Man on the Moon

Llevo dos meses en cuarentena. Aún no me ha afectado el confinamiento, al menos no como a otros. Estoy acostumbrado a estar solo, muchas veces fuera de la actividad social-artística. Levitando. 

En mi rutina diaria “out cuarentena”, dedico mucho tiempo a investigar lo que me interesa y puedo aprovechar para la pincha. Leo algún libro, paso algunas horas hablando con libreros o comprando cosas viejas. Pero, sobre todo, estoy mucho tiempo junto a mi familia.

Voy camino al estudio. Conecto los audífonos en mi móvil y me pongo el Automatic For The People, de REM. Me encanta trabajar con música, me ayuda a concentrarme. Empieza “Drive”, el primer track.

Sé lo que quiero hacer. Llevo días pensando en un par de ideas y tengo algunos bocetos en mi libreta de apuntes. Hace dos años me concentro en una obra peculiar: fotocollages. Por suerte, antes de la pandemia ya había acumulado un voluminoso archivo fotográfico de principios y mediados del siglo XX. Fotos compradas a anticuarios o a sus propietarios.

Me siento frente a una mesita cercana al balcón y saco un montón de sobres de una jaba. Esta vez proyecto una escena con paisaje de fondo. Suena el teclado y advierto que es el quinto corte del disco: “Everybody Hurts”.

Rasgo sin compasión tres fotos de arbustos. Las ensamblo cuidadosamente. Le meto mano a una foto pequeña de un paisaje, y repito el movimiento. Que se note la herida.

Pasa lo mismo con un grupo de niños y hombres, amontonados en cierta instantánea, como si esperaran algo. 

Aún no he terminado el collage

Suena “Monty Got a Raw Deal”.

La fotografía grupal me remite a Cuba, a la Cuba de hoy. 

La televisión dando el parte diario de nuevos contagios. 

La preocupación de mis padres. 

La gente en la calle buscando comida en colas cada vez más largas. 

Mi esposa averiguando dónde hay pollo para el niño. 

La angustia de saber que, por un buen tiempo, no veré a mi hija que vive en México.

La incertidumbre de si me alcanzarán este mes los datos móviles para hablar con ella.

Me veo como un personaje de esa foto: esperando la decisión de un destino incierto, sin nada de expectativas. Solo tengo fe en Dios y rezo para que pase pronto este calvario…para todos.

Pego sobre los pequeños trozos, ya unidos, a una mujer bien vestida que alimenta a las gallinas. Detrás de ella, la masa contemplativa. En un plano más alejado, retazos de varios paisajes campestres que ahora forman uno solo. La mujer parece no percibir la presencia de nadie, en ese instante son solo ella y las gallinas, y el maíz con que las alimenta. Crock, crok, crock.

Recojo todo. Me voy para la casa. Siento una ligera sensación de vacío. Que haya adelantado algo de trabajo no quiere decir que haya resuelto todos mis problemas. Aun así, no me desanimo. Quiero estar con mi hijo, mi esposa, mis padres. 

Pienso mucho en lo que implica un acto de fe. 

Pienso en Dios. 

Suena mi tema preferido del disco. Camino y noto que hay más personas en la calle que antes. La gente ha perdido un poco el miedo. Sigo caminando con la mirada posada en el cielo, haciéndole coro a Michael Stipe:

If you believed they put a man on the moon, man on the moon.

If you believed there’s nothing up his sleeve, there nothing is cool.


Galería

Man on the Moon - Ricardo Miguel Hernández

Man on the Moon – Ricardo Miguel Hernández




Trabajo de archivo - Julio Llópiz-Casal

Trabajo de archivo

Julio Llópiz-Casal

De cara a lo que vivimos, lo que más sentido tiene para los artistas es defender una actitud. Está por verse aún cuán herido o cuán sabio se va a levantar el mundo de este embate. Las maneras de producir objetos artísticos, las maneras de ser un artista, van a cambiar y no sabemos cómo ni cuánto.