“Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia (…)”.
José Martí
El pasado 19 de septiembre, en la Biblioteca Nacional José Martí, el Dr. Agustín Lage Dávila, destacado inmunólogo, y quien fuera director fundador del Centro de Inmunología Molecular, impartió una conferencia enmarcada en un postgrado organizado por el Instituto de Historia de Cuba (IHC). El curso comprende variadas temáticas en torno al tema “La Revolución Cubana”, abordadas por especialistas procedentes de formaciones diversas. Coordinado bajo la égida de la Dra. Dolores Guerra y desde la Cátedra Emilio Roig de Leuchsenring, este último jueves se trajo a colación “La ciencia y la cultura: las raíces culturales de la productividad”.
Cartel promocional de la conferencia dictada por el Dr. Agustín Lage en la Biblioteca Nacional (2024) / Imagen: Facebook / IHC.
En esta ocasión, el Dr. Lage partió de un recuento acerca de la historia de las ciencias en nuestro país, como manera de acercar al auditorio el campo de estudio. Fue muy acertada la mención a la polémica filosófica de fines del siglo XVIII en Cuba sobre la llamada Filosofía Electiva, pues no solo fue un parteaguas en la forja de las bases de un pensamiento auténtico, sino que preveía posiciones científicas y educativas atemperadas a nuestra identidad y alejadas de los cánones europeos. ¡Todo ello antes de que nadie hablase de descolonización del pensamiento! Esta escuela filosófica fue cimiento para el desarrollo del pensamiento reformista y, más tarde, el independentista, ambas elecciones realizadas por los cubanos acorde a su visión del futuro patrio.
La mención del legado de Martí en el nacimiento de un pensamiento nacional totalmente independiente, con ideas referentes a todos los ámbitos, es un sello brillante en el siglo decimonónico que llega a nuestros días. Sin embargo, el profesor Lage, en su periodización de la historia de las ciencias, da un salto inmenso y sobre todo imperdonable, desde el fin de la colonia hasta el triunfo de la Revolución de 1959. Todo el pensamiento científico producido en la etapa republicana, que no fue poco y que abarcó disímiles disciplinas dando origen a numerosas instituciones que fueron precisamente punto de partida para la etapa subsiguiente, él lo omite de un plumazo. Este no solo es su error, es el legado de una historiografía desarrollada luego del 1ro. de enero de 1959 y que tiende a omitir las riquezas del periodo republicano. Apenas hace unos años, algunos historiadores han comenzado a rectificar estas posiciones que, al parecer, el Dr. Lage aún desconoce.
Luego, el científico hace un aterrizaje más que forzoso en el pensamiento de Fidel Castro y en los logros de la etapa revolucionaria en cuanto al desarrollo de políticas estatales e instituciones que permitieron el aumento del nivel científico que precisa cualquier país en vías de desarrollo. Si bien es cierta la labor de lucha contra el analfabetismo luego de 1959, que no exclusiva de esa época, así como la construcción de numerosos centros especializados para incrementar el nivel de las ciencias, al mismo tiempo se concentra bajo control del Estado todo lo concerniente a la educación, lastrando la diversificación del pensamiento o la posibilidad de inclusiones de diversas escuelas filosóficas, por solo citar un ejemplo, para enriquecer la construcción y asimilación del conocimiento. La imposición de una sola línea filosófica en todo el ámbito investigativo y en la esfera pedagógica: el marxismo, así como el apertrechamiento conceptual desde formulaciones metodológicas extranjerizantes cerradas y propias de otras identidades, dañó sobremanera el despliegue de auténticas soluciones a las problemáticas científicas en el país.
El propio Lage explica cómo a nivel mundial las empresas cambiaron respecto a la asimilación del saber científico. Hasta los años veinte del siglo pasado eran empresas capitalistas en las que se insertaban los avances científicos obtenidos y patentados para optimizar la producción. Luego, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, el proceso tuvo una inversión direccional: las empresas pasaron a generar sus propios inventos y adelantos científicos aplicados directamente a su cadena productiva.
Sin embargo, esta inversión de ciclo empresarial para aplicar la ciencia y la tecnología es casi nula en el presente en Cuba. A pesar de que hubo un cierto periodo de aparente adelanto a partir de los resultados de la ANIR (Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores), en los lejanos ochenta del siglo pasado, en el presente es prácticamente inexistente. El Dr. Lage Dávila olvida que para que esa implementación ocurra deben no solo instrumentarse condiciones de despliegue del conocimiento y el crecimiento científico, sino también las mínimas oportunidades de que estos avances sean llevados a la práctica como parte de un ritmo progresivo de inversiones. En este punto, sin entrar en mayores detalles, cabría remitirse a la ONEI (Oficina Nacional de Estadística e Información) para constatar que los mayores rubros de inversión del país son el turismo, la industria manufacturera no azucarera y el sector empresarial inmobiliario y de alquiler. Atrás quedan, muy atrás, la ciencia y la tecnología, la educación, la salud pública, la agricultura y el comercio o la explotación de minas, otrora baluartes de la propaganda desarrollista en el periodo revolucionario.
Gráfica de “El Estado como tal” (2024) / Imagen: Facebook / Pedro Monreal.
Y es que en Cuba el cambio en las dinámicas empresariales no llegó a vertebrarse de manera independiente, ni fue generado con autonomía empresarial, justamente por la centralización y amordazamiento a que las llamadas empresas “socialistas” están sometidas por parte del Estado. De hecho, a lo largo de varios años, en las innumerables rectificaciones de errores se ha pretendido la optimización y liberalización de estos procesos a niveles empresariales de forma infructuosa. A pesar del despliegue supuestamente hecho en este sentido con el llamado “perfeccionamiento empresarial”, el Estado cubano se niega a ceder su dominio, manteniendo un férreo monopolio sobre la supuesta base de la economía: la empresa “socialista”, mientras le exige más eficiencia y rentabilidad.
Esta misma centralización estatal no permitió la diversificación en diversos renglones económicos de las aplicaciones científicas, sino solamente a través de los planes económicos del Estado, instrumentados de forma tal que ahogaron la mayoría de las veces los emprendimientos nacidos desde las iniciativas empresariales y el propio mercado. Dominadas por el Estado y por una politización extrema de los procesos económicos que cercena aún más sus movimientos e iniciativas, la empresa “socialista” ve limitado su rango de acción en la aplicación de los resultados de las investigaciones a sus procesos productivos.
Por otra parte, el Dr. Lage plantea cuestiones cardinales en el análisis de los vínculos entre la ciencia y la economía en su relación con la cultura. En este sentido, no queda clara su posición, ya que establece las diferenciaciones entre una esfera y otra a la vez que las coloca en paralelo al catalogarlas como formas de conocimiento de la realidad diferenciadas solamente desde el punto de vista metodológico. En la ciencia, el método de elaboración del conocimiento es científico y, por ende, sistemático y verificable. Mientras en el arte o en lo que inicialmente él denomina cultura (básicamente artística), el método es creativo y, por lo tanto, sintético, holístico, intuitivo y subjetivo. Son dos formas de acercamiento a la realidad que él mismo reconoce que actualmente tienen la tendencia a aproximarse entre sí, borrando incluso divergencias ostensibles.
+++“Las ciencias empíricas son conocimiento racional, sistemático, exacto y verificable. Esas son sus virtudes. Pero al mismo tiempo es analítico, parcial y reduccionista. Esas son sus limitaciones.
La cultura artística también es un reflejo de la realidad que se expresa mediante imágenes; una conjunción de experiencias, imaginación, visión y habilidad para realizar inferencias de tipo no analítico”.
Esta manera de establecer paralelo entre ciencia y cultura pudiera parecernos cierta y lo es, aunque solo parcialmente. La ciencia no es un ente o esfera aparte de la cultura, sino que es una importante parte inherente de esta, como lo es la llamada por Lage cultura artística. La cultura no es solamente la artística, sino toda forma de aprehensión de la realidad y todo conocimiento de esta y de nosotros mismos, los seres humanos todos, que genera actos de comportamiento, estilos de vida, patrones específicos que atañen o conllevan costumbres, tradiciones, creencias, valores compartidos por un grupo, los habitantes de una localidad o los miembros de una región o país. La cultura comprende así todo lo producido por el hombre tanto en el orden material como espiritual, los imaginarios, los símbolos, los lenguajes y sus especificidades, así como las relaciones que establecen los seres humanos en los procesos productivos, en las convivencias cotidianas, familiares, en todos los ámbitos sociales.
A pesar de que el conferencista reconoce por un momento el contenido real en toda su amplitud de la cultura, vuelve continuamente a separar lo científico, lo que comprenden las ciencias, como parte intrínseca de lo cultural, tanto como cualquier manifestación del arte. De ahí la ambigüedad en el análisis que hace. No obstante, en la relación entre los métodos establece disquisiciones interesantes. Tal es el caso de la pertinencia del trasfondo cultural de la pregunta científica y el contenido específicamente científico de la hipótesis.
El Dr. Agustín Lage durante la conferencia, Biblioteca Nacional (2024) / Foto: Cortesía del autor.
Mas, donde el propio contenido de lo explicitado por el profesor se torna en su contra es en dos importantes aspectos de lo que él denomina relación ciencia-cultura: por una parte, la cuestión de los paradigmas y su dinámica totalmente dialéctica, y por otra, la relación productividad y entorno cultural.
Aunque es cierto que con el pensamiento complejo la ciencia y la cultura tienden a aproximarse entre sí, en Cuba rara vez en la praxis es roto este sesgo y las ciencias se atrincheran en sus saberes (aún con su trasfondo cultural evidente), a la vez que la transdisciplinariedad queda solo plasmada en declaración de intención, mientras en las investigaciones se sigue optando por métodos tan conservadores como el histórico-lógico, por solo citar un ejemplo. A tiempos complejos, siguiendo las pautas del conferencista, corresponden problemas y preguntas complejas, lo cual no siempre es posible en nuestro país.
La cita que el Dr. Lage hace de Thomas Kuhn, si fuera aplicable en Cuba, barrería muchas de las obsoletas metodologías que aún son exigencias en diferentes universidades. El autor de Las estructuras de las revoluciones científicas fue durante muchos años casi literatura prohibida en los centros científicos y en los debates en los foros de pensamiento cubanos. Todo saber que no proveyera al científico de un método con pertenencia marxista era desterrado de las discusiones e imposible de aplicar en trabajos investigativos. La propia esencia del texto de Kuhn se asemeja a lo planteado por Lage en cuanto a que, al cambio de un entorno o sociedad en lo cultural, corresponde una nueva manera de abordar la ciencia, otra mirada y, por ende, otro paradigma. Si bien la era de la internet en Cuba ha roto el dominio casi total del marxismo como paradigma metodológico de pensamiento, aún cabría mucho por hacerse en este sentido. Todavía falta esa mirada holística que permita la restitución real de la transdisciplinariedad, algo que nuestro complejo tiempo precisa. El propio Lage nos dice: “Hay quien ve la anomalía como un problema y hay quien la ve como una oportunidad”. La ausencia de esos puntos de quiebre en Cuba, en lo concerniente al uso de metodologías consideradas inherentes al pensamiento burgués, nos ha causado un retraso de siglos respecto al resto del mundo.
Luego, el investigador hace un aparte en lo que considera los componentes culturales de la productividad científica, señalando como lo primero la motivación y la constancia. En ese sentido, para él la productividad depende de dos elementos basados en la esfera cultural: motivación y creatividad.
Entonces, si la productividad depende de la motivación de los científicos que despliegan investigaciones para mejorar este rubro en el proceso de la economía del país, es entendible que en Cuba no la haya.
Los estudios acerca de la motivación en campos como la psicología, la sociología o, incluso, la propia economía, y en aquellos circunscritos precisamente a grupos etarios fundamentales en los procesos productivos como los jóvenes, por encontrarse en las edades ideales de fuerza de trabajo útil, dan por sentado precisamente que es en estos donde hay un déficit enorme de tipo motivacional a la hora de insertarse en la sociedad y producir.
Cuba tiene aún un importante número de estudiantes universitarios, pero este decrece cada año. Si a ello se suma que de estos graduados de nivel superior y técnico-profesional solo un pequeño porcentaje llega a desarrollar su campo, y que otro número cada vez más creciente emigra por falta de motivación para quedarse en su país a ver frustrarse sus anhelos de desarrollo personal, el panorama no puede ser más desalentador.
El empeoramiento, después de la covid-19, de la crisis sistémica en Cuba y del proceso de decrecimiento económico, además de las políticas fallidas del Gobierno, han producido una movilidad creciente de profesionales de sus sectores correspondientes hacia otros emergentes, pero con mejor retribución. Si a ello agregamos el auge migratorio que desangra al país de su fuerza laboral óptima por edad y preparación, el panorama vuelve a desalentarnos. Estudios realizados hasta 2021 señalan un 27 % de los emigrantes cubanos (solamente hacia Estados Unidos) como universitarios. Habría que adicionar los egresados de las altas casas de estudio que logran emigrar fundamentalmente a México y España, como plazas importantes de continuidad de estudios de postgrado, los cuales rara vez regresan al país.
Es decir, si la motivación es el punto primero para el aumento de la productividad, no habrá oportunidad de solucionar la presente crisis en la Isla. Migración, movilidad social a sectores emergentes y falta general de motivación profesional deben ser las bases de la improductividad en nuestro futuro cercano. Los pocos que queden en Cuba para ejercer su profesión deberán no solo vérselas con bajos salarios, sino con condiciones muy precarias para poder desplegar todo su saber y crecimiento en conocimientos, aspectos estos dados precisamente por un entorno cultural cada vez más adverso.
Por último, el Dr. Lage osó mencionar al índice Gini, medida económica que da una cierta información sobre la desigualdad de ingresos y la distribución y percepción de la riqueza en una sociedad.[i] Este parámetro en Cuba es oficialmente de 0,40, lo cual es indicativo de una sociedad cada vez más desigual. Si a ello sumamos la depauperación social y la falta de capital para inversiones, luego de la explicación del científico, la esperanza no resulta alentadora, ya que la cuarta revolución industrial acaecida en los inicios del siglo XXI requeriría de sustanciosas inversiones en campos como la biotecnología, nanotecnología, robótica, etc., impensables en un país prácticamente paralizado por falta de recursos y, sobre todo, mala administración de su Gobierno.
Una de las cuestiones más interesantes del encuentro fue que el profesor Lage culminara su disertación sobre estos acápites afirmando que nuestro país no había sido fruto de un proceso de conquista, sino solamente de la transculturación. Lo más impactante fue que esto ocurriera frente a la pléyade de historiadores del Instituto de Historia de Cuba, sin que nadie intentara poner los puntos sobre las íes.
El Dr. Agustín Lage sentado al frente y, a su izquierda, la Dra. Dolores Guerra, Biblioteca Nacional (2024) / Foto: Cortesía del autor.
Nota:
[1] https://www.ifema.es/noticias/negocio/que-es-el-indice-de-gini#:~:text=El%20Coeficiente%20de%20Gini%2C%20tambi%C3%A9n,Gini%20en%20el%20siglo%20XX
Saluden a la princesa
Leo ‘Tía buena. Una investigación filosófica’ (Círculo de Tiza, 2023), de Alberto Olmos.