“Lo llevas en la sangre”. Una conversación con Constanza Rutherford

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Constanza Rutherford, Coni, presenta su primera exposición personal. Lo hace en el espacio galerístico, laboratorio y estudio Sales de Plata, en Madrid. Con Lo llevas en la sangre la fotógrafa y periodista chilena realiza una reflexión sostenida en torno al control de nuestros fluidos, específicamente el fluido menstrual, no solo en los cuerpos de mujeres, sino en todos aquellos que tengan ciclos menstruales. 

Esta serie es parte de una investigación que podemos ubicar como una práctica artística dentro del llamado activismo menstrual. “Dicen poder. Decimos potencia”, escribe Paul B. Preciado

La potencia de Rutherford traslapa la configuración social del cuerpo que menstrúa. Pone en entredicho no solo la categoría de mujer, sino la de género, sexo, sexualidad, feminidad, y ejerce un discurso crítico frente al complejo industrial higiénico-farmacológico (farmacopornográfico).

La sangre está de nuestro lado. 

Entiendo que tu ejercicio fotográfico es ritualista. Un ejercicio de buscar y encontrar en ti una experiencia ritual. 

Sí. Todo empezó con toda la revuelta feminista y estudiantil de 2018 en Chile.

En ese momento estabas en Valdivia.

En Valdivia tuvimos la movilización antes que en Santiago, de hecho. Lo que llaman el “Mayo feminista” en Valdivia comenzó en abril. Todas las estudiantes estábamos muy convocadas. Dentro de todas las reflexiones y debates que se iban dando, conocí la copita menstrual, las toallas de tela, cómo llevar tu ciclo de otra forma.


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© Constanza Rutherford.


¿Cómo entiendes el feminismo menstrual?

Es el feminismo que busca resignificar la menstruación. A la misma vez deja atrás los estigmas de que la menstruación es sucia, que hay que ocultarla; esa idea de que si eres discreta con la menstruación vas a ser una mujer más delicada. Estereotipos y cargas simbólicas que vienen por el cristianismo, por las ideas patriarcales de cómo debe ser una mujer, qué rol debe cumplir.

La menstruación siempre ha quedado de lado. Por ejemplo, durante la pandemia nunca fue prioritario investigar qué pasaba con las vacunas y la menstruación. Ya bien entrada la pandemia se empezaron a preguntar qué sucedía. Es un elemento que siempre se deja aparte, a pesar de que las personas que menstrúan pueden pasar casi la mitad de su vida menstruando, pero socialmente no es algo tan relevante. 

De ahí viene el feminismo menstrual. Cuando lo conocí, empecé a llevar un calendario de mi propio ciclo con síntomas físicos, emocionales. Me di cuenta de que era un gran conocimiento del que no se hablaba mucho, pero que yo quería explorar más. 

Paralelo a eso estaba aprendiendo a revelar. Revelando y menstruando me pregunté: ¿hasta qué punto estos dos ciclos se parecen? ¿Cómo puedo igualarlos?

¿Igualarlos?

No sé si igualarlos, pero sí compararlos. Siempre fue una idea que estuvo ahí.

Hasta que llegaste a Madrid.

Sí, llegué a Madrid para estudiar el Máster en Fotografía Artística y Documental. Acá comencé a participar en laboratorios comunitarios. Entendí mucho mejor los químicos y tuve muchos más materiales a mi disposición. Fue aquí donde me atreví a experimentar directamente con la menstruación. 

¿Por qué crees que es un ritual?

Porque una menstrúa una vez al mes.

Y el ritual es repetitivo.

Claro. En mi práctica quise incluir ese elemento. Cuando empecé a hacer las fotos me di cuenta de que quería replicar eso: cuidar la energía de la práctica.

El ejercicio de revelar lo homologo al ejercicio de rebelarse. Solo cambia una letra. ¿Pudiéramos entender la práctica de revelar una fotografía en relación al gesto de rebelarse políticamente?

En mi generación, cuando éramos más chicas y empezamos a menstruar, estaba muy presente la idea de ocultarlo. Si se veía, nos daba vergüenza. Al menos esa era la idea general. Tengo muy marcado en mi memoria el recuerdo de haber manchado sillas, o compañeras que manchaban y salían corriendo. En la escuela había que sacar la toallita del bolso de manera muy escondida. 


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© Constanza Rutherford.


Con la revolución feminista me di cuenta de que no es así. No es una norma, es algo impuesto. En realidad, cuando más empiezas a hablar sobre ello, más se naturaliza. De ahí también viene esto de rebelarse; rebelarse de estos mandatos o normas. 

Este ejercicio de revelación es autobiográfico. Pero es una biografía que atraviesa, además, un cuerpo colectivo y menstruante. Creo que Lo llevas en la sangre es la punta de lanza de todo ese cuerpo comunitario. Es como un altavoz para muchas corporalidades subalternas.

Exacto. Esta etapa del proyecto ha sido muy autobiográfica. Ocupar la sangre como material es la forma en la que me estoy rebelando. La ocupo para manchar mi propia imagen. En el futuro me encantaría incluir más personas menstruantes en el trabajo, poder hacer imágenes colectivas.

Cada persona que menstrúa es muy distinta. En esta primera etapa del proyecto, de diciembre hasta ahora, estuve experimentando distintas formas de intervenir. Unas resultaron, otras no, pero ya tengo más o menos la fórmula. 

¿Es una fórmula secreta?

Claro… No, ya he conversado con varias personas sobre cómo lo hago. Son técnicas de fotografía análoga experimental. 

¿Puedes decirme cómo se hace?

Son tres técnicas principales que crean aberraciones cromáticas. En algunas de las fases del ciclo de revelado aparece la mancha. 

¿La sangre que utilizas es la que expulsas una vez al mes?

Sí. Esa sangre es la que puedo utilizar en las fotos de ese mes. 

¿Usas copas menstruales?

Sí. Utilizo varias maneras. La primera sería la sangre extraída de la copa menstrual. La segunda es las toallas higiénicas de tela. Las dejo en remojo y luego el agua absorbe toda la sangre. Y el tercer líquido que ocupo menos es la friega de las toallas de tela. 


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Constanza Rutherford, por Tamara Grinberg.


¿Puedes compartir una experiencia que te haya marcado mucho en tu relación con el sangrado menstrual?

De mi grupo de amigas fui la última en menstruar.

¿A qué edad?

Como a los 12 o 13 años. Recuerdo a mi abuela intentando explicarme lo que era. Me decía que hoy es súper fácil porque están las toallitas y los productos de gestión menstrual. Ella antes ocupaba trapos de tela. Para que nadie la viera los escondía en los hoyitos de las paredes de adobe, en el campo chileno.

¿Qué es lo que deberíamos cambiar de inmediato en torno a la menstruación?

Algo que a mí me molesta mucho es que siento que no hay espacios para menstruar. Por ejemplo, en los baños de hombres hay inodoros, urinarios y lavamanos. En cambio, en los espacios de mujeres si te manchas con menstruación no hay nada hecho para poder gestionarlo. 

El inodoro está muchas veces lejos del lavamanos y si usas la copita tienes que preocuparte de llevar una botella de agua para poder limpiarla. No es un problema de arquitectura. Es porque nunca ha estado presente esa preocupación por hacer espacios para menstruar. 

También tenemos todo el tema y los debates sobre las licencias menstruales. Por un lado, dicen: “hemos luchado tanto por estar a la par en derechos laborales y esta licencia nos deja débiles”. Pero, por otro, hay personas que realmente necesitan esa licencia porque sus menstruaciones son invalidantes. 

Algo que debemos cambiar de inmediato es creer que la menstruación es una sola. Es súper distinta cada experiencia. Eso nos ayudaría a que la menstruación esté presente en nuestra cotidianidad.


© Imagen de portada: Constanza Rutherford.




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