Habana “La Horrenda”…
Pinar del Río “La Espantosa”…
Héctor Santiago no siente ninguna nostalgia hacia esa Cuba de la que se exilió en 1979. Sus 34 relatos reagrupados en este libro, “Morir de isla y vivir de exilios” (editorial El Ateje), escritos entre 1990 y 2021, cuentan una isla mortífera, sumida en los horrores que todos conocemos: los fusilamientos, las cárceles, la UMAP, el hambre, los Comités, los chivatos por doquier, los balseros y fugitivos de todo tipo.
El autor invoca a las víctimas de esa revolución que acabó con los deseos de vida de los jóvenes homosexuales, por ejemplo. Y de las muchachas demasiado sexy también, estas últimas criticadas por las mujeres milicianas que quisieron imponer una moral represiva frente a todos los sentidos que vayan más allá de sus prejuicios nuevamente adquiridos.
Por sus páginas desfilan los lugares más angustiosos, así como las posadas, locales de placer sometidos también a la vigilancia omnipresente. El autor intenta recrear el terror en la vida cotidiana de los cubanos que se quedaron. Habla por ellos, rompe sus silencios.
El objeto de su escritura es rescatar la memoria de los más mínimos acontecimientos que hacen de la vida insular una prueba insoportable, que obliga a sus habitantes a abandonarlo todo para buscar nuevas ciudades, más impersonales, pero paradójicamente acogedoras.
El exilio no es solo Miami sino también otras metrópolis americanas, canadienses, mexicanas… Nuestros desterrados están regados por todas partes del mundo. No siguen soñando con Cuba, pero no logran dejar de pensar en ella. Y, a menudo, para regresar allí aunque solo sea para recobrar un instante un pedacito de lo que les fue arrancando.
Así, Mary Ann, quien en la adolescencia rechazaba todo lo que le evocara la isla, se ve empujada por su novio extranjero a visitarla. Ambos traen de vuelta a sus padres, entre otros souvenirs, una camiseta de… Che Guevara.
Los exilios que narra el autor, a veces con sarcasmo, no son vida. En ellos no se ve ninguna resurrección de una existencia en libertad. Afuera, no hay héroes ni esperanzas. Estos relatos, que llegan a conformar un conjunto armonioso a la vez que desesperado, constituyen una suma de angustias profundizadas con el tiempo.
En estas narraciones, por momentos, se incrustan unos sueños miamenses, la capital de nuestro destierro, donde se siguen festejando fiestas de quince por todo lo alto y se construyen palacios destinados a ser borrados del mapa por el tiempo, igual que la vida en Cuba lo fue por la Revolución.
Héctor Santiago ha estado armando todos estos relatos durante más de tres décadas, divididos (¿pero realmente lo están?) en dos partes: “Somos de donde hemos venido” y “Somos de a donde llegamos”.
Nacido en Cuba en 1944, el autor ha ido acumulando recuerdos que llegarán un día a reconstituir esa triste historia que es la nuestra. Por todo ese trabajo con las distintas memorias que recrea, merece ser reconocido ya, desde ahora.

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Por Antony Beevor
El legado inconcluso del conflicto que moldeó la política actual.