Simplemente por disentir

Tengo mi historia personal. Fui invitada a la Bienal de La Habana de 2003. Presenté mi proyecto acompañado de un texto de la crítica cubana Clara Astiasarán. Ambos fueron censurados. Después de esto, Clara no pudo entrar a su país por algunos años aún. Si esto lo hacen con una artista extranjera invitada por ellos mismos, qué no pueden hacer con sus propios artistas. 

El resto lo sabemos todos y es la terrible violencia en escalada contra artistas simplemente por disentir. Por lo menos a mí me parece razón suficiente.



Enumeración de la sangre

Por Clara Astiasarán


1. 

El amor es cosa de vida o muerte.

La Habana, Cuba, 1961. La Revolución estrenaba sus dos primeros años. En Ciudad Libertad, la víspera de la invasión de Playa Girón, ataques “mercenarios” cobran la vida del joven Eduardo García Delgado. Antes de morir, escribe con susangre, en una puerta blanca donde cae recostado, el nombre de Fidel. Dotaba a la historia cubana de una intervención de evidente acento estético.



2. 

La locura es cosa de vida o muerte.

Tiempo después, el poeta Nicolás Guillén perpetuaría de forma apologética la gloria de ese gesto último en un poema titulado La sangre numerosa. El poema hacía alusión a la capacidad de reproductibilidad de esa acción, como si se tratara de un sistema fabril o una enfermedad contagiosa. Se constituía el gran canto de esos años, la epicidad de esa muerte, la conformación de un modelo.  



3. 

La memoria es cosa de vida o muerte.

En la zona más antigua de La Habana se encuentra la otrora casa presidencial, hoy Museo de la Revolución. Se conserva allí la puerta que aquel joven grabara con el nombre del líder de la Revolución. Muy cerca, tiene lugar la Bienal de La Habana, evento que invita nuevamente a la artista Priscilla Monge (Costa Rica, 1968). La artista, en su cualidad de turista, se convierte en espectadora activa del espacio visual. De este modo crea nuevas estrategias de significación, con la potestad de dirimir la historia desde la no implicación. Desde ese lugar, Monge enfrentó en La Habana esa (otra)memoria.



4. 

La belleza es cosa de vida o muerte.

Dijo alguna vez el poeta Ezra Pound: “La belleza es difícil”. La belleza se ha visto amenazada en estos tiempos por la obliteración que le ha dispensado el discurso del arte contemporáneo y particularmente el discurso crítico. La no existencia de formas estables que la contengan, desplazan el concepto de belleza del objeto al acontecimiento. El ideal de perfección y perpetuidad tambalea ante la efímera vida del criterio o la responsabilidad que la subjetividad ha ocupado en ese proceso de identificación. Ya Kant nos había advertido en su Crítica del juicio que la pretensión de universalidad de la belleza era atravesada por connotaciones como el gusto y susceptible a categorías como espacio y tiempo.

Priscilla Monge ha decidido aprovechar el contexto en el cual debe trabajar, visibilizando propuestas conceptualmente ligadas a espacios físicos concretos y a su manera de interactuar con el medio. Rescata escenarios de cierta apariencia armónica, despojándolos de su sentido primigenio y esboza su reflexión sobre el propio lugar del arte. En La Habanadecide llamar la atención sobre este “suceso-objeto” que se constituyó en ideal para el discurso revolucionario de los años 60. 

Con una serie de seis fotografías, la artista (re)edifica el escenario sustituyendo el nombre de Fidel por algunos textos que ya van siendo reconocidos en su repertorio. Esta vez no solo dialoga desde esa retórica de la frase hecha, impuesta por el lenguaje o por su eficacia, y que ha manipulado para atentar contra los mitos; porque esta vez el mito no es solo el arte. La artista somete a la desfragmentación un capítulo de la historia cubana y, con él, la legitimidad de toda una “realidad” en la que una nación ha definido sus ejes de supervivencia.

Otro poeta, Rainer María Rilke, ya había dicho: “La belleza es tremenda”.



5. 

El deseo es cosa de vida o muerte.

Es común pensar que la fotografía es la realidad misma, o al menos su copia fiel y exacta. Este credo ilusorio en su esencia es resultado de un mecanismo inherente a la conciencia habitual que tiende a sustituir lo real por su apariencia, lo obvio por sus fundamentos. La obra de Monge no habla desde la fotografía sino que se vale de esta como interlocutora. Es una reincidente en el coqueteo con lenguajes técnicos y artísticos que regularmente no ejecuta, desvirtuando así concepciones tan ortodoxas como la autoría o la propia obra de arte. Sin embargo, este affaire, que comenzó bajo laestricta condición documental, ha ido desplazándose engañosamente en su uso. Esa connotación, que imprime veracidad a la construcción de la historia, Monge la ha venido usufructuando para convertir estas imágenes en conflictos éticos, culturales e históricos. Perversamente, retrata años después la memoria, la deconstruye y, a la mejor tradición literaria desde Borges a Eco, la ficciona. 

Estructurada como un libro de capítulos autónomos, esboza un complejo hilo de Ariadna que va dejando indicios sobre los cuales el espectador conduce su propio destino. La grandilocuencia que le imprime a las frases, escritas en un material al que sería redundante llamar visceral, desarticula el lugar primero, desestabiliza la referencia y, con ella, la verdad y la historia.



6. 

El erotismo es cosa de vida o muerte.

Lo cierto es que la carga semántica de estas imágenes está determinada por condiciones extrafotográficas. Esa certeza nos sitúa en una reflexión, deriva del psicoanálisis, sobre la eroticidad y la muerte. Monge elige una referencia dramática y, a pesar de que saber morirse solo es privilegio del suicida, acá la muerte chantajea a la vida por la gracia innoble de ese gesto estético.  

Este testimonio visual nos lleva siempre a las puertas del abismo, del límite, lugar favorito del placer. Lugar que en la crítica psicoanalítica está en perpetuo amorío con el deseo, bajo la vigilancia de una madre protectora y es cuna de la censura como la ideología. Tal como se construye el supuesto de libertad de la elección en el mundo contemporáneo, loelegido por Monge estimula una forma de control de esa libertad que está basada en la seducción. Por ello, el discurso de esta obra es —se deja ser— ideologizante y enamorado, represor y amante, minimal y pletórico, gratificante y perverso.En esa línea divisoria y difusa está la esencia de todo. Un todo que no es siempre esa verdad inamovible que irrespeta la historia. Encontrar otra verdad, violarla y allí darle sentido es, definitivamente, cosa de vida o muerte.





Enumeración de la sangre
Fotografia a color montada en madera
90 x 220 cm
2003
Colección Cifo.




José Ángel Vincench Barrera

¿Firmas?

José Ángel Vincench

Firmar #NoaLaBienaldeLaHabana es más que todo un gesto desde el arte, un arte de tipo cívico.