Comencemos con una verdad de Perogrullo: los problemas de Cuba no son causados por el “bloqueo”, pero la política de Estados Unidos hacia la Isla, para bien o para mal, ha sido un factor de peso desde mucho antes de la Revolución.
¿Qué pasará si es reelecto Donald Trump? ¿Continuará como en la actualidad, intentando ahogar económicamente al país para complacer a las facción más dura de los votantes cubanoamericanos? O, por el contrario, ¿dará un giro de 360 grados que posibilite el turismo y las inversiones norteamericanas en Cuba, para satisfacer otros intereses económicos?
Me temo que será lo primero.
¿Qué consecuencias tendría para los cubanos? Más hambre, más escaseces, menos o ninguna posibilidad de viajar a Estados Unidos, más críticas al gobierno en las redes sociales, más represión…
Y todo eso, a su vez, ¿causará una explosión social? ¿O provocará una toma de conciencia de los gobernantes, para llevar a cabo profundas reformas estructurales?
Ojalá sea lo segundo. Aunque provoca otra interrogación: ¿tienen ellos la voluntad y la capacidad para llevar a cabo esas reformas?
Si alcanzara la presidencia el candidato demócrata, Joe Biden, no creo que se recupere de inmediato el nivel de acercamiento logrado durante la administración de Barack Obama. En primer lugar, contrario a lo que creemos los cubanos, nuestra Isla no es una prioridad para Estados Unidos. Biden enfrentará un país en crisis. Tiene mucho que resolver antes de ocuparse de Cuba.
En segundo plano está el tema de las misteriosas enfermedades —por las causas que fueran— que sufrieron diplomáticos estadounidenses en la Isla, y todo un camino a desandar para regresar a cierta normalidad diplomática.
Y si en efecto se produjera el acercamiento, la respuesta del gobierno de La Habana sería vital. A mi modo de ver, temieron que con Obama se les fueran las riendas de las manos y, si no dieron marcha atrás, al menos no movieron ficha. Desperdiciaron una coyuntura que tal vez no se repita.
Sin duda, tanto si los vecinos del norte continúan una política dura hacia Cuba, o si por el contrario las relaciones mejoran y los vínculos comerciales, familiares, académicos, turísticos y religiosos se estrechan, los efectos los sufrirá o los disfrutará la población cubana.
No es bueno, sin embargo, centrar en los comicios estadounidenses la solución a la problemática nacional. Es doblemente triste, porque una de las metas principales de la Revolución era liberarnos de la garra imperialista de los yanquis.
A mi juicio, mientras no existan profundos cambios estructurales en Cuba, mientras los cubanos no logren invertir la relación Estado-ciudadano —que el primero trabaje para el beneficio del segundo y no al revés—, mientras no se respeten los derechos humanos, mientras no se elimine la corrupción en las altas esferas gubernamentales, mientras se aplaste toda iniciativa privada en aras del control por parte de un gobierno que ha probado, entre otras cosas, ser inmensamente ineficiente, el país no logrará dar ese salto a la modernidad y prosperidad que los cubanos anhelan y merecen.
Noviembre: una esperanza para Cuba
Julio Antonio Fernández Estrada
En noviembre puede mejorar el panorama para el Estado cubano y para el pueblo que lo soporta. En noviembre el panorama puede empeorar todavía más. Si Trump vence a Biden debemos prepararnos para cuatro años más con el enemigo de cabecera bajo de la almohada, dejando dormir a pierna suelta a los halcones de ambas partes.