Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:
1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?
2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?
3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?
4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?
5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).
Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.
1.
La pandemia ha removido una época que parecía provocar pasos hacia disímiles direcciones, muchas veces hacia puntos neutros, o traseros. A la manera de Theodor Adorno: ya nada será igual, mucho menos la literatura. Las cicatrices están por todas partes. Cuando dije hace un año que el coronavirus podía ser una variante demasiado contemporánea de guerra mundial (Tercera Guerra Mundial), no expresaba un glorioso acertijo (muy al contrario), aunque alguien rebatió esa idea por poco cruenta e incomparable a un pleito bélico. Lo que importa es montarnos en el naufragio y aparecer en el naufragio ajeno.
Escribo con la misma indisciplina de siempre, no hay horarios fijos; mi oficio es alterado por las urgencias que cada día tienen peores nombres, sobrevivir en múltiples caos, la economía maltrecha, los desastres de salud, salir a la calle al “canibaleo” nacional, dormir y despertar en una misma pesadilla.
2.
He leído muchísimo más. Siempre fui muy promiscuo en mis lecturas: de un lado a otro, de un autor o un género a lo que vestiría con otras banderas. Aun así, el ritmo creció, la velocidad se hizo casi insoportable. Casi. Leer seis, siete, hasta diez libros a un mismo tiempo, o alternando ese tiempo entre ráfagas de páginas, nombres luminosos, descubrimientos.
Muchas más novelas, pero algo también de cuentos, ensayos y poesía; no ha faltado alguna que otra biografía o teatro, escasos textos para niños y bastante periodismo (Talese, Southern, Leila Guerriero, Andrés Neuman, Efraím Medina, Hernán Casciari y Valeria Luiselli, entre otros).
3.
He leído, sobre todo, de manera digital; encontré, y encuentro, blogs bien interesantes, revistas y, más que todo, sitios para descargar toneladas de buena (y mala) literatura.
También busqué en los impresos. Me metí de cabeza en viejos maestros (siempre nuevos si uno es fiel o sabe, reconoce, que detrás queda el almacén de especies sin extinguir: Céline, la armada rusa, la flota yanqui, los abigarrados franceses o alemanes, los poetas que comió Ezra Pound y los que comieron bien a Ezra Pound). Y aumenté mi colección de algunos que ya conocía (David Foster Wallace, Jonathan Franzen, Richard Brautigan, Hanif Kureishi, Frédéric Beigbeder, Richard Ford, Sam Savage, Lucia Berlin, Kjell Askildsen, Herta Müller, Emmanuel Carrère, Jonathan Lethem, Mario Levrero, Erlend Loe, Vladímir Voinóvich, Juan Bonilla, Gonçalo Tavares, Tobias Wolff).
Y encontré otros distinguidos: Donald Ray Pollock, Robert Creeley, David Foenkinos, Jona Oberski, Annie Proulx, Karl Ove Knausgård, Marilynne Robinson, Maeve Brennan, Jennifer Egan, Lorrie Moore, Louise Erdrich, Daniel Alarcón, Amy Hempel, Pierre Michon, Hubert Mingarelli, Chris Offutt, Sharon Olds, Bruce Sterling, Donna Tartt, Joan Didion, Mathias Enard, Federico Falco, Anthony Doerr.
Me encantó encontrarme con muy interesantes autores africanos, asiáticos y latinoamericanos (la armada colombiana ganaría un Mundial); y cayó una avalancha de escritores de la Europa Oriental: Andréi Biely (viejo, viejo, casi nuevo), Irène Némirovsky, Ana Blandiana, Serguéi Dovlátov, Vasili Aksionov, Mircea Cartarescu, Slawomir Mrozek, Víktor Pelevin, Laszlo Krasznahorkai, Milorad Pavić, Peter Nadas, Danilo Kiš, Miroslav Penkov, Margaryta Yakovenko.
Carlos Esquivel.
4.
Escribo tres novelas, escribo poesía, escribo notas para libros de amigos. Fuera de eso, no puedo permitirme cosas peores.
5.
Desde hace mucho mi vida se parece muy poco a una vida normal (como si en realidad lo hubiese sido alguna vez). Un día, cualquier día, puede ser así: me levanto a las 7 a.m., desayuno (o, en su defecto, imagino que lo hago). 8 a.m. hasta 12:30 p.m: lecturas. Luego almuerzo. Leve descanso. Busco en internet noticias literarias y de fútbol (soy un perdedor ilustrado). 3 p.m., escritura o revisión de textos, hasta cerca de las 7 p.m. (hay jornadas en las que puedo “seguir de largo”). Baño, comida. Descanso. Alrededor de las 9:30 p.m. veo alguna película o algún capítulo de una serie. 11 p.m., leo otro poco (una hora, dos). Mi esposa me espera, y apago la luz.
Siempre ando recluso
Autores vueltos a visitar: Sebald, Bataille, Lovecraft. Emily Brontë, Lucius Shepard, Ihara Saikaku, Gabrielle Wittkop, Antonio Lobo Antunes, Ken Liu, Thomas Ligotti. Leí por primera vez a Ryu Murakami, Sylvain Saulnier y Toni Bentley. Descubrí los cuentos de Lucia Berlin y los libros de Mircea Cartarescu.