La disidencia cubana frente al castrismo

Cuando se analiza la historia del movimiento opositor pacífico en Cuba, se pueden distinguir cuatro etapas debidamente diferenciadas. La primera es la correspondiente a la de los iniciadores: 1988 hasta 1990, cuando se produjo la Crisis de las Embajadas; la segunda etapa es la transcurrida de 1990 a 1996, cuando quedó abortado el intento de acción opositora coordinada que fuera el foro de Concilio Cubano; la tercera etapa se encuadra entre 1996, año de Concilio Cubano, y 2003, año de la Primavera Negra de la oposición cubana. La cuarta etapa es la actual, iniciada tras la Primavera Negra.

Cada una de esas etapas ha tenido sus propias y distintivas características. En cada una de ellas, la relación oposición interna/exilio ha presentado diversas formas: desde una labor de cooperación y apoyo, hasta una de intromisión y control de las organizaciones internas por parte de organizaciones de exiliados, de corte definidamente derechista, sostenidas por jugosos grants federales, y estrechamente vinculadas con dirigentes del Partido Republicano de Estados Unidos.

La primera etapa fue la iniciativa civilista que generó el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, bajo el impulso de los vientos de la perestroika y la glasnost. El movimiento disidente se organizaba y se mostraba sin ocultamientos. Fue la época del gran reto, del reto inicial al castrismo y al Partido Comunista, sin vinculaciones con los servicios de inteligencia de Estados Unidos ni con ninguna organización de exiliados que motivara, controlara y dirigiera.

A partir de 1991, la influencia del exilio comenzó a sentirse en los grupos y organizaciones que se iban creando en la isla, destacándose en este sentido la poderosa Fundación Nacional Cubano-Americana, de corte conservador y muy vinculada al partido Republicano de Estados Unidos. Mientras en la primera etapa los principales impulsores de las organizaciones civilistas defensoras de los derechos humanos se enmarcaban dentro de las posiciones de izquierda o de centro-derecha, en esta nueva etapa los grupos que se formaban en Cuba tendían por lo general hacia la derecha, debido a la influencia de dicha Fundación. 

Entre las principales figuras que influyeron en los disidentes isleños de esta etapa están, en primer lugar, Luis Zúñiga, y Ninoska Pérez Castellón, principales voceros de la Fundación. La emisora La Voz de la Fundación recogía denuncias y proyectos procedentes de Cuba, por lo que ganaba una gran influencia entre los opositores, como ya comenzaban a denominarse ellos mismos, los dirigentes de las organizaciones anticastristas.

En esta etapa se incrementaron los grupos opositores, hasta sobrepasar las 130 organizaciones. En Concilio Cubano, el foro unitario de la oposición llegó a reunir a más de cien grupos dentro de su sombrilla. No obstante, las membresías de muchos de esos grupos apenas superaban los cien miembros (aunque algunas organizaciones, como el PPDHC, Bloque democrático José Martí de El Cubanito, y el Partido Solidaridad Democrática, llegaron alcanzar una integración de muchas centenas de adherentes).

En la tercera etapa el movimiento opositor seguía incrementándose, así como también la represión gubernamental. Y surgiría un nuevo movimiento dirigido a ofrecer la alternancia al periodismo oficialista, ofreciendo la otra versión de la realidad cubana: el periodismo independiente. En un artículo que escribí sobre el tema hice el siguiente comentario:

“Los agentes del gobierno desplegaron todo su caudal represivo en contra de los que se atrevían a denunciar la verdad que ocultaba el régimen. Presiones de todo tipo, ataques desde las páginas de los medios oficiales, acoso por parte de la Seguridad del Estado, pero nada podía contener que la información independiente saliera al exterior.

Los que ejercíamos aquel periodismo, muchas veces contestatario, pero siempre centrado en la verdad informativa, no contábamos con celulares, ni faxes, y muchos hasta no tenían teléfono propio. Pero transmitíamos. Luego comenzaron a surgir páginas web con sede en Miami que publicaban nuestras crónicas. El régimen acrecentó sus amenazas; así, con la excusa de la Ley Helms-Burton, dictó la represiva Ley 88, dirigida a acallar al periodismo independiente. Nuestra respuesta fue confrontar la ley y continuar nuestro trabajo. La Ley 88 no nos calló; ni siquiera en 2003 cuando fueron sancionados 75 disidentes, entre los que se contaban activistas de derechos humanos y periodistas independientes, bajo los preceptos de aquella ilegítima normativa penal”.

Preocupado por el crecimiento de la oposición política, el vigor y la credibilidad que ganaba el periodismo, así como por el activismo desplegado para la colecta de firmas en apoyo al moderado y reformista Proyecto Varela, Castro desató una fuerte represión en contra de opositores y periodistas independientes en la primavera del 2003.

Así comienza la cuarta etapa, tras la represión de la Primavera Negra. Aparece el movimiento de las Damas de Blanco. El movimiento opositor, aletargado y centrado más en el exterior, se dejaba controlar por las organizaciones derechistas del exilio.

Cuando se realiza un esbozo de la historia del movimiento opositor no violento de Cuba, el análisis no puede centrarse solo en el marco estrictamente local, pues sería un enfoque parcial. Hay factores externos que también influyen en el desarrollo de la actividad opositora, como la política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba, de acuerdo con los lineamientos de cada administración estadounidense; el accionar de las organizaciones del exilio y las emigraciones cubanas; los intereses económicos del Estado cubano y de otras naciones, con las cuales Cuba mantiene relaciones diplomáticas y comerciales; las corrientes de opinión que existen, en un momento dado, en países de América Latina y de Europa; y hasta la política de las naciones más relacionadas con la situación cubana, como, pudieran ser, en específico: España, Brasil, México, Argentina, Chile y Venezuela.

Cuando se estudia un tema tan de actualidad como es la oposición no violenta al poder del Partido Comunista de Cuba, resulta una tarea engorrosa mantener el análisis objetivo. En el analista o en el historiador, siempre influirá su posición ideológica con respecto a cómo entiende la relación antagónica entre el poder del Gobierno de Cuba y los sin poder de la oposición civilista o política, la relación Gobierno-pueblo, el monopartidismo o la dispersión de micropartidos.  

Pero, colocados en el lado opuesto al régimen del PCC, no debemos convertir a la oposición no violenta cubana en otro mito, por contraste al mito oficialista. No debemos idealizar a la oposición, sino presentarla como pudiera presentarse cualquier otra corriente política: con sus características particulares, sus defectos y sus virtudes.

Se tiende a presentar a todos los que luchan contra la opresión como héroes intachables, eximios, casi elevados hasta las cumbres de Olimpo. Si bien los opositores a un régimen autoritario, cerrado e intolerante, tienen algo de la esencia de la heroicidad, no son semidioses: son seres humanos que cometen errores y que poseen defectos, así como también tiene virtudes.

Difícil y ardua ha sido, y es, la labor de los opositores cubanos, siempre colocados a las puertas de una prisión por proclamar y exigir lo que, en Derecho Internacional, no constituye delito alguno. Sufren vilipendios, son denigrados con los más ofensivos epítetos y condenados a la marginalidad del ostracismo interno por un gobierno que los desprecia.

En la historia de la disidencia u oposición interna hay elementos destacables. “Existe consenso entre los sociólogospolíticos —anota Enrique S. Pumar— de que la fuerza de la sociedad civil se correlaciona positivamente con una transición pacífica a la poliarquía. Además, la tolerancia del régimen hacia su oposición es el mejor indicador de si ha habido o no reformas políticas significativas en Cuba hoy en día”. Estos dos factores presentes a lo largo de toda la era del castrismo y del régimen impuesto por el Partido Comunista, marcan la contradicción fundamental presente en el desenvolvimiento político en la sociedad cubana. Así, Pumar plantea dos preguntas claves: 

“1) ¿Es la oposición interna capaz de contribuir a la ruptura del régimen autoritario? 

2) ¿Puede la sociedad civil política exacerbar la crisis de legitimación de Cuba e iniciar el proceso de transición?”.

La primera pregunta de Pumar se puede responder diciendo que, hasta ahora, no ha sido posible. Por diferentes razones. La primera: la intolerancia de un régimen totalitario    —donde se conjugan, en un mismo ente político, el fascismo y el comunismo— hacia cualquier manifestación de disenso o iniciativa independiente de los lineamientos oficiales. Para el régimen no hay enemigos pequeños: cuando hace aparición algún movimiento que pudiera constituir un reto serio a su hegemonía, no escatimará acciones represivas y descalificadoras; hará todo lo posible para debilitar dicho movimiento mediante la cárcel, el acoso constante a sus activistas, la infiltración de agentes provocadores en sus estructuras, el destierro… 

Así ocurrió con el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba; así ocurrió con la organización Criterio Alternativo, con el Movimiento Cubano de Jóvenes por la Democracia y la Unión Cívica Nacional, entre otras organizaciones. Los debilitaron hasta la extenuación, hasta hacerlos desaparecer por la vía del destierro de sus líderes y activistas. Ese fue el procedimiento seguido para abortar el foro opositor de Concilio Cubano en 1996, y el empleado en la represión de 2003, para frenar el empuje opositor y la credibilidad creciente del periodismo independiente.

La segunda de las razones está en la dispersión de todo el movimiento opositor y en su incapacidad, mostrada hasta ahora, de llegar a un consenso de acuerdo unitario. Cada organización se disputa la preeminencia sobre las otras, bajo la perniciosa influencia de las organizaciones de derecha radical del exilio, cuya pretensión es controlar todo el universo de la oposición interna.

Ahora bien, a la segunda pregunta formulada por Pumar sí se puede contestar afirmativamente. Sí es posible. Pero, para ello, los grupos opositores deben abandonar el tribalismo y salir a hacer labor de proselitismo para organizar el apoyo cívico, tanto activo como pasivo, de la población; deben volcarse más hacia el interior, contando con el apoyo del exilio, pero sin perder su autonomía, y ejercitarse en los procedimientos de la resistencia no violenta desarrollados por Gene Sharp y Srdja Popovic.

Frente a los intentos de anulación de la disidencia y de la oposición, el disenso político se ha comportado como la Hidra de Lerna: por cada cabeza que se le corta, aparecen más grupos enfrentados al régimen del PCC. Bien dice Enrique S. Pumar, cuando afirma: “Los disidentes cubanos no son tan débiles e impotentes como afirman los expertos simpatizantes del régimen, ni son tan robustos como afirman sus partidarios. Los disidentes han demostrado una enorme resiliencia”. 

Esa resiliencia, siempre presente dentro de la oposición interna, permite generar un espacio para la esperanza.


* Capítulo introductorio del libro homónimo en preparación. Tomado con autorización del autor de: https://phantom-elfantasma.blogspot.com/2021/04/la-disidencia-cubana-frente-al-castrismo.html




Luis Manuel Otero

De cucarachas y de hombres

Adriana Normand

Luis Manuel Otero Alcántara está de nuevo en huelga de hambre y sed. Esta vez está solo. Su casa ya no está decorada con sus obras, porque la allanaron y se llevaron hasta el más mínimo boceto. Con su ayuno, el artista reclama la devolución de sus piezas, el respeto a sus derechos. Hoy vuelvo a tener miedo.





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