El retrato de Jamila


© Jan Saudek.


Jan Saudek. El fotógrafo checo, o las imágenes coloreadas por él, estallan en mi cabeza tan pronto pienso en Jamila y su obra. ¿Para ejecutar el retrato de esta holguinera lo ideal es la apropiación o variante de plagio con la intención de propiciar una fotografía como posible masterpiece del futuro?

Imaginar una pared vetusta, descorchado el estuco en el lateral derecho y a la izquierda en la esquina inferior. Imaginar también lamparones de mugre.

Recorriendo el encuadre, una grieta horizontal originada en el lado siniestro (léase, sombrío / léase, lado izquierdo). Casi al centro, una mujer. Esbelta. Agachada y calva. Casi desnuda, porque una manta apenas se sostiene en los muslos.

Esa mujer tiene las mejillas, la zona del bigote y la barbilla cubierta de espuma. Se afeita. Podría quitar del encuadre a esa mujer, sin dudas es hermosa.

¿Qué habría en su lugar?: una enana. Desnuda. De perfil. Cubriría su cabello con un sombrero de ancha ala y flores. O bien la sustituiría por tres mujeres. Desnudas. De manos y de espaldas a la cámara.

Observarían con detenimiento una imagen religiosa colgada en la pared. La mujer situada al centro sería joven y delgada, en los extremos habría dos señoras obesas. La celulitis y los años han erosionando cada milímetro del cuerpo.

Allí, en el alto contraste de colores, en esos escenarios que supuran tanto derrota, asombro, deseo e incertidumbre, como amor, desasosiego y paz, habitados por enanos y seres de estatura regular, por jóvenes y viejos, esos hombres y mujeres delgados u obesos cuyos cuerpos muestran lozanía o decadencia, en el sexo mostrado sin tapujos u oculto bajo una hirsuta crin o un manto, en las ubres presionadas contra un cristal o un corpiño, encuentra terreno común la obra de Jamila.

Jamila Medina Ríos. Poeta, ensayista, narradora. Por si fuera poco, además ejerce la crítica y la edición.

Aunque Jamila desande las arenas movedizas de la poesía, el campo minado del ensayo y la crítica, o las escarpadas laderas de la ficción, no se anda con miramientos para generar un desequilibrio con el lenguaje. O desde el lenguaje.

Otro asunto son los demonios que pone a rumiar, amancebarse o dar batalla en sus textos. Cuando desde ahí piensa y modela el amor, las señales ubicadas a lo largo y estrecho de la ruta que conduce a ese lugar nos avisan de la posibilidad de la muerte, el final del idilio, de traiciones y falsedades en el entorno privado y en el inmediato social y político. Sí, no pierde de vista el desasosiego.



© Jan Saudek.


Esta mujer ha pensado varias firmas, que no heterónimos, según el teatro de operaciones elegido. Jamila Medina Ríos para el ensayo. Jamila M. Ríos en la poesía. J. Medina Ríos en tanto editora. Simplemente Jamila Medina cuando se emplea a fondo en la ficción. La elección de un nombre/máscara por una mujer que nació en 1981.

Rubia hasta la demencia, según el narrador santiaguero Herson Tissert, entre otros libros ha publicado los poemarios Huecos de araña (UNION, Premio David, 2009), Primaveras cortadas (Proyecto Literal, México D.F., 2012) y País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén 2017, Letras Cubanas 2017), el libro de cuentos Ratas en la alta noche (Malpaís Ediciones, 2011) y Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier de Ensayo 2012, Letras Cubanas 2012).

Sin lugar a dudas, puedo adelantar que en estos libros hay un elemento común: una alta densidad. En su poesía y la narrativa, dicha densidad resulta potenciada por una urdimbre de palabras. En el ensayo y la crítica se da por descontado, porque tal como dijo Umberto Eco, “hay que pensar difícil”.

Esta mujer lo pone todavía más difícil cuando frente al procesador de textos se desata.

A diferencia del narrador, bloguero y fotógrafo Orlando Luis Pardo Lazo, a Jamila no le interesa sólo deleitarse en/con la palabra. Su riesgo no es el de dejar en segundo o cuarto plano una imagen, emoción, conflicto.

En ella es doble la densidad: la complejidad de su dispositivo de enunciación, la necesidad y obligación de indagar, de formularse preguntas para entender “al otro”, para entenderse en “el otro”. Lo ejecuta sin pretender el didactismo.

¿Estamos en presencia de una escritura con identidad e ideología?

Pensar a Jamila. Pensar la obra de Jamila Medina Ríos.

Explicar y explicarse sin procurar el didactismo:

Sus textos son madeja y a la vez furnia. Emprender su lectura sería correr el riesgo de quedar atrapado entre el sonido de la palabra y su (inevitable) reacción en cadena. No queda otra: debe uno emplearse a fondo.

En las páginas escritas por Jamila hay una sucesión de textos de placer. El placer que puede ser enunciado, dicho, incluso como postura desde la cual se ejerce una política (la del deseo) o ejercicio del criterio, no sin cierta dosis de tiranía (la del lenguaje).

Y porque hay, además, una sucesión de textos de puro goce. El goce o trabajo de zapa, ignición, corrimiento de los límites de todo lo permisible.

Me permitiré correr un riesgo, el de la cita. Del cuento “Marionetas”, pieza narrativa del libro Ratas en la alta noche, el siguiente fragmento:

Mujer joven. La tez tan nívea que las venas verdeen bajo ella, la piel fláccida. Una falda escocesa hasta las rodillas, escamoteando los muslos depilados. Un corpiño con tantas cintas a la espalda que permita recitar ante ella (tras ella) —mientras la conmino suavemente a desnudarse— todo el Primero sueño de Sor Juana. O fingir que danzamos por el salón —inconmovible la mirada, sobrio el gesto— un minué entero mientras la desato, tal que permita incluso —ese lapsus del des(a)nudar— merendarme la cabeza de una mantis, si he de probarle mi amor (o mi deseo).

Pensarse Jamila. Pensar en la obra de Jamila Medina Ríos.



© Jan Saudek.


Explicar y explicarse, sin pretender el didactismo.

Su propósito es habitar con desparpajo la piel de cada personaje/marioneta/homúnculo en el poema o el cuento, y experimentar “en carne propia” esa vida o esa muerte en el cuento o el poema.

Todo por y para ella. Todo por ti. O por mí. O para llegar a ti, para arribar a mí.

¿Qué podríamos encontrar en la obra de Jamila?

Amores perros, descoyuntados. Seducción, morbo, traición. La soledad del corredor de fondo, incluso una nana. La incesante búsqueda de la belleza. También, el dolor que inocula la belleza en la mente y el cuerpo. La entrega, a pesar de la alta resistencia de quien es objeto de deseo, de búsqueda. El oscuro objeto del deseo. Flujos y fluidos para ser libados o desechados. En resumen: huecos de arañas… Hay mucho placer allí, pero también un interminable dolor.

¿Cuál es ese “territorio” pensado y proyectado por Jamila?

Digo “ciudad”, pero no me atrevo a nombrarla. Esa ciudad es también el espacio privado (el hogar, el cuerpo), un cuerpo saeteado por las líneas duras de la política.

Sí, tu cuerpo o el mío, incluso el de Jamila, que pugna por escapar de la mediocridad. Es decir, de una vida mediocre a la que se regresa después de tantas brazadas buscando alejarse.

Personaje/marioneta/homúnculo… Los extraños seres modelados por Medina Ríos tienen vida propia. Pero cierta fatalidad, tan real como el cáncer, los cercena.

Vuelvo a su dispositivo de enunciación, de cuestionamientos. A la par que se marca, se desmarca. Porque establece una línea de fuga, una huida. La aleja de Cuba y los cubanos, en tanto parque temático.

En realidad, digo: ausencia de “falso color local”.

Digo, también: trabajar con la mierda, la nuestra y que, siéndolo, no lo pareciera ni lo padeciera. En este punto, pienso en su trabajo ensayístico, en esa necesidad de acercarse a espacios de creación/individuos que han sido catalogados como subalternos, entre ellos el escritor y suicida Calvert Casey.

La riqueza del paisaje cultural y político de una nación necesita de alguien que se las arregle con los “olvidos” y los “olvidados”, que sepa leer allí donde se ejecutó una tachadura, que haga de las suyas con las etiquetas y que, a sabiendas del riesgo, las administre. Aunque sea a sotto voce. Sí, la necesidad de la persistencia de las ideas.



© Jan Saudek.


Pienso en sus (s)altos por las artes visuales. En tanto espectadora, algunos artistas han propiciado en Jamila la escritura de textos críticos. Pero no creo que este punto aporte nada nuevo a este intento de retrato.

Jan Saudek. El fotógrafo checo, o las fotos coloreadas por él. Estallan en mi cabeza cuando pienso en Jamila Medina Ríos y su obra.

Puesto ya en el final, vuelvo a la escena de las tres mujeres frente a una imagen religiosa. Desnudas. De manos y de espaldas a la cámara. De la lozanía a la decrepitud, observan con detenimiento ese momento donde calvario y resurrección son un continuum.

¿Acaso de eso se trata la vida, es decir, la literatura?

Una pausa. Y de súbito pienso en un poema de Jamila tomado del libro Primaveras cortadas:

Ifigenia/Polixena/Casandra

No esperes comprender la poda
ni añores
que la raíz te atraviese vertical como un tentáculo,
te penetre viole(n)ta.
Túmbate.
Piensa en el sexo de las mutiladas y las brujas
las débiles las retrasadas las caídas
piensa en las ciegas las locas las mudas
las lisiadas las cojas las tullidas
las lerdas y las lelas
las enanas
piensa en el sexo de las tardes
que no llegan nunca.





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