“Uno nace siendo sospechoso”: tres artistas cubanos sobre el Caso Hamlet

Yali Romagoza, Raychel Carrión y Jesús Hdez-Güero comparten mucho con el artista Hamlet Lavastida. Proceden de la misma generación artística, se formaron en los mismos espacios, participaron en los mismos eventos expositivos y coincidieron en los mismos círculos de amigos. Como casi toda su generación en Cuba, sus trayectorias les han conducido a otros destinos y, desde hace años, al igual que Hamlet, han residido y trabajado en diferentes ciudades en EE. UU., Sudamérica y Europa.

¿Cómo conocen a Hamlet y qué piensan de su obra?

Yali: Conocí a Hamlet alrededor de 2007 en la Catedra de Arte de Conducta. Yo fui parte de la última graduación que tuvo la Cátedra (2007-2009). Hamlet era de graduaciones anteriores, pero debido a la naturaleza del proyecto todos sus integrantes se mantenían vinculados. Juntos participamos en diferentes exhibiciones organizadas dentro de la Cátedra como Masa Crítica, curada por Sandra Sosa en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales en La Habana; y Estado de Excepción, en Galería Habana, durante la X Bienal de La Habana. 

Ahí empezó una amistad basada en el respeto y la admiración mutua. Al mismo tiempo que mi trabajo no tiene precedentes en la historia del arte en Cuba, el trabajo de Hamlet es resultado de su experiencia como cubano, pero no tiene comparación con nada que jamás yo haya visto —hasta el día de hoy—, incluso después de haber vivido diez años en Nueva York y haber visto tanto arte. 

Pienso que la obra artística de Hamlet es poderosa, sofisticada, profunda y bella. También está el aspecto de libertad, pero el arte es libre. Es su condición primera. La obra de Hamlet ha sido consecuente desde la primera vez que vi una de sus instalaciones. 



Hamlet Lavastida y Yali Romagoza.


Uno de los aspectos que más me impresionó fue su aspecto investigativo, sociológico, antropológico, humanista. El proceso de investigación, de lectura, me pareció fascinante y raro; no toda obra requiere ese proceso constante de investigación histórica. Su conocimiento de la historia de Cuba es impresionante, dominando detalles que yo desconocía completamente. Y luego de ese constante y exhaustivo proceso de investigación, viene la ardua labor de producción de cada obra, a mano, letra por letra, plantilla por plantilla. Su paciencia y meticulosidad al hacer su obra es proporcional al amor que siente por Cuba, esa fue siempre mi impresión. También el uso del humor a través del lenguaje es transgresor en la obra de Hamlet, lo que ha sido incómodo para algunos.

Güero: A Hamlet lo conocí entre 1997 y 1998, cuando estudiábamos en la Escuela Experimental de Arte Plásticas José Antonio Díaz Peláez, más conocida como 23 y C, en el Vedado. Desde aquel entonces ya era una persona que resaltaba por su personalidad aparentemente “alocada” o “desubicada”, pero sin dudas, era todo lo contrario. 

Aunque no éramos amigos por entonces, sus dibujos y principalmente acuarelas eran de prestarle atención. En 1998 ambos nos presentamos en San Alejandro, pero resultó seleccionado solo él. Un año más tarde nos volvimos a reunir en esa institución; y tres compartimos juntos, él en pintura y yo en grabado. Teníamos amigos comunes con quienes pasábamos el mayor tiempo juntos, entre ellos el distinguido y amigo entrañable Raychel Carrión. 

El dominio de la pintura, el dibujo, la acuarela en Hamlet era en aquellos años proporcional a su gran conocimiento de la filosofía, la historia del arte, la política, y algo muy fundamental que es una virtud que pocos tenemos: la oratoria; ya fuera en un tema trivial entre tragos o para disertar de temas filosóficos. Luego, seguimos compartiendo en el ISA, donde él había matriculado un año antes; también durante la Cátedra de Tania Bruguera, donde las discusiones y debates a todos los niveles eran intensos y la libertad de pensamiento y criterios sobre diversos temas, desde los artísticos hasta los más ríspidos políticamente hablando, eran posibles. 

Las intervenciones de Hamlet eran únicas, no solo por su visión consolidada sobre la política y el arte, sino por su puesta en escena, sus gestos y su oratoria que siempre han sido destacables, algunas veces rosando “la payasada” y otra con un nivel de humor elevado. Sus “calados literarios” o su “literatura calada”, esa que muy pocos han leído en sus soportes originales como discursos y textos políticos publicados en revistas y periódicos de épocas pasadas, son tan precisos y quirúrgicos como su revalorización de la historia cubana.



Raychel Carrión y Hamlet Lavastida.


Raychel: Conocí a Hamlet en la Academia de Bellas Artes San Alejandro en 2000. Hicimos rápidamente un vínculo fuerte, tal vez por la hiperactividad que desplegábamos y la necesidad de expresión libre ante otros, yo siempre más burdo que él intelectualmente hablando. Con amigos comunes como el gran Jesús Hdez-Güero compartíamos tiempo trabajando juntos en dibujos, acuarelas y pinturas. Consultábamos bibliografía y catálogos además de compartir en nuestras casas las comidas y en la calle la espontaneidad más delirante y sabrosa. 

Luego las intensísimas charlas y discusiones en la Cátedra donde, como Yali, cursé los últimos años (2007-2009); allí lo vi consolidado y resuelto, extrayendo de su “neurobiblioteca” con una minuciosa sinapsis, sus conocimientos en historia, antropología, filosofía y sobretodo de literatura y política. En el ISA continuamos en una serie de peripecias estéticas cuya radiación sigue fuerte en mi pecho. 

Enfocado en los procesos culturales de Cuba y de otras regiones del mundo donde los cambios sociales se vieron atravesados por un lenguaje específico como el diseño, él logra magistralmente articular esa herramienta junto con textos, construyendo escenarios estéticos y conceptuales extraordinarios. Hicimos exposiciones juntos; una importante fue Estado de Excepción, en Galería Habana, durante la X Bienal de la Habana.  La meticulosa y ardua labor de sus calados hablan del profundo compromiso con la historiografía reescrita y con la labor artesanal de la que tanto hemos hablado. Esto es, el cuerpo, el brazo, la mano como extensión técnica humana y genuina en un mundo virtualizado.

La experiencia reciente de Hamlet en la Isla, su encarcelamiento, su proceso judicial de escarmiento, han ignorado fronteras que van desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos hasta la libre creación artística. Uno de los elementos por los que se le intenta juzgar resulta precisamente de la criminalización de su obra artística tendiente, como ustedes ya comentan, a intervenir en el espacio público de manera irreverente y revisionista. Me gustaría conocer de sus experiencias particulares en este sentido. ¿Cuándo y de qué modo ustedes como artistas se han sentido regulados o censurados por el sistema —también fuera de Cuba— cuando vuestro discurso ha colisionado, se ha vuelto incómodo ante los paradigmas de la cosmovisión política? ¿Cómo consideran esta labor y hasta qué punto puede ser o no el discurso artístico consciente de mayores elementos políticos, sin que llegue a ser criminalizado?

Raychel: Bueno aquí en España, todavía no he expuesto nada, pienso hacer unos performances y ahora estoy preparando una exposición de dibujos para Verona, Italia, sobre la violencia en sentido abstracto. Esto es importante para mí, pensar la violencia como tradición humana, en sentido abstracto, es decir, “La Violencia”, la preposición de o en (de esto o de aquello) es su manifestación claro está, y tal vez necesite de una nomenclatura específica para abordarlo. Me interesa más la relación entre el “símbolo” y “la cosa”, no confundirlos, creo que el límite es la palabra misma si pensamos que son conceptos.  



Jesús Hdez-Güero y Hamlet Lavastida.


Estoy de acuerdo, estoy pensando, por ejemplo, en tus dibujos, en su tremenda carga política al representar a sujetos represores vs. víctimas. En este sentido Raychel, ¿cómo consideras tus dibujos, de qué motivación parten, qué quieres expresar? Son una especie de registro cotidiano de represiones y torturas naturalizadas, tu serie Ignominia.

Raychel: La serie de dibujos empezó cuando golpearon a Anamelys Ramos, amiga mía y maravillosa persona, afectiva e intelectualmente hablando. Entonces se convirtió en una especie de activismo gráfico. Julio Llópiz, que también he abrazado fuertemente con mi corazón, me habló de que le parecía algo como Los desastres de la guerra, del gran Goya, al que tan adentro llevo. Y sí. Solo que en este sentido puedo decir que funciona como el ápice vertiginoso que es el presente, la inmanencia de la atrocidad y la abyección meticulosamente premeditada por parte del poder militar en Cuba. Es una constante, es en tiempo real, peor aún, es un pasado latente, cabal y concreto, como el horror. 

Si tomamos imágenes específicas en sentido estético y particularmente la del diseño de vestuario de los actores, la arquitectura y otros elementos, sabemos que es Cuba. Por eso otras imágenes u otras series son más universales. Necesito decir que la policía, es “La Policía”, así como “El Ejército”, “Los Ciudadanos”, “Los Humanos”, en definitiva, el poder de unos sobre otros. Con los dibujos intento narrar y reflexionar de manera directa sobre los temas humanos trascendentales. Digo de manera directa porque el dibujo es pensamiento materializado, por tanto, no es un esbozo, es conclusión abierta. La tragedia nos une; el chiste no.

Hoy los nacionalismos, que es una forma de la estupidez, y una muy muy desgraciada, están respaldando estas cosas. Es en uno de los puntos donde las ideologías se tocan, en este caso en el espíritu conservador que raya el chovinismo subcultural y jerárquico dentro de una misma nación, ese concepto tan cerrado. Esto es: la imposición de preceptos de un grupo social sobre otros y desde el poder sobre todos. Como la bandera, ese trapo ficcional con símbolos y colores, donde los incautos ponen su honor, desdeñando mi criterio sobre esto. 

Quizás en este sentido puedas reflexionar también sobre tu performance Fallas de Origen.

Raychel: En Fallas de Origen yo estaba un paso por detrás y uno por delante, también a ambos lados, de modo que esta ubicación, si se quiere “cardinal”, analíticamente hablando, era tomar una posición ante el instinto de la masa y más específicamente ante un otro. Yo intento ser mi propia apertura frente al otro. El otro también es un grupo, como yo (Walt Whitman), pero yo no soy ellos. De manera que elijo mi propio paso desafiando la inercia frente a, como me dicen aquí: “Oye, siempre quieres llevar la contraria”. Quiere decir que creen que es deliberado y caprichoso, en cambio es mi vida real, mi manera de estar en el mundo, no el ser caprichoso, sino la espontaneidad, la peripecia. 



Hamlet Lavastida – Galería.


En el caso de esta obra lo deliberado es el acto simbólico, ya no la puesta en escena. Ustedes saben cómo iba yo por La Habana, entonces no necesito hacer poses, por tanto, no puedo ser modesto, la exposición constante es mi naturaleza, es mi esencia, como el ridículo y el desatino. Luego esta obra también se puede interpretar como un acto contestatario frente al poder, por el tipo de evento (Primero de Mayo) y la locación (Plaza de la Revolución). Lo cierto es que lo he hecho en discotecas y clubes; tal vez de ahí surgió la idea inconscientemente. Una ralentización de los movimientos en medio de los acelerados beats, así como tomar con la mano el vaso con el trago e incluso intentar hablar. La fractura del movimiento físico e ideológico ese es mi cometido, cuestionar la politización de lo afectivo a través de la idea de la empatía, por la diferencia que es: nuestros defectos nos unen y no al revés, como se vive hoy.

Yali, ¿puedes comentarnos sobre tus experiencias, tus performances en La Habana y en Nueva York?

Yali: Mis primeras acciones públicas fueron en La Habana, empezaron de un modo instintivo y como protesta a la sociedad igualitaria, y mi deseo natural por defender y expresar mi individualidad. Comencé desde la adolescencia a transformar mi ropa de un modo que rompía con las normas de la sociedad, con las reglas. Estudié en la Escuela Vocacional Vladimir I. Lenin y debido a mi sensación de encierro y al fuerte reglamento a seguir, rompía el código de vestuario transformando el uniforme. Las consecuencias a mi comportamiento fueran graves, terminaron expulsándome de la escuela. 

Creo que esto fue un primer paso para comprender la fuerza del lenguaje, de comunicación a través de la imagen. Así empecé a diseñar mi ropa y a aparecer en diferentes espacios de arte, al cual iba porque era estudiante de Historia del Arte, pero fue mi proceso para luego hacer performance que es la base de mi trabajo. 

Recuerdo que mis padres se preocupaban por la manera en que me vestía para salir a la calle. Temían que la policía fuera a recogerme por escándalo público. Mis padres fueron jóvenes de los 70 y vivieron en una época de fuerte represión en Cuba. Pensar, verte diferente te mete en problemas con el Estado. En el caso de NY tomo el espacio público por sorpresa, especialmente en una serie a largo plazo que todavía me encuentro realizando: No me pongan en lo Oscuro, donde aparecemos un grupo de mujeres como mi alter ego Cuquita, la Muñeca Cubana, con trajes que incluyen penes simulados como parte de nuestro vestuario



Aparecemos en el espacio público de museos alrededor de NY denunciando la invisibilidad de la mujer latina de la diáspora dentro del circuito del arte. Si ves los live streams de estas acciones en mi cuenta personal de Instagram y te fijas cuidadosamente, puedes ver que la seguridad alrededor de la entrada de los museos se va incrementando al pasar de los minutos y está vigilado cada uno de nuestros movimientos que es ninguno, porque estamos estáticas todo el tiempo. Del Metropolitan Museum (MET) nos botaron, vino la seguridad y nos pidió que nos fuésemos porque estábamos en propiedad del museo, o sea, en las escaleras. Entonces nos movimos a la acera. 

Mi enfrentamiento a la institución es a través del lenguaje simbólico, del gesto, me interesan que las acciones sucedan y no que sean interceptadas por la autoridad, aunque siempre es un riesgo. Y cuando hablo de autoridad, me refiero a la seguridad de los museos que no tiene nada que ver con la policía. Por ello me concentro en el espacio público, la calle, la acera, donde como ciudadana y artista tengo derecho de expresarme sola o acompañada.

La institución estadounidense forma parte de lo que entendemos como supremacía occidental, en la que participan también el circuito de arte europeo. El poder es masculino y es blanco. Yo como latina, mujer e inmigrante carezco de estos privilegios. En cuanto a Cuba, en EE. UU. los circuitos progresistas o de izquierda, donde se encuentran muchas instituciones de arte, todavía la perciben con cierto romanticismo, un modelo de resistencia al capitalismo. 

No hay un verdadero deseo de entender las complejidades, los abusos que sufre el pueblo cubano por su Gobierno y por tanto el apoyo que ofrecen no tiene suficiente impacto, hay mucho silencio. También todos se benefician de explotar la miseria ajena. Cuba es como un parque de diversiones. Vienen y van a ver la extravaganza y contribuyen a que perdure la miseria. Hay otra rama de extrema derecha radical en EE. UU. que muchos identifican con el exilio cubano en Miami, con la cual, por ejemplo, un artista como yo, ni me identifico ni me relaciono. Todas estas divisiones dejan voces gritando en aislamiento.

Güero, tú has realizado recientemente intervenciones en espacios públicos donde usas fotografía y collage para representar a políticos antagónicos en sus programas, reflejando la polarización que existe en la escena española. ¿Cuál ha sido tu experiencia en este sentido con la institucionalidad? 

Güero: El arte es político per se; por lo tanto, es algo que a los políticos y a los gobiernos, más los totalitarios y dictatoriales, les preocupa con creces. Platón lo evidencia en su República…, de entonces hasta la fecha no ha cambiado mucho. No hay mayor obsesión para los políticos que controlar las libertades, cualesquiera que estas sean, y cuando uno va a realizar arte en espacios públicos, siempre te encuentras que lo “público” no es tan así. Lo “público” a nivel social no existe. Por tanto, la espontaneidad no es una posibilidad, pues ese espacio que supuestamente te pertenece, no es así, siempre le pertenece a otro, a la extensión de un negocio o una empresa, al terreno de una propiedad privada, a la municipalidad, al ayuntamiento, etc., y cuando vienes a ver te encuentras con que el único espacio “público” en el que verdaderamente puedes tener total libertad y espontaneidad de acción es fuera de la sociedad misma: en un bosque, la selva, el desierto, el océano…, donde no hay nadie y deja entonces de ser “público”. 



Hamlet Lavastida y Yali Romagoza.


Obviar o desconocer estos aspectos te conduce a acciones “ilegales” a no ser que conscientemente quieras transgredirlos y el acto en sí se convierte en un gesto de “guerrilla”, y aún no te escapas de posibles consecuencias legales y demás. La democracia en países como en los que vivimos actualmente es un Estado de derecho en el que la libertad es uno de sus núcleos fundamentales, y por ende, la libertad de expresión. Pero también es un Estado que padece momentos críticos o se les puede poner en crisis, en el mejor sentido de la palabra. 

El arte es uno de esos espacios en que se puede poner en crisis el concepto de democracia y de cualquier sistema político. Cuando te percatas que en este tipo de sociedades toda persona tiene derecho a manifestar su opinión, impresiones, juicios, creencias, desacuerdos, malestares, etc., no como principio humano, sino también legal, te sientes con poder y en un campo de acción, a veces, incalculable. 

A pesar de ser inmigrante, existen espacios donde puedes y tienes derechos a visibilizar tu presencia y pensamientos. Este proyecto fue una forma en que lo hice públicamente, en un contexto político convulso y donde se están polarizando tendencias ideológicas en el imaginario social español, específicamente durante las campañas presidenciales de la comunidad de Madrid, donde había dos figuras públicas polémicas y opuestas, casi icónicas: Isabel Díaz Ayuso —una de las figuras del Partido Popular— y Pablo Iglesias —líder del partido Unidad Podemos

El haber hecho la obra “Pablo-Díaz Ayuso”, uno de los collages pertenecientes a la serie Síndrome de Proteus (2015-2021), y llevarla al espacio público, donde los códigos de emplazamiento y recepción de una imagen son distintos a los de un espacio artístico, cualquiera que este sea, fue una experiencia con dinámicas muy intensas que quedan grabadas en el proceso de la obra. 

Como en una sociedad democrática toda o casi toda labor puede profesionalizarse, investigué los posibles lugares para pegar carteles y la forma de hacerlo lo más correctamente posible. En esa búsqueda me percaté de que existen pegadores profesionales con sus empresas para esta función. Conmigo colaboró Sergio Larrañaga, un pegador profesional de carteles desde hace veinte años. Mientras conversábamos en los momentos previos a la pega, me comentaba que existía una “guerra de carteles” en Madrid, donde los espacios “permitidos” para estos eran constantemente invadidos por nuevos pegadores con carteles distintos; es decir, el cartel que ponías ahora podía durar dos días o simplemente 20 minutos, en dependencia del lugar y la zona escogida. 

Esa dinámica de lucha, no para que se te escuche o crear un espacio para alzar tu voz, sino para que dure en el tiempo es lo que cambia en democracia, donde hay tantas cosas que decir y puedes hacerlo con libertad de maneras y formas. La lucha se traduce en lograr que se perpetúe el mayor tiempo posible porque donde existe el derecho de fijar un cartel, por ejemplo, también existe el derecho de que te lo quiten o te lo tapen con otro. Este fue, quizás, el aprendizaje mayor que obtuve de esta experiencia, más allá de la obra misma.



En la reciente detención y proceso de Hamlet se le imputa la criminalización de una idea artística, donde sugería intervenir billetes cubanos. Güero, ¿podrías hablarnos un poco de tus calados, qué sentido tiene en lo político, cuando superpones la silueta de organismos y construcciones estatales mayormente de deliberación pública como el Senado?

Güero: El proyecto con los billetes se titula Calados capitales en lugares de paso en el que vengo trabajando desde 2012 hasta la fecha, realizadas desde entonces la Serie #1: Cuba, Serie #2: Venezuela, Serie #3: Polonia, Serie #4: Estados Unidos, Serie #5: Colombia y la última hasta el momento, la Serie #6: España. 

La iconografía de monumentos y arquitecturas en los billetes constituye la expresión del trazado simbólico de una nación. El mapa imaginario de un territorio por recorrer, que incita a una trayectoria por estos lugares, “tanto para quienes se mueven en torno a estos como para aquellos que residen distantes”. Estas piezas, a nivel político, intentan transgredir el sentido simbólico y cuestionar el verdadero valor cultural, conmemorativo y estético de la identidad monumental y arquitectónica de las naciones, al ser trastocada, a través de su historia, por el sistema monetario y hacerla “consustancial a la naturaleza del dinero”.

¿Cómo ven ustedes la imposibilidad del arte autónomo e independiente en Cuba y los aleccionamientos que están ocurriendo con artistas como el mismo Hamlet?

Yali: El poder o el derecho de expresión artística libre sin censura, sin restricción o sin sanción legal no existe en Cuba. La violencia del Estado cubano contra sus artistas ha escalado de la censura a la cárcel. Es horrendo ver la criminalización del arte por parte del Gobierno cubano. 

Cuando yo era niña, en el Período Especial, no había electricidad, no había comida, no había ropa, no había juguetes, pero teníamos nuestra imaginación. Mi pensamiento era libre y con eso sobreviví, sobrevivimos. Lo que hay dentro de mí es mío. El Estado, a través del encarcelamiento a Hamlet Lavastida, está normalizando que lo de adentro tampoco es tuyo. Un violador no viola por sexo, se trata de poder y control. La analogía me parece apropiada.

Güero: En Cuba más bien hay una imposibilidad gubernamental, y por ende institucional, de reconocer el “arte independiente” o “autónomo” de corte político o que tiene un enfoque de crítica social, que disiente políticamente. Esto es propio de los sistemas políticos no democráticos y unipartidistas, en que toda producción de discursos, símbolos y textos contrarios a su visión no son aceptados como legítimos y legales, y por ello, lo desacreditan y criminalizan por todos los medios oficiales del país, al punto de llevarlos al extremo, como es el encarcelamiento. Hamlet es una víctima más, como lo es y ha sido Otero Alcántara, Maykel Osorbo, por solo mencionar nombres vinculados al mundo del arte; sin perder de vista que ya había sido criminalizado y encarcelado Ángel Delgado a comienzo de los años 90. 

Si nos trasladamos al campo de la sociedad civil, grupos opositores y organizaciones sociales independientes son los que más han sufrido las medidas represivas del Gobierno desde hace décadas, serían cientos y cientos los nombres…

Raychel: Desde el famoso discurso “Palabras a los intelectuales” ya Fidel dejó claro que “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”. Es decir, todo acto creativo, pensamiento y acción en nuestra vida queda supeditado a este dictamen. La Revolución, que es él, anula la existencia física de la escena cotidiana de aquellos que intentan pensar libremente. Es imposible realizar un arte independiente. Las instituciones están al servicio del Partido único del terror en estos sesenta y dos años. De manera que para su eternidad necesita del control mediante la violencia sobre las libertades fundamentales. La abyección ejercida por un permanente Estado de excepción normaliza el ultraje de todo tipo hacia los ciudadanos; por tanto, uno nace siendo un sospechoso. Es imposible cualquier gesto emancipatorio, ni siquiera desde las artes. El espíritu se expande siempre a escondidas.




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Hamlet Lavastida por Leandro Feal

Leandro Feal

El artista Hamlet Lavastida visto por la cámara de Leandro Feal.