Según se lee en su ficha biográfica, el escritor, editor Hernán Vera Álvarez (Buenos Aires, 1977) vivió ocho años ilegal en Estados Unidos, donde trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en discotecas y en la construcción. Actualmente enseña Escritura Creativa en el Koubek Center del Miami Dade College, pero yo tengo la impresión de que ha sido el ilegal, no el profesor argentino, quien ha lanzado la antología Escritorxs salvajes. 37 Hispanic writers in the United States (Editorial Hypermedia, 2019).
Es una buena impresión. La antología acoge tanto la diversidad de géneros (junto a cuentos y fragmentos de novela hay poemas, crónicas y ensayos) como de currículum y perfiles paraliterarios (periodistas, guionistas, editores, ilustradores, docentes…). Es una antología United States: un poco a lo suburbio, un poco a la Benetton.
Los bolivianos Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi y Giovanna Rivero, los peruanos Pedro Medina León y Richard Parra, el colombiano Pedro Caviedes, el chileno Antonio Díaz Oliva, el uruguayo Jorge Majfud, la puertorriqueña Anjanette Delgado y la española Ana Merino, son algunas de las firmas más conocidas. Y en las páginas cubanas tenemos, entre otros, a Carlos Pintado, Andrés Pi Andreu, Alexis Romay, María Cristina Fernández, Grettel Jiménez-Singer y Teresa Dovalpage.
Ahora bien, al menos desde Cuba, es decir, desde esta selva insular, a algún lector pudiera intrigarle un título que vincula salvajismo y residencia permanente en los Estados Unidos. Y eso es lo primero que habría que preguntarle a Hernán Vera Álvarez, el compilador de este voluminoso volumen con aroma a astillero, a cabaret, a discotecas, a cocina literaria y a obras de construcción (y en construcción); un sudaca cosmopolita, afincado Miami, que sueña con ser un escritor mexicano. Puro trans.
Hernán, reúnes a 37 “escritorxs salvajes”; en tu introducción destacas el sustrato transgénero de la antología, de ahí se entiende la denominación de “escritorxs”. Pero, ¿por qué son salvajes?
Todo lo que no deje plata en el capitalismo está mal visto, es algo contra natura… Desde ese punto de vista, los autores hispanos somos rebeldes, salvajes, marginales. También juega con aquello que viene desde el arribo de Colón a estas tierras: que los nativos eran buenos salvajes.
Ahora con Trump eso ha vuelto, aunque cambiado: los hispanos somos inadaptados y responsables de los problemas de Estados Unidos. Lo que muchos niegan es que “estos salvajes” son parte de la cultura del país, ya que el español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos. Y también, los creadores somos seres inconformistas, que no nos gusta lo establecido. Sin ese fuego, no hay arte.
Además de antologador, eres uno de estos 37 escritorxs salvajes. Fui al índice, busqué la página de tus textos y allí, justamente, leí: “En los Estados Unidos hablar más de un idioma está mal visto”.
Sí, es lo que pasa. Muchos alumnos en la universidad me han dicho que no estudian otra lengua porque eso los haría “menos americanos”.
En varios lugares de este país, si te escuchan hablando otro idioma te miran con mala cara. A veces, en los programas de televisión, cuando pronuncian una palabra en español se oyen las risas detrás.
Este país es muy complejo, podés tener un presidente afro como Barack Obama —algo que no sucedería en Cuba o Argentina, o Brasil— y a continuación otro como Donald Trump.
Las antologías se pueden leer siempre en ambas direcciones: por todo lo que incluyen y también por lo que excluyen, aquellxs que quedaron fuera. ¿Qué criterios determinaron tu selección? ¿Hay autores que te hubiera gustado incluir en Escritorxs salvajes y por una u otra razón no lo hiciste?
Me gusta la frase de Borges: lo primero que notamos de una lista son las omisiones.
Hay autores que me hubiera gustado incluir, pero no se pudo por motivos de tiempo, como Camilo Pino y Gisela Heffes. De todas maneras, en una próxima reedición estarán en el libro.
Pienso las antologías como obras abiertas. En cuanto al criterio, hubo muchos pero me gustaría subrayar dos: la calidad literaria y que los autores vivieran en Estados Unidos como mínimo cinco años. Hay escritores muy buenos pero que apenas llegaron a este país, todavía no son parte del lugar ni de la cultura, por más que tengan papeles. Sus libros se publicaron en sus países de origen viviendo ellos allí.
Yo resido en Estados Unidos desde el 2000; entonces era un veinteañero. He sido testigo de todo lo que ha ido pasando a nivel literario, ya sea como escritor, como editor, o por mi trabajo en la prensa o como profesor universitario. Conozco muy bien la literatura hispana de este país.
Casi todos los autores del libro crecieron aquí, más allá de los diferentes estilos, algo que también quería plasmar en Escritorxs salvajes: hay cuentos, fragmentos de novelas, ensayos, crónicas periodísticas, poesía…
El lector que se acerque al libro tendrá un panorama de dos décadas fértiles de literatura escrita en español en Estados Unidos.
¿Dónde dirías que está ubicada hoy en día, si la hay, la capital de ese gran país que es la literatura hispana o latina en Estados Unidos? ¿Miami? ¿Nueva York? ¿O se trata acaso de un centro deslocalizado y disperso, como puede ser por ejemplo la academia?
La comunidad hispana se concentra en varias partes del país, que es muy grande. Los escritores son espejo de ello. Pero creo que Nueva York y Miami forman un eje interesante.
Con respecto a la academia: a diferencia de lo que ocurre en América Latina, donde los libros salen a la calle y luego hacen todo un recorrido hasta que entran a las aulas universitarias, en Estados Unidos ocurre algo curioso. Es muy importante el rol de los profesores, que suelen estar al tanto del panorama literario; tal vez porque, desde Manuel Puig y José Donoso en los años 60, hay una tradición de escritores latinoamericanos que se ganaron la vida en la universidad. Desde allí, entonces, muchos libros salen a la calle.
¿Y cuáles son sus principales sellos editoriales?
Pienso en Sudaquia, de New York; Ars Communis, de Chicago; Literal Publishing, de Houston; y SED, de Miami, del cual soy uno de sus editores.
Con relación a Miami: existe el tópico de la aridez, de que la escena literaria destaca por ser pobre, pese a la cantidad de escritores “hispanos” que allí viven. No hace mucho cerró sus puertas Altamira, la única librería de libros en español de la ciudad… Desde tu experiencia, ¿cómo ves ese panorama? El programa en español de la FIL, por ejemplo, ¿le hace justicia al Miami literario?
El problema es ver a Miami como una capital cultural que compita con Buenos Aires, Ciudad de México, Madrid, Lima, La Habana… Miami es un balneario cosmopolita que tiene actividades culturales internacionales como Art Basel, el Ultra Music Festival (que trae a los mejores DJs del mundo), algunas exhibiciones como la de Keith Haring… Y la Miami Book Fair tiene algo que la diferencia de otras: es bilingüe. Tenés tanto a Patti Smith como a Mario Vargas Llosa.
Ahora bien, yo no vine a Miami a buscar cultura, o no ese tipo de cultura de las grandes capitales: crecí en Buenos Aires, un supermercado cultural repleto de teatros, cines, librerías, museos, disquerías… Yo a Miami vine buscando otro tipo de cultura, más tropical, caribeña: vine por lo opuesto a Buenos Aires, que es una ciudad con impronta europea, algo que va cambiando a medida que te alejás de ella y viajas por el país… A mí, como escritor, me interesa la lengua, y aquí en Miami estoy en contacto diario con el inglés, el español y el creole.
Con respecto a los autores de la ciudad: tampoco hay tantos. Lo interesante del siglo XXI es que, a los escritores cubanos de Miami, que muchos son muy buenos —pensemos en la Generación Mariel—, se le sumaron otros de varias partes de América Latina.
El cierre de Altamira, donde trabajé, y donde se vendían buenos libros, se debió básicamente a algo que está ocurriendo en todas las ciudades que atraen inmigrantes y millonarios: la renta subió por las nubes. Con el nuevo siglo, el inmigrante de Miami ha cambiado: son familias que vienen, por lo general, de una clase alta o media profesional que quiere seguir consumiendo productos culturales como lo hacían en Caracas, Buenos Aires, Lima, Bogotá… Es gente que tenía buenos trabajos y por problemas políticos, de seguridad, económicos, o para extender su carrera, emigró a Miami, donde se habla español e inglés. Nada mal.
Aunque, por otra parte, yo creo que la cultura es una estafa. Te promete mucho y luego… Además, en el siglo XXI es innecesario para un autor vivir en una gran urbe: con Internet hay acceso a muchísimas cosas. Y si querés, un fin de semana, te compras un boleto por 250 dólares y te vas a Nueva York o a Ciudad de México. Fácil.
La FIL es la feria más grande del libro en español y la segunda del mundo en cualquier idioma. Es excelente. No se compara con ninguna otra de América Latina. La FIL es una experiencia increíble que recomiendo a cualquier escritor y lector. Al lado de Miami Book Fair, cualquier feria es un nicho.
¿Guadalajara?
Una ciudad que disfruto al máximo, por su cultura como por su gente.
Te voy a confesar algo: para mí, fue más fuerte visitar México que Estados Unidos. La cultura norteamericana ya la conoces de antemano por su cine, música, literatura, televisión. Cuando llegas a cualquier ciudad, sentís que ya la caminaste. En cambio, de México, sabemos que es un referente cultural, pero salvo los nombres obvios, nos falta más profundizar en su arte.
¡Quisiera ser un escritor mexicano!
En tu introducción, te refieres a la literatura escrita en español en Estados Unidos como “esa biblioteca cada vez más grande que construye puentes con las de América Latina y España”. Libros aparte, ¿qué dirías que se desplaza por esos puentes?
Primero el tema de la inmigración, pero luego un trabajo de la lengua, muchas veces contaminado por el inglés pero también por los diferentes colores del español de España y América Latina.
También cierta irreverencia, ya que, por ser marginales, los autores hacen lo que quieren: son más libres.
Y son trans, te decía, porque son parte de acá pero también de América Latina y de España, algo sumamente original.
Librería
De la misma manera que en el nuevo milenio los géneros sexuales languidecen, por fortuna, lo mismo ocurre con los literarios. Esta antología incluye cuento, poesía, crónica, ensayo personal y novela. Muchos de los textos están felizmente contaminados de uno y otro estilo.
Autores reunidos en el libro
Liliana Colanzi / Pedro Medina León / Carlos Pintado / Jorge Majfud / Melanie Márquez Adams / Mariana Graciano / Anjanette Delgado / Ado (Antonio Díaz Oliva) / Ana Merino / Giovanna Rivero / Fernando Olszanski / Luis Alejandro Ordóñez / Jennifer Thorndike / Raquel Abend van Dalen / Richard Parra / Rodrigo Hasbún / Andrés Pi Andreu / Sara Cordón / Gastón Virkel / León Leiva Gallardo / José Ignacio Valenzuela / Ulises Gonzales / Alexis Romay / Gabriel Goldberg / Ivón Osorio Gallimore / Keila Vall de la Ville / María Cristina Fernández / Hernán Vera Álvarez / Grettel Jiménez-Singer / Naida Saavedra /
Xalbador García / Lizette Espinosa / Pedro Caviedes / Manuel Adrián López /
Teresa Dovalpage / Douglas Gómez Barrueta / Rey Andújar.
Apuntes para un libro salvaje
Hernán Vera Álvarez
Escritorxs salvajes (Hypermedia, 2019) tiene algo de ese anhelo de H. G. Wells: es una antología que, escrita en el presente, se proyecta hacia el futuro. Reúne a una treintena de autores que en español —y ocasionalmente en inglés— ha formado un corpus creativo sumamente interesante durante las primeras décadas del siglo XXI.