Noviembre: una esperanza para Cuba

En noviembre serán las elecciones de los Estados Unidos de América. Es el proceso electoral más mediático del mundo y el de resultados más influyentes en la geopolítica y en las relaciones comerciales y financieras entre potencias, y entre cualquier tipo de estado.

Donald Trump intenta ganar para un segundo mandato y ha hecho amenazas —inusitadas dentro del sistema político norteamericano— sobre su no salida pacífica de la Casa Blanca, sobre el supuesto fraude que se trama para sacarlo del poder, o sobre la enmienda constitucional para conseguir un tercer mandato.

Ha sido un presidente distinto; también fue distinto su triunfo, y parece más un símbolo que un mandatario. Es la expresión de una nueva época en política, representada por un señor mayor y no por un millenial.

Estamos en la era del derrumbe de los valores humanistas, renacentistas, racionales, ilustrados y románticos. Todos ellos habían sobrevivido —junto a otros más antiguos, como los valores democráticos, los republicanos, los cristianos—, pero finalmente padecen por igual el empuje de la irracionalidad, la posverdad, el pragmatismo, la violencia, el derrumbe de las garantías de los Estados de Derecho, y la crisis monumental de la división de poderes.

Cuba vive su propia crisis desde hace demasiado tiempo. Nuestro Período Especial no parece terminar. Nuestra tambaleante legalidad ha hecho mella en una ciudadanía ya habituada a las faltas de garantías jurídicas, sobre todo procesales, y a la poca determinación en el sistema jurídico, de los tribunales y su necesaria independencia de acción.

Cuba no aguanta ni un minuto más de bloqueos. El llamado —por los norteamericanos— embargo, el llamado —dentro de Cuba— bloqueo, ha demostrado ser eficiente. No para derrumbar el socialismo en la mayor isla del Caribe, sino para hacer la vida de la gente humilde más miserable de lo que hubiese sido.

Si el objetivo del bloqueo era crearle una situación desesperada a la población cubana, con un gobierno inoperante, con corrupción, con nula democracia, con mínima intervención popular en los asuntos más importantes de la nación, entonces hay que decir que el bloqueo ha sido efectivo.

Hoy todo lo que sale mal en Cuba es relacionado en el discurso oficial con el bloqueo, por lo que el objetivo de estar presentes en nuestra política ya está cumplido. No solo ha sido una barrera real al desarrollo de Cuba, también ha sido la barrera ideal para justificar el mal funcionamiento de la administración pública cubana.

En noviembre puede mejorar el panorama para el Estado cubano, para el Partido cubano y para el pueblo que los soporta.

En noviembre el panorama puede empeorar todavía más si Trump vence a Biden: debemos prepararnos para cuatro años más de bloqueo, de amenazas, de ofensas mutuas, de embajadas cerradas, de visas en terceros países, de hoteles vacíos, de cruceros desviados, de casas de renta sin clientes y de una política endurecida en la isla, sin movimiento, con el enemigo de cabecera bajo de la almohada, dejando dormir a pierna suelta a los halcones de ambas partes.




La jugada - Aymara Aymerich

La jugada

Aymara Aymerich

Quizás Biden retome aquel deshielo y el cubano vuelva a esperanzarse, lo cual no pasará de ser un espejismo. Trump, seguirá el consabido manual. El mundo está en crisis al unísono, azotado por una pandemia que nadie sabe cuándo acabará, y quedan muy pocos trucos encima de la mesa. Cuba es una prioridad para los cubanos solamente. Your move.


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1 Comentario
  1. La culpa no es del «bloqueo yanqui» amigo, sino del interno castrista. Biden como Obama seis pan para el castrismo, migajas para el pueblo y fortalezas para que régimen nos siga esclavizando

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