En 1985 el filólogo y traductor cubano José Luis Pujol funda Criterio Alternativo, con una serie de cartas que criticaban las figuras (y métodos) que habían “encabezado la dirección de la sociedad cubana” durante tres décadas de Revolución. A treinta años de la desarticulación de la organización Criterio Alternativo, con el arresto de su entonces líder María Elena Cruz Varela, he conversado con Thais, hija de José Luis Pujol, y responsable de articular el encuentro de estos dos intelectuales.
Thais Pujol Acosta llegó a España en 1992 como asilada política, luego del encarcelamiento de su padre. Actualmente vive en Valladolid con su familia, donde tiene una consultoría de métodos alternativos de aprendizaje. Después de tres décadas sin hablar de Cuba, Thais ha iniciado un proceso de reconciliación personal con este pasado y comparte sus lecturas de los enfrentamientos que ocurren hoy entre la sociedad civil y el poder en el país.
23 de abril de 2021. Valladolid / Valencia.
Es que soy muy global y muy apasionada, Salomé. Entonces me puse a mirar. [Hojeando los documentos de José Luis Pujol]. Yo dije: para hablar con Salomé yo voy a mirar, porque yo en temporalidad soy un desastre, nunca sé cuándo fue. A mí tú me dices: “¿Cuándo hablamos?”, y lo mismo te puedo decir que hace un mes, dos meses, tres meses o dos meses… Entonces, claro, estoy totalmente perdida en temas de temporalidad. Bueno, te lo digo para que me conozcas, ¿vale?
Yo nací en el 70. Mi padre trabajaba en las Naciones Unidas y, bueno, tuvo un problema en el 83: fue a Cuba a denunciar qué sé yo, no lo dejaron salir de Cuba y se quedó totalmente parado. Y yo tenía 13 años. En aquel momento empezaba el tema de la perestroika, la glásnost. Entonces recuerdo que yo iba con él a casa de unos amigos suyos, algunas reuniones que se hacían, porque claro, nosotros pensábamos, en el 84, 85, que ya el cambio era inminente. Entonces, bueno, mi padre perdió el puesto de traductor en las Naciones Unidas, lo dejaron en una situación de miseria absoluta. Como a los 5 años le dieron un trabajo de estibador, cargando tanques de aceite en un… bueno, una historia.
Yo no me acuerdo mucho, y tampoco puedo hablar de mi padre porque no tenemos ningún contacto, y no puedo hablar de él sin su autorización. Pero te puedo hablar de mi experiencia. Tú sabes que a mí me echaron de la Universidad y todo…
No. Yo lo que sé de ti es esta historia que me estás contando, porque he visto algunos documentales; es decir, los testimonios de Roberto Luque, de Fernando Velázquez, de María Elena Cruz Varela. Y sé que Criterio Alternativo empieza a partir de estas cartas que empieza a hacer tu padre José Luis Pujol, y que tú llegas a María Elena y creas esta conexión.
Sí. Yo tenía un novio, Fernando Salcines, poeta, y Fernando era muy amigo de María Elena. Entonces yo fui un día con Fernan a casa de María Elena y me quedé fascinada con ella, porque es una mujer espectacular en todos los sentidos. Yo era una niñita de 19 años cuando aquello, en el 89. Y María Elena era una mujer brillante, linda, sabia; una sensibilidad extrema, arte y movimiento. La figura esa de la mujer que yo quería ser, ¿sabes? Un poco era como mi modelo: la adoraba, me enamoré de ella instantáneamente. Y empezamos una relación de amistad, yo iba mucho a verla.
Y un día… Ya mi padre había empezado Criterio Alternativo mucho antes. ¿Has hablado con Luque?
No.
Ah, deberías hablar con Luque. Es increíble porque tiene más de 80 años y se acuerda de todo, todo, todo.
Pues mira, la carta que tengo aquí es del 23 de mayo de 1987. Es una carta al Presidente del Consejo de Estado. Porque mi padre les mandaba estas cartas a todos: a Granma, a Juventud Rebelde, a Fidel, a todo el mundo. Esta es la primera. Se llama “Malabarismos de una rectificación”.
Entonces, ya mi padre hacía tiempo que estaba con esto, porque él casi se vuelve loco cuando se quedó sin trabajo. Imagínate, él es una persona muy trabajadora, muy brillante, que siempre está pensando, y de pronto se quedó en el aire. Todo el mundo le dio la espalda.
Mi padre fue traductor de Ochoa. Mi primer radiocasete me lo regaló Ochoa. Ochoa venía a mi casa cuando yo era pequeña; ellos eran uña y carne. Y cuando a mi padre le pasó lo que pasó, Ochoa le dio la espalda. Para mi padre fue muy duro. Y luego, en el juicio de Ochoa, recuerdo a mi padre sentado delante del juicio, llorando, llorando, llorando, con las lágrimas cayendo. Pero bueno, él ya había empezado a escribir, a hacer cosas, y ya había creado Criterio Alternativo con Roberto Luque.
Yo conocí a María Elena a principios de los 90, probablemente. Ya te digo que yo con la temporalidad… Tampoco me hagas mucho caso. Pero yo estaba empezando Filología, primer año de Filología, cuando salía con Fernan, y fue entonces cuando conocí a María Elena.
Un día llego a su casa y ella estaba muy mal. Decía: “¡Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo, no puedo seguir así!”. Le dije: “¿Quieres que te presente a mi papá?”. Y así fue como ella entró a Criterio Alternativo.
Esto es después del juicio de Ochoa, ¿no?
¿El juicio de Ochoa cuando fue?
En el 89.
Sí, sí, mucho después… Y entonces yo le presenté a mi padre y a Luque, y ellos empezaron a reunirse en casa. Por mi casa pasaba mucha gente, venía Payá, y el otro, y el otro, y el otro… Era un desfile continuo. Y después se creó lo que se llama la Concertación Democrática. Era la unión de todos los grupos de la oposición. Fue también un trabajo de mi padre. O sea, él fue el que empezó a unir a la gente.
Mi padre es una figura curiosa en el sentido de que es un hombre que tiene una alta moralidad. Una gran inteligencia unida con una alta moralidad. Él tiene claro lo que se hace y lo que no se hace. Y yo me imagino que él tiene que haber visto como lo han sacado, ¿sabes lo que te digo? A él lo han desaparecido del mapa. Me imagino que al final le importa un comino, porque después de llegar a Estados Unidos recuperó su trabajo en las Naciones Unidas, él está jubilado de las Naciones Unidas. Pero para él tiene que haber sido… Él pasó por Miami y se horrorizó.
Pero bueno, espérate, antes de llegar a Miami. En un momento, mi padre y María Elena se fajan.
No sabemos por qué. María Elena siempre dice que ella no sabe qué fue lo que pasó, que él tendría sus motivos, pero que ella no sabe cuáles son.
¿Te digo cuáles son los motivos? Desde mi punto de vista, ahí hubo una guerra de protagonismos. El ideal de mi padre era que las personas que estuvieran liderando una oposición o un… Por favor, que quede claro que es mi percepción, a lo mejor me estoy confundiendo 100%. Mi padre es una persona que respeta mucho la preparación, la cultura política, el conocimiento en profundidad. Y a mí me da que las diferencias vinieron en parte porque él creía que María Elena no estaba preparada. Lo creo, bueno, por conversaciones, por cosas que oyes; yo estaba allí, era mi casa. Y ahí hubo un conflicto. Creo que mi padre siempre pensó que Cuba necesitaba personas altísimamente preparadas, y no el populismo que ya habíamos sufrido. Y eso fue lo que él vio venir: que estaban buscando una figura para arrastrar a las masas.
María Elena ha dicho que a ella la seleccionan como vocera de Concertación Democrática quizá por eso: porque era una figura que atraía a las masas. Pero también dice que la seleccionan como para recoger el impacto de lo que ya sabían que venía… ¿Siguen en contacto ustedes?
Nos vimos en Madrid después de estar muchos años sin hablar. Después no seguimos en contacto. Ella también ha tenido su familia, sus líos, sus cosas… Pero yo la sigo adorando. O sea: da igual. Si yo hablo ahora con ella, es como si hubiéramos hablado hace cinco minutos. Esos afectos son indestructibles.
Yo entiendo que la hayan seleccionado a ella. Ella es una mujer muy linda, que habla muy bien… Pero me da que mi padre se opuso. Él consideraba que debía ser una figura altamente preparada, y alejada de los populismos que tanto daño le han hecho a Cuba.
Yo no sé cuánto duraron mi padre y María Elena en Criterio Alternativo. Nada, unos meses. Mi padre se fue, entonces yo me desvinculé. Sabía que María Elena había seguido con el grupo. Roberto Luque creo que también se fue. No le gustaba cómo iba derivando aquello.
Luego, yo alguna vez pasé por casa de María Elena, y había una reunión, y escuché las cosas que se hablaban y la gente que había. Y ya la idea original, que era mente, cabeza, conocimiento, profundidad, rigor intelectual, se había desvirtuado muchísimo. Criterio Alternativo surgió para ser un movimiento intelectual con altísimo rigor, con un conocimiento profundo. Cuando se arma la molotera aquella, ya no quedaba nada de ese espíritu original. No digo que otros intelectuales no se hayan incorporado después a Criterio Alternativo y hayan aportado documentos valiosísimos; no digo que no, pero digamos que aquello como que se… [hace gestos de retorcerse], ¿sabes?
Estos informes, estas cartas que tú me estás enseñando, es lo que empieza a enviar tu padre. ¿Qué hay ahí? Se habla mucho de que preparaban informes profundos analizando la situación de Cuba…
Yo me imagino que haya sido después. Estas cartas son desde 1987. Me imagino que ellos se refieren a la etapa posterior, cuando mi padre ya no estaba. Porque, bueno, mi padre nunca… De hecho, creo que se han entregado premios, por la fundación de Criterio Alternativo, y no se mencionaba a mi padre para nada.
María Elena siempre deja claro que ella no es fundadora de Criterio Alternativo, que eso es como un malentendido que se ha ido replicando.
Bueno, para mí se desvirtuó mucho, y entonces yo me alejé. Aunque por supuesto mantuve mi relación de amistad, porque yo a María Elena la adoro.
¿Y en qué ámbitos se difundía esto que escribía tu padre? ¿A quiénes se les hacía llegar, además de a los organismos?
Amigos. Luis Tosar y su familia, y amigos suyos, dos, tres amigos. Tampoco te puedo decir quiénes son. Tú te imaginas a mi padre. La máquina de escribir: taca, taca, taca. Escribía y hacía tres copias y se las daba a sus amigos. Esos amigos a su vez hacían copias y se las daban a otros, los otros hacían tres copias cada uno, se las daban a los amigos, y así era como se difundía.
Mi padre escribió incluso en la cárcel, que era una historia para sacar aquello de la cárcel… Cuando la cárcel, él ya se había ido de Criterio Alternativo. Estaba con el tema de Concertación Democrática, con la unión de los grupos de la oposición. Eso también se creó en mi casa, yo lo vi nacer.
María Elena entra en Criterio Alternativo y en Concertación Democrática casi que a la vez, ¿no?
Sí, sí. La idea era unir a toda la gente, los pequeños grupitos. Dos por allí, Gustavo Arcos por allá, el otro por allá, Elizardo Sánchez Santa Cruz… Y no se hablaban. Había rencillas. Entonces las reuniones se hacían en casa; yo tenía 20 años, pululaba por ahí, ¿sabes?, veía las cosas, los oía hablar… Y alguna cosa me llegaba, sin involucrarme mucho.
Concertación Democrática seguía el mismo principio de Criterio Alternativo, en el sentido de unir fuerzas, unir talentos. Pero siempre con ese denominador común, desde mi punto de vista, que era el rigor.
¿Y la intención era crear un nuevo Gobierno? ¿La potencialidad de un nuevo Gobierno?
Se esperaba que iba a haber un cambio. Se suponía que la situación era insostenible y que aquello iba a hacer crack por algún lado, y que en el momento de hacer crack tenía que existir una alternativa preparada, para afrontar el reto de un país absolutamente destrozado. O sea, crear una estructura. Para eso es todo esto [toca los textos de José Luis Pujol]: para pensar y explorar maneras de reconstruir ese país.
Un día había una reunión en casa, y mi padre vio que habían empezado a poner gente afuera, para hacer un mitin de repudio, que ya era el tercero. En mi casa se hicieron tres mítines de repudio.
¿Recuerdas en qué año es esto?
A ver, si yo me fui en diciembre del 92, esto fue en el 91, porque a mí me echaron de la Universidad a continuación, un par de meses después.
Pues eso, él ve que están reuniendo gente, y me dice: “Ve corriendo al Naval a avisarle a Elizardo, porque él se baja allí, para que siga, para que no se baje”. Yo me voy para la parada del Naval, y de pronto veo que me están cazando: había un tipo que estaba detrás de mí. Yo escondiéndome entre la gente, fue un momento muy tenso. Y entonces llega la guagua, Elizardo se va a bajar y le digo: “Sigue, sigue, sigue, sigue”. Y entonces siento una mano que me agarra por el cuello. Y así me llevó el tipo, con la mano en el cuello, hasta la casa. Mi padre me dijo: “Sube para casa de tus abuelos”. Porque mis abuelos maternos vivían en el piso de arriba, y mis abuelos paternos en la casa de abajo. Yo subí, y desde allí vi todo el mitin de repudio. Un mitin de repudio gigantesco, una cosa horrible, yo nunca había visto algo igual. Bueno, sí, el de María Elena fue más grande todavía.
Total, que se llevaron a mi padre preso, dándole golpes. Entraron en la casa, rompieron todas las ventanas… Yo bajé a las 11 de la noche, cuando estaban haciendo el registro en la casa, donde encontraron todo esto [señala los documentos deCriterio Alternativo]. Pero claro, por eso no lo podían procesar, porque todo era legal. Además, la familia Tosar, que era la familia que nos apoyaba, son abogados. Y entonces todo lo que mandaba era totalmente legal. No lo podían procesar. Lo querían procesar por asociación ilícita, pero tampoco, porque nada más habían encontrado a dos personas en la casa. No habían cogido la reunión. Al final lo procesaron por una carta que encontraron que él le había escrito a Carlos Alberto Montaner. Él siempre hacía copias de todo, tiene la costumbre de hacer copias. Y en la carta decía que Fidel Castro era un viejo, chocho, decrépito y senil. Que es una redundancia, por otra parte. Y lo procesaron, le metieron 5 años por desacato a la máxima autoridad. Yo me acuerdo de aquel juicio. Fue un circo.
Bueno, primero lo desaparecieron; no sabíamos dónde estaba. Lo encontramos, lo encontró la esposa de mi padre un mes después, en 100 y Aldabó, en unas condiciones infrahumanas. Mi padre era una persona muy fuerte, de hacer ejercicio, se mantenía muy bien. Y cuando al fin conseguimos ir a verlo, de pronto vimos entrar por la puerta a un viejo de 70 años, flaco, en los huesos, que tú decías: “¿Esto qué cosa es?”. Bueno, pues nada. Fue de cárcel en cárcel, y ya.
Antes de eso, yo había ido a casa de María Elena, justo el día que le hicieron comer los papeles. Las cosas que tiene la vida. Yo tenía que hacer un trabajo sobre Fausto de Goethe, sabía que María Elena tenía un libro de Mirta Aguirre que yo necesitaba, estaba aburrida medio de mis clases y me dije: “Me voy a casa de María Elena y busco el libro”. Fue como una intuición. Cuando llego a su edificio veo un montón de gente, que me cierran el paso cuando voy a subir. Una vecina del segundo piso gritó: “¡Ahí va otra gusana!”. Me agarraron, me arrastraron… Imagínate a cientos de personas que de pronto se abalanzan sobre ti. Es como si salieras de tu cuerpo. La experiencia más alucinante de mi vida. Me arrancaron la cadena de oro, me rompieron la ropa, en fin. Me llevaron para la policía de Alamar, y me soltaron como a las 11 de la noche. Estaba en estado de shock, y en vez de irme para mi casa me fui a casa de mi mamá.
Al día siguiente no fui a la Universidad. Cuando fui, al otro día, veo a un montón de miradas, un movimiento. Resulta que me estaban esperando para expulsarme de la Universidad por haber estado participando en una reunión de contrarrevolucionarios. Hacía como dos meses que yo había dejado el grupo de María Elena, yo no estaba en nada. Entonces dije: “No, no, vamos a ver, no me echen por participar en una reunión de contrarrevolucionarios en la que yo ni sabía que estaba, échenme por estar en contra del desastre que hay en este país, por estar en contra de este régimen; échenme sin ningún problema, pero no digan que es por haber estado en una reunión de contrarrevolucionarios, porque eso no es verdad”.
Yo había estado haciendo un trabajo sobre la autonomía universitaria. Que, claro, nadie sabía lo que era. Lo primero que hizo Fidel fue quitar la autonomía universitaria. Un amigo de mi padre, Alejandro Solís, que también era un gran intelectual, muerto hace muchos años, me había dicho: “¿Sabes lo que es la autonomía universitaria? ¿Por qué no averiguas?”. Y yo me fui a la Universidad y entrevisté a todo el mundo. A Delio Carreras le dije: “Vengo a hablar sobre la autonomía universitaria”, y puso los ojos así de grandes. Y todo el mundo era: pero cállate. Pero yo entrevisté a gente del Partido; a Eduardo Del Llano, que es mi actual pareja y entonces era mi profesor de arte latinoamericano. Él no tenía ni idea. Ahora bromeamos con eso, a veces yo le digo: “Profe, usted sigue sin tener ni idea de autonomía universitaria, pero dentro de 30 años va a pasear a mi perro”.
Bueno, total, que yo era incómoda en la facultad, era muy incómoda. Primero yo hice dos años en Cibernética y me cambié; creo que hicieron una fiesta, porque no sabían qué hacer conmigo. Y cuando entré en Filología también me puse a revolver; yo no me callaba, hablaba abiertamente de todo, sin miedo, y expresaba mi inconformidad. Y me decían: “Estás loca, te van a echar”. Y nada, me echaron.
Después, por casualidad, conocí a una persona que me puso en contacto con otra y llegué al entonces agregado cultural de la Embajada España en La Habana, Jorge Orueta; hice gran amistad con él. Jorge me gestionó una beca, y el asilo político. Así fue como yo llegué a España, hace 30 años. Mi padre se quedó en la cárcel.
¿Cumplió la condena completa?
Estuvo tres años y algo, creo. Salió después de que el gobierno español pagara 40 millones de dólares por la liberación de cuatro presos, entre los que estaba mi padre, con la obligación de salir del país. O sea, Cuba les daba la libertad, pero obligatoriamente tenían que irse. Ese modus operandi de yo te cojo, te meto preso, te hago mítines de repudio para que tú veas que el pueblo en realidad está conmigo y tú digas: “Para esta gente yo me estoy matando, para esta gente yo estoy perdiendo mi vida, pues no lo merecen, tienen lo que se merecen”; te meto presión para que te vayas del país y te quites la presión: eso lo llevan haciendo yo no sé cuántos años. Y les funciona genial.
Lo interesante sería que pudieras hablar con mi padre, pero él seguramente no va a querer hablar contigo. Hubo otro muchacho que contactó conmigo hace tiempo para entrevistarme, no sé cómo se llama, y logró hablar con mi padre; mi padre le dijo que no, pero fue amable con él. Depende de cómo lo cojas. A lo mejor te manda al carajo.
Ten en cuenta, Salomé, que yo me fui de Cuba con un dolor tan grande, que no te puedes imaginar la cantidad de recuerdos que he bloqueado. Durante un montón de años, hasta conocer a Eduardo, yo no quería saber nada de Cuba. En mi casa no se podía hablar de Cuba. Mis hijos, de pequeños, jamás oían hablar de Cuba; mi exmarido es francés, y Francia era la única referencia. Le hice un bloqueo total a Cuba y a todos esos recuerdos. Ahora, hablando contigo, me acuerdo de cosas, fíjate.
Y luego, reencontrarme con Eduardo después de 30 años… Nosotros no pensamos para nada igual, te podrás imaginar. Pensamos radicalmente lo opuesto en muchas cosas. Al principio nos fajábamos, discutíamos mucho, y estuvimos a punto de terminar varias veces. Pero finalmente hemos dicho: “Mira, nos respetamos, yo respeto lo que tú piensas, tú respetas lo que yo pienso, entendemos que los dos tenemos razones…”. O sea, nosotros creemos que si hay un futuro para Cuba, pasa por la reconciliación y por la unión, por la inclusión de todos los cubanos y no por la exclusión.
Mira, al final de este mamotreto, lo que estaba leyendo justo antes de hablar contigo. Hay una carta abierta de mi padre a Fidel. Te voy a leer este pedacito. Es una exhortación:
“Impidamos que sea desaprovechada la costosa inversión hecha por todo el pueblo desde hace 31 años…”.
[Se ríe]. Si tú supieras...“Busquemos en nuestros intelectos y corazones verdaderas alternativas a lo que no tiene el menor de los futuros. Reclamemos el lugar que nos corresponde como productos legítimos de nuestro pueblo, trabajador y sacrificado en el trazado y ejecución de proyectos nuevos y llenos de esperanza que infundan alegría y seguridad en el porvenir a todos los cubanos. Limemos las asperezas, las torpezas que nos impiden avanzar.
Terminado ‘el más suave de los veranos’, emprendamos el más responsable de los caminos con la participación de todos por el bien de todos. Unidos podremos”.
Esto está escrito el 12 de septiembre de 1990 y tiene una actualidad absoluta. Ayer he tenido una discusión sobre el tema con una amiga mía que está en la oposición activa en Cuba, a propósito de la última entrevista de Eduardo que ha salido en EFE. “¡Es indignante!”, me dijo. Y yo le decía: “A ver, pero es que estamos pidiendo nuestro derecho de pensar como nos da la gana”. Encima, ella ni siquiera leyó la entrevista: lo que le pareció indignante fue el titular. Pero es que el titular lo escoge, con perdón, el periodista cabrón que lo que quiere es crear polémica. O sea, por lo menos léete la entrevista, y una vez que la leas, piensa que todos tenemos que reconocer, es fundamental, el derecho a pensar lo que nos dé la gana, siempre y cuando no le hagamos daño a otra persona.
Yo tengo que defender a muerte el derecho de Eduardo y de quien sea, como si están alabando a una dictadura. Porque para mí es una dictadura, claro, y me parece jodido que todavía haya gente que la defienda, cuando el pueblo cubano está cómo está. Ese es mi parecer. Pero yo tengo que entender que hay otros pareceres a tener en cuenta. Entonces, en algún momento él y yo dejamos de fajarnos, y tratamos de escucharnos con respeto, por muy tremendo que nos parezca el punto de vista del otro. Juntos, vemos otras perspectivas, otros argumentos, otras historias. Y en ese proceso estamos, y yo creo que es un proceso que tendrá que hacerse a nivel de pueblo, porque no hay otra. O sea, si eso no se consigue, ¿a dónde vamos? Esto va a ser infinito.
¿Estas historias que estás compartiendo conmigo las has compartido con tus hijos? ¿Has podido hablar con ellos?
Han escuchado las historias a lo largo de los años… Mira, una vez estábamos tomando un café en una terraza, y de pronto miramos y no está mi hijo mayor, que ahora tiene 27 años y entonces era un chiquitín, tendría unos 4 añitos… “¡El niño no está! ¡El niño no está! ¿Dónde está el niño?”. Y lo vemos en una mesa allá, hablándole a unas personas. Yo salgo yo disparada a buscarlo, lo llamo: “¡Luis!”. Y el hombre de la mesa, con los ojos así de grandes, me mira y me dice: “Estamos alucinados, hasta de Fidel Castro nos ha hablado. Hasta de Fidel Castro nos ha hablado…”.
Digamos que a ellos la cubanía les ha llegado a buchitos. Pero eso de sentarme con mis hijos a contarles mi historia, nunca lo he hecho. Es lo que han recibido por aquí y por allá. Mi hija pequeña es la que más se interesa; es la más cubana de mis hijos. Yo creo que ella es la que más irá a Cuba, porque es muy cubana.
Y tú, ¿has regresado a Cuba?
Regresé cuando me reencontré a Eduardo. Y ahora hemos llegado a un acuerdo: vamos a vivir unos meses en España y unos meses en Cuba. Algo que yo jamás en la vida pensé que fuera posible. Es lo que tiene el amor.
¿Y qué te pareció Cuba cuando volviste, comparada con la Cuba que dejaste?
Cuando yo me fui, estaba empezando el Período Especial. No había comida, no había transporte, había apagones, o sea, horrible. Y claro, regreso por primera vez en 2019… Nunca me había imaginado La Habana llena de restaurantes, con negocios privados. Para mí fue un shock, pero para bien: de pronto llegué a una ciudad viva, con espectáculos, con tremendo ambiente cultural, el transporte… Me sorprendió mucho.
En 2019 no vi la represión, no vi mítines de repudio. Yo vi un país en el que era posible vivir. Y luego, claro, cuando volví en 2020, el choque fue brutal. Por el tema de la pandemia, de la represión… Llegué justo el día antes del 27N, porque si no, hubiéramos ido: Eduardo y yo hubiéramos estado allí. Pero claro, no podíamos salir porque yo acababa de llegar. Por eso no fuimos, pero nos hubiera gustado meternos en ese proceso. Y después, pues eso: la represión, y el tema de la escasez brutal, con la pandemia, con todo lo que ha traído la situación que hay ahora… La involución ha sido considerable.
También te digo que yo soy consciente de que nosotros somos privilegiados. Hay situaciones muy duras. Estuve ingresada en el Hospital Fajardo con dengue, y lo que vi allí, la situación hospitalaria… El nivel de suciedad, de abandono… una cosa horrible. Y después las situaciones de las propias personas que trabajan allí, y que me contaban. Todos los trapicheos que hay que hacer para conseguir cualquier cosa, las colas… las horas. La lucha por la supervivencia es brutal. Y eso le consume al cubano el 90% de su tiempo. Se vive muy precariamente. Centro Habana se está cayendo a pedazos. Las partes no restauradas de Habana Vieja dan vergüenza…
Y cuando leo estas estas cosas que escribió mi padre hace 30 años, yo digo: “Dios mío de mi vida, había que tener una máquina del tiempo para ver lo que está pasando ahora, para ver cómo el país ha sido arrasado por esa gente que ha secuestrado el país. Es un país secuestrado”.
Desde la distancia, con lo que viviste, y también desde esta perspectiva que tienes de tu padre, ¿cómo tú valoras lo que está pasando ahora, estos grupos que están haciendo cosas en La Habana?
En primer lugar, me parece que son muy valientes, admiro muchísimo al Movimiento San Isidro y me parece muy valioso lo que están haciendo, tienen unas perspectivas muy interesantes. Yo tampoco conozco mucho, no te vayas a pensar… La verdad es que no estoy metida de cabeza en el tema de Cuba. Pero por lo que me he acercado, la gente que conozco allí, que está trabajando en grupos y que están pensando, creo que hay iniciativas muy interesantes, de gente con mucha cabeza. Eso por una parte. Por otra parte, visto desde la perspectiva de la distancia, hay muchas cosas que me parecen ingenuas.
¿Por ejemplo?
No te puedo decir, porque me metería con gente a la que quiero y a la que admiro mucho. Lo que sí me parece es que tienen un planteamiento ingenuo y totalmente inviable. Yo creo que cualquier opción que implique pedirle al Gobierno cubano esto y lo otro, es ingenua. No lo desprecio, me parecen esfuerzos loables, y espero que en algún momento se saque provecho de todas estas iniciativas. Pero como alternativa de cambio real me parecen muy ingenuas. Porque la cosa no funciona así. O por lo menos, digamos que, si funcionara así, sería una contradicción muy importante con mi experiencia. Que también puede ser, ¿eh?
También hay otras alternativas que he visto, teniendo en cuenta las redes sociales y tal, que me parecen como muy caseras. Yo creo que la solución de Cuba tiene que venir por un lado totalmente contrario. Pero tampoco la veo. Para poder hacer un cambio que lleve a una democracia, evitando el populismo, porque yo creo que el populismo es el mal que hay que evitar… Pero, claro, como tú le vas a decir a un país que no tiene cultura política, y que ha vivido en el populismo durante 60 años, que tú tienes que quitar el populismo… No sé, es muy difícil.
Te quería preguntar también por el libro de Roberto Luque, Los niños y el tigre. Dice María Elena que a raíz de ese libro, que tú le llevas, ella lo ve todo diferente.
Sí, yo le llevé Los niños y el tigre a María Elena. Claro, al estar yo ahí con mi padre, yo conocía a Roberto Luque, o sea, yo seguí todo el proceso desde el 83, cuando a mi padre no lo dejaron salir a recuperar su trabajo en las Naciones Unidas y se quedó en Cuba como bloqueado.
Y él protesta porque no lo dejan sacarlos a ustedes, ¿no? Es lo que dice Roberto Luque en una entrevista.
No, no sé. Habría que preguntarle a mi padre, él nunca ha querido hablar de eso. Ahí parece que hubo más cosas. Y él fue a denunciar. Él pensaba que Fidel no sabía. Mi padre era un convencido de la Revolución, ¿sabes? Mis abuelos paternos estaban en Estados Unidos cuando triunfó la Revolución. Y vinieron. O sea, cuando todo el mundo se estaba yendo, mis abuelos regresaron a Cuba. Mi abuelo era superfidelista. De hecho, para él fue una cosa durísima, un dolor enorme, que mi padre cambiara. Dolor y vergüenza. Mi padre fue para la Unión Soviética a estudiar ruso para ser traductor, y se enamoró. Yo recuerdo que él tenía un tablero de ajedrez y por la parte de atrás el tablero tenía a Lenin, dibujado por él. O sea, él era un convencidísimo del socialismo y de Fidel, de la Revolución, cuando despertó fue muy duro, muy duro… Fue un proceso dramático. Pero bueno, lo asumió. Hay gente que no lo asume, hay gente que sigue negando hasta el fin.
Ya te digo, a mi padre lo condenaron al ostracismo más absoluto. Recuerdo que, cuando él se puso a escribir, porque se estaba volviendo loco, su mujer, Leticia, le ponía somníferos en el té. Porque era una especie de obsesión. La madrugada entera: taca, taca, taca. Después, cuando al fin consiguió trabajo, en un almacén donde nadie hacía nada, él se puso a optimizar los recursos, hizo todo un plan, reorganizó todo el almacén. Después, en la cárcel, hizo lo mismo. Primero estuvo en 100 y Aldabó y en el Combinado, pero luego, al final ya, los últimos meses, lo metieron en una cárcel de Alamar. Y allí organizó todo para que las gallinas pusieran más huevos, para aumentar la producción de huevos.
Porque mi padre es el tipo que siempre está optimizando las cosas. La verdad es que yo lo admiro mucho a mi padre, independientemente de nuestras… O sea, lo admiro no como padre, sino como persona. Es una persona muy valiosa, que se hartó. Cuando pasó por Miami, salió escopetado de allí. No le gustó nada de lo que vio. Es una persona muy inteligente, muy preparada, que se decepcionó de las… Desde mi punto de vista, insisto, esta es mi interpretación totalmente personal, a lo mejor me equivoco: él se decepcionó de las bajas pasiones que motivaban la lucha contra la dictadura.
¿Y tú coincides con esa interpretación?
No, no, yo creo que hay gente muy buena, con una calidad humana una preparación intelectual extraordinarias, que ahora mismo está trabajando serio y poniendo en peligro mucho de su vida. Y a mí eso me inspira mucho respeto. Y después hay gente que… Este tipo de procesos, de cambios de gobiernos, todo lo que tiene que ver con la política, atrae a muchas personalidades que lo que buscan es figurar. Personalidades narcisistas, que se sienten atraídas por la política y les gusta eso: marcarse, ser una figura.
Entonces, en estos procesos hay gente de muy buena voluntad y muy inteligente a las que, muchas veces, el propio proceso se las come. La gente que tienen estas personalidades se tragan a estos otros que tienen muy buena voluntad. Claro, como van por la vida a base de buena voluntad, en estos ambientes donde se mueven tantos intereses, donde se está repartiendo el pastel antes de que haya pastel, donde algunos están buscando protagonismo… Moverse ahí, sobrevivir a base de buena voluntad, es complicado.
Y luego, cuando hay una persona muy preparada, muy brillante, con una chispa, los otros van rápidamente a cortarle la cabeza. A no ser que piensen que puedan manipularla de alguna manera.
¿Tú crees que eso pasó con María Elena?
No lo sé. María Elena estaba en la cárcel cuando yo vine a España. No sé qué pueda haber pasado con ella. Yo corté. Cuando vine para acá, mi tarea era sacar a mi padre de la cárcel. Entonces estuve, por ejemplo, con Jordi Pujol, que en aquel momento era un dios en Cataluña. Jordi Pujol me recibió como una reina, y le escribió una carta a Fidel para interceder por la liberación de mi padre. Al final ya te digo, lo sacó Felipe González pagando 40 millones de dólares. Pero también el equipo de Fraga estuvo en contacto conmigo todo el tiempo, desde que yo llegué.
¿Y con Rodríguez-Vigil, de Asturias, también?
No me acuerdo. Yo hablaba con una persona del equipo de Teleforo, creo que se llamaba. No me acuerdo como se llamaba el del equipo de Fraga que estaba en contacto casi permanente conmigo. Después estuve dando conferencias, en Asturias, en Santander… Me paseé por España dando conferencias sobre la situación de los presos políticos, participé en programas de radio… Yo tenía 22 años recién cumplidos, imagínate.
Claro, tuviste que asumir ese peso…
No, yo estaba encantada, ¿eh? Yo era un gallito de pelea con 22 años. Ahora me acuerdo y me da risa. Pero bueno, yo venía como muy involucrada en que la gente supiera lo que estaba pasando en Cuba. Cuando yo llegué a España, imagínate, en aquella época, todavía llegabas a los sitios y te decían: “¡Ay, cubana! ¡Fidel Castro! ¡Como yo admiro a Fidel Castro!”. A mí me subía el alien así. Y entonces mi lucha era que la gente supiera lo que estaba pasando en las cárceles.
Una de las cosas que dijo mi padre en esa primera vez que lo vimos en 100 y Aldabó, cuando lo encontramos, fue: “Si yo hubiera sabido que las cárceles en Cuba tenían en estas condiciones, si lo hubiera sabido por un instante, jamás hubiera podido apoyar a este Gobierno. Jamás”. Claro, él ni se imaginaba cómo era la cosa. Y entonces, cuando yo llegué aquí, la cuestión era divulgar la situación de los presos, más que de la oposición. Porque yo…
Mira, yo tenía un amigo en Cuba, un amigo muy querido, por cierto, daría cualquier cosa por saber dónde está; colombiano, de la guerrilla colombiana, estaba escondido en Cuba y también era muy amigo de María Elena. Y este hombre, que no voy a decir su nombre, estaba escribiendo un libro sobre la oposición cubana de aquella época. Era un libro humorístico. Y era para partirse de risa. Era una burla, pero sobre cosas que eran de verdad. O sea, eran situaciones y momentos y cosas que había dicho gente de la oposición, los personajes que había en la oposición en aquel momento, personajes muy curiosos… En realidad, se puede considerar una falta de respeto, pero eran cosas reales, lo que pasa es que… cómo decirte…
Yo creo que la palabra clave es rigor. Preparación intelectual, alejada del populismo. Hace falta gente así. Que las hay, y yo sé quiénes son algunos, con nombres y apellidos, los conozco. Gente muy preparada, que verdaderamente puede trabajar en alternativas viables. Lo que pasa que el viable tiene muchos matices, porque ya te digo, en las condiciones en las que está ahora mismo el país, las condiciones en las que está viviendo la gente, algo viable… Hay mucha tela de que hablar. Empezando porque hay mucha gente en Cuba que no quiere un cambio.
Sí, hay mucho miedo al cambio. Y al capitalismo.
Te dicen que si hay un cambio, Cuba va a ser un apéndice de Estados Unidos. Y tú dices: “¿Por qué? No tiene que ser necesariamente así”. Yo sí creo que la parte de conservar nuestra independencia ha sido un valor desde siempre.
Pero el Gobierno lo sabe: con una mínima brecha, están fuera. Ellos lo saben lo saben perfectamente. Tienen que estar tratando de buscar escapatorias. Y temen por sus familias, por las represalias que puede haber si hay un cambio. Ya saben la historia que ha habido en muchos países, y no quieren. Están ahí aferrados. Pero es normal, es humano, yo hasta puedo entender.
En esta campaña que tú empiezas a hacer en España, ¿utilizabas informes, o sencillamente la experiencia de tu padre?
Yo hablaba de mi experiencia y de la de mi padre, básicamente.
¿Y cómo se conectan con Carlos Alberto Montaner?
Yo creo que a través de la embajada. Mi padre ya lo conocía, no sé cómo lo conoció. Ya él se había carteado con Carlos Alberto. De hecho, se suponía que Carlos Alberto era el que nos iba a esperar en Madrid, pero nosotros llegamos y Carlos Alberto no se había enterado; estaba en los Estados Unidos, el fax no le había llegado. Llegamos Marielita y yo, porque yo vine con Marielita, la hija de María Elena, y fue una peripecia porque primero no sabíamos para dónde ir. Al final regresamos al aeropuerto, y la policía nos llevó al Centro Cubano. Y en el Centro Cubano nos metieron en un hostal que no tenía ni calefacción.
Y entonces Gina, la hija de Carlos Alberto, se enteró de que estábamos en España. Nos fue a buscar al hostal, nos llevó para casa de Carlos Alberto y nos dio dinero para estar allí los primeros días. Y después, cuando llegó Carlos Alberto, yo vine para Valladolid, porque tenía una beca en la Universidad de Valladolid. Pero vamos, que Carlos Alberto fue como un padre; a Carlos Alberto yo le debo mucho… Bueno, ya él me lo dijo una vez: “Hazte la idea de que tú eres Gina”. Así mismo me dijo. “Para mí tú eres Gina. Cualquier cosa que tú necesites, tú eres Gina”. Una cosa linda, ¿sabes?
La verdad es que la acogida fue maravillosa. Yo les debo la vida. Jamás me pidieron nada a cambio. Era totalmente desinteresado. Y, de hecho, la prueba es que yo me desvinculé totalmente de los temas de Cuba, de política. Ahora, desde mi posición, yo trato de ayudar a la gente cada vez que puedo; es un poco la deuda que tienes de todo ese cariño y toda esa ayuda que recibí.
A Carlos Alberto le encantaba que yo le contara cosas. Era una visión de primera mano que él tenía sobre Cuba. Ellos son muy cubanos, Linda y él; están continuamente con el tema de Cuba. Yo, que después corté radicalmente con Cuba, y no quise saber nada de Cuba durante casi 30 años, no entendía esa obsesión por Cuba. Ahora creo que la entiendo, después de haber regresado. Es un sentimiento, una emoción difícil, una especie de dolor, con un recuerdo de… Bueno, tú lo sabes, tú estás aquí. Cuando yo llegué a Cuba, los olores, los sonidos… Hasta el aire cuando atraviesa las hojas de los árboles suena diferente.
La tierra colorada, cuando la ves desde el avión…
Mira, una cosa que nadie sabe y que yo le conté el otro día Eduardo por primera vez. Te la voy a contar a ti. Yo era la que decía que no quería saber nada de Cuba. Pero una vez, mi tía vino de Cuba y trajo malangas. Y mi madre me dio una bolsa con malangas. Y las malangas estaban llenas de tierra. Yo me comí la malanga y guardé en secreto la tierra roja en una bolsita. Tenía esa bolsita escondida para que nadie viera. Nadie lo sabía, ni siquiera mi marido. ¿Qué te parece? Entonces, está ese sentimiento que no se puede explicar, aunque tú reniegues de tu tierra.
Hay mucha gente que no quiere saber nada de Cuba, y yo las entiendo porque yo pasé por eso. Pero en algún lugar recóndito ahí te queda, aunque sea de manera metafórica, la tierra roja. La tierra roja metida en el nailito. La tierra roja escondida en una parte de mi corazón, esa tierra roja metida en el nailito yo creo que la tenemos todos los cubanos. La arrastramos de alguna manera, ¿no? Y en mi caso eso ha salido.
Yo soy una persona que no me gusta ver las cosas y no hacer nada. Yo veo una cosa que está mal y, si me quedo de brazos cruzados, me recome algo por dentro. Yo veo Cuba y la verdad es que… Últimamente, he pensado en eso con mi amigo Luis Enrique Valdés Duarte, dramaturgo cubano que está aquí en Valladolid. Él es muy martiano; él es el que ha hecho la edición facsimilar de La Edad de Oro, idéntica al original. Y a veces nos quedamos pensando que habría que hacer algo con la misma base del Partido Revolucionario Cubano. El mismo lema: Patria y Libertad. Habría que recuperar y terminar esa obra. Desde la buena voluntad, con cabeza, con corazón, alguien tendría que hacerlo. Para salvar ese país. Y que en cada uno pueda ir y plantar ahí en su rinconcito esa tierra del nailito, y no tener que sacarse a base de odio eso que es parte de uno.
En ese momento ustedes tuvieron mucho apoyo de diplomáticos extranjeros para visibilizar su situación. ¿Por qué crees que ahora hay un abandono casi total? ¿Cómo tú interpretas eso?
Eso escapa totalmente de mi competencia. Cómo se va de ese momento en los 80, en los 90, cuando hubo tanto apoyo a los presos políticos en Cuba, a lo que hay ahora… Es como si se hubiera borrado todo eso que se hizo. No lo sé. Me imagino que tiene que ver con los gobiernos, con las políticas, con exteriores. No sé si es que están hartos ya del tema Cuba, no sé.
En aquel momento sí que había mucha implicación. Bueno, también se pensaba que el cambio era inminente, que la situación era insostenible. No se vislumbraba que Cuba fuera a pasar por un Período Especial, y que el pueblo cubano iba a soportarlo. Eso era una cosa impensable. Estábamos convencidos del cambio.
En aquel momento el gobierno español sí que estaba muy involucrado. Ahora, no sé.
Háblame un poco de Oswaldo Payá, de Elizardo Sánchez Santacruz…
Yo los veía venir, los veía conversar, me parecían gente tan inteligente… Elizardo me prestaba libros. Payá me parecía un hombre muy bueno, muy inteligente, muy valioso. Pero más allá de eso, tampoco te puedo decir. Yo nunca me senté a hablar con Payá. Yo era la hija de Pujol. Yo pasaba, entraba, salía… Estaba en mi habitación estudiando. Elizardo me parecía más bicho, más un bicho político. Pero Payá me parecía muy buena gente. Mucho más noble, más inocente… Es la visión de una niña que andaba por allí.
Lo que te quiero decir es que todo esto que estoy contando, Salomé, lo tienes que coger con pinzas porque es una visión muy subjetiva, de alguien que andaba por allí casi de casualidad. Y como me gustaba la literatura y me buscaba noviecitos intelectuales, por eso conocí a María Elena. Y después tenía algunos amigos que eran pintores, artistas, y la mitad de ellos eran amigos de María Elena también. Gente de Alamar. Julio Carrasco, el de la lluvia de poemas. Estaba el chileno. Otro que se llamaba Nelson que era pintor. Otro Nelson, que también era poeta. Pablo, pintor… Todos estaban locos como cabras. Pero bueno, a mí me encantaban, y eran amigos de María Elena también. Eran del grupito este de artistas que estaban dándole vueltas a ella.
Pero fíjate que te hablo de todo esto, que para mí es súper doloroso, cosas en las que no quería pensar, y te hablo con una sonrisa en la cara. Eso dice mucho acerca de la capacidad de curación que pueden tener las personas y, bueno, no deja de ser una esperanza.
¿Tienes compañeros de Universidad que hayan participado en actos de repudio?
¿En mi contra? No. En su momento el barrio entero estaba ahí, gritando. Me dio mucha tristeza. Gente que se crio conmigo. Nos dejaron de hablar. Gente que ahora mismo está en Miami, y son muy, muy, muy anticomunistas. Muchas veces me da gracia, porque oigo a los más extremistas y eran los mismos que estaban en los mítines de repudio tirando piedras contra mi casa.
Yo, la verdad, no le guardo rencor a nadie. Yo entiendo que una persona puede estar convencida de una cosa y de pronto se puede dar cuenta y puede cambiar. Lo que pasa es que eso me parece un fenómeno de la superficie, yo creo que hay algo ahí de personalidad que está debajo de eso. Es la personalidad que necesita morder. Eso está dentro del ser, ya no tiene que ver con la ideología: es esa personalidad que necesitan morder al otro. Que necesita tener siempre un motivo o un centro de odio. A esa persona le da lo mismo, el caso es morder. Cuando era comunista, me mordía a mí porque no lo era. Ahora que es el más anticomunista de todos, me muerden a mí otra vez porque estoy con un comunista, y entonces por eso soy comunista. Está en la personalidad agresiva: gente que tiene que agredir, que se siente bien focalizando su ira y su odio, que necesita siempre tener un objeto de odio, más allá de la convicción ideológica.
Yo creo que la ideología se convierte en un instrumento para canalizar el odio, como cualquier otra cosa. Pero yo no me voy a prestar para ese juego, ni lo voy a tomar en serio. En las opciones que ahora se plantean, desde fuera de Cuba, lo que hay en el fondo es eso. Lo que hay en el fondo es una persona que necesita canalizar su odio y sobresalir. Eso para mí no tiene ninguna validez.
Tú crees que la solución está dentro de Cuba.
A ver, yo creo que la solución está en todos los cubanos, los de adentro y los de afuera. Todos los cubanos deberíamos entender de una vez y por todas que esa semilla de odio que se sembró para dividirnos tiene que ser desterrada. Pero claro, para entender eso… Estamos hablando de pensar, estamos hablando de no estar movidos por el odio visceral, sino de verdaderamente tener ganas de llegar juntos a un puerto y a un país que puede ser un país precioso, y que todos nos merecemos.
Ese es el comienzo, darnos cuenta de que el país es de todos los cubanos. Que los que defienden el Gobierno, también son cubanos. O sea, tenemos que sentarnos e imaginar la Cuba que todos queremos. Un punto común hacia el que podamos caminar, y luego ver todas las vías posibles que se nos ocurren para llegar a ese objetivo común. Pero todos los cubanos tenemos que estar implicados. Esa distinción entre los cubanos de afuera y los de adentro, se tiene que acabar.
Cuba no es un Gobierno, Cuba es nuestro país. Cuba no es de lo que están a favor del Gobierno ni de los que están en contra del Gobierno. Meter esto en la cabeza de la gente, eso es lo primero. Esto implica la noción de respeto, que es una noción que no se nos ha inculcado, que no hemos aprendido como pueblo, todo lo contrario: lo que hemos aprendido como pueblo es a despreciar al otro por lo que piensa. Empezar a trabajar, es ir en contra de todo lo que tenemos metidos en el ADN. Por eso es tan complicado.
Cuba es de todos. Nos tenemos que respetar, nos tenemos que escuchar, no tenemos que odiarnos. Tenemos que buscar una idea del futuro y caminar juntos. Y cada uno poner su granito de arena con la mejor voluntad; hace falta buena voluntad. O sea, todas las cosas que quería Martí, el pobre hombre, y se lo comieron vivo.
Todos los cubanos que quieran, deberían poder implicarse en el futuro de su país. Al menos así es como yo lo veo.
Entrevista
Galería de documentos
Carta abierta a Fidel Castro.
‘Veritas’: en pos de los trazos en la arena
La Brigada 2506 contaba con una élitede las fuerzas aéreas cubanas(compuesta por expilotos de la Marina de Guerra, Fuerza Aérea y Ejército, y también jóvenes pilotos cubanosasimilados por la Fuerza Aérea norteamericana). Entonces, ¿por qué en esta operación pilotaron aviones casi obsoletos, dados de baja tras la Segunda Guerra Mundial?
‘Veritas’, un documental de Eliecer Jiménez Almeida sobre los hechos acaecidos en torno al 17 de abril de 1961.