Paisaje singularmente intrascendente
Fragancia de hollín, partitura del ruido, protuberancia tatuada
(acaso un alma a la que ningún médico le diagnosticó un chancro).
El selfie en plena avenida (Oh Andy Warhol: una estatua de 15 minutos (remedio santo).
Mientras atravieso la multitud, rozo el antebrazo de algún asesino
—definitivamente, se necesita un corazón en el azar para sumar vida—.
Nos inventamos un oficio, pero se nos llenó de aire la cabeza y el bolsillo.
Vanidad de vanidades:
perpetuarle el olvido a la memoria de nuestros pasos en el corredor (sin fin) de la muerte.
Come, bebe, copula, procrea, canta, baila, reza, medita, lee, piensa, aprende (¿ama u odia; crea
o destruye; el bien o el mal?): ¿somos felices?
Después de tantos siglos,
solo descubrimos que avanzamos hacia el origen:
somos los únicos dioses de nuestro propio albedrío.
Como ese transeúnte que en su iPhone lee People Magazine,
cada cual determina su propio paraíso,
cada cual engendra su propio infierno.
En nombre del milenario pergamino en que rejuvenezco,
os debo cierta epifanía.
Erosiono el lugar común,
aunque solo sea una manera de mitigar mi eternidad en la tumba.
Poética
No deseches el sustantivo “rosa”:
haz que se desnude de cara a la multitud
para que sea el escándalo que germina en los titulares.
No deseches el adjetivo “bello”:
haz que vista sus lencerías
para que provoque el striptease de la rosa.
No deseches el verbo “amar”:
haz que viaje del alma a los genitales
para que nos copule la rosa/
y volvamos a nacer en el útero de lo bello.
Efluvios
1
La posibilidad de una mujer rondando los contornos de mi alma,
presagia la conquista de una isla.
2
Ella se atrevió a habitar conmigo el único territorio que nos deparó la vida.
Y fuimos como un niño que juega en los bordes de un precipicio.
El amor se convirtió en nuestra casa firme.
3
Entro en tu cuerpo como la noche dentro de un espejo.
Esa noche que es rostro de ti misma con su doble sinfonía.
El horizonte se retira de tus ojos para que inaugures otra jornada,
ahora que el cielo languidece en el alma de los mortales.
4
Y solo fuimos habitantes de la eternidad
cuando decidimos ofrendarle al instante su permanente fiesta.
5
Fui ese náufrago entre tus piernas,
en cuya cotidiana profundidad recobraba su rumbo.
6
Bach y Los Beatles nos salvan
ahora que un ruido es la sinfonía de moda.
La luna nos cobija cuando atraviesa esa alfombra roja que son los ojos.
El mar ya enarbola su heredad en nuestros besos.
Nuestra mejor fortuna solo tiene el precio de estar vivo.
7
En la bitácora olvidada de nuestra entrega
el planeta volvía a ser memoria de polvo sensible.
Generación
A Carlos Victoria en su travesía secreta.
No había nacido para figurar en la lista negra.
Se le escapaban guiños de disidencia:
la travesía de un corazón a puerta cerrada,
un verso que profanaba los moldes de una probeta.
No contaban con ellos para figurar en la lista negra.
Hasta que descubrieron un agujero,
tan imperceptible en la cortina.
Un agujero: tan difícil de creer,
que aún sangraba;
tan difícil de hacer,
que cabía el porvenir.
A gritos, incluyeron su nombre en la lista negra.
Desde mi propia isla
A John Donne, por la isla que no previó.
Ningún hombre es una isla,
pero todo hombre debe conquistar su propia isla.
Una isla en el cosmos, ubicua y etérea,
donde pueda ser el hábitat de sí mismo.
Ningún hombre es una isla,
pero todo hombre debe fundar su propia isla,
hecha de su propio cielo,
su propio mar,
su propia tierra,
en la que atraviese la ciudad y se reconozca a sí mismo.
Ningún hombre es una isla,
pero todo hombre merece una isla,
que resista el pantano de la horda,
que lo salve del desamparo de sí mismo,
que le devuelva la compañía de sí mismo.
Acaso para quedar a salvo del naufragio de un país,
del horizonte humanamente putrefacto
o la impostura de una doctrina.
Ningún hombre es una isla,
pero todo hombre necesita una isla,
en la invulnerable geografía de su ser,
como último versículo donde pueda respirar
cuando ya la ecuménica esperanza se asfixia
y el alba que solíamos esperar no regresa.
* Poemas pertenecientes al libro Desde mi propia isla, publicado recientemente por la editorial El Ateje.
Imagen de portada: Joaquín Gálvez / Facebook.