Karl Krispin

El otro Borges

En días pasados, hablando sobre directores de orquesta con una persona, detuve momentáneamente la conversación para increpar a mi interlocutor con una pregunta que nada tenía que ver con nuestro tema en cuestión: “¿Pero tú eres borgiano?”. “Naturalmente”, contestó. “Entonces, podemos seguir”, le dije.

Con el escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) sucede que, dada su extraordinaria obra que lo hace ver como un escritor entre escritores, nadie quiere dejar de admirarlo; pero a la vez, cada quien desea con vocación de avaro reservarse su interpretación muy personal[1] de su obra. Esa avaricia nos lleva a pensar, como ha sostenido José Carlos Llop, “que nos hablaban solo a nosotros mientras el resto del mundo permanecía al margen —excluido— de nuestra conversación”[2]

Gabriel Zaid ha escrito que publicar un libro es ponerlo en medio de una conversación, y los profesores de Yale privilegiaron el texto más allá del autor. La crítica literaria de nuestro tiempo parece lograr de todo menos el encuentro real con la literatura. Todas las escuelas que anteponen todo un aparataje teorizante son las que despedazan la obra convirtiéndola en retazos y que conforman lo que el también crítico entre críticos y admirador de Borges, Harold Bloom, ha llamado la “Escuela del Resentimiento”[3].

Mucho antes de este torbellino de escuelas críticas, don Miguel de Unamuno condenaba a Cervantes al ostracismo y reivindicaba el Quijote a despecho de su autor. Esas distancias entre el autor y su obra las colocan quienes han tomado partido por un divorcio irreal y que terminan querellándose con la propia literatura, que nunca dejará de ser hedonista a pesar de los formulistas que la vuelven añicos. El caso es que, a pesar de que la obra es autónoma y se desvincula con su autor, no por ello tengamos que despachar al escritor para trazar una agenda exclusiva con su texto. Hay que oponerse a todo dogma. Por ello, a pesar de los exclusivistas teóricos, seguimos coleccionando los detalles que nos hagan recomponer a William Shakespeare, como sujeto humano e histórico, o a cualquiera de los grandes, Borges por ejemplo.

El escritor siempre quiso desdoblar su personalidad más allá del espejo o los laberintos a los que abominaba o se encomendaba. Existe el Borges histórico, el Borges personaje y hasta un Borges impostor que al primero le gustaba colar. Pero al Borges histórico le sucede como al Kafka histórico. Hay una serie de lugares comunes puestos como evidencia a su alrededor que insisten en guardar una apariencia, en darlo a conocer bajo una perspectiva muy de postal literaria. Borges hasta se encargó de representarse a sí mismo y a veces de sobreactuar su papel. Más allá de eso, la obra está allí, cualquiera puede disponer de ella e interpretarla a su antojo. El Borges histórico tiene también sus vías para definir la personalidad que tuvo. No solo están quienes lo conocieron y trataron: el grupo íntimo de sus amigos, las mujeres a las que se acercó, las mujeres que lo rechazaron, las anécdotas que propició, sus posiciones públicas, sus declaraciones[4]. Entre todas ellas merece examinarse una obra colosal, tal vez de índole pantagruélica por su aspecto: un diario minucioso y afilado que revela y expone al Borges de carne y hueso, que a la vez guarda conjeturas o aviva la imaginación.

Se trata del diario que puntillosamente llevó el también escritor argentino Adolfo Bioy Casares durante casi cuarenta años en su relación de amistad con Jorge Luis Borges, Borges (Edición al cuidado de Daniel Martino, Ediciones Destino, Buenos Aires 2006). Con este libro parece que estamos ante otro Borges, el que le huye al espejo, quizá más aproximado a lo que era, el real, el verdadero, el humano, el desacralizado.

El miércoles 21 de mayo de 1947, Adolfo Bioy Casares escribe las primeras anotaciones: “Empecé el diario”. En 1989, luego de 1596 páginas y muerto ya el amigo en Ginebra, cierra el diario. La contratapa del libro dice lo siguiente: “Como La vida del Dr. Johnson de Boswell, para muchos la mejor biografía jamás escrita[5], el Borges de Bioy constituye un testimonio fundamental sobre el genial escritor argentino y un documento insoslayable sobre una relación que cambió el curso de nuestras letras”. Bioy y Borges se conocieron en 1931. En 1935 o 1936[6] se juntaron para escribir un folleto comercial y luego convinieron en una escritura a cuatro manos que abordara el género policial que fue “el punto de partida de toda la obra de Bustos Domecq y Suárez Lynch”.[7]

“Come en casa Borges”. Esta es la frase más repetida del libro, está en todas las entradas del diario como antesala a la conversación del día, lo que significaba que Bioy siempre era el anfitrión. Escasamente, a lo largo de esta bitácora longeva, Bioy va a casa de Borges. A veces lo hace pero no parecen invitarlo a comer porque no se registra. A veces, pueden hacerlo en un restaurante o en casa de terceros como el 26 de julio de 1962 cuando Bioy anota: “Comemos, con Borges, en casa de unos papanatas”.[8]



Las personalidades de Borges y de Bioy eran muy diferentes. Borges era austero, frugal, tomaba solo agua y de la corriente, rotundamente inexitoso con las mujeres, mientras Bioy era un mujeriego, bon vivant, bien vestido, preocupado de su apariencia, exitoso con las mujeres, le gustaban los autos, tenía medios de fortuna (tanto él como su mujer, Silvina Ocampo) y disponía de servidumbre[9].

Borges era distante, tuteaba a pocas personas[10] y hasta recibe ropa usada de Adolfito.[11] A pesar de la amistad íntima con Bioy Casares, puede mostrarse brusco en ocasiones como cuando a propósito de un viaje de Borges a Inglaterra, Bioy propone que todos se encuentren en ese país y Borges le contesta con aspereza.[12]

De igual forma, Borges puede ser brusco y antipático si rechaza una situación: “…deploro su rigidez, fácilmente irritada y cruel, con el prójimo”, llega a apuntar Bioy en 1982[13]. Pero en la mayoría de los casos, Borges despierta una admiración indetenible en Bioy Casares. No hay exageración al decir que fueron los mejores amigos y tenían que padecer de alegrías, acusaciones  y tristezas, rabias y remordimientos, como sucede en una poderosa amistad.  Lógicamente, el Borges que nos encontramos acá es el del día a día, el que tiene pasiones, que se entristece. No es el Borges de las entrevistas ni el de los grandes titulares. Es el otro.[14] A pesar de declararse no religioso y combativo frente al dogma religioso[15], Borges lleva un escapulario a sus viajes que su madre le ha hecho llevar.[16]

Ricardo Piglia, uno de los intérpretes más lúcidos de Borges, muy a su pesar, señalaba que el escritor era el heredero de la Argentina criolla, estanciera, rural y épica, anterior a la migración masiva europea al país. En ese sentido, Borges es un escritor del siglo XIX según proclama Piglia[17] (más allá de que su literatura apueste por lo universal y el cosmopolitismo) y posiblemente, agrego, sufría lo que las aristocracias criollas hispanoamericanas sienten por España: cierto desprecio y lejanía favorecida por las independencias y porque los núcleos fundadores de la América española establecieron distancia con los peninsulares para erigir un sistema propio de castas y privilegios.

No hay en Borges una identificación con España ni en su idioma y, escasamente, en su literatura. Priva la argentinidad a toda costa. En el diario, esta anti españolidad se nota hasta en la concepción del idioma[18]. El dúo Borges-Bioy cree en que algo parecido al idioma de los argentinos existe concretamente, descentrado de la unidad cultural que propuso España en América. Ese criollismo argentino de Borges, salpicado por su anglosajonismo (lengua en la que tal vez le hubiese gustado escribir. Admiraba a su abuela inglesa por recitar pasajes enteros de la biblia en ese idioma) y su europocentrismo que llega solo a las costas francesas, lo hace no identificarse con algún destino común de la América española, de Hispanoamérica, Latinoamérica o como quiera llamársele. Que algún país se jacte de que conserva el español de España, lo irrita especialmente. No olvidemos que coincide con Bioy de que Buenos Aires representa el centro cultural del español, metabolizado en argentino. En alguna oportunidad visita la embajada de Colombia donde recibió una opinión cuya reconvención expresa de inmediato:

“En la embajada de Colombia me explicaron que Colombia es el único país de América donde se habla el español de España. Yo estaría de mal humor, porque les contesté: En España nunca hablaron bien el español. Y desde hace dos siglos, ¿para qué les sirve? Para hablarlo de cualquier modo y para escribirlo peor. ¿Qué merito puede hablar en el modo de hablar de una gente incapaz de escribir un buen libro? No, yo no me arrepiento del 25 de mayo ni de San Martín; ustedes no deben arrepentirse de Bolívar… La gente repite frases y no piensa. Admiran a Bolívar y al mismo tiempo se jactan de ser casi españoles. Viven felices en el matete. Son unos brutos”[19].

En materia de mujeres, Borges fue ciertamente desafortunado y el diario lo expresa de una manera fehaciente. No solo fue rechazado muchas veces sino que el escritor padecía constantemente de la enfermedad del amor. El diario está salpicado de las quejas de Borges sobre cómo lo rechazan, además de que tenía una idea completamente decimonónica y vetusta en su trato con las mujeres. No obstante, siempre hay alguna de la que está enamorado, nombres que no menciona pero que va tejiendo una historia de fracasos porque era débil y muy torpe con las mujeres. Estela Cantó, a quien Borges le propuso matrimonio, creía en que primero debían acostarse, lo que rechazó el escritor. Ella luego escribiría que Borges era impotente. Vivir con su madre, Leonor Acevedo de Borges, no le facilitó precisamente tener una vida sentimental[20].

El escritor contrajo matrimonio con Elsa Astete Millán en 1967, cuando su madre estaba anciana y enferma y Borges tenía 68 años. El matrimonio naufragó a los tres años. Elsa se hartó de Borges. Antes de dejarlo, lo había humillado en Harvard. Borges estaba dando alguna conferencia y se negó a abrirle la puerta de regreso en medio de una nevada[21]. Resulta paradójico pensar que Borges dejó versos esplendidos sobre el amor y el diario también acusa no solo sus delirios por la mujer que le duele en todo el cuerpo sino por sus emocionantes reflexiones acerca del hecho amoroso[22]. A María Kodama la conocía ya desde 1963[23] pero no sería sino hasta el final de sus días cuando contrae matrimonio con ella en Paraguay.

La señora Kodama no ha sido precisamente una defensora de este trabajo monumental y elogioso de Bioy[24] (Pocas veces tenemos oportunidad de seguir el trazado de la vida de un escritor mayor, como Borges, en todas sus paradas). Todo lo contrario: denuncia a Bioy como un traidor a Borges por haberse atrevido a publicar, aunque póstumamente, su diario de amistad con Borges. Hace poco fue entrevistada en Buenos Aires en relación con este tema. Habla fantasiosamente de una posible envidia de Bioy hacia Borges y señala que la única obra literaria de algún éxito en la vida de Bioy Casares fue La invención de Morel, repetidamente corregida, una y otra vez según remacha, por Borges. Señala que su Borges fue la venganza de Bioy y hasta termina descalificándolo moralmente.[25] A Kodama muchos la acusan de haberse apropiado de Borges y de asumir una vigilancia casi policial sobre su obra.

Uno de los conceptos más interesantes y quizá motivadores del diario gira alrededor de los juicios que hace el maestro Borges sobre el escritor y su oficio. Huelga decir que el diálogo que por casi cuatro décadas sostuvieron Bioy y Borges se centró en el tema literario, discutiendo sobre autores, calificando obras, leyendo sonetos, comentando textos, examinando frases. La preocupación por el lenguaje de estos amigos que conversan toda una vida sobre libros, nos lleva a pensar que vivieron una existencia rigurosamente en devoción hacia la literatura. Pocos pueden afirmar esto inequívocamente. Lo admirable de esta entrañable relación es que se empeñaron en hacer de sus días un homenaje permanente hacia la frase, reconociendo el mundo desde ella. No otro propósito guió a Adolfo Bioy Casares que acompañar a Borges en su empeñó de fundar una explicación del mundo que partiera desde la escritura misma. Más que sumarse al empeño de vivir, se escribieron a sí mismos.

Se trata de una aspiración poco común y no sencilla, que sean las palabras creadas para inventar un universo las que finalmente se junten hasta justificar de vuelta el mundo del que salieron. El hombre ha solicitado una explicación de sí mismo a través de la filosofía, la historia o la política pero llegarse a la ficción, como urdieron en sintonía Borges y Bioy, para armas las claves de cuanto nos rodea consigue perfeccionar una aspiración tan arriesgada como novedosa. Y este ánimo de ajustar la visión de la humanidad con los anteojos de la literatura se convierte en el gran proyecto, en la inaplazable convicción de este diario construido con pacientes años de trabajo para llevar a cabo este predicamento superior.

La idea de Borges sobre el escritor es que su oficio se combine con algún otro, fórmula que no aplica a sí mismo[26]. En rigor, siempre celebró más los libros que había leído mientras pensaba que los otros celebraban los que habían escrito. Esta idea lo hace pensar que: “Ya hay más literatura de la que el mundo necesita. ¿Por qué estimular ese exceso? Necesita la gente alimentos, ropas, muebles, no más poemas. Buenas remuneraciones estimulan la mala literatura. Yo prefiero la idea de los judíos, de que la gente tenga un oficio —carpintero, herrero, lo que sea— y si usted tiene algo que decir, escriba”.[27]

A lo largo del libro-diario se muestran las confidencias de Borges, su visión tremendamente crítica[28] respecto a sus contemporáneos, y en particular de sus contemporáneos escritores. Su posición sobre muchos de ellos es demoledora, quizá porque privilegiaba como nadie no solo una vida literaria sino una entrega literaria. Un hombre como él, que transcurre su vida examinando la creación no podía ser condescendiente ni permisivo con sus pares. Quizá no había persona más lectora y con mayor memoria para ello que él. Sus linderos estaban en el mundo, no a orillas del Río de la Plata. Por ello es especialmente insidioso con sus coterráneos, a quienes reconocía envueltos en pequeñas diatribas locales. Su desprecio hacia Sabato duró toda una vida y aunque se juntaron en los años setenta a dialogar gracias a Orlando Barone, en el propio texto se advierte que hay una guerra librada entre dos seres que ya no se ven sino que harán todo lo posible para vencer en el duelo verbal[29].

Tampoco tiene una buena opinión de Manuel Mujica Láinez, a quien le reprocha su bisexualidad y lo acusa de fabricar una literatura pobre y evasiva. Macedonio Fernández es una amistad heredada de su padre. A Macedonio lo respeta como a pocos, pero hasta Reinaldo Xul Solar recibe de vez en cuando sus dardos y maledicencias. Con otro de sus mejores amigos, el escritor Manuel Peyrou, amigo de Bioy también, es normal la diatriba y el desencuentro. Tampoco Silvina Ocampo, la mujer de Bioy, se libra de que Borges riña con ella. El humor y la ironía de Borges son una compañía grata en este recorrido. En 1957, no se ahorró  palabras en una conversación con Bioy para denostar de la obra poética del venezolano Andrés Bello:

“Que rara la idea de una Silva a la agricultura de la zona tórrida. Equivale a una Oda a la industria del calzado. Oyuela y Menéndez y Pelayo dicen que es el mejor poema escrito en Hispanoamérica. Yo no creo que tenga muchos versos memorables. Son poemas hechos con aplicación. El efecto que produce no es de agricultura sino de maleza. Una descarga de legumbres. Es una pesadilla”[30].

Por otra parte, en la obra no se deja duda de su amor incuestionable por la literatura inglesa, la preferencia que tenía por Johnson en lugar de Shakespeare[31], su visión peyorativa de Goethe o de Wagner (en general, la literatura alemana la tiene por abstracta y no simpatiza especialmente con los alemanes[32]), sus gustos, sus peleas, su sabiduría, su cotidianidad, su genio. Este es un diario que retrata al Borges detrás de sus libros y de lo más memorable son los intercambios de sus opiniones literarias con Bioy.

Se trató de una amistad invencible, sólida y prolija. Borges era un conservador, despreciaba al comunismo, aborrecía el peronismo (Solía decir que Juan Domingo Perón era un millonario y Eva, una prostituta), defendía que no hubiese elecciones y hasta justificaba los golpes de Estado con tal de impedir la llegada del peronismo. Sentía una honesta admiración por el sistema político de los Estados Unidos y hasta firmó una carta condenando los agravios a Nixon en su viaje a Venezuela en 1958. Nunca militó en la política: sí tuvo alguna participación en la Sociedad Argentina de Escritores, la SADE, para evitar que cayera en manos de la izquierda. Gustaba de viajar para dar conferencias como una justificación de sí mismo. No le gustaban los balnearios o la playa. No conoció nunca la frivolidad, le huía a lo frívolo. No le gustaban los niños (“…son máquinas de producir molestias. Los perros son mejores”[33]). Usaba la colonia Jean Marie Farina. A la muerte de Borges en 1986, Adolfo Bioy Casares apunta en su libro:

“Después de almorzar en La Biela, con Francis Korn, decidí ir hasta el quisco de Ayacucho y Alvear, para ver si tenía Un experimento con el tiempo: quería un ejemplar de reserva. Un individuo joven, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre las Eddas que me mandaron hace meses, me saludó y me dijo, como excusándose: Hoy es un día muy especial. Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté: ¿Por qué? Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra, fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino…Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges”.[34]

El mundo sin Borges continúa con Borges. Allí está su obra estremecedora. También está esta suerte de memorias que devuelven el tiempo para que nunca estemos sin él. Para que vayamos a cada uno de sus días, para que volvamos a armar la escena imposible de imaginarlo en Buenos Aires, comiendo en casa de Bioy. Este Borges posee momentos memorables, excelsos. Ofrezco al lector uno de esos tantos momentos de este elenco de juicios, frases, pensamientos y convicciones. Téngase en cuenta de que es un libro de 1663 páginas. Este tiene la virtud de que realidad y ficción se juntan para conciliar una paradoja:

“Hablo por teléfono con Borges. Soñó que castigaba a Rest, a trompadas y con odio. Mientras lo castigaba, Rest se encogía, hasta convertirse en una horrible masa sanguinolenta, más bien chica, donde se adivinaban los rasgos de su cara. Cuando despertó, Borges se dijo que tenía que llamarlo por teléfono, para disculparse y explicarle que solo había sido un sueño. Al rato comprendió que ese llamado no era conveniente. Soñó también que muchachones entraban a su cuarto, lo agredían, lo golpeaban, iban a matarlo. Despertó y pensó: Mejor que no vuelva a dormirme. Es espantoso pensar que si me dejan solo invento estas cosas… Mientras pensaba esto volvió a dormirse. Soñó que paseaba por un parque, entre árboles, con una muchacha. Despertó en un estado de gran felicidad”.[35]

El miércoles, 26 de septiembre de 1956, Borges le decía a Bioy: “Hay que hacer como Boswell: anotar para que las cosas no se pierdan[xxxvi]”. Bioy no hizo otra cosa que seguir el predicamento de Boswell. ¿Le confesaría Bioy alguna vez a su amigo que llevaba un diario de lo que conversaban? Daniel Martino dice que Bioy perseveró calladamente en esta escritura. Lo cierto es que procuró que su afán consiguiese rematar la aspiración más literaria que alguien pudo haberse impuesto. Si fue calladamente, aquellas notas registraron escrupulosamente a un Bioy más que memorioso.


© Imagen de portada: Margarita Boulton.




Notas:
[1] Fernando Savater con referencia a los críticos y su lectura de Borges declaró: “…no permitiré que algunos de ellos estropeen mi lectura de Borges”. Carlos Cañeque, “Entrevista a Fernando Savater” en: Conversaciones sobre Borges, Ediciones Destino, Barcelona 1999, p. 362.
[2] José Carlos Llop, “Un prólogo casi esnob”, en: Fabrice Gaignault, Diccionario de Literatura para Esnobs. Impedimenta, La Biblioteca del Pájaro Dodo, España 2011, p. VII.
[3] Para Bloom esta Escuela la forman feministas, marxistas, materialistas históricos, multiculturalistas, neohistoricistas, deconstructivistas, estructuralistas, afrocentristas, ideólogos homosexuales y un largo etcétera. Edmundo Bracho, “Entrevista a Harold Bloom” en: El oponente, Alterlibris ediciones, Caracas 2000, p. 194-195.
[4] Savater afirma que “precisamente por ser ciego, Borges nunca distinguió entre lo que era hablar para unas cuantas personas de su círculo privado y para los medios de comunicación”. Esto podría eventualmente tomarse como válido para luego de 1956. La afirmación viene al caso para discutir el carácter “provocador” de Borges. Op. Cit., p. 361.
[5] Lord Macaulay planteaba una paradoja respecto a James Boswell. Señalaba que era un hombre de un mal y débil intelecto (“a man of the meanest and feeblest intellect”) pero el primero de los biógrafos y sin nadie que lo secunde (“…is the first of biographers. He has no second”). Lord Macaulay, “Croker’s Edition of Boswell´s Life of Johnson” en: Critical and Historical Essays, London 1899, Longmans, Green and Co., p. 387-388. (La traducción es mía).
[6] La duda es del propio Bioy en su introducción a Borges, Adolfo Bioy Casares, Editorial Destino, Colombia, 2006, p. 28.
[7] Ibídem. Se trata de los cuentos en colaboración que escribieron con seudónimos. El periodista venezolano, Edmundo Bracho, entrevistó a Bioy en abril de 1995: “Como nunca quisimos darle mucha importancia a lo que habíamos escrito en conjunto, en vez de poner nuestros nombres firmábamos con los nombres de Bustos Domecq o Suárez Lynch. Bustos era un antepasado de Borges, Domecq el apellido de mi abuela paterna. Suárez era otro antepasado de Borges, Lynch mi abuela materna”. En: Edmundo Bracho, “Entrevista a Adolfo Bioy Casares” en: El oponente, Op. Cit., p. 36. Anota Bioy al final de su introducción 1931-1946: “En muy diversas tareas he colaborado con Borges: hemos escrito cuentos policiales y fantásticos de intención satírica, guiones para el cinematógrafo, artículos y prólogos; hemos dirigido colecciones de libros, compilado antologías, anotado obras clásicas… ¿Cómo evocar lo que sentí en nuestros diálogos de entonces? Comentados por Borges, los versos, las observaciones críticas, los episodios novelescos de los libros que yo había leído aparecían con una verdad nueva y todo lo que no había leído, como un mundo de aventuras, como el sueño deslumbrante que por momentos la vida misma llega a ser”. Borges, Op. Cit., pp. 29-30.
[8] Ibídem, p. 800.
[9] Jovita Iglesias fue el ama de llaves durante medio siglo en casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Con la colaboración de  Silvia Renée Arias, publicó en 2002 bajo el sello Tusquets un revelador libro sobre sus patrones llamado Los Bioy.
[10] Jueves, 25 de octubre de 1962: “(Borges) No es nada tuteador. Con Peyrou, amigo de toda la vida, se dicen de usted, mientras que yo me tuteo con ambos”. Borges, Op. Cit., p. 826.
[11] “Adolfito” era el nombre con que los íntimos conocían a Bioy Casares, “Georgie” era como los cercanos le decían a Borges aunque Bioy siempre le dijo “Borges”. El martes 27 de noviembre, Bioy comenta que a Borges y Victoria Ocampo los han condecorado en la Embajada de Francia: “Borges, con el viejo smoking que le regalé, era uno de los hombres mejor vestidos”. Borges, Op. Cit., p. 840.
[12] Sábado, 8 de diciembre de 1962, Bioy: “Podríamos encontrarnos todos en Inglaterra” Borges (en tono brusco): “Yo voy a Inglaterra a dar conferencias”. Bioy: “Vos sabés que yo no iría a las conferencias, ni siquiera a las reuniones. Nos veríamos en los ratos libres, en los viajes. Y me parece muy bien que des conferencias: te sentirás justificado. Yo, en los viajes, porque siento que me saqué a pasear, estoy un poco molesto”. Borges, Op. Cit., p. 847.
[13] Ibídem, p. 1561.
[14] Martes, 9 de junio de 1964. “Borges me dice: “Vos sabés que la ira no es una de mis pasiones… Desgraciadamente casi siempre me entristezco y no sé enojarme. Hoy estaba furioso”. Borges, Op. Cit., p. 1029.
[15] Lunes, 28 de diciembre de 1964. Borges: “Cristo tiene un lado demagógico. Algo de lo que dice es horrible: no entrará un rico en el cielo, porque ya tuvo su recompensa en la tierra. ¿No entendió lo que significaba la eternidad? ¿Qué es la vida comparada con la eternidad? Un instante. Y qué manía retributiva. Hay una desproporción de culpas y premios por lo que pasa en esta vida instantánea: por una riqueza que dura un segundo, el castigo infinito”. Borges, Op. Cit.,  p. 1051.
[16] Jueves, 9 de julio de 1964. (Bioy) Voy a casa de Borges. Grandes abrazos con la madre, que me llama su hijo y me promete un escapulario: “Él (refiriéndose a Borges) lo llevó en todos sus viajes.” Borges, Op. Cit., p. 1043.
[17] Ricardo Piglia sostenía que Borges cierra la literatura argentina del siglo XIX: “La obra de Borges es una especie de diálogo muy sutil con las líneas centrales de la literatura argentina del siglo XIX y yo creo que hay que leerlo en ese contexto.” https://www.borges.pitt.edu/sites/default/files/11%20Piglia.pdf Igualmente, Piglia sostiene que hay dos Borges escritores: el primero, el autor de los grandes cuentos como El Aleph y Las ruinas circulares, y el segundo, a partir de 1956, el escritor disminuido que se ha quedado ciego. Ese año de 1956, Borges le confiesa a doña Leonor, su madre, que “las letras se deforman y están como chorreadas”. Borges, Op. Cit., p. 217. El lector interesado debe buscar con apremio las conferencias que dio Ricardo Piglia sobre Borges en 2013 y que están publicadas en Youtube, https://www.youtube.com/watch?v=im_kMvZQlv8 Piglia, igualmente, critica que la preferencia de Borges por escritores como Chesterton, Wells, Kipling o Stevenson, revela que prefería escritores menores. Ese mismo criterio lo comparte Harold Bloom cuando respecto a esas preferencias señala que “en algunos casos como el de H. G. Wells o el de Chesterton se trata de autores muy secundarios y que muestran en él un cierto mal gusto”. Carlos Cañeque, “Entrevista a Harold Bloom” en: Op. Cit., p. 366.
[18] Lunes, 13 de junio de 1960. Borges: “Algunos se lamentan de que hablemos mal y anhelan que hablemos como en España. Yo les digo que en España no hay un idioma, sino muchos dialectos. Bioy: ¿Quieren ser laístas, como los madrileños? No soy nada nacionalista, pero dejar nuestro modo de hablar y sustituirlo por el de España me parece pasarse al otro lado…Si todavía el español de España fuera un idioma vivo y permeable, como el inglés o el francés…pero no, tienen un equivocado ideal de pureza y quieren manejarse hoy con un idioma anterior a la rueda. El centro cultural del idioma español está en Buenos Aires; yo creo que en nuestra Historia pensamos más que en todos los siglos de España; casi no existió, hasta nosotros, pensamiento en español… ¿por qué vamos a adoptar un idioma aldeano? Borges: Y la literatura española está en decadencia desde el siglo XVII”. Borges, Op. Cit., p. 656. Viernes, 1 de septiembre de 1961. Borges: En el homenaje a Góngora en la Academia de Letras solo yo hice objeciones: dije que como la literatura española no es rica en extravagancias –hablan de la mesura francesa, de la falta de originalidad francesa, pero ¿cuál es el Rabelais español? –, con uñas y dientes los españoles se aferran a las extravagancias de Góngora y se prenden a sus obras”. Borges, Op. Cit., p. 745. Viernes, 13 de julio de 1962. Borges: “Guillermo (de Torre. Su cuñado, casado con Norah Borges) partió a un congreso de hispanistas, en Oxford. Que suerte. Los ingleses que se jodan. Qué bien si después de examinados los textos, el congreso llega a la conclusión de que la literatura española no existe. Ex nihilo nihil fit”. Borges, Op. Cit., p. 797. Domingo 9 de junio de 1963. Borges sobre el español: “Es un idioma excelente: yo observo tan solo que no produjo escritores tan buenos como el francés o el inglés”. Ibídem, p. 900. Sábado, 27 de febrero de 1982: “El de Góngora es un mundo de mecanismos verbales. No imagina lo que dice y es esencialmente grosero: escribir que el agua del Nilo vomita riquezas es una grosería y una estupidez”. Ibídem, p. 1567.
[19] Borges, Op. Cit., p. 979.
[20] Martes, 31 de diciembre de 1963. Bioy: “Por la mañana me habla la madre de Borges, nerviosa y preocupada por el estado de ánimo de su hijo: Cuando no ve a esta chica, está bien, pero apenas la ve se pone hecho un loco. Ella le manda regalos: baratijas, cosas horribles, porque no tiene gusto. Dice que es distinguida: distinguida no es, basta verla. Su casa parece la casa de la modista. Me parece bien que se case, pero con alguien como él. Le dije que vea a gente como él, que deje tranquila a esas chiquillas. Te quería preguntar si no te parece bien que le hable a esta mujer y le pida que no lo vea, que lo deje tranquilo”. Borges, Op. Cit., p. 998.
[21] Ibídem, p. 1582.
[22] Lunes, 24 de febrero de 1964. “María Esther (Se trata de María Esther Vásquez con quien escribió o a quien incluyó en una escritura a cuatro manos y de quien estuvo también enamorado sin resultados) lo ayudó a hacer la valija…Cuando la vi en esas tareas caseras casi lloré. Más que los diálogos de amor, que al fin y al cabo son casi iguales con cualquier mujer, me conmueve lo doméstico, lo que no sirve para la poesía. ¿Comprendés? Me sentía al borde de una larga costumbre, de un largo tedio, por qué no, que es la verdadera felicidad”. Borges, Op. Cit., p. 1009.
[23] Ibídem, p. 967.
[24] Bioy hace notar que Kodama recela de los amigos de Borges: “Que es lo que realmente quiere: que no vea a nadie más que ella”… (Bioy):”Noto que, cuando está junto a María, es menos cordial conmigo”. Borges, Op. Cit., p. 1582. Bioy se expresa abiertamente de María Kodama: “…María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla”. Ibídem, p. 1594.
[25] https://www.infobae.com/america/cultura/2019/09/29/secretos-y-anecdotas-de-borges-por-maria-kodama-una-reencarnacion-de-a-dos-los-celos-la-traicion-de-bioy-y-el-motivo-por-el-cual-nunca-gano-el-nobel/
[26] Según su amigo, Manuel Peyrou, era “porque nunca se ganó la vida, porque es egoísta, sostiene esos disparates”. Borges, Op. Cit., p. 953.
[27] Ibídem, p. 953.
[28] Borges: “Estoy pensando que tal vez Oliverio Girondo no haya escrito una línea memorable”. Borges, Op. Cit., p. 940… “Con Sabato uno siempre está peleándose y reconciliándose. La verdad es que no puedo decirle si en este momento estamos en una pelea o en una reconciliación”. Ibídem, p. 1069… “Lo que molesta es que Sabato siempre habla para que lo aplaudan. Espera que uno comente: “Qué bien. Qué gracioso. Qué valiente. Qué agudo. Y naturalmente dice idioteces. Esos libros, Heterodoxia y Uno y el universo, no son otra cosa que colecciones de frases que esperan el aplauso, la exclamación admirativa del lector. Pertenecen a la peor tradición francesa”. Ibídem, p. 666… (Alfonso) “Reyes tenía una gran curiosidad, pero la larga temporada en Madrid le hizo daño. Había en él un lado de vulgaridad.” Ibídem, p. 658. Sobre Victoria Ocampo: “…reconozco que se portó muy bien conmigo. Le debo la dirección de la Biblioteca Nacional…Esos autores que (Victoria Ocampo) admiró tanto no dejaron rastro en ella. Sus ideas –si las tenían- no dejaron rastros; ni siquiera las combinó”. Ibídem, p. 724… Borges: “Neruda cambia de estilo y de tono en un poema, sin darse cuenta. Es un bruto. Empieza bien el poema sobre Walt Whitman porque sin duda le quedó en el oído el ritmo de versos de Whitman que estaría leyendo, pero después llega al disparate y de pronto se le llena de negros el poema, que se convierte en otro: en un poema contra los Estados Unidos. Es un discípulo de Lorca, mucho peor que Lorca. El mejor Lorca es el que escribe poemas andaluces y gitanos. Cuando creyó que podía escribir de todo, cuando escribió los versos libres de Poeta en Nueva York, escribió poemas horribles.” Ibídem, p. 894. Sobre Alfonsina Storni: “Alfonsina es de esas personas que, después de muertas, se finge que siempre se las aceptó. No hay duda de que, con la muerte, mejoró socialmente en el mundo de las letras”. Ibídem, p. 384. Sobre Roberto Arlt: “Era comunista, se entusiasmó con la idea de organizar una gran cadena nacional de prostíbulos, que costearían la revolución social. Era un malevo desagradable, extraordinariamente inculto”. Ibídem, p. 249.
[29] Diálogos Borges Sabato, compaginados por Orlando Barone. Emecé Editores, Buenos Aires 1997. Apunta Barone sobre el 14 de diciembre de 1974, primer día del diálogo: “Entreví dos sombras y detrás a dos hombres y, dentro de las sombras y los hombres, entreví el amor y la muerte, la lucha y el arte, es decir: la vida”. Ibídem.
[30] Borges, Op. Cit., p. 411. Menos mal que Borges nunca padeció la lectura de otro poema de Bello, A la vacuna, dedicado al capitán Manuel Guevara Vasconcelos con ocasión de la campaña contra la viruela adelantada por la Corona a fines del siglo XVIII.
[31] Bioy: “Hacemos listas de escritores queribles —no necesariamente admirables— y coincidimos en Johnson, en De Quincey, en Stevenson, en Heine, en Fray Luis de León, en Eça de Queiroz. Cuando menciono a Kafka y a Proust no niega ni afirma. Añade a Montaigne (estoy de acuerdo) y se pregunta si Wilde no sería demasiado vanidoso”. Borges, Op. Cit., p. 1202.
[32] “Wagner ensució todo lo germánico…Ahora pienso que los alemanes estropearon todo lo germánico; nunca lo entendieron bien. Siempre llevan con ello su pesadez y su mal gusto”. Borges, Op. Cit., p. 986.
[33] Ibídem, p. 1493.
[34] Ibídem, p. 1592.
[35] Jueves, 15 de agosto de 1974. Borges, Op. Cit., p. 1489.
[36] Ibídem, p. 213.





Manuel Pereira y Gabriel García Márquez

Manuel Pereira

Manuel Pereira

24 horas más tarde aterricé en La Habana y le entregué ese texto clandestino (no anunciado) a Carlos Rafael Rodríguez. Poco después Crónica de una muerte anunciada fue publicada simultáneamente en Colombia, en España, en México y en Argentina. Obviamente el Gabo había obtenido el imprimátur de Fidel Castro, como compete a toda alta autoridad eclesiástica o ideológica. La Edad Media casi en estado puro.