Conjurar la imaginación y la poesía

Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:

1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?

2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?

5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.




1.

No. Desde cierta perspectiva siempre he estado en pandemia. En La Habana el virus era el calor horrible. Buscaba la sala de la cinemateca para huir del calor. O invertía el horario, por mis tenaces insomnios y por el calor, y me encerraba en mi cuarto a leer.

Como mis trabajos fueron profesor universitario, investigador y editor y director de una revista, tenía esa facilidad para disponer de mi tiempo. En España, trabajaba en dos revistas, lo mismo. En Argentina, donde soy profesor de la Universidad de Río Negro, también. Además, el oficio de escritor precisa de la soledad.

No tengo métodos de escritura, ni rutina, ni disciplina. Escribo y ya, preferiblemente de noche, “esa hora de la alta videncia”, como me dijo Fina una vez. Aunque uno puede crear la noche dentro de una habitación. Hay también una noche dentro de la noche. Aunque cuando empiezo a escribir prefiero no interrumpir el proceso de escritura. Casi todo sucede en ese momento, como en una suerte de trance. Me gusta, como dice un verso de Horacio, el ocio dulce y venturoso.

Me gusta “perder el tiempo”. Esta frase, como puede observarse si se aísla, es profundamente ambivalente. Se necesita perder el tiempo a veces, para conjurar la imaginación, y la poesía… Creo que la (mi) vida solo alcanza su más intensa plenitud cuando se escribe, cuando se rememora creadoramente con la imaginación, con el sentir, con la vivencia de la imaginación. A veces siento que las cosas existen de veras cuando se escribe. Pero esto es también desolador, porque no se puede escribir siempre. Y ya se sabe que, como escribiera Valéry en su ensayo sobre la poesía pura: “las regiones de la más alta serenidad están necesariamente desiertas”.


2.

He continuado leyendo por placer. Pero el conocimiento es placer (y sufrimiento). Aunque no tanto como antes. Mis lecturas, con el tiempo, se han reducido a ciertas enfáticas relecturas y a ciertos temas: poesía, mitología, filosofía, astrofísica. Desde hace años releo mucho a Patrick Harpur, me estimula mucho.


3.

Durante la pandemia he releído a Dante, todo Dante, y sobre él. La Comedia, Vita Nuova, el Convivio… También he leído mucho a Agamben (que se publica profusamente, casi en tiempo real, en Argentina, en Adriana Hidalgo) y a George Steiner… También a Harold Bloom y a Giorgo Colli.

Hubo una etapa en que terminé de leer casi todo Piglia, sobre todo sus ensayos y el sugerente DiarioPero en los últimos tiempos pandémicos leo casi todo lo que se publica en las redes sobre los trágicos, pero también esperanzadores acontecimientos insulares en torno al Movimiento San Isidro. Tengo mucha fe en esa juventud.

Recuérdese que la fe, según San Pablo, es la sustancia de lo invisible. La realidad existe primero y con la forma más rotunda y profunda en la imaginación. Como ya dije en otra entrevista, acaso la imaginación crea, es, la realidad. Como en el capítulo sobre la Medusa, de Claros del bosque, de la Zambrano, lo informe es la sustancia de las cosas que vendrán.



Jorge Luis Arcos.


4.

Como soy profesor, en la nueva situación pandémica, donde se imparten las clases por la computadora, escribí varias clases muy extensas (imparto cuatro materias, Introducción a los Estudios Literarios, Literatura Española, y Literatura Latinoamericana I y II) para mis alumnos, pero algunas también para mí; quiero decir, algunas las escribí pensando en un tema que me obsesiona: lo indecible. Pensando en un libro futuro que deberá llamarse La poética de lo indecible.

Por ejemplo, pensando en ese proyecto, escribí, además de otras, extensas clases-ensayos sobre Góngora y Quevedo, San Juan de la Cruz, Vicente Huidobro, César Vallejo, la poesía pura; luego tendré que reescribir y agregar a Sor Juana, Lezama Lima, Lorenzo García Vega, para ensayar ese librito…

También redacté una clase sobre Ernesto Cardenal; luego la convertí en un ensayo, que ya publiqué, sobre el nicaragüense y Ezra Pound.

Entonces, creo que la pandemia ha favorecido la escritura. En realidad, desde hace un tiempo, me gustaría escribir solo poesía, pero eso no lo decido yo, sino los dáimones, aunque también es cierto que mi poesía se nutre mucho de mis lecturas. Por ejemplo, en mi último libro de poesía, Sincronismos, están Dante, San Juan, la Diosa Blanca (que revelara Robert Graves), los mitos griegos; siempre ha sido así.


5.

Por lo que ya he comentado antes: si no estoy leyendo o escribiendo, estoy entonces perdiendo el tiempo. O con mi ánima, María Esther Painefil; o con mi hijo, Jorge Simón.




Gleyvis Coro Montanet

Vivir a toda mecha creativa

Gleyvis Coro Montanet

La pandemia me encerró en casa y me regaló horas imprevistas. Puso a mi disposición esos valiosos colgajos de tiempo que invertimos en trasladarnos, reunirnos, contarnos cosas esenciales o tontas. Suprimió el directo presencial y yo lo aproveché: desde marzo de 2020 he publicado tres libros.