que iba a pasar el Niágara en bicicleta para poder darme de alta en la sugarbaby.es (la aplicación más reconocida); que ella nunca había podido, pero se imaginaba que valía la pena.
Fue muy benevolente: el Niágara es poco. Para meterme en este mundo virtual de SugarDaters, crucé Los Alpes, el Everest y la Sierra Maestra, todos juntos. Una proeza informática que duró 13 días. Siempre con VPN. Siempre después de la 1:00 a.m. Siempre escondido de María Eugenia.
Logré crearme un perfil, bajo el apelativo @melao_de_caña, y pude solicitar “comensales” con la ayuda del debut audiovisual de mis 65 perrísticos movimientos.
Me llovieron las propuestas al instante. No había casi cubanos en esa plataforma. Mi éxito estaba garantizado.
En otra vida yo fui el bailarín más provocativo del Sarao; ni Carlos Acosta me hacía na’. Pero en esta vida me ha tocado brillar en la plazoleta virtual, haciéndome pasar por un bailarín amateur que cambia fotos y videos eróticos por ligeras transacciones reformadas en recargas de ETECSA.
Sí, mis protectores, en plural porque tengo una pila, me ponen recargas.
Así me pagan. Así lucro. Así sobrevivo.
Yo soy otro hijo de puta cubano que, en términos financieros, no existe. Soy un bot en la bolsa. Milito en Internet sin poder facturar, porque ni cuenta PayPal tengo. Así que les digo que me pongan recargas, y esas recargas las transfiero a otros internautas cubanos por CUC en efectivo. Mis tarifas son las mejores: pongo 7 CUC por 5, 10 CUC por 8… Y así de paso le cojo el culo a ETECSA y le jodo un poco su negocio, tranquilito desde mi nicho.
La cuarentena me ha llenado los bolsillos. Desde entonces, he podido comer y vestir decorosamente o, al menos, mejor que antes.
Ahora, con el atropello de los USD, he tenido que experimentar con otras redes sociales. No hay mal que por bien no venga. Con ayuda de uno de mis sugar daddies, me abrí una cuenta en onlyfans.com. Se trata de una web bien empingá, para contenido explícito, que se ha hecho popular durante la cuarentena.
Me enteré de esta plataforma porque uno de mis ídolos porno predilectos, Dani Robles, la comenzó a usar. La promocionó desde su Instagram con tremendo énfasis. Invitó a todos sus seguidores a buscarlo allí, porque la industria pornográfica habitual le parecía un fake muy elaborado que estaba destinado al fracaso.
En la plataforma conviven los very swings más cachondos: artistas de la industria pornográfica, deportistas, modelos, músicos independientes, artistas visuales, youtubers e instagramers. Sin embargo, también hay lugar para simples mortales como yo: solteros, LGTBI, parejitas casuales, padres de familia, amas de casa, religiosos…
Qué puedo decir: es muy inclusiva y eso me encanta. La autonomía y el lucro al acceso de todos. Ahí se rompen los termómetros: mientras el contenido lo hayas creado tú, puedes subir lo que quieras, sin censura. ¿Hay cosa más progresista y democrática que esa?
Onlyfans.com me permite anclar todas mis cuentas de Facebook, Instagram, Spotify, YouTube y semejantes, para que mis seguidores no me pierdan de vista, me contacten, soliciten y paguen por “mi contenido exclusivo”.
Y lo mejor: marcha legal, sin importar cuán escandaloso te promociones o de dónde provengas.
Me va superbien. Tengo a los fieles que cada mes se registran y con los que mantengo largas conversaciones vía chat; los esporádicos, que me piden que haga videos específicos; y también los que no me hablan, solo observan. Mientras paguen, me da lo mismo. Que me transfieran lo que es mío en recargas de ETECSA o a mi tarjeta MLC.
Quién te lo iba decir, Yudel: un bailarín cubano amateur que desde su islita comunista posee perfiles valiosísimos en Instagram y YouTube, desde donde arrastra a todo su séquito de fans hacia su nueva cuenta de contenido erótico: @sugarprietacubana, con la cual factura. Sin grillete. Sin comisión y sin multas. Sin persecución.
¡Ay, Oshún, dale salud y prosperidad a este culo mulato de hierro pa’ que se desate cuando lo estime pertinente! Este culito mío, emanado de la circunstancia tecno-genómica-erótica y cultural de la Cuba caribeña, bella pero embargada.
Los que querían hacerme la guerra…
Los que pensaron verme hecho tierra…
Conmigo se equivocaron.
Yudel está como nunca.
Diario de un sugar-baby cubano, en Hypermedia YouTube:
* Cada jueves en esta columna transmedial: 1 texto + 1 video.
El porno de Luis Manuel Otero en la web
Lesstúpida Cubana & Paolo De Aguacate
Unas horas después de publicada vimos tu serie porno, luego de que los administradores del Movimiento San Isidro advirtieran un posible hackeo. ¡Cuánto lo sentimos, Luisma! Más por “ellos”, los que se la dan de hackers, que por ti o por nosotros. “Ellos” no saben nada de nada. Andan como pescado en tarima: están muertos y no lo saben.