Siempre ando recluso

Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:

1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?

2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?

5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.




1.

Siempre ando recluso, y no precisamente a causa de la pandemia. El mundo de afuera defrauda bastante y excepto para cosas prácticas inmediatas y necesarias, no salgo de mi casa a nada. No hago vida literaria, ya bastante menguada ahora. Puede parecer una pose, pero quienes me conocen saben que no lo es. Así que la pandemia me agarra no como al recién recluido príncipe Próspero (el personaje de “La máscara de la Muerte Roja”, de Edgar Allan Poe), sino como a un tipo que ha preferido aislarse desde siempre. De modo que mis hábitos de trabajo siguen como antes. Lo único que cambia, para aumentar, es mi escepticismo.


2.

Por supuesto, he leído mucho más y eso me llama la atención. Será que el mundo se ordena no gracias a los hechos externos, sino a la forma en que asumen interiormente. Me he vuelto más ordenado, si cabe decirlo. Por las mañanas escribo mis colaboracionescon plataformas y revistas y trabajo en textos de ficción, por las tardes leo y duermo. Por las noches y en la madrugada reviso, leo otra vez o tomo apuntes, veo cine, contesto mensajes. Esa es básicamente la rutina.


3.

A lo largo de casi un año regresé a Edgar Allan Poe, reordené lecturas de filosofía muy heterogéneas, completé bastante mi conocimiento de Clive Barker y fui asiduo (en una medida discreta) de Facebook y WhatsApp. Autores vueltos a visitar: Sebald, Bataille, Lovecraft. Emily Brontë, Lucius Shepard, Ihara Saikaku, Gabrielle Wittkop, Antonio Lobo Antunes, Ken Liu, Thomas Ligotti. Leí por primera vez a Ryu Murakami, Sylvain Saulnier y Toni Bentley (literatura erótica). Descubrí los cuentos de Lucia Berlin y los libros de Mircea Cartarescu.


4.

Como creo que el universo es una destilación constante atada a la conciencia, más allá de la materialidad de la vida, es muy probable que cada proyecto literario intervenga en la vida y no al revés. Tengo cierta relación interior con eso que se llama tulpa. Estoy escribiendo sobre mi tulpa, reinventándolo (porque ya existía) y añadiéndome yo mismo a un proceso que seguramente ha durado algunos milenios. Todo eso deviene un proyecto cuyo título de trabajo es El inventario incalculable. Un texto con personajes, como diría A. J. Greimas. 

Por otra parte, desde diciembre de 2019 hasta fines de junio de 2020 redacté el borrador de Marea baja, una novela erótica de raíz gótica cuya última revisión me tiene muy ocupado. También reviso las pruebas finales de un cuaderno de poemas eróticos (La máquina de Picabia) que publicará la editorial DMcPherson, y preparo una antología de mis ensayos para la editorial Casa Vacía.



Alberto Garrandés.


5.

Mi día arranca cuando el sol empieza a joder en mi ventana y me despierta. Lo agradezco, pues de modo tradicional creo en el aprovechamiento del tiempo a partir de las 7:00 a.m. más o menos. Después cuelo café y preparo algo de desayuno. 

Desayunar es algo que ya no hago en una mesa, a no ser que me encuentre en una situación “social”, más civilizada. Por eso me llevo el desayuno a mi estudio, abro el balcón para confirmar que la vida afuera sigue con sus atractivos maravillosos y sus miserias sin término, y me siento a revisar un poco lo hecho el día anterior. Después empiezo a escribir. Con interrupciones de estimulación (música, pornografía, videoclips y conversaciones breves a través de WhatsApp), no detengo la escritura hasta cerca de las 2:00 p.m., cuando almuerzo algo muy ligero. Entonces extiendo lo que hago hasta las 3:00 p.m. y ya a esa hora desconecto el teléfono y me tiro en la cama a leer, a pensar, a dormir un poquito. 

Cuando salgo de la cama ya pasan de las 6:00 p.m. y casi anochece. Bebo agua, preparo una taza de jengibre y regreso a la computadora y veo además si hay mensajes. Reviso Telegram y mi página de Facebook, donde a veces escribo algo si me da por eso. Y luego examino lo hecho por el día y quedo tranquilo. Ahí es cuando veo una película o (en la actualidad) me dedico a mi tulpa. Esa dedicación puede ser variada: desde abrir el bloc de notas y apuntar diversas cosas, curiosear en ciertos libros, etc., hasta videollamadas, mensajes de audio o fotos de naturaleza diversa. Todo eso acaba en la madrugada, cerca de las 2:00 a.m., y es lo que yo llamo un día bien empleado.  




Carlos A. Aguilera

Meterle al ‘stop’ poco a poco

Carlos A. Aguilera

Sigo escribiendo después de tener pensado y repensadoun proyecto, y sigo con las mismas obsesiones y las mismas palabras de los últimos años. Lo que sí cambió fue cierto ánimo, cierto choque de energías, cierto desborde que en mi caso está relacionado con cierta soledad y cierta concentración.