En esta ocasión, entrevistamos al Dr. Dmitri Razumovski, director del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia. Egresado de la Facultad de Geografía de la Universidad Estatal M.V. Lomonósov de Moscú, desde el año 2004 trabaja en el Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias; de 2016 hasta 2018 ocupó el cargo de director adjunto y, desde el 2018, es director del Instituto.
Desde 2019 ha sido consejero del rector de la Universidad Financiera por el Gobierno de la Federación de Rusia. También es miembro del consejo civil de la Cámara Pública de Rusia. Candidato en Ciencias Económicas, su tesis fue dedicada al tema de los efectos de la liberalización comercial. Su investigación se enfoca en la especialización científica, los problemas de la integración económica, el comercio internacional y el desarrollo económico de los países latinoamericanos, con las relaciones Rusia-América Latina como referencia.
¿Podrías identificar los ejes que caracterizan la presencia renovada del Estado ruso en América Latina durante los últimos 3 años, aproximadamente desde la última elección de Putin, teniendo en cuenta que el Estado ruso no es solo el presidente?
Me gustaría subrayar que, a mi juicio, esta nueva etapa de las relaciones entre Rusia y América Latina se inició en 1996, con las visitas de Primakov a países latinoamericanos como México, Venezuela, Brasil y Chile. Primakov es percibido como el padre de la política exterior de Rusia en la actualidad, ya que él formuló la estrategia multipolar del mundo que ha adoptado Rusia. Anteriormente, la política exterior de Rusia se orientó hacia Occidente y no había relación con América Latina, salvo con Cuba y Nicaragua, ya que Rusia, por su mala situación económica tuvo que romper los acuerdos que tuvo anteriormente a 1991. Primakov relanzó las relaciones en base a esta nueva estrategia del mundo multipolar, que coincidió con la idea de EE.UU. de reordenar el mundo a nivel geopolítico.
Hay antecedentes. A inicios del siglo XX, el Imperio ruso estableció relaciones con casi todos los países de América Latina. Con la URSS, todas las relaciones anteriores fueron rotas, por lo que hubo años sin relaciones hasta la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. Fue EE.UU. quien tuvo mejores relaciones en la región, aunque la URSS mantuvo alguna relación —por ejemplo, con Argentina— pero no eran fuertes.
La URSS nunca pidió relanzar las relaciones América Latina, siempre fueron respuestas de demandas de países latinoamericanos. Como el caso de Cuba, con la que en 1961 se estableció una relación de alianza cuando Castro se declaró socialista. Pero los dos años anteriores no hubo una relación intensa, porque Fidel no había dado un viraje hacia el socialismo y tuvo relaciones y viajes con EE.UU., por ejemplo.
Con Nicaragua sucedió lo mismo: la Revolución Sandinista no fue apoyada por la URSS. Fueron los sandinistas quienes llamaron a la URSS y así es como ha sucedido en otros países de América Latina. La URSS antes y Rusia hoy responden a las llamadas de diferentes países latinoamericanos. La política soviética fue muy pragmática; lo mismo ha sucedido con Rusia en los años 2000, donde Rusia respondió a los llamamientos de Ortega, Chávez, Correa o Morales, por ejemplo. Y Rusia respondió y aprovechó este período y estas llamadas. Ya que los intereses geopolíticos rusos coincidieron con los intereses de muchos gobiernos latinoamericanos; se buscaron como aliados para construir un mundo multipolar.
En los años 2000, con Putin en su primer mandato, Rusia desarrolló estas relaciones de manera muy pasiva. La situación cambió en la segunda mitad de los 2000, con el giro de izquierdas en América Latina. En la región hay una demanda sobre Rusia por ser vista como el potencial contrapeso de EE.UU. y, de hecho, muchos gobiernos de izquierda —desde centro-izquierda a más radicales— vieron a Rusia como un heredero de la URSS. Esto es un arma de doble filo para Rusia, con elementos positivos y negativos, depende de cómo se vea. Rusia siempre respondió a estos proyectos, lo que es novedoso porque en la historia de Rusia nunca fue muy activa en América Latina, ya que está más interesada en Europa. Por ejemplo, Rusia tenía planes comerciales con México en el siglo XIX, por el interés de los territorios rusos en América del Norte. Pero estos planes nunca se desarrollaron totalmente.
Hay tres elementos en las relaciones exteriores rusas en América Latina: el pragmatismo, las relaciones ideologizadas (durante el llamado giro a la izquierda) y el interés nacional de Rusia en la región. A mi juicio, existieron desacuerdos en el entendimiento del mundo multipolar entre Rusia y algunos gobiernos latinoamericanos. El desencuentro se ha dado por la existencia de distintos polos geopolíticos para el desarrollo del nuevo orden mundial y multipolar. La visión sobre el mundo de Rusia y los países de América Latina es muy diferente: el policentrismo ha sido visto como una estrategia diferente por estos actores. Para Rusia, el sistema es mucho más complicado que el multipolarismo. Por ejemplo, Ecuador, que era el socio de Rusia, en 2008 se negó a reconocer a Abjasia y a Osetia del Sur como independientes, algo que Cuba y Nicaragua hicieron. Correa se negó a ello y eso sentó muy mal en Rusia, ya que se veía a Ecuador como un aliado, y si era un aliado, el Gobierno ruso pensaba que el Gobierno de Correa debía hacerlo.
Otro punto importante es que algunos asesores rusos han afirmado que Rusia desarrolla las relaciones con las élites de América Latina y no con los pueblos. Además, algunas encuestas han demostrado que el país de la región donde peor se ve a Rusia es Venezuela; que desde el Gobierno de Chávez es nuestro principal socio.
Esto es verdad: se desarrollan las relaciones entre las élites del Estado ruso y de otros países, no con los pueblos. Durante la victoria de Macri en Argentina, se predijo que las relaciones estratégicas entre Rusia y Argentina iban a caer, pero estas predicciones tan pesimistas no se cumplieron. La diplomacia rusa demostró que es capaz de construir relaciones muy pragmáticas. Recuerdo que, durante su campaña, Macri dijo que el canal RT debía ser retirado de la televisión pública, pero luego no lo hizo y dejó de atacar a Rusia, ya que posteriormente se mantuvieron relaciones entre Rusia y Argentina. Tan solo se anuló un proyecto de venta de armas a Argentina. Todos los demás proyectos con Rusia continuaron bajo el mandato de Macri, y hubo relaciones positivas y constructivas.
En 2019 sucedió lo mismo con Brasil y Bolsonaro, pese al miedo con el que se vivió un cambio tan fuerte de 180 grados, pero Brasil es el principal socio de Rusia en cuanto a los BRICS. La diplomacia rusa trabajó muy bien durante la campaña electoral de Bolsonaro, y no se comentó nada en Rusia, hubo silencio. Tras su victoria, Rusia tuvo mensajes muy amistosos con Bolsonaro y abrió el mercado para algunos productores brasileños, como los de la carne. Y actualmente nuestras relaciones tienen desacuerdos, pero son relaciones positivas. Putin y Bolsonaro están en contacto y Brasil es percibido como el primer socio para Rusia en muchos ámbitos, como la vacuna Sputnik por ejemplo.
Rusia mantiene relaciones con países de otro campo ideológico, como Chile y Perú, por ejemplo. Porque Rusia es capaz de mantener relaciones con todos los actores, de forma pragmática y sin ideologías de por medio. Rusia siempre ha mantenido buenas relaciones con la izquierda y la derecha, por ejemplo, en 2010 Medvedev viajó a América Latina y dio un discurso para ALBA, donde de manera unilateral afirmó que Rusia podría formar parte del ALBA como colaborador u observador. Aunque luego esta idea no se materializó, porque Rusia no quería profundizarse en este entusiasmo izquierdista de América Latina, pese a que puede estar asociado con algunos de estos países de este bloque. Posteriormente, se ofreció a Rusia ser observador del ALBA. Sin embargo, Rusia no quiso formar parte porque podría ser mal visto por otros aliados. En Asia sucedió lo mismo con las iniciativas de China…
Hay un tema que me interesa explorar. Yo creo que las ideas no son solo entidades abstractas, sino el prisma a través del cual entendemos el mundo. ¿Tú crees que sí hay alguna relación ideológica entre el Gobierno ruso y las élites de América Latina, aunque no se produzca necesariamente en el clásico eje izquierda-derecha?
A mi juicio, el problema de Rusia es que tratamos de buscar una nueva plataforma ideológica para etapas futuras. Es cierto como dices que no existe una dicotomía de izquierda o derecha en las relaciones de Rusia con América Latina. A veces, Rusia ha pretendido ser una potencia energética al nivel de China y EE.UU., pero la realidad ha sido muy diferente. Rusia no es una superpotencia, no tiene el peso económico ni energético que tenía la URSS.
Estas relaciones se basan en otros elementos ideológicos, como por ejemplo el concepto de democracia, que para Rusia es diferente. Rusia parte de la idea de que es una democracia soberana, un concepto de V. Surkov. El concepto de democracia soberana no es el mismo que el de superpotencia energética. Para Rusia no existe el concepto de democracia universal; para EE.UU. y Europa esto es diferente: su concepto de democracia se entiende en base al derecho internacional. Es un concepto que Rusia rechaza, ya que se piensa como una democracia diferente, como otra civilización diferente.
Rusia entiende que Cuba y Venezuela, por ejemplo, tienen otro concepto de democracia, también diferente, que debe ser respetado. Aunque yo personalmente pienso que Venezuela no es una democracia, pero hay que entender que las ideas de democracia de EE.UU. tratan de ser proyectadas a otras regiones y países. Rusia pretende crear una liga con países que tienen una idea de democracia diferente a la de EE.UU. y esta puede ser una de las bases de las relaciones de Rusia con otros países, como por ejemplo los países de América Latina.
¿Piensas que la visión ideológica de estas relaciones de Rusia con otros países del mundo puede estar bajo la dicotomía liberalismo vs. iliberalismo? Es decir, un nuevo sistema ideológico donde se opondría a la democracia liberal con los sistemas de otros países como Rusia, Turquía, etc…
Es una idea interesante. Hace dos años, Putin escribió un artículo sobre la crisis del liberalismo en el mundo. Puede ser que las élites rusas pensaran así, pero creo que esa idea no ha tenido continuidad. En Rusia no hay un consenso sobre lo que es el liberalismo, ya que puede ser visto como progresista, conservador o meramente liberal en lo económico. Si en Rusia no podemos definir el liberalismo, ¿cómo vamos a darle esta idea al mundo?
Por eso creo que entender las relaciones desde el liberalismo como cemento principal es algo muy complicado. Por ejemplo, en el caso de Bolsonaro, se intentaron usar valores conservadores para acercarse a Brasil, ya que en algunos elementos coincidía con Putin. Sin embargo, este tema va a ocasionar enormes negativas en las fuerzas progresistas de América Latina; la prensa de izquierda brasileña o argentina han criticado a Rusia en varias ocasiones. Pero el sistema ideológico de Rusia no es el mismo que en Europa o que en América Latina.
Exacto, yo noto que en la cultura política rusa hay un fuerte consenso conservador, como si el conservadurismo fuera un elemento común de las élites y buena parte de la población rusa.
Sí, en ese sentido existen dos Rusias. La Rusia de las grandes ciudades liberales como San Petersburgo y la Rusia conservadora que no vive en grandes ciudades. También la población musulmana de Rusia es cada vez más fuerte y son sociedades muy conservadoras, como por ejemplo las poblaciones del Cáucaso. Vea a Chechenia con Kadyrov, por ejemplo. Además, hay un tema de identidad cultural, ya que sucede lo mismo con el concepto de democracia. Cada pueblo o entidad tiene derecho a tener su cultura y su civilización; no todas deben coincidir, ya que hay diferencias culturales. Por eso los sistemas políticos no pueden ser similares. Por ejemplo, Rusia no puede ser una república parlamentaria, ya que durante toda su historia ha tenido líderes muy fuertes a la cabeza. Esto es algo peculiar ruso, aunque por ejemplo EE.UU. no lo entiende. Lo mismo sucede en América Latina donde muchos países no cumplen con los estándares democráticos de EE.UU. o Europa. La idea de identidad cultural tiene mucha relación con la idea de democracia que propone Rusia.
Mi siguiente pregunta es sobre la labor y proyección de la academia rusa. ¿Crees que la academia rusa está en sintonía con el Estado ruso en cuanto a la cercanía con América Latina?
Es un tema muy complicado, con distintos componentes. Desde 2013 en Rusia se ha reformado la academia, en un proceso muy polémico. Tras la crisis de los 90, se vio que el país estaba detrás de Europa, EE.UU. y otras regiones, en cuanto a nivel académico. Esto se puede ver en distintos indicadores, que nos hacen ver que Rusia se quedó atrás. Hay un cambio con el modelo académico soviético, el cual funcionó bien anteriormente, en los años 50 y 60.
Los 90 son los de la caída de este sistema, también a nivel académico. Pero eso años después se reformó, ya que era un sistema de institutos especializados, que a su vez eran muy duros, poco flexibles y muy jerárquicos. Esto también se aprecia en la financiación de la academia. Este modelo ya existe en Europa y en EE.UU. y se está instalando poco a poco en las universidades de China. El Gobierno ruso pretende dar más peso a las universidades, como ya sucede en Europa y en EE.UU., que no tengamos institutos independientes, que colaboren y se integren en conjunto, como el Instituto de Ciencias.
Al día de hoy, ni Putin ni las élites del gobierno tienen respeto a los institutos académicos; se suele poner en duda las decisiones técnicas y científicas. Es muy difícil hacer algo en la academia sin consultar antes con el poder político. En América Latina es algo más fácil. En Venezuela, nuestra empresa principal es Rosneft, y el director forma parte de la toma de decisiones del país. En el sistema de toma de decisiones para Venezuela no se tiene en cuenta a los académicos ni a los estudiosos del contexto venezolano, por ejemplo. Es una lógica diferente donde no hay consenso, ni elementos académicos: es Rosneft quien trata de controlar los activos petroleros y, en base a eso, decide. Cada actor tiene un área de interés en la toma de decisiones de cada país en el que está presente en América Latina.
En América Latina hay académicos que están institucionalizados, pero a la vez son intelectuales porque participan en el debate público. Algunos de ellos participan en medios rusos como RT y Sputnik. ¿Crees que son los latinoamericanos los que buscan a los medios rusos para iniciar esta relación? ¿Es al revés?
En la época soviética existía un sistema de relaciones entre intelectuales reconocidos y los académicos soviéticos ligados al Gobierno. En los años 90 esto cambia. Los lazos académicos siguieron existiendo como una herencia soviética. En los 2000 Rusia entendió que necesita agentes de influencia, por ejemplo, contactos de intelectuales en América Latina. Algunos ejemplos son Andrés Serbin, que tiene muy buenas relaciones con el Club Valdai, uno de los principales think tanks de Rusia, donde incluso participa Putin una vez al año. Rusia busca a sus contactos, como por ejemplo al politólogo argentino Atilio Borón, que tiene muchos vínculos con Rusia y con partidos de izquierda. No es un agente de Rusia, pero Rusia le utiliza como un colaborador para difundir su mensaje y sus valores en América Latina. Otro ejemplo es el de la antigua embajadora de Bolivia en Rusia, María Luisa Serrano; una intelectual de izquierda, que tiene muy buenos vínculos con fuerzas políticas de Rusia.
Al mismo tiempo, si hablamos de organizaciones como CLACSO, hay que decir que es un foro de intelectuales de América Latina, pero Rusia no tiene un contacto permanente con ellos. Y es un error para Rusia, porque a mi juicio podríamos tenerlos como socios principales en América Latina. Pero Rusia tiene un problema y es que no sabe cómo trabajar con los intelectuales. En Europa también hay algunos intelectuales que simpatizan con Rusia y que tienen muy fácil la forma de establecer relaciones. Pero en América Latina es más complicado porque Rusia no conoce bien la parte ideológica de la región.
Actualmente, Rusia no está trabajando bien estas relaciones, pese a los vínculos que existen. Se están trabajando las relaciones culturales con institutos culturales que los regenta Rost Satrusnikiya (сотрудничество, significa agencia de cooperación en Rusia) y tiene 4 sedes en América Latina. En Argentina, Chile, Perú y Brasil existe la Casa de Rusia, y se está planificando abrir una en México, donde hay muchos intercambios culturales con Rusia. El jefe de esta agencia es el nieto de Y. Primakov, que suele escuchar y tener buena relación con los académicos.
‘Soft Ideology’ para la hegemonía: los nexos ruso-venezolanos
Para poder entender bien la relación entre Rusia y Venezuela hay que abandonar los conceptos más duros de la ideología y los grandes marcos ideológicos en los que encuadramos a la ingeniería social desde el siglo XIX.