Amaury Pacheco

Habana Instagram

Hay aflicción en tus calles, tus fachadas reflejan un pasado glorioso, 
calles en tribulación envueltas en polvo, trozos de piedras habladoras, 
inmortales ruinas con frescos excrementos, llenas de fantasmas inmóviles 
que cooperan con el statu quo que prefieren saltar los charcos pestilentes 
esquivar el desplome de las viejas construcciones… podría ser una 
metáfora pero en verdad los que te habitan son tristes y cobardes.
Tristes calles célebres vendidas como patrimonio de la humanidad.


Sin poder escapar del poema

Un policía 
golpea con su tonfa la cabeza de un opositor:
la sangre brota, baña su rostro. Y con técnica de inmovilización 
le fractura el hombro, lo asfixia hasta el marrón. 

¿Puedo (yo) 
escribir un poema, hacer de este acto un doble astral, 
un attached file para futuras visualizaciones? 

Un agente
camuflado de civil arrastra por el pavimento a un ciudadano, 
que cansado de todo, levanta cartel, grita sus demandas. Civil contra civil es la distorsión del espejo. En el asfalto las marcas de horror.

¿Puedo (yo) 
escribir un poema, quedarme sentado en el renglón 
como un Buey-Mulo que mira la nota simbólica? 

Son los matices del miedo, 
el vértigo ad infinitum que pudre las aguas.
Parto el poema en miles de trozos, polen al viento. 

Es la muerte cívica la que no soporto.
Mejor, me entierro el lápiz y que el hilo de sangre 
purifique esa realidad.


Amaury Pacheco

Amaury Pacheco.


Ángulos

Enciendo un fósforo en la oscuridad…

Hay dolor aquí/allá/dolor más allá…

Cuando estuve en la avenida tercera en Miramar, espacio de alta confrontación, punto rojo dentro del espectro nacional, zona donde cada domingo se reunían las Damas de Blanco desfilando en silencio, gladiolo en alto. Terreno donde el gobierno reprime con otros cubanos y sus organizaciones de masa, nuevas ideas nación. Desde este ángulo/ cuerpos en gritos/ flores deshechas/ papales/ consignas al uso/ símbolos patrios quebrados sobre la calle. Lágrimas y sangre en vivo presentan testimonio

Cuando estuve allí en la otra parte del rompecabezas donde el cubano ama, sufre, odia, denuncia y en la distancia envía provisiones… refrescan el zinc hirviente. Sentado en casa de un amigo frente a la TV vi otra vez, los rostros sangrientos de la avenida tercera en full HD. Tomando cerveza mirando flujo de Wall Street donde el dinero no duerme. Mientras la cerveza bañaba mi garganta sentí que algo se retorcía

Vi al rojo vivo cuerpos expresionistas, ardían en mi pupila formas susurrantes de la conciencia una nación rota en bandos irreconciliables

Hay dolor aquí/allá/dolor más allá…

¿La llama de un fósforo abolirá lo oscuro?


Alcohol con Tu-Kola

Mira (mira) (solo mira)
Discontinuas aguas… salpican… aleros de los edificios.
En la acera excreción, la política nacional, brotes de civilidad.
Llueve y cae sobre el crepúsculo… un disparo es la realidad: bala 
como le llaman aquí al dinero, bala para atravesar la realidad concreta.
Sobre la barra codo, cabeza y tristes miradas / barra que soporta.
Viejo bar con botellas vacías/ vacíos ornamentos. 
Ausentes las palabras, melancólica la mente cuestiona… 

Nación convulsa: 
En los ojos/ lluvia/ barra/ bala/ asuntos internos. 

La lluvia corre 
(Mira) (Solo mira)… mientras


Opening

Plaza R llena…

Desesperanza/ alegría callada/ vítores y expectativa en progreso. Los disidentes se lanzan, volantes en manos, volantes al aire. Zaqueo, el de baja estatura y sicomoro en la mente/ rugby player entre la multitud exaltada, burla el doble cerco: la seguridad del pontífice. Lleva en su corazón el canto coral de los perseguidos, reclamo imposible de tapar con un dedo. Se inclina/ reverencia ancestral ante el sumo sacerdote, con la mano en el cráneo lo bendijo. Pero fue arrastrado y golpeado frente las cámaras, ante la indolente bestia social y la opinión pública. 

Nada pudo el vicario con bellos adornos y serenas palabras adecuadas. 

Tristes caravanas de mármoles rotos quedaron en la plaza… 

¡Bienvenido Papa Francisco al país!




Barbarella Acevedo

Barbarella DʼAcevedo

Barbarella DʼAcevedo

Yo estuve ahí. Llámeme si quiere la mujer sin nombre. Ninguna de nosotras tenía nombre cuando estaba a su lado. Y estuve para llorar su muerte en día que debió ser de fiesta y gozadera.