La belleza del fondo del pozo

Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:

1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?

2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?

5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.




Como la casa está llena de libros que se roban la vista, me pongo a mirar por la ventana. Es menos un gesto estético que uno ético, pero también es un ejercicio del pensar, del arranque del pensar. 

No sé si leo bien lo que ha pasado. Ni siquiera sé si puede leerse bien, si somos de veras capaces de algo así. Recuerdo haber comenzado a consumir noticias, datos, recomendaciones, y luego haberme detenido, paralizado ante el agobio de números y muertes, y las contradicciones de los expertos. Parecía haber más equívocos que líneas hay en todos los libros que me rodean.

Mi padre solía contar su fugaz encuentro con la Historia de su país, que era y es también el mío. Mi padre vio en una calle cubana una caravana de jeeps del ejército; vio un hombre que intentó abalanzarse y que por muy poco fue fusilado. Toda colisión con los hechos es castradora. Hegel se había encontrado con Napoleón, que vestía un traje digno de una oda romántica, pero los ejemplos se suceden. 

Qué encuentros la Historia me va a deparar a mí, es algo que desconozco. Lo que vi por mi ventana fue un borrón de la Historia, un absurdo, un potens inmovilizador. La casa en penumbras, el agotamiento del pensar, exhaustos por la introducción de nuevas rutinas de máscaras, alcoholes para las manos, toallas desinfectantes, y la interrogación de a quién en casa le tocará. Por suerte, a nadie hasta ahora.

Un poema breve de Gonçalo Tavares habla de la belleza del fondo del pozo cuando se ha vaciado, la belleza del escondite, del vacío. Pero más que una línea de un poema, hemos venido a ser como personajes de una novela, apenas nada, una interrupción, una discontinuidad. Hemos quedado avisados.

Quizás muchos esperan de uno que diga que la vida cambió, que nuestras rutinas fueron otras. La idea misma de esta sección quizás apunte a ese supuesto. Siento defraudar ese morbo. De alguna manera es cierto que mis rutinas cambiaron, pero también lo es que mis rutinas no lo son tanto, llevan tiempo cambiando. Me borraron físicamente del mundo que antes frecuentaba. Me enjaularon como a loro parlante. Me pagaron por hablarle a una cámara. 

Recuerdo que leía novelas de Faulkner y también a Ugresic, Sontag, Michon, Cioran, Didi-Huberman, Aira y Bergounioux, Octavio Armand y Magris, el Stoner de Williams, novela amarga; y también que en casa hicimos setenta y un videos sobre libros (están todos en YouTube). Viajamos a Chicago y a las cataratas del Niágara, también a Cancún (el mundo entero estaba allí), de donde regresamos cargados de libros.

Ganamos estoicismo a partir de una elección presidencial. Cambiamos el sofá. Nuestra hija se fue de casa, comenzó la universidad. Cada libro que entró era sospechoso de contener rastros del virus, pero no se pueden lavar los libros como lavamos frutas o envases, así que ante ellos decliné todo esfuerzo y que fuera cosa de Dios o del azar.



Michael H. Miranda.


Mis proyectos de lectura quedaron intactos; sufrí algunos episodios de agrafía que me llevaron a pensar la escritura como un proceso continuo de postergaciones. Por eso pienso que el único proyecto que puede salir de ahí es uno relacionado con el cansancio clásico, no “el cansancio que narra” handkiano, sino la anulación de toda anécdota, de toda narrativa.

De alguna manera la pandemia quiso imponernos a todos un tipo de silencio “puro”, aséptico, un silencio de gel y máscaras, unos espacios donde los otros no tenían cabida. Que no se nos escape la alegoría: lo primero no tiene mucho que ver con la literatura, pero sí lo segundo.

La literatura es una refinada percepción del error. Y es también un pozo en cuyo fondo estamos solos.




Armando Lucas Correa

En medio del bosque

Armando Lucas Correa

Aislado en medio de un bosque donde ya pasamos una primavera, un verano, y ahora estamos en medio de un invierno crudo, comencé a escribir una novela histórica para jóvenesIslands of Neverland. En ella todos los personajes nacieron y viven en islas, y mezclo sucesos como el Kindertransporty la Operación Peter Pan.





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