Nadando en un mar de gelatina, rabiando de dolor

Estaba leyendo Lancha rápida, de Renata Adler. Me parecía ideal para el momento: ningún orden, ninguna historia que seguir, ningún personaje —por lo menos no en sentido convencional—, ni siquiera a su protagonista: Jen Fain, reportera de The New Yorker. Renata Adler hizo eso. Si me harto puedo saltar la página, que siempre habrá un chanchullo nuevo detrás. Tal como se mueve el mundo. Como se mueven las noticias.

Antes, había leído Las cosas, de Georges Perec y Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Otra forma de habitar el caos; 

Yo siempre regreso a Bolaño. 

Me gusta decir que me voy a la cama con Bolaño. Que es acostarme a leer un libro suyo y tomar notas. A veces saco cuentas de la edad que tendría él, y es como si él y yo, los dos, estuviésemos vivos. Como si pudiera plantarme en su casa y decir “Vengo a lo que guste usted mandar, sacar el polvo de los libros o hacerle la compra”. 

Entre las notas apunto direcciones: tomar Guerrero y doblar por Magnolia hasta el hotel Trébol donde vive el Rey de los Putos, o buscar la esquina de Versalles con Belén donde vive Belano… Polanco, Roma, Anzures, Tlaxpana, Coyoacán… 

En la Colonia Coyoacán, en la esquina de Allende con Londres, está la casa de Frida. Casi acabamos de regresar de allí. Ahmel y yoEl virus ya asolaba China pero no le hacíamos caso: Wuhan quedaba realmente lejos. Tampoco es que ellos alertaran corriendo. 

La única democracia es la del miedo.

En enero, en Ciudad de México, yo no pensaba en esa extraña noticia que había escuchado en diciembre. Por cuestiones de trámites no nos encontramos con mi hija Mariana, varada hoy en Jair Bolsonaro, que no es igual a decir varada en Brasil, o en su apartamento de La Habana. Quiero pensar que la Amazonia la protegerá, que una muralla de mosquitos, abejas e insectos inverosímiles, se alzará entre el virus y ella. 

Estaba escuchando a Pancho Céspedes cantar: “Dónde está la vida, dónde está la vida…”. 

Estaba viendo la segunda temporada de Friends, el capítulo donde Phoebe lanza su video promocional de Smelly Cat

Mientras, armaba y desarmaba cosas para una nueva serie fotográfica a largo plazo prometida a Hypermedia Magazine: sets, bocetos, vestuarios… Hace catorce años que no me retrato.

Mi noción de “a largo plazo” es anterior a la COVID-19. Dos años anterior. Preparaba una exposición a la que sabía que no llegaría a tiempo. Llené la casa de asistentes, acabé con nuestras finanzas, mi columna se rompió. Entonces renuncié a mi carrera. A esa suerte de sprint permanente donde tienes una meta delante y una maratón de colegas detrás (o también delante). 

¿Terminaré por preferir la plataforma virtual? No sé. Hay respuestas a las que no tiene sentido aferrarse. 

Estaba nadando en un mar de gelatina. Estaba rabiando de dolor, en verdad estaba toda acalambrada… Sí, Reynier Leyva Novo: pasará como pasamos todos.


Galería

Nadando en un mar de gelatina, rabiando de dolor - Cirenaica Moreira.

Nadando en un mar de gelatina, rabiando de dolor – Cirenaica Moreira.




Pandemia y chirimoyas - Reynier Leyva Novo

Pandemia y chirimoyas

Reynier Leyva Novo

¿Para qué morir de VIH, esa enfermedad ochentera?¿Por qué morir de dengue o tuberculosis, esas enfermedades antiguas? ¿Qué necesidad hay de morir de diabetes o hipertensión, enfermedades capitalistasAhora es mejor morir de COVID-19 que de cualquier otra enfermedad. Al menos te hace ser una persona de tu tiempo.