Los términos “crisis”, “limitaciones” o “dificultades” han acompañado imperturbablemente los análisis y noticias sobre la economía cubana durante muchas décadas. Todavía muchos conservamos recuerdos de los complejos años 90, cuando la inflación, la escasez, la falta de suministros de todo tipo, convirtieron el país en un territorio asolado.
Durante el último lustro, el paisaje económico cubano se ha ido asemejando al de aquellos años, llamados del Período Especial. La población ha perdido casi por completo su poder adquisitivo, las medidas coercitivas han estancado las iniciativas privadas, las empresas militares han tomado las infraestructuras y los sectores más lucrativos, y el Estado, una vez más, ha quedado al mando de una nave atada a un ancla.
Hypermedia Magazine conversa en esta serie con un grupo de destacados economistas cubanos e intenta, a través de ellos, responder una pregunta que nos inquieta a todos: ¿Qué futuro económico nos espera?
Charlamos hoy con el economista, profesor universitario y gestor público Elías Amor, quien es presidente de la Unión Liberal Cubana y miembro del Centro de Estudios Félix Varela-UFV.
¿Cuál es el escenario económico de Cuba a día de hoy?
Si hay que definir de algún modo: la situación de la economía cubana en 2020 es de colapso inminente.
Ya a mediados de 2019, antes de la pandemia, el régimen comunista adoptó una serie de decisiones encaminadas a reactivar la economía, expandiendo el gasto público (aumento de salarios en el sector presupuestado, sin referencia a la productividad). Como era previsible, esto acabó en un conato de desabastecimiento en las tiendas estatales, por la política de precios topados que se adoptó para controlar el gasto. Esperaron demasiado tiempo y, cuando actuaron, simplemente lo hicieron de forma incorrecta.
La economía cubana entró en el actual ciclo de crisis y recesión a partir de 2016, cuando se redujeron drásticamente los suministros de petróleo subvencionado procedente de Venezuela, como consecuencia de la crisis estructural de dicho país, incapaz de producir suficiente petróleo para atender sus compromisos. Esa, y no otra, es la causa que explica la situación, que ha ido agravándose durante los últimos años.
La falta de petróleo venezolano paralizó de sopetón los principales sectores de la economía cubana y el negocio de reexportación de derivados a los pequeños países del Caribe, forzando la adopción de medidas de emergencia (Cuba no tiene crédito para comprar en el mercado internacional de petróleo, a pesar de los bajos precios) bien conocidas por los cubanos, porque recordaban, y mucho, a lo ocurrido durante el Período Especial.
Las débiles bases externas de la economía cubana (básicamente: exportación de minerales, turismo e ingresos por la venta de médicos) no evolucionaron favorablemente, y el resto es bien conocido.
Desde marzo del presente año, el país se encuentra bajo la influencia de la COVID-19, que ha reducido a mínimos los ingresos por divisas y los niveles de actividad (la agricultura ha sido incapaz de producir alimentos suficientes, y se encuentra en crisis), obligando al gobierno a decisiones difíciles, como suspender los pagos de la deuda al Club de París. En cualquier país del mundo, la bancarrota ya habría sido declarada.
La excesiva dependencia de Venezuela, la parálisis en la adopción de decisiones y, sobre todo, el mantenimiento a ultranza de un modelo fracasado (el social-comunista), están en el origen del desastre anunciado. Y el empeño de las autoridades en no reconocer que ha llegado el momento de los cambios, agravará aún más la actual situación.
En los próximos meses, la economía cubana caerá más del 8 % previsto por la CEPAL.
A estas alturas de 2020, el gobierno no ha dado información económica oficial sobre lo ocurrido en 2019. Quieren ocultar un desastre, pero no saben cómo hacerlo.
¿Cuál es su valoración sobre el proceso de reunificación monetaria? ¿Cómo impactará en los diferentes sectores sociales, incluido el exilio?
La reunificación monetaria no tendría que suponer problema alguno para la economía cubana, por cuanto el CUC es una moneda instrumental que ha dejado de tener significado para los cubanos en los últimos años. Más que la reunificación, el problema será la devaluación que el gobierno ha anunciado para el CUP, cuando este se quede como la única moneda de curso legal. El problema reside en el origen de la decisión, y en sus consecuencias.
Con respecto al origen, me gustaría que el gobierno razonara si existen razones para una “alta devaluación”, como dijo Marino Murillo en la Mesa Redonda. Normalmente, la decisión de devaluar una moneda se adopta cuando un país se encuentra altamente inflado por períodos relativamente prolongados de precios y salarios elevados, lo que provoca que una parte del gasto nacional se traslada al exterior. Estos factores no se encuentran presentes en la economía cubana, que posee notables debilidades estructurales y uno de los salarios nominales más bajos del mundo (alrededor de 35 dólares al mes), que se traduce en una baja capacidad adquisitiva. Por tanto, no existe justificación técnica para devaluar, salvo que responda a decisiones políticas derivadas de presiones (de inversores y empresarios internacionales en Cuba).
En lo que respecta a las consecuencias, el impacto de la devaluación será directo y expansivo sobre el nivel de precios de la economía. El gobierno comunista ha diseñado un mecanismo de intervención basado en sus clásicos precios regulados, controlados y topados, para hacer frente a la espiral inflacionista que provocará la devaluación; pero estas medidas generalmente fracasan, y provocan situaciones de desabastecimiento que los cubanos detestan.
Además, en la “Tarea Ordenamiento” han anunciado elevaciones de salarios. Otra decisión errónea, que por un lado puede reducir el impacto favorable de la devaluación sobre la producción nacional, rebajando la competitividad derivada de la devaluación; y por otro lado, puede alargar e intensificar aún más la espiral de precios asociada a la devaluación.
Todavía están a tiempo de reflexionar e incluso de frenar este proceso devaluatorio, pensando en el empobrecimiento general que va a provocar en todos los cubanos, y la crisis en las empresas.
Hay un conglomerado militar que controla las áreas y estructuras más rentables de la economía cubana. ¿Es reversible este poder o estamos ante un secuestro de la infraestructura económica nacional?
Completamente cierto. Todo el sector externo de la economía: turismo, logística, finanzas, transportes, se encuentra controlado por el conglomerado del Ejército y la Seguridad del Estado, lo que se interpretó como una decisión de Raúl Castro para consolidarse en el poder tras el relevo de su hermano.
Este conglomerado posee la titularidad, en representación del Estado comunista, de los activos productivos (como por ejemplo, hoteles), y acuerda con empresas extranjeras la gestión de los negocios. Se suelen reservar la acción de oro en todos los negocios, lo que condiciona la libre decisión de los empresarios internacionales. Este modelo lo han querido generalizar tras la Ley de Inversión Extranjera, la Ley 118, pero les ha salido mal la operación. Este es uno de los factores que explican los bajos resultados de la inversión extranjera en Cuba.
Sin duda alguna, este poder económico es reversible en la medida en que se proceda a la privatización de la economía y los activos pasen a manos del sector empresarial privado (que posiblemente sean los actuales gestores, si realmente tuvieran interés). El dinero obtenido por el Estado a partir de la venta de estos activos se debería destinar a funciones estatales, infraestructuras y consolidación de la deuda externa, entre otras cosas.
¿Cómo prevé el curso de la economía cubana durante los próximos cinco años? ¿Cuál será su impacto en la política?
Aunque el gobierno comunista ha elaborado un plan de desarrollo con el horizonte en 2030, creo que la mayor parte de los objetivos e instrumentos no están bien enfocados y por ello será imposible cumplirlos, y desde luego no sirven para formular previsiones sobre la economía cubana.
Lo que está claro, en primer lugar, es que no se irá muy lejos con el actual modelo social-comunista aprobado en la reciente Constitución. La ausencia de un marco jurídico de derechos de propiedad, la proscripción del mercado como instrumento de asignación de recursos o la prioridad a la empresa estatal, son vectores de un modelo obsoleto e incapaz de dar de comer a todos los cubanos.
En segundo lugar, tiene que mejorar, y mucho, la gobernanza de la economía. En materia de gestión de políticas públicas, el Estado comunista ha cometido y sigue empeñado en cometer errores imperdonables que se tienen que enmendar con una mayor cualificación y experiencia de los dirigentes. Por ejemplo, no tiene sentido que el presupuesto signifique el 70 % del PIB de la economía, como tampoco es aceptable que las inversiones en infraestructuras se mantengan por debajo del 20 % del PIB, cuando el país necesita una modernización urgente del capital productivo.
En tercer lugar, es necesario apostar por el emprendedor privado, el trabajador por cuenta propia, el agricultor arrendatario, las cooperativas no agropecuarias y todas las formas de producción que se despliegan en el sector privado de la economía. No tanto por su capacidad productiva y para atender las necesidades de la población, sino porque tienen un gran potencial recaudador de impuestos.
En cuarto lugar, la libertad económica tiene que abrir más espacios y la dialéctica oficial ha de abandonar los discursos del pasado, que no llevan a ningún sitio.
La reforma económica debe llevar a una mejora de la calidad de vida y el bienestar de la población, y es con ese avance importante que se deben ir abriendo espacios para las libertades políticas y democráticas, promoviendo la transformación del sistema político, pero con bases económicas solventes.
A su juicio, ¿qué medidas o rumbo tendría que adoptar el gobierno cubano si pretendiese dinamizar la economía nacional? Algunas de las principales medidas las he señalado en la pregunta anterior. Estas medidas deberían llevar a la economía cubana a un círculo virtuoso basado en más libertad económica, más sector privado, modernización en la colaboración pública y privada, reducción del peso del Estado en la economía, más propiedad privada, mercado y empresas y, finalmente, cambios políticos y democráticos que sienten las bases de una sociedad libre y occidental.
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“Los principales obstáculos para dinamizar la economía nacional son institucionales y políticos, y vendrán desde las fuerzas de resistencia a los cambios en el sector burocrático del PCC y en la propia Asamblea Nacional. Va a ser crucial ver el apoyo político e ideológico que reciban las nuevas reformas en el próximo Congreso del PCC”.