El regreso del crítico pródigo

Lo que produce cultura, auténtica cultura, no es el relato del émulo abducido por el ideal de lo clásico (o lo tenido por tal); lo que en verdad produce cultura es la facultad exponencial de la fabulación, de la invención, de la escritura.
 Andrés Isaac Santana

La proximidad y dependencia entre premios cinematográficos notificaba de antemano el Oscar para Rami Malek. Su caracterización del astro Freddie Mercury le pareció a un amigo una cercanía con el burro de Shrek

Más que detallar si Mercury tuvo o no la dentadura tal cual la prótesis usada por Malek en Bohemian Rapsody, reconozcamos que el actor logró el personaje con inteligencia, intuición y carisma. Por cierto, tres cualidades que disfrutaba el vocalista principal de Queen. 

Analizada a fondo, Bohemian Rapsody es, en rigor, una película sobre la banda de rock británica. Sucede que no se puede hablar de Queen sin mencionar a Freddie Mercury. Alma y personalidad, icono reconfigurado una vez que lo vuelves a ver o escuchar. No es el repaso de su biografía, sino el despliegue de probabilidades, entre ficcionales y verídicas, lo que aviva a uno. Expansión del hombre y del artista en virtud de una(s) referencia(s) que nos lo aproximan. Así la película, Queen, la canción “Rapsodia bohemia”, Rami Malek y toda esa autonomía independiente de las partes a un tiempo que acopladora de una totalidad. No por gusto Andrés Isaac Santana ha tenido a bien titular su más reciente volumen Bohemian Rapsody (Ediciones Le Projet, 2019).

Ante el despropósito del ser contemporáneo en contextos harto cruzados y ruinosos, allí donde los simulacros siguen colmados de alegorías, ¿convendría preguntarse todavía cuál es el sentido y la función de la crítica? 

El autor de Bohemian… no necesita ser categórico. Lo suyo es una relatada declaración de principios, comenzando con los textos devenidos exergos (la frase provisional, los poemas, el diálogo con el creador y consigo mismo, la canción y la narrativa fraccionadas), para llegar a los análisis de obras y artistas reunidos, yendo una y otra vez a cuestionarse el hecho mismo de la escritura y sus vínculos con el pensamiento sobre la cultura como cuando en “Susurros que llegan” registra:

“Cuanto intento advertir no es la posible torpeza o la limitación de estas mismas palabras, sino la caducidad de modelos de decir, la quiebra de ciertos enunciados que de expansivos y universales terminan por ser reduccionistas a rabiar, de interpelantes devienen caricatura de su propia insubordinación. De lo que se trata no es de apostillar el cuerpo de la pintura con la palabra altisonante que se acomode a lo que —de antemano— había pensado sobre ella. En su lugar se antoja la gramática aviesa y no otra, ese decir que juega con la maniobra barroca que tiene constancia de la huella pero que no habita en su centro: la vuela, la mira desde lejos, intenta olvidar su silueta. El decir sobre la pintura ha de abandonar el fetichismo gustoso del hallazgo de lo dado, de lo acabado, de lo preciso y concreto, para burlar toda noción de gravedad y de espesura. Es en esa disidencia donde habita el don de la palabra y donde los signos pictóricos se reconcilian con sus desvíos retóricos”.

Ya en “Lírica residual (Aquellos objetos raros)” ha extendido un cuerpo textual sobre la poética de Montserrat Mesalles y uno lee: “Intentaré, insisto, que esta escritura se crezca como un ejercicio autónomo sin incurrir por ello en la falsificación o distorsión de las realidades —cubistas siempre— que abrazan a la obra y a su momento de realización: su nacimiento más auténtico”. 

Y ahí mismo califica Andrés al creador en su compleja existencia. No es fortuito por tanto fijar más de una definición sobre aquel: “El artista, el de verdad, el de raza, el de carne, no puede, le resulta imposible, dejar de lado su condición de sujeto sensible. Es desde esa sensibilidad esculpida en la espesura de un mundo referencial insondable que afloran sus preguntas, sus dudas, sus eternas (y benditas) contradicciones”. 

El reparo en la ética del otro anuncia un rato el examen personal, cuando no ya un cambio en quien sabe mirar con atención e invita a hacerlo. Porque el crítico no pierde el tiempo presumiendo: ¡He aquí la mirada!, sino que recomienda: atiende lo que te ha provocado mirar o por cuanto te digo yo, ve tú a ver o, mejor, anda, párate y abre bien los ojos.

Es una crítica inclusiva porque muestra consideración intelectual al citar a otros intérpretes del arte. Uno nota cómo alguien, anteponiendo otras voces, pudiera enmascarar sus carencias apreciativas. Mas, quien conoce del torrente escritural de Andrés Isaac, no se espera que también posea pico de oro. Se pudiera comprender que por tener él varios temas agarrados desde hace años, su discurso se encamina a la seducción. Aunque irrumpe igual de resuelto y cómodo, imparcial e impetuoso cuando observa una propuesta de un artista naciente o discurre sobre el texto de un crítico joven como Rubens Riol, a quien le dirige una carta-ensayo

El condensare de Pound y la descabritación hispana. Literatura cubana.

El condensare de Pound y la descabritación hispana

Mario Ramírez Méndez

Ustedes, tan ocupados con las generaciones y las escuelas literarias como si se tratara de promover la agricultura en una estepa: ¿han leído a Roberto Manzano y a Rafael Almanza?

De estar vivo Alfonso Reyes y tener ánimos de ampliar el estudio preliminar de Literatura epistolar, casi con seguridad, contemplaría no ya las subsistencias tornadizas de la epístola en el tradicional propósito de pactar intimidades con alguien, sino más bien el rendimiento de renovarla con criterios de valor. Júzguese en sazón “Madrid. Día de resaca”.

Pudiéramos estimar asimismo lo integrador de la escritura de Andrés porque, en verdad, él es más que un crítico de artes plásticas. En Cuba no solemos hablar de críticos culturales porque impera la jerarquía de la especialización. Fulano es crítico literario, Mengano es de cine y Zutano de artes plásticas. Entiendo de preferencias y aptitudes, pero admiro más la propensión y la práctica asociativas porque eso es la cultura: el universo relacionante, que se adquiere a voluntad y a fuerza de curiosear en cuanto se pueda. Ni más ni menos. 

Cuanto hacía Martí y pocos escritores del siglo XIX cubano desde la prensa, luego continuado por las plumas de Mañach, Ortiz, Lezama, Guy Pérez-Cisneros, era y es crítica cultural. ¿Por qué pensar que se entra a un terreno ajeno cuando comienzas o relacionas un texto sobre un artista plástico con un criterio filológico o cinematográfico? Con frecuencia el desinterés sectario, secuela de un supuesto bienestar, es la excusa más inmediata que nos presenta la mediocridad. 

Como no queda otra opción que adaptarnos a lo fragmentario más que a lo fragmentado, donde confluyen el cine y las artes plásticas, la política, la sociología, la filosofía, la literatura y las derivaciones epistemológicas relativas al discurso de género, la subjetividad lateral, la teoría residual, la condición predatoria del sujeto contemporáneo y sus escenarios de sobreexplotación, producción y consumo, así como los más significativos procesos del arte actual: deconstrucción, apropiación y reciclaje, es primordial abrir nuestros horizontes de expectativas si de crítica cultural tratamos. No tengamos miedo. Léase el texto que da nombre a este volumen o ese inicio de “El ademán reactivo” para alcanzar la obra de Ciro Art. 

Los textos de Andrés ostentan además la audacia de descubrir y descubrirse según lo motive el artista. En “Tu vuelo [Mis alas]”, en que la obra de Carlos Rivera Lauría parece extasiarse en lo ornamental, Isaac Santana se encamina a descifrar lo que encubre la persistencia del ambiguo descanso; de ese vuelo reservado que no tiene por qué efectuarse, pues las aves de Rivera Lauría no aguardan, más bien sobrevuelan en los asedios, quebrantos e ilusiones del emigrado. 

Por otra parte, la disposición de partir de José Manuel Ciria, para reflexionar sobre la condición humana ante el presente e incluso frente a las constancias de lo pasajero, es de un recinto abierto aunque tan poco aprovechado —¿por arduo e increíble?— en nuestras letras, que solo pocos nombres han decidido cooperar, obsequiosos, sugiriendo que sí, hay lugar para mucho más: caso de José Martí cuando prologa libros para asentar ideas acerca de su credo estético y de la modernidad; Lezama Lima en sus Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX); Fina García Marruz cuando ensaya sobre Quevedo, Juana Borrero, María Zambrano y Cantinflas; Beatriz Maggi al dialogar con la obra de Emily Dickinson; Antón Arrufat al ocuparse de la estética de la superposición en “Casal joven, exótico, aficionado a los retratos”; Reynaldo González al explayar una época, un estilo, un término cultural en Insolencias del Barroco; no tanto de sus libros galardonados como sí de ensayos breves y, en apariencia, menores para revistas de Roberto Méndez; Rufo Caballero al escribir de José Martí: el ojo del canario y antes en un ensayo sobre (y en torno) a la obra de Arturo Montoto; Rafael Acosta de Arriba al intimar, pese a la lejanía, con Carlos Manuel de Céspedes y Octavio Paz. 

Claro que existen otros no restringidos a nacionalismos, sino amparadores de lo universal. Véase en Andrés Isaac Santana a un ensayista de fuste que podemos sumarlo, sin temor, al brío de los autores curiosos y retozones que resuelven alejarse con cautela del señorío oficial de cualquier frontera geográfica y juramento conceptual. Sostiene Andrés:

“Nosotros somos, frente al juego especular de las simulaciones concertadas, auténticas entidades autónomas, tan defectuosas como virtudes tiene el cielo. El mundo nos señala y nos critica porque cree conocernos, pero solo conoce —si acaso— el esbozo de esa caricatura que nos complace regalar como respuesta a las pedradas. El misterio frente a la evidencia, el algoritmo nervioso frente a la monotonía, la especulación frente a la descripción estéril, el cosmos frente al mapa, la fuga frente al estacionamiento. Eso, precisamente eso, nos define”.

Crítica de arte a medio camino entre la confesión y la autobiografía, la literatura epistolar y hasta el libro de viajes, las memorias. En efecto, las memorias de un crítico de arte. 

No es gratuito que en “Dos cabezones brillantes” localicemos una evocación de los orígenes del crítico en ciernes, quien recuerda sus tiempos de investigación de casi 24 horas en los archivos del Centro Wifredo Lam luego del desayuno misérrimo: “Entonces era yo un simple estudiante de Historia del Arte superado así mismo por una sed de conocimiento y una voluntad de búsqueda que me impulsaba a hurgar (explorar) más allá de los contornos de la isla”. 

Literatura cubana.

Relativos (notas sobre literatura cubana) (I)

Javier L. Mora

¿Ha llegado el minuto para nuestras letras de asumir aquello que Cabrera Infante sugiere en Tres tristes tigres: “Aquí siempre tiene uno que dar a las verdades un aire de boutade para que sean aceptadas”?

Los cruces tonales y temáticos en la escritura de Isaac Santana son capaces de soslayar el romántico Síndrome de Stendhal. Procura ser ella misma goce y compartir siquiera una subjetividad intensa ya estimulada por la obra de arte. No se extrañe entonces que el goce acuda a la hibridación de géneros, donde el ensayo campea con toda la voluntad del mundo. Eso sí, el autor no expone un única e infalible manera de ensayar porque se burlaría no solo de la indocilidad del género, sino se difamaría como autor

Andrés suscribe lo que el rumano Adrian Marino expresa en su Diccionario de Ideas literarias: “El ensayo no asedia metódicamente, sino sólo seduce y envuelve la idea. Constituye un momento de distensión después de un período de gran rigor y disciplina. Pero eso no significa que esté desprovisto de cierta «lógica» inmanente, inteligible, por más sinuosa que sea; que no tenga escondida una barra de dirección. Todo ensayo presupone y desarrolla un sentido”. 

Mas, ¿para qué citar a Marino si Andrés está muy cómodo y es oportuno al ensayar sobre el acontecimiento ensayístico? Mi pequeño reino por el siguiente fragmento:

“El ensayo no es sino un texto de corte experimental que promueve la libertad de las ideas, lo mismo que el carnaval supone una dispensación exagerada de la máscara. En la escritura ensayística, donde prevalece el estilo por encima del impulso bulímico de la jerga, el placer por el debate de las ideas se vuelve intensamente superior a la profundidad misma que ellas reclaman en otras coordenadas de sentido. La idea, fuerza genésica y seminal de este formato, se revela más poderosa que la demostración u obstinación de probar o refutar cada tesis, cada hallazgo, cada posible verdad”. 

Nos topamos con el autor abundante de Imágenes del desvío: La voz homoerótica en el arte cubano contemporáneo, Nosotros, los más infieles: Narraciones críticas sobre el Arte Cubano 1993-2005, Sin pudor (y penetrados), El troyano: ensayo y escrituras confesionales, Práctica del exceso… Es una visita breve que, sin embargo,personifica, a chorros, una venida enérgica. Es el regreso del crítico pródigo, en la acepción más optimista si bien aún perturbadora del término: “consumir de manera profusa o empujar hacia delante”. Me convence más el generoso que goza dar porque produce en abundancia.

La crítica de arte más ensayística tiene en Andrés Isaac Santana a un representante de alto calibre o —como diría Rufo— de culto. ¿Sería acertado probar que es su obra un solo relato temático y estético? 

Por caros que sean algunos temas al autor de Bohemian Rapsody, no sería justo confinarlo a una proyección definitiva. (Teresa Díaz Canals me recuerda que toda obra presente se impulsa por lo que ya ha sido. Como relato debe aspirar siempre a un constante recomienzo una vez que admitamos la posibilidad de una narración continuamente recurrente porque “la obra no domina nada de una vez para siempre, porque ningún relato constituye un fin”). Él me dirá: “¿Es, de verdad, pertinente? ¿Acaso aporta algo esa resurrección del juicio acabado y perfecto?”. 

No, no aporta mucho, Andrés. Que Dios me libre de encasillarte y pretender yo tener la última palabra. Pero hay que admitirlo: eludir tus escritos al profundizar en diversos correlatos sobre el arte y la cultura, más que una injusticia sería un desatino imperdonable. Eres una de las voces críticas cubanas de mayor repercusión internacional.

Encontrarme ahora contigo, después de más de una década de haber leído “El otro y nada oscuro objeto del deseo” en Revolución y Cultura y “La apoteosis del falo” en Unión, me confirma que, mereciéndolo sin duda alguna por tus libros, se han olvidado de otorgarte el Oscar de los críticos de artes plásticas en Cuba: el Premio Nacional de Crítica Guy Pérez-Cisneros. Estás como Glenn Close con respecto a la Academia

Pero te nombran porque te reconocen y, si te estudian, es porque te leen. ¿Qué mejor recompensa? Lo admirable es que no puedes —ni quieres—, a estas alturas de la vida, desdecirte de tu desmesura creativa. 

Literatura cubana

Relativos (notas sobre literatura cubana) (II)

Javier L. Mora

Cuando el autor de estas líneas continúa reuniendo notas dispares sobre literatura cubana (de cualquier procedencia, fecha o condición), es porque en realidad todo lo que existió un día es, ahora mismo, el presente, y el presente contiene, forzosamente, todo lo que vendrá.

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