El 15 de marzo de 1965 —tres días después de que el semanario uruguayo Marcha publicara “El Socialismo y el hombre en Cuba”— el Grupo Espacio, fundado por Loló Soldevilla,[1] presentó una exposición en el vestíbulo del edificio del Retiro Médico.
La joven pintora Inverna Lockpez mostró un lienzo titulado La nueva sagrada familia. El padre, la madre y el niño robot, realizado con azules y dorados, análogos a los que se empleaban en las pinturas medievales. El cuadro representaba a varias figuras, reducidas a formas geométricas, cuyas extremidades se transformaban en utensilios de trabajo. El título parodiaba la obra de Marx y Engels y sugería que la nueva familia (incluido probablemente el “hombre nuevo”) estaba robotizada.
Según el testimonio de Lockpez, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) envió a una turba para que protestara ante el edificio del Retiro Médico.[2] Algunos lanzaron piedras y rompieron los cristales del local. Otros portaron carteles con consignas de respaldo al gobierno y letreros con frases como “Abajo las pinturas”. Los artistas se vieron precisados a cerrar la exposición.[3]
Unos meses más tarde, Lockpez ilustró el programa para la presentación de la pieza teatral en un acto Los mangos de Caín, de Aberlardo Estorino, que había sido publicada por la revista Casa de las Américas (49-64). La obra fue prohibida, apenas una semana después de su estreno, cuando estaba punto de hacerse la tercera función.[4]
A finales de año, Lockpez y Bellechasse protagonizaron un nuevo escándalo. Esta vez en la Casa de la Cultura Checoslovaca.[5] Inverna expuso trabajos que representaban a seres humanos que se transformaban en máquinas. Obras como ¿Miedo a qué…? y ¿Hasta cuándo? eran críticas al presente. Otros títulos, como Metamorfosis, hacían referencia a Kafka.
Yonny Ibáñez también se refirió a esta exposición: “A Inverna, por ejemplo, le cerraron una muestra a los dos días, por una mala interpretación del título” (Hurtado 46).
Aunque no fue promovida por la prensa y estuvo abierta solo por dos días, la exposición en la Casa de la Cultura Checoslovaca, según Lockpez, atrajo a una gran cantidad de visitantes. El día de la inauguración hubo una larga fila para entrar. Los espectadores escribieron muchos comentarios contra el gobierno —y contra Fidel Castro— en el libro de firmas. Otros expresaron su apoyo a la Revolución. Antes de abandonar la Isla, Lockpez decidió quemar el libro de firmas, por temor a represalias que pusieran en peligro su viaje a los Estados Unidos.[6]
En la actualidad, el Grupo Espacio apenas es conocido dentro y fuera de Cuba. Los pocos documentos que se conservan de sus actividades y el hecho de que muy pocas de sus obras hayan llegado hasta el presente, son evidencias de que —al igual que ocurrió con Ediciones El Puente, con actores, poetas, narradores, dramaturgos, músicos y otros artistas visuales de aquella generación— sus trayectorias fueron seriamente laceradas por la ofensiva del Estado contra comportamientos y modas juveniles, una política que pudo haber comenzado en marzo de 1963 (Castellanos 1-34),[7] o tal vez un poco antes, y se endureció hacia 1965.
Algunos artistas como Yonny Ibáñez, Jaime Bellechasse, Clara Morera y Reinaldo González Fonticiella, prefirieron sacrificar sus carreras a exponer en eventos manipulativamente dedicados al 26 de Julio y a temáticas revolucionarias. Sus ejemplos muestran que el enfrentamiento ético a las instituciones fue una de las alternativas de resistencia que ensayaron los jóvenes.
El Grupo Espacio molestaba no solo por los títulos provocativos de algunos de sus trabajos, o porque varios de los pintores fuesen abstraccionistas, sino también porque Soldevilla —que simpatizaba con el gobierno revolucionario— estaba fomentando el “decadentismo” y el formalismo entre los jóvenes.
Si las obras de Raúl Martínez fueron acogidas con entusiasmo porque superaban la abstracción y ofrecían una alternativa plausible al problema del arte de la Revolución, el Grupo Espacio encarnaba la continuidad de las tendencias artísticas que las instituciones perseguían erradicar.
Una pintura de Loló Soldevilla no incomodaba tanto como un grupo de jóvenes recibiendo sus clases privadas sobre la composición en blanco y negro, la importancia del vacío y las posibles combinaciones de rectángulos y cuadrados en la superficie pictórica.[8]
Lo conflictivo no era el arte abstracto en sí mismo, sino el hecho de que los jóvenes se familiarizaran con las concepciones formales y estéticas de la abstracción. En su ensayo “El Socialismo y el hombre en Cuba”, Guevara había escrito:
“Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni ‘becarios’ que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo” (134).
El gobierno procuraba impedir —siguiendo a Guevara— que los intelectuales cubanos, quienes, debido a su decadentismo, no eran auténticamente revolucionarios, pervirtieran a las nuevas generaciones.
Los lienzos hard edge de Luis Martínez Pedro podían ser ampliamente promovidos por la prensa, pero los tanteos no figurativos de un pintor que tuviera unos veinte años no contaron con ningún respaldo institucional. Tanto peor si ese joven era homosexual, religioso o tenía el pelo largo.
La revista universitaria Mella puede dar idea de las tentativas por desestimular el arte abstracto entre los jóvenes.[9]En el número correspondiente al 4 octubre de 1965, unos días antes de que comenzara la I Bienal de Artistas Noveles, y cuando se llevaban a cabo las depuraciones en los centros universitarios, apareció una historieta —realizada por el dibujante Virgilio Martínez— en la que dos espectadores, melenudos y calzando sandalias,[10]descalificaban como academicistas a obras clásicas (El pensador de Rodin y la Venus de Milo). Ante esta última escultura uno de ellos volteaba la cabeza, con evidente expresión de asco, mientras exclamaba: “¡Qué horror! ¡Una mujer desnuda!”.
Urra (textos) y Virgilio Martínez (caricaturas). “Pucho”, en Mella, 4 de octubre de 1965.
Tomado del blog El Archivo de Connie.
El comentario retrataba al menos a uno de los visitantes como homosexual o misógino. Luego ambos se detenían ante una imagen virtualmente abstracta, de formas geométricas muy simples. Uno de ellos elogiaba las líneas de contorno y los dos parecían estar deslumbrados. De inmediato se pusieron a discutir sobre la técnica empleada por el pintor (lo cual los retrataba como un par de profanos y esnobistas).
Finalmente, un líquido, lanzado desde el propio cuadro, cae sobre el pecho de los personajes. A espaldas de ambos, el perro Pucho, protagonista de la tira cómica, orinaba sobre los dos visitantes —con lo cual parecía expulsarlos del local—, mientras pronunciaba un burlón: “Es un Pucho” (Urra y Martínez). Aquí encontramos, asociados en un mismo estereotipo, al pretendido conocedor del arte abstracto, al intelectualoide, el esnob, el amante de las modas foráneas y al homosexual.
En la misma cuerda, en un artículo publicado bajo el seudónimo El Caballo de Troya, la revista criticaba a la figura del “intelectualizado”. Lo describía como alguien que asumía una actitud elitista, en franca oposición a los intereses de la Revolución. Acto seguido, el autor mencionó burlonamente el arte abstracto, entre las poses intelectualoides y antipopulares:
“Los problemas del desarrollo económico de Cuba, la agricultura, la ganadería, por ejemplo. —No, eso es muy vulgar, todo el pueblo lo estudia. En todo caso algo que la gente no conozca mucho, digamos el arte DETRACTADO,[11] digo, el arte abstracto; cualquier cosa que venga de afuera y que los demás, por estar tan ocupados en su trabajo, no se puedan mantener al tanto: para así demostrar que sabe mucho” (El Caballo de Troya 14-15).
En las palabras para el catálogo de la I Bienal de Artistas Noveles de Cuba, convocada por la Sección de Artes Plásticas de la UNEAC, también se criticaba a los jóvenes. La institución se quejaba de algunos creadores, que “acusaban influencias de lo que se hace en el extranjero”, mientras otros expresaban “motivos de carácter esnob”. Estos argumentos sirvieron para excluir a más de dos tercios de los artistas que presentaron sus trabajos.[12]
La Sección de Artes Plásticas de la UNEAC decía albergar la esperanza de que los noveles, una vez formados, estuvieran en futuras exposiciones, dentro del “marco fecundo de la Revolución”. Es decir, pese a la rigurosa selección, el jurado del evento podría haber defendido a artistas que la Sección de Artes Plásticas de la UNEAC consideraba esnobs o viciados por influencias foráneas. Tal vez gracias al jurado la abstracción era una tendencia notoria en la I Bienal. Una reseña entusiasta afirmaba que en la exposición confluían varias tendencias, incluidas el “Pop Art, Op art, Fauvismo, Expresionismo, pintura Naif o primitiva, Tachismo y Realismo de diferentes matices” (“Bienal de los jóvenes” 27).[13]
En octubre de 1965, coincidiendo con las fechas en las que se exponía la Bienal de Artistas Noveles,[14] la Comisión de Lucha contra el Burocratismo racionalizó las plantillas del Consejo Nacional de Cultura. Noventa y nueve jóvenes fueron apartados de la institución para ser reubicados en programas de estudio y de capacitación técnica (“Cultura. Racionalización del personal” 65).
La política hacia los jóvenes menoscababa la libertad formal que se había celebrado en “Palabras a los Intelectuales”. Incluía, entre el “fuera de la Revolución nada”, una serie de contenidos que, al menos de un modo explícito, no expresaban ninguna oposición al gobierno.
La represión de las modas foráneas tenía una “forma” que se transfería a las creaciones de los jóvenes artistas. Algunas modas, como el pelo largo y la barba —que en 1959 habían servido para definir a la identidad de los Rebeldes que llegaban de la Sierra Maestra— eran, un lustro más tarde, vistas como transgresoras por las organizaciones de masas. Algunos comportamientos, como la apatía hacia las convocatorias revolucionarias, y algunas prácticas sexuales quedaron vinculadas a tendencias artísticas influidas por el mundo capitalista.
La abstracción entre los jóvenes fue una de las vertientes más explícitamente perjudicadas por estas asociaciones entre las modas, la homosexualidad y las tendencias del arte moderno. Estos problemas con el arte no figurativo entre las nuevas generaciones persistieron, a pesar de que desde 1966 hasta 1971 parece haber un mayor espacio —si bien todavía limitado— para la abstracción en los circuitos de distribución del arte cubano.
* El texto es un fragmento del libro Trazos en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba (Tomo II, Segunda Edición), Ediciones Dador, Nueva York, 2020, pp. 130-135. Ha sido ligeramente modificado para adaptarlo a Hypermedia Magazine.
Galería
Grupo Espacio a la entrada del edificio del Retiro Médico, donde se celebró la muestra colectiva Grupo Espacio, marzo de 1965. De izquierda a derecha Regla, Jaime Bellechasse, Loló Soldevilla, Yonny Ibañez, Inverna Lockpez, Otto Fernández y Julio Heriberto Prieto. Imagen cortesía de Inverna Lockpez.
Créditos de Imagen
1- Grupo Espacio a la entrada del edificio del Retiro Médico, donde se celebró la muestra colectiva Grupo Espacio, marzo de 1965. De izquierda a derecha Regla, Jaime Bellechasse, Loló Soldevilla, Yonny Ibañez, Inverna Lockpez, Otto Fernández y Julio Heriberto Prieto. Imagen cortesía de Inverna Lockpez.
2- Nota de prensa publicada en el periódico Revolución, el 16 de marzo de 1965. En la fotografía puede verse el lienzo La nueva sagrada familia, de Inverna Lockpez. La artista delante de la obra. Imagen cortesía de Inverna Lockpez.
3- Catálogo de la exposición Grupo Espacio, marzo de 1965. Imagen cortesía de Inverna Lockpez.
4- Urra (textos) y Virgilio Martínez (caricaturas). “Pucho”, en Mella, 4 de octubre de 1965. Tomado del blog El Archivo de Connie.
Obras citadas
Arús, María Antonia: “Pañoletas y polainas. Dinámicas de la moda en la Cuba soviética”, en Kamchatka, 5 de julio de 2015, pp. 243-260.
Bienal de Artistas Noveles de Cuba (catálogo), La Habana, UNEAC, 1965, s/p.
“Bienal de los jóvenes”, en Bohemia, Año 57, Núm. 45, 5 de noviembre de 1965, pp. 13 y 27.
Casey, Calvert: “Los mangos de Caín”, en Bohemia, Año 57, Núm. 36, septiembre de 1965, p. 24.
Castellanos, Ernesto Juan: “El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos”, en Centro Teórico–Cultural Criterios, 31 de octubre de 2008, pp. 1-34.
Cuba Au Carrefour, en Tour du Munde. Paris, L’actualite televisée, noviembre de 1966, realizado por Francois Chalais.
“Cultura. Racionalización del personal”, en Bohemia, Año 57, Núm. 42, 15 de octubre de 1965, p. 65.
El Caballo de Troya: “El intelectualizado”, La Habana, sin datos de publicación, pp. 14-15. Cuba: el archivo de Connie, 26 de marzo de 2007.
Guevara, Ernesto: “El Socialismo y el hombre en Cuba”, en Sánchez, Nuria Nuiry, et al (compiladores). Pensamiento y política cultural cubanos. Antología, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, Tomo I, pp. 126-136.
Hurtado, Rogelio Fabio: “Conversando con Yonny Ibáñez en la Ciudad Celeste”, en Palabra Nueva. Revista de la Diócesis de La Habana, Año VIII, Núms. 80-81, noviembre de 1999, pp. 44-48.
Urra (textos) y Virgilio Martínez (Dibujos): “Pucho”, en Mella, 4 de octubre de 1965. Cuba: el archivo de Connie, 7 de abril de 2007
“Vida y milagros de Florito Volandero”, en Mella, 24 de mayo de 1965, pp. 20-21, Cuba: el archivo de Connie, 4 de mayo de 2007,
Viera, Félix Luis: “Magali Alabau, Nueva York”, en Cuba Encuentro, 16 de enero de 2012, https://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/magali-alabau-nueva-york-272919
Notas
[1] Creado en 1964, el Grupo Espacio se mantuvo en activo hasta 1972 (Hurtado 46). De acuerdo con Inverna Lockpez, una de sus integrantes, Soldevilla lanzó una convocatoria por el periódico, hizo entrevistas y examinó las obras para seleccionar a los miembros del Grupo. Entre sus propósitos estaba que los artistas realizaran escenografías para obras teatrales e integrar la danza y las artes visuales. El Grupo se reunía una vez por semana, usualmente los jueves, para discutir las obras que iban haciendo (Hurtado 46). Inverna Lockpez cuenta que en ocasiones las reuniones se prolongaban hasta muy tarde en la noche.
Soldevilla se iba a dormir y permitía que los jóvenes continuaran conversando y pintando. A Lockpez, los encuentros en el atelier la hacían sentirse muy a gusto, en momentos en que las reuniones en casas privadas podían suscitar problemas con los CDR (Comité de Defensa de la Revolución). No ocurría así con las visitas al taller de Loló Soldevilla, que era una personalidad destacada dentro de la cultura.
El Grupo Espacio estaba compuesto por actores —entre los que se encontraba las actrices Magali Alabau, Maricusa Cabrera y Mirta Ibarra (quien no debe confundirse con la actriz del mismo nombre que trabajó en varios filmes de Tomás Gutiérrez Alea)— y artistas plásticos como Julio Heriberto Prieto, Juan Gualberto Ibáñez (Yonny), Miguel Ángel Ponce (Poncito), Jaime Bellechasse, Carlos Artime, Amado Alonso, Inverna Lockpez y el caricaturista Arístides Pumariega. A esta lista habría que agregar al poeta y pintor Otto Fernández y otros nombres —Regla, Gil y Octavio— de los que no nos fue posible identificar sus apellidos.
[2] El lienzo puede verse en la fotografía publicada en “Exposición en el Retiro Médico”. En otra imagen, propiedad de Inverna Lockpez, aparece el Grupo, incluida Soldevilla. Los jóvenes artistas posan en el vestíbulo del edificio del Retiro Médico. En 1965, el Grupo hizo una segunda exposición en el Lyceum de La Habana.
[3] Testimonio de Inverna Lockpez, en un intercambio de correo electrónico con el autor, el 6 de agosto de 2018. El pintor Yonny Ibáñez, quien también expuso en el Retiro Médico contó el incidente de esta manera: “Presentamos una pintura conceptual, que no coincidía con los criterios más en boga entonces, y hubo quienes nos tildaron de esteticistas, extravagantes, y eso creó un obstáculo, por supuesto” (Hurtado 46).
De acuerdo con Lockpez, la mayoría de las obras eran abstractas, salvo los trabajos del pintor Jaime Bellechasse. Lockpez no recuerda qué expuso este artista. Sobre el incidente en el edificio del Retiro Médico, ver también Lockpez et al. La autora cambió los nombres de los personajes.
[4] La obra se estrenó el 15 de agosto de 1965 —aunque inicialmente se programó para el día anterior— en la Sala Colegio de Arquitectos. Contó con la actuación de Magali Alabau. Solo se hicieron dos funciones en esa sala (Viera 2012). No obstante, el 3 de septiembre la revista Bohemia publicó una reseña de Calvert Casey sobre la obra.
[5] Inaugurada en 1962, la Casa de la Cultura Checoslovaca fue una importante institución de intercambio cultural entre Praga y La Habana. Ubicada en la céntrica avenida 23, tuvo una considerable popularidad, debido a actividades como la proyección de filmes y venta de discos. El centro contaba con una pequeña galería de arte.
[6] Información tomada de entrevistas telefónicas con Lockpez. Ver también Lockpez et al.
[7] El autor sostiene que la política hacia los jóvenes quedó definida por Fidel Castro en su discurso del 13 de marzo de 1963. El ensayo, muy bien documentado, demuestra que ya en diciembre de 1963 se hablaba de hacer “depuraciones morales” en las universidades (10). En enero de 1965, el ministro del Interior Ramiro Valdés mencionó la lucha contra el “diversionismo ideológico” entre las tareas de defensa dentro de la Isla, contra las agresiones enemigas (Riera 9). Los incidentes en el edificio de Retiro Médico, acaecidos solo un mes y medio después de la tolerada exposición de Hugo Consuegra en la Galería de La Habana, anteceden a las depuraciones —iniciadas en mayo de 1965— en los institutos preuniversitarios y en las universidades. Son también anteriores a las primeras recogidas para los confinamientos en la UMAP, en noviembre de aquel año.
[8] Soldevilla impartía clases sobre estos temas en sus encuentros con el Grupo Espacio. Testimonio de Inverna Lockpez en conversación con el autor.
[9] Las editoriales, historietas y artículos de opinión de la revista estudiantil Mella defendieron la purga contra la presencia de homosexuales en la enseñanza superior, criticaron las modas juveniles y reclamaron una universidad para los revolucionarios. En el blog El Archivo de Connie, la autora incluye reproducciones digitales de algunas de sus editoriales y tiras cómicas, apoyando las purgas (ver “Vida y milagros de Florito Volandero” 20-21). No se trató de una publicación aislada. Hacia finales de 1966, un año y medio después de que salieran las historietas en la revista Mella, los cineastas franceses que rodaron el programa televisivo Cuba Au Carrefour captaron la imagen de una valla (00:27:53) en la que se ampliaba una caricatura de Virgilio Martínez, como parte de la campaña contra las modas juveniles (los realizadores del programa para la televisión gala llegaron a Cuba a finales de septiembre o comienzos de octubre, cuando el país estaba afectado por el huracán Inés. El filme se presentó en la televisión francesa el 17 de noviembre de aquel año). Como lo demuestra la imagen captada en el documental de Chalais, el enfrentamiento a la ropa ancha masculina, las gafas calobares y las melenas, no solo se prolongó por un largo tiempo, sino que también se llevó a los espacios públicos, como parte de la propaganda revolucionaria.
[10] Las sandalias, las gafas oscuras, el pelo largo y los pantalones ligeramente cortos eran algunas de las modas demonizadas por las organizaciones de masas (Arrús 249).
[11] La palabra en mayúsculas en el texto original.
[12] De unos 90 jóvenes que enviaron sus obras, solo 25 fueron admitidos (I Bienal de Artistas Noveles). Muchos de ellos son poco conocidos en la actualidad.
[13] En la I Bienal de Artistas Noveles se admitieron a varios pintores del Grupo Espacio (Ibáñez, Bellechasse, Amado Alonso y Lockpez). Una de las tintas de la serie Manchas de Emilio Fernández, reproducida en la revista Bohemia, era una obra abstracta. La revista también publicó la fotografía de un óleo del pintor Waldo Luis Rodríguez, de apariencia no figurativa (la imagen posiblemente fuera la obra que llevaba por título Chelo o al menos no parece corresponder visualmente con otras piezas que expuso Rodríguez, listadas en el catálogo como Mujer, Cabeza y Díptico). Otros artistas como Yonny Ibañez, Oscar Patterson, Juan Boza, Jorge Tejeda y Jorge Pérez Duporté pudieron haber presentado obras abstractas o con escasas referencias figurativas, si se repara en sus trabajos posteriores. Entre los jóvenes interesados en el Op art se encontraban Armando Morales, Jaime Bellechasse, Héctor Villaverde, Darío Mora y Ernesto Briel. Es posible, no obstante, que algunos de estos artistas no necesariamente presentaran trabajos relacionados con el Op art. La litografía de Ever Fonseca y la témpera Mi pueblo de Luis García (Chamaco), reproducidas en Bohemia, pudieron estar entre las expresiones de “realismos de diferentes matices”. Lo mismo podría conjeturarse, a juzgar por la trayectoria de sus obras, de los trabajos de Francisco Lancho y la pintora ecuatoriana Pilar Bustos, una de las premiadas con el ingreso a la Brigada Hermanos Saíz y la adquisición de la obra. No me fue posible encontrar información sobre otros artistas como Héctor Alonso Santana, Mario González, Irene Nieves Vargas, Jorge Velázquez, Andrés Ugaldes y Juan Ubaldo Kindelán.
[14] La exposición estuvo abierta de martes a domingo, de 3:00 p.m. a 10:00 p.m. (“Esta semana” [22 de octubre] 33). Se celebró entre el 9 octubre y el 7 de noviembre de 1965, en el Centro de Arte San Rafael 105 (I Bienal de Artistas Noveles).
Inútiles: Máquinas para soñar, pensar y ver
Notas sobre la exposición Useless: Machines for Dreaming, Thinking and Seeing, que se presenta en el Bronx Museum de New York hasta septiembre de 2019.