Wilfredo Cancio Isla: “Nada periodístico me es ajeno”

Wilfredo Cancio Isla (Sancti Spíritus, 1960) es licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana, de donde se graduó hace cuarenta años, con la tesis “El periodismo de Alejo Carpentier (1922-1966)”, y doctor en Ciencias de la Información por Universidad de La Laguna, España (1998). Más tarde, en 2010, publicó Crónicas de la impaciencia. El periodismo de Alejo Carpentier (Colibrí). 

Después de terminar su servicio militar en Cuba, laboró como profesor de toda una generación de periodistas cubanos entre 1983 y 1994. Mientras tanto, colaboró con medios oficiales como Trabajadores, donde hizo crítica de cine y teatro; Juventud Rebelde; y El Caimán Barbudo; asimismo, fue redactor y miembro del consejo editorial de la revista Cine Cubano, y dirigió una sección de la revista Revolución y Cultura entre 1987 y 1993. En esa época colaboró también como la agencia extranjera Inter Press Service (IPS).

Actualmente su trabajo principal es escritor y editor en CiberCuba. Desde su salida definitiva de Cuba, en 1994, ha laborado como periodista en varios de los medios más importantes de habla hispana en Miami: El Nuevo Herald (1998-2010) (reportero); CafeFuerte (2010) (cofundador, junto a la periodista Ivette Leyva), blog independiente de noticias e información; América TeVe (2010-2013) (productor editorial y analista de asuntos cubanos); Diario Las Américas (2013-2014) (subdirector y redactor); Telemundo (2015-2017) (productor) y Radio y TV Martí (2017-2018) (director de noticias).

En mi casa se mantuvieron los símbolos religiosos colgados en la sala, la Carta Papal en un cuadro y se hacía árbol de Navidad y Nacimiento de Reyes cada año.

Proveniente de una familia católica trabajadora —y decididamente no comunista—, Cancio terminó el preuniversitario siendo uno de los primeros expedientes de su provincia y le fue otorgada la única plaza de Periodismo que bajó para Sancti Spíritus. Sin embargo, su Comité de Defensa de la Revolución (CDR) local informó que no merecía admisión a la Universidad dada su supuesta “apatía” política.

Recuerda sus cinco años como estudiante de Periodismo en la Universidad de La Habana (1977-1982) como una época de creciente frustración por el fuerte contenido ideológico de sus clases, combinado con las marcadas deficiencias en la formación profesional y cultural. “Era un programa de estudios ortopédico y dogmático heredado de la Universidad de Lomonósov que solo pudimos sortear gracias al talento y el magisterio de algunos profesores”. En ese momento, “la carrera de Periodismo exhibía un plan de estudios que hubiera hecho las delicias de George Orwell”. No solo muchas de sus clases fueron totalmente inútiles, sino que la distribución de horas también era desproporcionada para las necesidades prácticas de los futuros periodistas, presentándoles un dilema difícil al graduarse. 

Solo la mención de algunos nombres de esas “disciplinas formativas” puede darnos una idea del reto que significaba ejercer la profesión después de cumplir una travesía tan desoladora: “Historia del Movimiento Comunista Internacional y de los Movimientos de Liberación Nacional”; “Historia Contemporánea”, que empezaba con la Revolución de Octubre de 1917 y terminaba con la construcción del socialismo desarrollado en la Unión Soviética; dos semestres de “Propaganda y Agitación”; otros dos de “Historia de la Prensa Comunista y Obrera”; tres semestres de “Economía Política del Socialismo” y otros tres de “Comunismo Científico”; como colofón, imponía el ruso como idioma único.

Un primo hermano, Jorge García-Rubio Cancio, fue protagonista de una fallida operación de magnicidio doble contra Fidel y Raúl Castro, abortada por la Seguridad del Estado en 1962.

Aunque la intención de Cancio al graduarse —una vez más como el primer expediente de su curso— nunca fue convertirse en profesor de Periodismo, se decidió a hacer cambios en este plan de estudios anquilosado cuando tuvo que ejercer como tal, después de terminar su servicio militar. “Fue un reto gigantesco para el cual no estaba preparado y del cual pretendí zafarme varias veces a lo largo de mis primeros años de estancia en el claustro universitario. Hoy pienso que fue lo mejor que pudo pasarme”.

Mirando hacia atrás, Cancio se siente gratificado por tres logros como profesor. Primero, pudo trabajar como periodista mientras enseñaba periodismo en la Universidad; “doble función” que fue enriquecedora porque el ejercicio periodístico nutría sustancialmente su labor como docente. Además, el hecho de que hiciera periodismo cultural “sin tener que formar parte o estar atado a la plantilla de un medio específico, [le] daba cierta flexibilidad para operar” que no era permitida a los periodistas fijos de esos mismos medios.


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Wilfredo Cancio Isla con sus padres, Wilfredo y Ana, en Varadero, alrededor de 1965.


En segundo lugar, pudo participar en la creación de un proceso de admisión a la carrera no ideológico que elevó sustancialmente la calidad de los estudiantes de Periodismo y, al mismo tiempo, en la transformación del plan de estudios de la Facultad con la adopción del llamado “Plan C”, que entró en vigor en 1990, creando un legado generacional de graduados modernos, ampliamente informados, intelectualmente rigurosos y teóricamente fundamentados. Así, pudo colaborar en reorientarlo hacia materias más propias de la especialidad como Teoría de la Comunicación, Comunicación y Sociedad, Periodismo Investigativo, Nuevas Tecnologías de la Comunicación para que los estudiantes tuvieran más alternativas curriculares y una estimulación intelectual y cultural más amplia. Además, dentro del contenido de las clases se incluían temas antes tabús, pero claves dentro del marco del periodismo investigativo y el movimiento del Nuevo Periodismo.

Ni mi madre ni mi padre se integraron nunca al proceso revolucionario.

No hace falta decir que este enfoque curricular “radical” y la independencia institucional provocaron muchos conflictos políticos para la Facultad de Periodismo. Por ejemplo, el Departamento Ideológico del Comité Central —encabezado por Carlos Aldana hasta 1992— intentó llenar el comité de aptitud con “periodistas de confianza”, que a su vez trataron de eliminar o condicionar políticamente la selección de estudiantes. Cancio explica que los criterios de selección preferidos por la dirección del Partido apuntaban incluso a limitar la admisión de los llamados estudiantes “flojitos”, una referencia homofóbica a los postulantes homosexuales. Sin embargo, Cancio considera la victoria exitosa de muchas de estas batallas académicas por parte de su grupo de profesores como su tercer gran logro, uno que lo gratifica hasta el día de hoy.


¿Podrías describir tus orígenes familiares y sociales? 

Nací y me crie en el seno de una típica familia de clase media cubana, como se entendía en los años de la República. Raíces españolas diversas: catalanes y asturianos por el lado materno; gallegos y canarios por el lado paterno. Tuve los mejores padres que puedan imaginarse. Mi madre era fervientemente católica y mi familia no comulgó en ningún momento con la revolución que llegó al poder en 1959. Nací en 1960 y, desde que tuve uso de razón, me vi obligado a convivir entre esos dos mundos antagónicos: la cotidianidad de mi hogar y la arrasadora realidad que se imponía en el país a marcha forzada. 

¿Qué trabajo o profesión practicaban tus padres y cuán “integrada” estuvo tu familia en el proceso revolucionario durante tu niñez? 

Mi madre fue una maestra graduada de la Escuela Normal de Santa Clara, Las Villas, y desarrolló una alta capacidad como especialista en Caligrafía y Artes Visuales. Era profesora de la Escuela de Comercio en Sancti Spíritus y perdió su cátedra por no estar integrada y mantener su fe católica. Mi padre llegó a ser novicio de los Hermanos de la Salle; fue tal vez el hombre que mejor dominó el tema del procesamiento y molinaje de arroz en todo Sancti Spíritus. Fue administrador fundador del Molino Arrocero Los Cipreses; a partir de la nacionalización, nombrado Ángel Montejo. Terminó su vida laboral allí, como oficinista y contador, reconocido por su trabajo y eficiencia. 

Pero ni mi madre ni mi padre se integraron nunca al proceso revolucionario, no militaron ni en las organizaciones de masas (CDR, FMC), y las coordenadas ideológicas en mi casa siempre estuvieron claras. Habíamos “presentado” para abandonar el país, pero nunca pudo materializarse la solicitud ni la reclamación. Ya sabemos lo que eso significaba en esos años.

Tomé la primera comunión en 1967, en medio de la peor represión y exclusión de los católicos en la vida del país.

De mi familia por parte paterna debo hacer notar que mi tía madrina estaba casada con un rico terrateniente espirituano y ambos abandonaron el país en 1960. Mi tío materno y padrino vivía desde 1947 en Estados Unidos, donde llegó a ser ejecutivo de una poderosa farmacéutica en Chicago. En mi casa se recibían cartas de ambas ramas familiares, las cuales sabíamos eran chequeadas inescrupulosamente por los filtros policiales del Correo. 

Un primo hermano, Jorge García-Rubio Cancio, fue protagonista de una fallida operación de magnicidio doble contra Fidel y Raúl Castro, abortada por la Seguridad del Estado en 1962. El caso está documentado en una película realizada por el ICAIC y exhibida en Cuba, titulada Patty Candela (Rogelio París, 1976). Mi primo pudo escabullirse, exiliarse en una embajada y salir vivo de Cuba. Era otra “mancha” de la familia que no escapaba a las autoridades gubernamentales.

¿Cuánto te “integraste” de joven y adolescente? 

Debo decir que nada de eso me impidió ser un niño feliz, con la plena atención y el cariño de mis padres y abuelos. Celebrábamos abiertamente las fechas religiosas, practicábamos la fe católica y yo tomé la primera comunión en 1967, en medio de la peor represión y exclusión de los católicos en la vida del país. En mi casa se mantuvieron los símbolos religiosos colgados en la sala, la Carta Papal en un cuadro y se hacía árbol de Navidad y Nacimiento de Reyes cada año. Se realizaba cena de Nochebuena, aunque fuera con un pedazo de carnero forrajeado o un guanajo traído por un guajiro amigo de mi abuelo, y se iba a la Misa de Gallo cada 24 de diciembre. 

Nos visitaba la presidenta del CDR para ver por qué no formaban parte de la organización. Mi padre les daba la misma respuesta de siempre: “Porque no queremos y nunca he participado en organización alguna”. 

Esto constituyó un factor muy positivo en nuestras vidas. No vivimos con doble moral. El discurso de la vida privada no lo desdoblábamos en la vida pública porque no estábamos obligados a figurar lo que no éramos para legitimarnos en la sociedad.

¿Cómo fueron tus experiencias educacionales hasta el preuniversitario?

Fui un buen estudiante, con mentores intelectuales y maestros realmente excepcionales. Mis padres estimularon mi disciplina y dedicación escolar. Mi madre fue a entregar la pañoleta de pionero que un día me colgaron; de manera que no puedo decir, como muchos de los cubanos de mi generación, que fui pionero. No sé realmente cuántos de los emigrados de mi generación en Miami pueden afirmarlo así: “Yo no fui pionero”. 

Al cerrarse las oportunidades de salida del país, la vida tuvo que continuar y mis padres consideraron que no debían obstruir mis aspiraciones de estudiar y sobresalir.

Estábamos marcados como desafectos. Pero debo decir, con absoluto apego a la verdad, que fuimos respetados; acaso porque mis padres eran trabajadores extraordinariamente cumplidores y no se involucraron en manifestaciones activas contra el Gobierno, más allá de escuchar cada noche Cita con Cuba por la Voz de Las Américas. Eso fue algo que movilizó desde temprano mi afición por escuchar radio en un hogar donde no había ya televisión. El viejo televisor Zenith, desde 1954 en la casa de mis abuelos, se había descompuesto y mi familia optó por refugiarse en la lectura y la radio. Mi abuela dejó de ver televisión, decía, desde que había salido el Che Guevara explicando el racionamiento de los productos alimenticios. 

Al cerrarse las oportunidades de salida del país, la vida tuvo que continuar y mis padres consideraron que no debían obstruir mis aspiraciones de estudiar y sobresalir. Tuve que ser excesivamente dedicado en los estudios, pues no tenía militancia en la Juventud Comunista (UJC). Pero a los 14 años sí me alistaron en los CDR; el primer cederista de la familia de cinco, contando a mis dos abuelos maternos. Por supuesto, me enrumbé en la enseñanza doctrinaria de esos años y tuve muy buenos resultados, particularmente en Matemáticas y Ciencias. Al terminar el preuniversitario era uno de los primeros expedientes de la provincia y obtuve la única carrera de Periodismo que se otorgó ese año de 1977 en Sancti Spíritus, no sin antes recibir los cuestionamientos de la dirección del CDR, que comunicó en una “verificación” que yo no merecía ir a la Universidad porque “era apático”. 

¿Por qué decidiste estudiar Periodismo en la Universidad?

Tuvo que ver con mi pasión inicial por el béisbol y por el deporte en general. Empecé por convertirme en anotador oficial de béisbol, algo que hacía con bastante conocimiento y destreza. Fui el anotador más joven del entonces regional Sancti Spíritus y eso me llevó a ser corresponsal deportivo, empezar a enviar notas y luego iniciarme como comentarista de la programación deportiva de Radio Sancti Spíritus, gracias a la generosidad de dos pilares, dos maestros ejemplares: Arnaldo Prado y Alberto Águila. Fue realmente muy generoso acoger a un adolescente de 14-15 años a hablar de pelota, boxeo, ciclismo y ajedrez en una programación radial. 

Hasta ese momento estaba orientado a estudiar Medicina, Ingeniería Civil, Física Nuclear o Matemáticas. Pero la seducción del deporte y el periodismo pesaron más a la larga, con el aliento de todos mis compañeros y vecinos que insistían en que esa era mi vocación natural desde niño, cuando hacía relatos de cuentos de barrio, bodas y otros sucesos de la comarca espirituana.


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Wilfredo Cancio Isla junto a José Antonio Evora y Rigoberto Rodríguez, en la beca de F y 3ra, en La Habana, en 1977.


¿Qué te atraía de la idea de ser periodista en un país como Cuba?

Tenía ya los antecedentes de mis andanzas como corresponsal deportivo y las prácticas radiales, de manera que tuve la ilusión de formarme como tal y ejercerlo. Es lo que pensaba a los 17 años. Desde la perspectiva del tiempo, reconozco que los resultados académicos y el respaldo que tuve para obtener la carrera me hacían sentir entusiasta. Asumí orgánicamente esa formación, a pesar de que tuve familiares y mentores lúcidos que pusieron desde temprano en mis manos lecturas críticas del socialismo, dos de ellas todavía inolvidables: La gran estafa, de Eudocio Ravines, y China, el otro comunismo, de K. S. Karol. Se lo debo a Francisco Naumann, primo hermano de mi madre y hombre que merecería una película por sus inventos y genialidades en la electrónica. 

Pensé dedicarme al periodismo deportivo, pero también tenía intereses en el mundo de la cultura.

Debo decir que los estudios de Periodismo, cumplidos los dos primeros años de la carrera, comenzaron a resultarme escabrosos por la carga ideológica, los deficientes contenidos de la enseñanza profesional y las escasas horas lectivas de formación cultural. Era un programa de estudios heredado de la Universidad Lomonósov, ortopédico y dogmático, que solo pudimos sortear gracias al talento y el magisterio de algunos profesores. Fui el primer expediente de mi curso en la graduación de 1982. Comprendía la realidad de la prensa estatizada y resultaban reveladoras las inmersiones en la prensa de la República en la Biblioteca Nacional, que fue parte esencial de mi despertar en muchas cosas. 

¿Cómo llegaste enseñarlo a nivel universitario?

Pensé dedicarme al periodismo deportivo, pero también tenía intereses en el mundo de la cultura. No iba a ser profesor, no era algo pensado. Pero un giro imprevisto en mi ubicación laboral, y acaso providencial, me llevó a asumir una plaza de profesor de la Facultad de Periodismo, que no estaba para nada en mis planes. 

Así que, de editor de la revista Cuba, en Prensa Latina (que fue la ubicación nominal), pasé súbitamente a profesor de muchos de mis hasta entonces compañeros de carrera. Fue un reto gigantesco para el cual no estaba preparado y del cual pretendí zafarme varias veces a lo largo de mis primeros años de estancia en el claustro universitario. 

Hoy pienso que fue lo mejor que pudo pasarme.

¿Cuál fue tu primer puesto laboral como periodista en el sector oficial/estatal? 

Mi único puesto laboral en Cuba fue como profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana entre 1983 y 1994. Antes de asumir la vida laboral tuve que pasar un período de servicio militar como teniente de infantería en una unidad de tanques en Quemado de Hilario, en Santa Clara; una experiencia que fue definitiva para cobrar conciencia de muchas experiencias dramáticas de Cuba, desconocidas para mí hasta entonces. También fue un momento de giro en mi percepción de lo terrible que escondía el manto propagandístico del sistema. Pero eso es tema para memorias. 

Creo que lo más gratificante fue mantenerme en la doble función de profesor y periodista.

Paralelamente a la actividad académica, desarrollé una intensa labor periodística, como crítico de teatro y cine, en las principales publicaciones culturales del país. Acepté la plaza de profesor con la condición de que tenía que mantenerme ejerciendo el periodismo y eso lo mantuve a capa y espada hasta el final. Como crítico de cine viajé a festivales en Bulgaria y Colombia e integré jurados internacionales como el de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI). Con el teatro estuve en la comisión organizadora del Festival Internacional de Teatro de La Habana en 1987. Gané también un premio de investigación de la Fundación Carpentier en 1990.

Creo que lo más gratificante fue mantenerme en la doble función de profesor y periodista. El ejercicio periodístico nutría sustancialmente mi labor como docente. Había un lado de formación, investigación y rigor académico que me imponía la cátedra, y, a la vez, una práctica que legitimaba mi función docente. Creo que el crecimiento como profesor y como periodista estuvo ligado a esa doble condición, que me llevó horas de desvelo, pero que me hizo madurar en ambos campos. 

Ser profesor de la principal universidad del país, siendo muy joven, me obligó a ponerme metas de superación muy altas, incluso impensables en mi etapa de estudiante. A la vez, hacía periodismo cultural sin tener que formar parte o estar atado a la plantilla de un medio específico, lo cual me daba cierta flexibilidad para operar.

¿Cómo describirías tu experiencia de ser profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana? 

Mi consolidación como profesor del claustro se materializó en la confianza de mis colegas y en mi participación en dos tareas que creo fueron aportes de mi paso por la Facultad: mi contribución en la Comisión de Ingreso a la especialidad y mi participación en la transformación del plan de estudios de la especialidad, el llamado Plan C, que comenzó a aplicarse plenamente hacia 1990.

Los criterios de las altas esferas del Partido Comunista llegaron a tratar de limitar el acceso de estudiantes “flojitos”, en vergonzosa alusión a aspirantes homosexuales. 

En la Comisión de Ingreso tuve a mi cargo la conformación de metodologías y exámenes. Fue un trabajo agotador a nivel nacional, pero muy reconfortante y esencial porque, entre 1985 y 1992, tuvimos en nuestras manos la opción de seleccionar estudiantes de talento excepcional, de acuerdo a sus reales potencialidades para la profesión, sin sobrevalorar las posturas político-ideológicas del aspirante y las calificaciones de expediente de preuniversitario, que no siempre eran indicativas de conocimientos y destrezas pertinentes. 

En cuanto al nuevo plan de estudios, fue una oportunidad para cambiar radicalmente el rumbo de la especialidad y fortalecerla con asignaturas y variantes docentes más acorde con el periodismo y la comunicación moderna, dándole más alternativas al estudiante. Fue el momento de introducir a toda capacidad la Teoría de la Comunicación, que tuvo en el profesor Rafael Rivera una columna invaluable, y los talleres de periodismo de investigación; a la vez que se suprimieron materias de “descarga histórico-ideológica” que cubrían buena parte del currículo sin justificación. 

¿Hubo conflictos político-ideológicos durante tu estancia como profesor? 

Sí, hubo conflictos y momentos muy difíciles. La cierta independencia que iba cobrando la Facultad, la presencia de estudiantes más exigentes y críticos, y el papel autónomo de la comisión de ingreso, fueron caldos de cultivo para controversias y dilemas que gravitaron y terminaron afectando el desempeño docente. 

El Departamento Ideológico del Comité Central tomó cartas en el asunto para “reforzar” la comisión de ingreso con “periodistas confiables” de las provincias, quienes trataron de eliminar y condicionar con criterios políticos la selección de los aspirantes. Los criterios de las altas esferas del Partido Comunista llegaron a tratar de limitar el acceso de estudiantes “flojitos”, en vergonzosa alusión a aspirantes homosexuales. 


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Wilfredo Cancio Isla entrevistando al actor Klaus Maria Brandauer en La Habana, en 1987.


Fue una batalla enconada, que sorteamos con firmeza en el grupo central de la Comisión, aunque no tengo la certeza de que en ciertas selecciones encargadas a los grupos supervisados por la Facultad de Oriente no se hayan cometido desmanes e injusticias.

No escribí para medios independientes en Cuba; solo colaboré con dosieres especiales para la agencia IPS.

El detonante para la Facultad fue la reunión de los estudiantes con Fidel Castro en octubre de 1987, lo que desató una verdadera cacería de brujas, purgas y ajustes de cuentas en los colectivos estudiantiles, las aulas y la dinámica del claustro profesoral. Ojalá alguna vez —espero— podamos ver la grabación que se conserva celosamente en las bóvedas del Consejo de Estado para comprender la dimensión de aquel encuentro de largas horas, nuestra “Batalla de Hernani” en el periodismo cubano.

¿Fue agradable o desconcertante ser profesor de periodismo? 

Estoy orgulloso de los estudiantes que contribuí a formar, pensantes y alertas. Hay un criterio distorsionado, que se continúa repitiendo en muchos sectores fuera de Cuba, sobre la formación de periodistas. Por supuesto, hay de todo en el saco. Pero mucho de lo que pasaba en las aulas dependía del profesor. Y en las clases, en los talleres de periodismo y en las investigaciones desplegadas, se pusieron en práctica muchas iniciativas desacralizadoras, se penetró en zonas tabús para el discurso oficial, se desempolvaron las figuras del periodismo de la República, se sacaron a la luz historias sepultadas del pasado, se produjeron tesis de grado con alto nivel de cuestionamiento al estado de la prensa cubana, etcétera. 

En general, los estudiantes sabían que la situación de la prensa era lamentable y que, al graduarse, tendrían ante sí un escenario de contradicciones enormes. 

Pienso que fue una etapa de transformaciones y desafíos, al menos en los doce años de trabajo que dediqué a la enseñanza del periodismo en Cuba. Puedo asegurar que las satisfacciones fueron más que los desaires, a pesar del contexto político desfavorable. Quiero pensar que mi contribución como docente del periodismo en Cuba no fue en vano y pudimos avanzar en múltiples iniciativas, proyectos, investigaciones, que dejaron alguna huella en mis alumnos, hoy repartidos por el mundo. Recibo mensajes de decenas de alumnos, desde Cuba o en la diáspora, y resulta de profunda satisfacción para mí el agradecimiento por los empeños y los sueños que compartimos en las aulas.

¿Por qué dejaste el periodismo oficial y llegaste a trabajar en los medios no-estatales o independientes? 

No escribí para medios independientes en Cuba; solo colaboré con dosieres especiales para la agencia IPS. A la vez, no haber sido nunca plantilla fija de un medio oficial me dio cierto grado de distancia para no asumir los compromisos y las orientaciones que no me eran afines. De hecho, creo que algunas entrevistas y artículos que publiqué como autor o ayudé a incluir como editor en los medios estatales pudieron pasar argumentos e ideas nada coincidentes con el discurso predominante. Muchos de ellos conservan aún su valor periodístico e histórico.   

Las razones de su fundación las he descrito antes. Yo estaba dejando El Nuevo Herald, inconforme con los rumbos del diario, su descarriada política editorial y su incompetente dirección.

¿Tú has participado en la fundación de un medio independiente cubano? 

Mi única labor fundacional de medio independiente ha sido CaféFuerte, creado el 5 de julio de 2010, junto a la periodista y editora Ivette Leyva, quien fue la gestora de la idea. Actualmente el sitio está en fase de reestructuración, luego de un largo período de inactividad. 

¿Por qué decidieron fundar este medio y cuáles factores económicos y tecnológicos lo facilitaron? 

Las razones de su fundación las he descrito antes. Yo estaba dejando El Nuevo Herald, inconforme con los rumbos del diario, su descarriada política editorial y su incompetente dirección, y me iba a la producción de televisión. Sentí que podía seguir aportando en la cobertura de temas cubanos y que en televisión no iba a poder desarrollarlos de la manera en que pretendía. 

CaféFuerte nació, así, como un sitio independiente de noticias e información, con el propósito de cubrir la actualidad de Cuba y Miami. El objetivo era penetrar con una visión propia en zonas del acontecer noticioso y producir contenidos únicos que no estuvieran en otras publicaciones. Creo que en eso radicó su esfuerzo de distinción hasta que pudo mantenerse con la dinámica original: buscar la información —o el ángulo y la complejidad de la información— que no estuviera en otros sitios impresos o digitales. 

Aprovechamos la explosión del fenómeno blogger y alternativas tecnológicas comunes para su impulso inicial. Era un sitio muy simple, sin grandes complejidades. Se hacía con dos redactores/editores que laboraban en el sitio a medio tiempo, más exactamente sacando horas del sueño, pues cada cual tenía otros trabajos y responsabilidades laborales. 

En estos momentos CaféFuerte se ha rediseñado y espero poder reanudarlo como una bitácora personal.

El enfoque o línea editorial priorizó la información más completa, toda aquella que generalmente tiene otro enfoque o está bajo censura —más o menos solapada— desde la prensa estatal en Cuba. No hubo línea política definida, ni espacio para la propaganda política de ningún bando. 

¿Cuáles han sido los obstáculos más importantes en este proceso tanto en aquel entonces como ahora?

Como trato de decir, fue una publicación hecha a pulso y voluntad, sin absolutamente ningún respaldo financiero, sostenido por los ingresos personales de sus editores. En siete años que se mantuvo cubriendo la actualidad noticiosa se recibieron donaciones por ¡$75 dólares! Ya sabemos cómo son los financiamientos por estos lares, marcados por el politiqueo, las palancas de los amigotes, los grants de clientelismo, casi siempre destinados a proyectos disfuncionales. 

Eso quizás nos hizo completamente independientes. Así se mantuvo CaféFuerte por siete años y luego quedó inactivo, pues en mi nueva responsabilidad laboral, asumida en 2017, podía representar un conflicto de intereses. En estos momentos se ha rediseñado y espero poder reanudarlo como una bitácora personal, abierto también a las colaboraciones de amigos e interesados, pero sin la presión de la inmediatez noticiosa.


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Wilfredo Cancio Isla durante la entrevista con el campeón Kid Gavilán en Hialeah, en 2001.


¿Participaste en el fenómeno blogger? ¿Cuál fue el impacto de esta experiencia en ti?

Como ya dije, CaféFuerte es un hijo legítimo del fenómeno blogger. No fue hasta 2012 que hizo un cambio de formato para poder admitir Google Ads y poder ingresar algún dinero que permitiera al menos los pagos mínimos de mantenimiento del sitio, llamadas telefónicas o darle apoyo simbólico a un colaborador en Cuba, como la recarga de su teléfono celular. Tuvimos momentos de colaboración con Havana Times, pero a nivel de compartir artículos de producción propia. Con otras publicaciones del fenómeno blogger no he tenido la más mínima relación.

En términos de redacción, producción y edición. Nada periodístico me es ajeno.

¿Podrías describirme tu trayectoria como periodista a través del tiempo, tanto en Cuba como en el extranjero? ¿Cuáles han sido los medios con que has publicado o trabajado como productor y como han ido cambiando tus colaboraciones periodísticas? 

Mis funciones en el periodismo han sido diversas desde que hice mis primeras incursiones como corresponsal deportivo en Vanguardia, en 1974, a los 14 años. A estas alturas de mi desempeño periodístico he hecho casi todo en todos los medios, en términos de redacción, producción y edición. Nada periodístico me es ajeno.

En Cuba colaboré con medios oficiales y con la prensa extranjera. Fui periodista en el diario Trabajadores, donde hice crítica de cine y teatro. Dirigí una sección de 22 páginas como editor y redactor en la revista Revolución y Cultura entre 1987-1993. En esa época colaboré también en el diario Juventud Rebelde y el mensuario El Caimán Barbudo, y fui redactor y miembro del consejo editorial de la revista Cine Cubano. Además, fui colaborador de la agencia Inter Press Service (IPS).

Actualmente, trabajo como editor de CiberCuba. Mi primer empleo en la prensa de tiempo completo fuera de Cuba fue como reportero del diario El Nuevo Herald, en Miami, a partir de 1998, pero desde mi llegada a Estados Unidos en 1994 fui corresponsal de Radio Bilingüe (California), y de las agencias AFP e IPS, y colaboré con la sección cultural de El Nuevo Herald. Además, he trabajado como periodista, productor y editor en América TeVe (2010-2013), Diario Las Américas (2013-2014), Telemundo 51 (2015-2017) y Radio y TV Martí (2017-2018). 

Lo que significa la emergencia de un periodismo independiente en la sociedad cubana es la ruptura del monopolio informativo.

¿Qué opinas de la prensa oficial? ¿Cómo podrías describírmela? 

La prensa oficial es un cuerpo orgánico de propaganda gubernamental, distorsión informativa y estereotipos ideológicos en función de la conducción política del país. Es un fenómeno existente en Cuba desde la estatización de los medios de comunicación en 1960 y no ha sido desde entonces otra cosa que un instrumento totalitario de la cúpula de poder, bajo la tutela del Partido Comunista y su Departamento Ideológico, ahora dirigido por Rogelio Polanco Fuentes; que, siempre me gusta recordar, es la cara opuesta a su primo célebre, el escritor Reinaldo Arenas.

¿Es monolítica o tiene luces y sombras?

Obviamente, dentro de ese mosaico de publicaciones oficialistas hay zonas de interés temático y maniobrabilidad de discursos. Está claro que el Granma es el bastión de la información oficial y que en la pirámide pueden hallarse periódicos, revistas y sitios con diferenciación e identidad propia. Pero ya sabemos que todo responde a un vértice estratégico y concéntrico de difusión, ajeno a los valores de autonomía editorial, verificación y contraste de fuentes, libertad de opinión e independencia de gestión. 

¿Qué es lo que diferencia fundamentalmente al periodismo independiente del periodismo oficial? 

Lo que significa la emergencia de un periodismo independiente en la sociedad cubana es la ruptura del monopolio informativo. La propuesta de una visión otra de la realidad, una fractura con el relato monocorde de la información sesgada y manipulada, lo que moviliza una actitud diferente en los potenciales destinatarios. Significa mantener una línea editorial sin dependencias a grupos, tendencias, intereses políticos, valoraciones ideológicas, que puedan determinar la no publicación de un texto o la no cobertura de un acontecimiento.

Cualquier esfuerzo de autonomía te estigmatiza como un enemigo político.

¿Cómo comparas sus condiciones de trabajo?

Al no tener personalidad jurídica reconocida, el periodismo independiente cubano se encuentra en absoluta vulnerabilidad, sin acceso a eventos de jerarquía en el país, sin acreditación ni reconocimiento operativo. Y eso, por supuesto implica condiciones de trabajo de mayor rigor para el ejercicio profesional al margen de las determinaciones y los controles del Estado

Ejercer el periodismo independiente en Cuba supone una precariedad permanente, que comporta la exclusión, el asedio y la falta total de garantías legales. 

Ejercer el periodismo fuera de la oficialidad en Cuba le convierte a uno en una suerte de “disidente” a los ojos del Estado, aun cuando esta no es la intención del periodista. ¿Cuál es la diferencia entre un periodista independiente y un disidente, opositor o activista? ¿Es posible ser ambas cosas al mismo tiempo?

Esa no fue mi experiencia personal, pero con posterioridad he seguido, registrado y reflexionado sobre el particular fenómeno del periodismo independiente y la disidencia política. En una etapa fue parte de mi labor (2001-2009) como relator de Cuba ante la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). 

En efecto, bajo un sistema de control verticalizado y una concepción utilitaria de la información como los existentes en Cuba, cualquier esfuerzo de autonomía te estigmatiza como un enemigo político. En el caso cubano, las primeras manifestaciones de periodismo independiente surgieron cobijadas por el movimiento de derechos humanos y la oposición política dentro de la Isla, de manera que a veces resultaba trabajosa la decantación entre periodistas y disidentes. 

Creo que, de alguna manera, todos los que ejercimos o colaboramos en la prensa oficial padecimos la censura o asumimos la autocensura.

No desconozco que las primeras iniciativas de prensa independiente, a finales de los años 80, estuvieron protagonizadas por figuras con un aval profesional en el periodismo, como fueron los casos de Raúl Rivero, Yndamiro Restano, Bernardo Márquez Ravelo, Manuel Vázquez Portal y otros; pero su accionar en el escenario cubano se produjo en estrecho vínculo con el activismo cívico y los reclamos fundamentales de expresión y asociación, que eran pilares del movimiento disidente.

De hecho, se canalizó mucho activismo político desde el periodismo y las filas de la prensa independiente se reforzaron con la incorporación de no pocos activistas y opositores, sin más antecedentes en la comunicación que la voluntad de expresarse. Por tanto, esta relación de vasos comunicantes entre periodismo y activismo político está en los propios orígenes de la prensa independiente cubana y se prolonga hasta nuestros días en contribuyentes de publicaciones y sitios digitales. No digo que sea el panorama profesional ideal, pero la realidad es que muchos han desarrollado ambas funciones simultáneamente, por vocación o necesidad, a veces sin tener conciencia plena de ello. Y, cuando se hace con honestidad y sentido de responsabilidad ante tu gente, es válido.

En la actualidad, el desarrollo de manifestaciones independientes dentro de Cuba está impulsado por un incremento de profesionales formados, la diversificación temática de sus contenidos y el acceso a las nuevas tecnologías de la información. Me parece que el periodismo independiente vive un momento de fortalecimiento, proyección y alcance global como nunca antes en su historia, de ahí las desmedidas reacciones gubernamentales para desacreditarlo.    



Portada del libro de Wilfredo Cancio Isla sobre el periodismo de Alejo Carpentier, publicado en 2010.


Cuba tiene una historia larga de censura y autocensura de la prensa —incluso antes del triunfo de la Revolución—. ¿Profesionalmente la has sufrido o has tenido que ejercer la censura o la autocensura? 

Creo que, de alguna manera, todos los que ejercimos o colaboramos en la prensa oficial padecimos la censura o asumimos la autocensura. Al menos los periodistas que éramos conscientes de los mecanismos de control informativo (directos, indirectos o circunstanciales) que condicionaban nuestra creación. Creo que el gran reto profesional es tratar de aprovechar las características de un director, el perfil de una publicación, el desenlace imprevisto de una situación noticiosa, para presionar las compuertas de la censura y tratar de trascender los límites impuestos. 

Los dos actos de censura que más recuerdo, en mi caso, tuvieron que ver con temas de cine.

Publiqué en Cuba entrevistas y artículos que nunca pensé iban a autorizarse de manera íntegra, me cohibí de escribir otros a sabiendas que no tendrían cabida siquiera en las menos escrutadas publicaciones culturales y peleé por sacar colaboraciones de otros colegas que ponían el dedo sobre la llaga en asuntos álgidos o incómodos para el discurso oficial. A veces lo logré; otras no. 

¿Podrías describirme tus experiencias con la censura con más detalles?

Los dos actos de censura que más recuerdo, en mi caso, tuvieron que ver con temas de cine. Uno fue una entrevista al realizador Humberto Solás, en 1988, a la que se le suprimieron ocho de sus 20 cuartillas, limpiándole todo lo que la directora de la revista Revolución y Cultura consideró “potencialmente problemático”. El otro, un artículo cortado a pura voluntad por Alfredo Guevara, quien incluso tuvo a bien incorporarle, a manera de cierre, fragmentos de un discurso suyo sobre el filme Fresa y Chocolate. De ambos incidentes hay aún testigos vivos. Pero, sinceramente, son episodios insignificantes en comparación con otras experiencias de prohibición en esos años.

Otro capítulo que quizás resulte ilustrativo es la censura aplicada a uno de los reportajes realizados en un barrio marginal de La Habana por dos de mis estudiantes, fruto de un taller de periodismo de investigación en la Facultad de Periodismo. Se había acordado con el diario Juventud Rebelde que sendos reportajes producidos en el taller de investigación se publicarían allí. El reportaje en cuestión subió hasta la oficina del entonces vicepresidente Carlos Lage y regresó meses después con la negativa oficial. 

¿Cómo describirías el ecosistema o el espectro de los medios independientes cubanos? 

Es un mapa que se ha diversificado y enriquecido sustancialmente durante la última década. Si algo me parece importante resaltar es que el movimiento ha cobrado una conciencia profesional y ha rebasado el tradicional periodismo de denuncia para ganar en dinamismo, capacidad expresiva, empeño investigativo y amplitud temática. 

Lo que los une es una necesidad de testimoniar una realidad que está desterrada en la prensa y romper el control hegemónico de la información.

Cuando hablo de conciencia profesional me refiero al empeño por llenar los vacíos informativos de la sociedad cubana, indagar más allá de las puertas cerradas y los cotos vedados del oficialismo, y posibilitar el hecho comunicativo con rigor, sin las amarras de la retórica y la propaganda. Es un camino que se está transitando con resultados apreciables, en individuos y publicaciones, dentro y fuera de Cuba. 

¿Cómo se distinguen entre sí y cuáles son las características que los unen y cuáles los diferencian o separan uno del otro?

Lo que los une es una necesidad de testimoniar una realidad que está desterrada —o cercenada— en la prensa y romper el control hegemónico de la información que marcó el espacio público cubano por décadas. Por supuesto, hay intereses que marcan la diferencia de acuerdo la línea editorial de la publicación, las prioridades informativas y/o temáticas, el público al que se dirige, la cercanía con grupos, organizaciones o movimientos, el patrocinador, los ingresos disponibles, la red de reporteros, las urgencias del tráfico cibernético, etc. Creo que es un ecosistema activo y creciente.

Durante un tiempo se enfatizó el hecho de que algunos blogs y después medios independientes se hicieran “desde Cuba”, mientras otros se hacían “desde afuera”. ¿Para ti, todavía tiene importancia o relevancia esta distinción? 

Para mí eso es una distinción superada por la realidad y carece de relevancia. El único matiz que habría que ofrecer es que había más dificultades para operar un proyecto desde dentro por los obstáculos y el acoso a que suelen estar sometidos los periodistas y editores que laboran desde dentro. Pero creo que el incremento de las tecnologías de comunicación, la diversificación de los soportes y aplicaciones, el acceso a servidores foráneos, la digitalización del periodismo y la dinámica de las redes sociales han desmoronado esa barrera. 

En realidad, el dinero que demoniza el gobierno cubano es el que no pasa por su control y distribución.

Claramente, siempre es beneficioso tener una sala de redacción, corresponsal u observador in situ, pero la cobertura independiente de asuntos cubanos se ha diseminado globalmente y para nada está hoy determinada por la dicotomía “desde dentro” / “desde afuera”. El uso adecuado de esas oportunidades tecnológicas y las redes sociales es otro asunto que tiene que ver con la calidad de la producción informativa, pero ese es otro tema y bastante espinoso.

En todo el mundo el modelo de la financiación de los medios está en crisis. En Cuba, además, hay un discurso oficial de que los medios y periodistas independientes son “mercenarios” porque cuentan con financiación alternativa. ¿Cuál es tu valoración de este debate?

Este es un viejo de debate, que constituye un elemento de satanización del discurso oficial cubano contra todo lo alternativo y disonante. Durante años esa ha sido una táctica recurrente: acusar de demonios a todos los que reciben dinero para sustentar sus proyectos, cuando en verdad es que entidades y organizaciones bajo la égida oficial también lo reciben, a veces de las mismas fuentes. 

En realidad, el dinero que demoniza el gobierno cubano es el que no pasa por su control y distribución, o el que se destina a financiar proyectos o publicaciones que no sintonizan con el discurso hegemónico del poder. Desde esa perspectiva, el dinero más cuestionado es el proveniente de entidades estadounidenses con la USAID y la NED, que en los últimos años han dado un impulso decisivo a varios sitios independientes sobre asuntos cubanos.

Es absurdo pensar que periodistas, agencias y medios independientes puedan sobrevivir sin ayuda, cortadas todas las alternativas de ingresos dentro del país.

El tema del dinero entendido como “instrumento de perversión ideológica” está tan entronizado en las estrategias de descrédito que los voceros y libelos oficiales no tienen recato en atribuir fondos y financiamientos desde Washington sin poder demostrar una sola prueba. Acusaciones como esa las recibió en su momento CaféFuerte y las está recibiendo ahora CiberCuba, que ha practicado un modelo de gestión privada sin depender de ninguna contribución gubernamental o pública.

Como sabemos, el periodismo global atraviesa por una crisis de financiamiento desde los años 90, cuando el modelo tradicional de ingresos por ventas y publicidad colapsó, obligando a la reducción de las salas de redacción, la pérdida de los equipos y proyectos de investigación, y la pérdida o limitación de las ediciones impresas. La irrupción de Internet influyó en ese cambio, pero el problema venía acumulándose desde antes, con la subordinación de los periódicos y los medios audiovisuales a la visión de los publicistas y los contadores, en detrimento de la jerarquía de lo periodístico. 

En el caso de Cuba, la minimalización de la prensa oficial se produjo desde la arrancada de los años 90, pero por otra razón muy diferente: la crisis económica que paralizó al país tras la desaparición del campo socialista y los subsidios soviéticos. Justo en ese momento, la prensa independiente comenzaba a proliferar.


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Wilfredo Cancio Isla junto a su hijo Daniel Cancio-Leyva, su «mayor orgullo».


Es absurdo pensar que periodistas, agencias y medios independientes puedan sobrevivir sin ayuda, cortadas todas las alternativas de ingresos dentro del país. De modo que ese financiamiento necesario no es lo que me preocupa, menos lo que cacaree la propaganda oficial, que es financiada por el erario público. 

Lo que sí son lamentables en muchos casos —y por muchos años— los criterios de asignación y uso de esos recursos financieros. En el caso de los fondos que provienen del gobierno de Estados Unidos a través de la USAID y la NED, los ejemplos de asignaciones injustificadas y dilapidadas en proyectos no siempre efectivos, impulsadas por preferencias políticas, amiguismo y decisiones a veces inexplicables, son suficientes. Y este es un asunto clave. 

El patrocinio único del Estado no deja margen a líneas editoriales apartadas de la instrumentación política.

Como único puede ayudarse a paliar estas pifias es con un sistema de escrutinio y supervisión del proceso de asignación de fondos y un ejercicio de transparencia en el uso del dinero, con reportes periódicos, por parte de los medios independientes. Este es un ejercicio que debe ser asumido como práctica de rigor, pensando también en el funcionamiento futuro de los medios en una Cuba democrática.

Como periodista, ¿cómo aseguras que tu contenido periodístico y los enfoques de tu reportaje sobre Cuba no están influidos por los intereses de los patrocinadores del medio? O sea, que la línea editorial del medio sea realmente independiente de los intereses de los que dan el financiamiento y que no dicte, determine o tenga demasiado influencia sobre tu cobertura como periodista individual?

Creo que este es un asunto esencialmente profesional, deontológico. Se trata de deberes profesionales que tienen que ser incorporados para poder cumplir el trabajo de la manera más equilibrada y eficaz, sin perder la intencionalidad que está detrás de toda producción informativa. Dentro del periodismo cubano oficial esta discusión es improcedente, porque ya sabemos que el patrocinio único del Estado no deja margen a líneas editoriales apartadas de la instrumentación política, aunque pueda haber algunos ejemplos aislado de contenido profesional valioso. 

En cuanto a mi experiencia en el periodismo ejercido fuera de Cuba, puedo decir que he estado en sintonía con la proyección de la línea editorial respecto al tema cubano de los medios donde he trabajado y, salvo algunas diferencias muy puntuales, no he sentido la interferencia del patrocinio para dictar las pautas de lo que debo escribir. Así ha sido como reportero de El Nuevo Herald, productor editorial de América TeVe, subdirector y redactor de Diario Las Américas, hasta mi actual desempeño en CiberCuba, absolutamente desligada del patrocinio de gobiernos y entidades políticas, aunque el régimen cubano insiste en atribuirle dependencias financieras que no puede demostrar

Mis interrogatorios policiales en Cuba se reducen a tres.

Creo que esa autonomía también ha tenido que ver con la experiencia acumulada y mi perspectiva personal sobre el caso cubano. Ha sido una suerte realmente, porque en todos los lugares he sentido independencia para impulsar los contenidos que me interesan sobre Cuba y, cuando he tenido alguna resistencia en temas o abordajes específicos, pues lo he discutido y defendido. Mi concepto informativo es tratar de lograr completitud de fuentes y puntos de vista en cualquier texto periodístico. Esto a veces resulta molesto para ciertos editores y colegas que dicen defender la “objetividad” pero reniegan incluir en una nota un dato de contexto o una opinión que no coincida con su manera de ver el tema abordado. Ese equilibrio constructivo creo que es la clave del periodismo que debe defenderse. 

Si realmente el periodismo puede jugar una función develadora sobre la realidad cubana, siempre he dicho que la mejor estrategia es la transparencia sin falsear ni manipular un solo dato. Comprendo que en este mapa de medios y sitios digitales dedicados a Cuba hay no pocos volcados a hacer propaganda o a responder a caprichos de los patrocinadores que los sustentan. Ahí están los ejemplos fehacientes —¿para qué relacionarlos?— y no están exentas siquiera entidades federales en Estados Unidos.

¿Cuáles son tus experiencias de acoso, intimidación o detención e interrogatorio por parte de la Seguridad del Estado? 

Mis interrogatorios policiales en Cuba se reducen a tres. Me refiero a los casos en que ha habido una citación o retención para interrogarme. El primero de ellos ocurrió al regresar a Cuba de un viaje académico a Estados Unidos, en 1994. Fue un interrogatorio en un cubículo donde se me sometió a revisión de todo mi equipaje, se me retuvo correspondencia, recortes de prensa y libros, e incluso se leyó delante de mí el contenido de algunas cartas que me había ofrecido a llevarles a algunos familiares y amigos, y desconocía lo que ellos escribieron a los destinatarios. Fueron más de dos horas de humillación, pero era una jugada cantada. 

Fui considerado “desertor”, con diatribas del rector de la Universidad de La Habana incitando a un acto de repudio

Había estado en Miami, había participado sin consultar a nadie en la primera presentación con debate público del filme Fresa y Chocolate en Estados Unidos, y me había reunido por mi cuenta con académicos, expresos políticos y gente del exilio. En una de esas reuniones había participado un profesor universitario de FIU que resultó ser luego un informante del aparato de inteligencia cubano —fue acusado y cumplió prisión por ello en Estados Unidos—, así que me imagino que lo informó a Cuba y allí me estaban esperando. 

El segundo interrogatorio transcurrió cuando se me permitió salir del país de nuevo, meses después, y se me citó en la Dirección del Carnet de Identidad del municipio Plaza de la Revolución para “aconsejarme” supuestamente en términos amigables y preguntarme por personas conocidas. 

El tercero fue a la salida de Cuba, tras un viaje con visa humanitaria para ver a mi madre enferma, en 1997. Incluyó registro y retención de materiales, entre ellos prensa oficial: un periódico Juventud Rebelde que es de antología, con despliegue de portada en que un actor caracterizado como José Martí le estrecha la mano, en gesto de admiración, a Fidel Castro; me imagino el porqué de la incautación, pero sería bueno revisitar esa estampa de culto delirante que tiene que estar en archivos. De esa última ocasión guardo el ticket de los materiales incautados. 

Puedo resumir diciendo que fue un trío de episodios altamente desagradables y tensos.

¿Ha sido impedido o “regulado” tu movimiento dentro o fuera del país?

Fui considerado “desertor”, con diatribas del rector de la Universidad de La Habana incitando a un acto de repudio en la Facultad de Comunicación, luego de no regresar de un viaje académico a finales de 1994. 

Las difamaciones comenzaron tan pronto me sumé a la redacción de El Nuevo Herald como redactor de asuntos cubanos.

No pude retornar para estar con mi madre en sus últimos momentos de vida porque la Embajada cubana en Washington demoró enviarme el visado del pasaporte con la autorización humanitaria por siete días. Obtener la visa humanitaria para ver a una anciana con un cáncer terminal fue agónico y pude finalmente viajar para visitar su tumba y acompañar a mi padre en 1998. 

Mi padre murió años después sin que pudiera tampoco estar junto a él. Nunca más he puesto un pie en Cuba ni pienso retornar mientras tenga que pedirles permiso o “validación” del pasaporte a los capataces de la finca. Así que no puedo decir si estoy “impedido” de entrar a mi país, porque no lo he averiguado ni me interesa. Quisiera regresar con plenos derechos ciudadanos a una Cuba de garantías democráticas, sin restricciones absurdas. 

¿Has sido arrestado, molestado, amenazado o difamado?

Las difamaciones comenzaron tan pronto me sumé a la redacción de El Nuevo Herald como redactor de asuntos cubanos. Me tocó asumir el caso Elián desde la misma arrancada y eso tuvo un precio. La primera diatriba de los medios oficiales la recibí hace dos décadas mediante un artículo titulado “El pobre Can”, aparecido en el sitio digital La Jiribilla (no. 2, mayo, 2001), publicación que surgió como alternativa de respuesta a Encuentro en la Red.


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Tres generaciones de primos: Wilfredo Cancio Isla, Gerardo Cancio (centro) y Jorge García-Rubio Cancio (derecha), en la Navidad de 2018.


Fue solo el comienzo de un proceso continuado de asesinato de reputación que tuvo su punto de máxima infamia en el operativo de inteligencia inyectado desde Cuba para presentarme, junto a un grupo de colegas, como “periodista pagado” por el gobierno de Estados Unidos. El punto de “discordancia ética” eran mis colaboraciones autorizadas para hablar en un programa de comentarios en Radio Martí, entre 2001 y 2006. 

Cómo se fraguó el caso y cómo se indujo a los colegas de la redacción de The Miami Herald para que investigaran la supuesta violación ética de sus compañeros de El Nuevo Herald.

Cuando hablo de “operativo inyectado” no estoy tejiendo teorías de conspiración. Está todo debidamente documentado de cómo se fraguó el caso y cómo se indujo a los colegas de la redacción de The Miami Herald para que investigaran la supuesta violación ética de sus compañeros de El Nuevo Herald. Las evidencias están recopiladas y llevo años escarbando en este asunto, que fue una estrategia fabricada para luego usarla como una “evidencia” para reclamar la absolución de los espías de la Red Avispa condenados en tribunales de Estados Unidos. No amplío más porque esto me ha llevado años de preguntas e indagaciones y no terminaría nunca aquí. 

Prefiero concluir el libro en preparación sobre el caso, pero que va más allá en términos de las relaciones entre dos colectivos profesional y culturalmente irreconciliables como El Nuevo Herald / The Miami Herald. Apunto solo el hecho de que no existe en los más de trescientos años de historia del periodismo en Estados Unidos un solo precedente de una publicación que emprenda una investigación sobre conducta profesional para escudriñar a un colectivo periodístico de la misma matriz empresarial y que a la vez los investigados no se enteren ni sean llamados a testimoniar antes de escribirse la historia. 

Eso quedará como uno de los capítulos inexplicables de las decisiones editoriales del Herald y de los ilustres personajes —entre ellos varios cubano-americanos entre ingenuos y malévolos— que se involucraron en esa “investigación” que creían iba a darles un Premio Pulitzer. Lo dejo ahí por ahora. Pero lo que estaba detrás de esa movida era, entre otras cosas, tratar de anular mi prestigio profesional. Y aunque las cosas se desmoronaron y tuvieron que dar marcha atrás después de una crisis en la comunidad que desenmascaró la torpeza de los directivos, editores y reporteros asignados, el fermento quedó para dañar la imagen de los relacionados con la presunta falta ética, como comprobarás si consultas el caso a través de Internet. De ahí mi interés en explicarlo en un libro para los que vengan detrás.

¿Hasta la fecha, cuál ha sido el impacto del auge del nuevo periodismo independiente digital en Cuba? 

El periodismo independiente digital cambió el panorama de la información sobre Cuba, dentro y fuera de la Isla. 

El periodismo independiente no va a desaparecer.

Si se miran lo que fueron los primeros grupos, agencias y publicaciones surgidas al margen del oficialismo estatal a lo que es hoy el mapa del periodismo independiente, comprenderemos que se trata de un salto portentoso, un cambio de relación con la audiencia y una dinamización de los contenidos. Lo interesante ha sido su evolución y adaptación a los nuevos retos tecnológicos y la diversificación de sus líneas y perfiles editoriales (desde publicaciones de deportes y farándula y entretenimiento hasta otras de periodismo literario, periodismo investigativo, etc.). Ese es un mapa que adelanta de alguna manera la recuperación del espacio público, avanza un diálogo de nuevo tipo con el lector cubano y prefigura el escenario mediático en una Cuba futura. 

¿El periodismo independiente tiene futuro en la Isla? 

Por supuesto que ha sido una carrera de obstáculo para muchos emprendedores del periodismo y equipos de redacción, pero ha sido la verificación de que hay un camino posible y que el futuro es ese, no hay otra vía; a la vez que ha planteado desafíos de inmediatez y ha descolocado las zonas de silencio del periodismo oficialista. 

¿Qué se debe cambiar en el entorno legal para que tenga más o mejores posibilidades de existencia y éxito?

La falta de reconocimiento jurídico de las publicaciones independientes limita su inserción en el ejercicio profesional con absoluta normalidad. El periodismo independiente digital desde Cuba está en un limbo y a merced de coyunturas políticas. Empezando por la modificación del artículo constitucional, que habrá de hacerse sobre la propiedad de los medios periodísticos. 

Pero tengo la certeza de que, mientras aguardamos por ese momento, el periodismo independiente no va a desaparecer. Vendrán más posibilidades de desarrollo y presencia en la vida pública cubana como parte de los inevitables cambios en el país.   

La experiencia de la libertad te marca inevitablemente.

¿Hay alguna publicación o entrevista tuya a la cual me podrías referir acerca del periodismo cubano?

Las entrevistas a mi persona publicadas en los sitios digitales Diario de Cuba (“Mi gran sueño es una Cuba sin hostilidad ni caciques de turno”, 2010) y 14yMedio (“Ninguna otra manifestación de la cultura cubana ha sido tan sometida como el periodismo”, 2015). Creo que ahí está casi todo.

¿A qué se debió tu decisión de emigrar? 

En 1993, cuando inicié mi doctorado en Ciencias de la Información en España, sentí que había llegado a un límite sobre mi lugar como docente y profesional del periodismo. Empecé a sentirme exiliado dentro de Cuba, limitado para encaminar lo que pretendía hacer y escribir. La situación económicamente precaria del llamado Período Especial” fue un catalizador para buscar una salida. A eso se sumó el hostigamiento de los “compañeros” del MININT tras mi regreso del mencionado viaje a Estados Unidos. 

La experiencia de la libertad, aunque sea por una visita fugaz a España o Estados Unidos, te marca inevitablemente y comienzas a ser una persona con otra perspectiva sobre tu lugar en la sociedad. Te confieso que nunca pensé abandonar mi país y que no estaba preparado para el exilio. Estas casi tres décadas de ausencia de Cuba han representado un aprendizaje del que no me arrepiento, pero no exento de desgarramientos. Exiliarse es sinónimo de pérdida, por mucho éxito que pueda acompañarte. 

¿Has podido seguir trabajando como periodista fuera del país? 

Debo decir que me siento privilegiado porque he podido trabajar desde un principio en el periodismo y la actividad académica. Me he visto en situaciones complejas para poder mantenerme en este sector profesional, pero afortunadamente he podido resolverlo de una u otra manera. Estoy agradecido por las oportunidades que he tenido. 

Poder escribir sin tener que bordear los límites de la censura. 

¿Cuáles son los desafíos de cubrir temas cubanos estando en el extranjero? 

Obviamente, cubrir temas cubanos desde el extranjero es un desafío magno, sobre todo porque la ausencia física del lugar termina pasando cuenta y lo que era parte de tu cotidianidad o tu testimonio pasa a ser “objeto de estudio”. Mantenerme informado sobre Cuba ha sido una meta obsesiva, sin la cual no me sentiría con capacidad para hablar sobre ciertos temas. Me impongo lecturas de todo lo que pueda de Cuba, converso con gente dentro de Cuba, oigo conversaciones para no desligarme de giros y palabras nuevos en el habla cubana… Pero de cualquier forma hay matices que se van como parte del desarraigo.

¿Cuáles son las ventajas?

Las ventajas de ello han sido poder abordar a Cuba desde la perspectiva del distanciamiento, poniéndola en el contexto comparativo internacionalmente con más acceso a fuentes de valoración. El conocimiento amplio de la comunidad exiliada y el poder completar las omisiones que se han hecho en Cuba sobre la historia y el aporte de los emigrados ha sido enriquecedor porque te permite palpar de primera mano los latidos de la otra parte del sentir cubano y eso favorece un equilibrio provechoso de información. Y poder escribir sin tener que bordear los límites de la censura. 

¿Qué sabes de la historia del periodismo independiente cubano antes del nuevo movimiento digital actual? 

Estaba aún en Cuba cuando comenzaron a formarse los primeros núcleos de periodismo independiente, finales de los años 80 y comienzos de los 90. El movimiento de periodismo independiente surge al calor de la crisis general del sistema socialista, que golpeó la realidad cubana y arreció el deterioro de los pilares que habían sostenido los estereotipos del régimen cubano. Cobran auge las manifestaciones y grupos de derechos humanos, se abren grietas de descrédito en las esferas del poder (deserciones, casos de corrupción) y el sistema propagandístico se hace cada vez más vulnerable. 

Para 2003, cuando se produce el golpe gubernamental conocido como Primavera Negra, el movimiento de prensa independiente era diverso y extendido.

¿Quiénes fueron los pioneros del periodismo independiente en Cuba?

En ese contexto de conmoción aparecen iniciativas como la Asociación de Periodistas Independientes de Cuba (APIC, 1988), liderada por Yndamiro Restano, con el propósito de transmitir artículos al extranjero para mostrar al mundo una realidad ajena a la narrativa de los medios estatales. La entidad logró atraer a algunos colaboradores, entre ellos figuras del mundo intelectual y periodístico que se hallaban inconformes con la situación del país o se habían desmontando del carro del oficialismo. 

Hacia 1990 empiezan a surgir pequeños equipos de trabajo o agencias que son los brotes del movimiento que va a fortalecerse durante la década. En ese grupo figuran Raúl Rivero, Bernardo Marqués Ravelo, Orlando Fondevilla, Manuel Vázquez Portal, Ana Luisa López Baeza, Tania Quintero, Olance Nogueras, entre otros nombres que me vienen ahora a la mente. El fenómeno se extendió al interior del país y puede decirse que cobró carácter nacional. 

Para 2003, cuando se produce el golpe gubernamental conocido como Primavera Negra, el movimiento de prensa independiente era diverso y extendido, con respaldo de agrupaciones y organismos desde el exterior, y se había diversificado en cuando a producción informativa. Sus reportes hacia el exterior se multiplicaron y fueron acogidos en diarios, revistas y emisoras en Estados Unidos, América Latina y Europa; surgió una asociación profesional del gremio identificada como Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling, la revista De Cuba; y hasta comenzó a realizarse un proyecto de noticiero audiovisual para televisión en la ciudad de Camagüey. 

Este es el escenario que el gobierno cubano desarticula con la Causa de los 75. 

¿Te identificas con esta historia como parte de tu propia historia profesional ahora que eres un periodista también?

Por supuesto, es parte indiscutible de la historia del periodismo cubano y es lo que precede a la explosión del periodismo digital cubano que florece con el acceso a las nuevas herramientas y soportes tecnológicos, con la impronta de Internet. Tengo el mayor respeto y reconocimiento por las personas que forjaron esa desafiante posibilidad en condiciones difíciles y me siento identificado como parte de esa historia profesional.




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Darcy Borrero: “La prensa oficial es una hidra que se come sus propias cabezas”

Ted A. Henken

Me expulsaron del diario ‘Granma’ por haber ganado un puesto en el concurso de reportajes de ‘Hypermedia Magazine’ por mi artículo ‘Misioneros… Huecos negros en sus batas blancas’, y porque ya les era incómodo mi trabajo en medios independientes”.