Maleconazo

Julio 14, 1994


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El lazo de emociones que provoca la dicotomía angustia versus alegría, cuando el remolcador pasa la dársena de La Francesa, ataca la boca de la bahía, y se interna en alta mar, devuelve la esperanza a los tripulantes y a los amontonados pasajeros del remolcador 13 de Marzo

Cruzaron el canal de la bahía de un kilómetro de largo en total silencio y con las máquinas en baja. Entre los pasajeros se cuentan mujeres y niños. El patrón se mantiene atento al radio, y al sonido de las máquinas, que reciente fueron probadas.  

Una cosa es cabotaje y otra alta mar, piensa mientras espanta el calor, y agita su camisa abierta. 

La situación es tan desesperada, que no pudo contener más el secreto, y adelantó la fecha de la huida, pues temía que la expedición abortara, por el siempre temido y omnipresente chivatazo a La Pesada.


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El Mayor, coordinador del operativo, se mantiene ante una gran ventana. 

Está en el último piso del edificio de la Marina de Guerra Revolucionaria, desde donde se observa la parte norte de la bahía, que emboca al canal de salida al mar abierto. De arquitectura moderna y con una amplia torre en el centro, se levanta al pie de la Avenida del Puerto, cerca del Convento San Francisco de Asís. 

Con las manos entrelazadas a su espalda, ve pasar delante de sus ojos al remolcador. Parece como si no llevara a nadie dentro, pero él sabe… 

En su interior se apiñan 78 personas. De ellos, 30 mujeres, 29 niños. La mayoría familias domiciliadas en los municipios de Regla, Guanabacoa y Cotorro.

Algunas mujeres salen a cubierta con sus hijos en los brazos, para marcar la indefensión de los pasajeros, pero también son barridas por los cañones de agua.

Mira su reloj. Son las 03:22. 

Llama al despacho del General Senén Casas Regueiro, ministro de transporte. Se mantiene al tanto. Repite la orden, por el canal 7 de radiofrecuencia. ¡Nadie interrumpa la salida del remolcador! 

Montar esta operación tiene resistencia. No todos los oficiales y civiles involucrados apoyan el procedimiento. Y eso, sin saber cuál será el final diseñado por los hermanos Casas Regueiro.


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Durante un apagón en la ciudad, es más disfrutable mirar al cielo de la noche. Se pueden ver las estrellas y hasta las galaxias, piensa el del pulóver verde, acostado en el techo de su edificio, con la cabeza apoyada sobre las palmas de sus manos, y sus piernas entrecruzadas.  

Está melancólico. No pudo retener a La China. Esa noche, se va al Yuma, dejándolo solo en pena. 

A sus razones para que no se fuera, ella le hablaba de su necesidad de futuro, que en este país no tendría. Está gobernado por una banda de ladrones, decía, que asaltó el poder en el 59, y prefieren hundir la Isla en el mar, antes de comprender las razones de la pobreza de la gente o escuchar una opinión divergente. Por eso no existe prensa libre, libertad de asociación, permiso para viajar al exterior, o posibilidad de escoger la educación para mi hijo…

¡Stairway to Heaven! Esa es la canción que mejor me viene, ahora mismo. 

“La nostalgia comienza con la música”, dicen que dijo Gabriel García Márquez. ¡Esos tipos de Led Zeppelin estaban duros!, piensa mientras la tararea. 

Y se imagina ser Page, tocando la guitarra, o Robert Plant entonándola, con su imagen de flaco anoréxico. Tremenda onda tienen esos tipos. Y el tonto de John Bonham muriéndose tan joven, si tenía tanto que aportar a la música. Su intervención en Dazed and Confused creó un estilo marcado por una pegada más dura, más emocional, sin refinamientos.  

El mar, negro como noche sin luna, recibe a todos por igual. Niños, mujeres, hombres.

Esa época fue del carajo. Drogas, LSD, psicodelia. ¿Qué será de La China? ¿Por dónde irá el remolcador? Los cogerán los guardafronteras. Esos tipos son malos. Son capaces de hundirlos…


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Todos sonríen. Hasta los niños. Nadie duerme, pues la emoción es densa como la pasta de diente. 

El patrón se mantiene concentrado, atiende a la brújula y al sonido del motor. La desconfianza, no la inseguridad propia de los marinos, lo mantiene atento a todo. Sabe que dos patrones de remolcadores, Manuel Chiu y Jesús Martínez, fueron citados a la Capitanía para antes de la caída del sol, y eso le da mala espina. Pero no es momento para paranoias.  

Quince minutos después de salir de la boca de la bahía, cree que ya es hora de relajarse, al menos en cuanto a la persecución de los hijoeputas esos. Tiene el radio encendido todo el tiempo. Solo se escuchan conversaciones sin interés, por el canal 4, el que utiliza esa noche Guardafronteras. 

Como siempre, está preocupado. ¿Ahora tiene en el magín, cómo será el arribo a los Estados Unidos, y por dónde llegará? Será mejor Cayo Hueso, piensa en afirmativo, es más cerca y acelera cualquier proceso. 

Llegar por Miami puede traer complicaciones, él fue “comecandela”, miembro del Partido e informante de la policía política. Esas cosas mucha gente lo sabe en Miami. Y pueden no perdonárselo. 

Hace un gesto negativo con la cabeza. Tampa y San Pete, por la costa del golfo, es navegar mucho por gusto. Bueno, en cuanto esté allá el asunto será pedir refugio político y tratar de empezar a trabajar lo antes posible… y comerse un bistec con papas fritas… Con todas las papas fritas que me pueda comer en un día. 

Ve una luz sobre su cabeza. Y dentro de ella al hombre del pulóver verde. Siente alegría, vino a rescatarla junto a su hijo.

Él no quiere nada más. Bueno, también que los muchachos avancen en la vida, tengan un futuro. Que La China, su sobrina, al fin se tope con un tipo bueno, y no el sapingo ese del pulóver verde, que solo esta pa matar jugada… 

¡Coño! y comprarme una casita… y tener un carrito… Nada del otro mundo. Pero salir de la miseria esta… 

Un relámpago lo saca del letargo. 

¡Polargo 2, 5 y 7! Ocupen sus posiciones al sur del objetivo. Z-13, ubíquese al norte. ¡Avancen hacia él! ¡Cierre en flecha!


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Las órdenes las da el Mayor, jefe del operativo, que es monitoreado por los generales Casas Regueiro.

Alejandro mantiene hasta ese momento el silencio de radio, para ganar la sorpresa psicológica. Admirador del Blitzkrieg, nunca entendió por qué Rommel permitió a los ingleses huir, luego de arrinconarlos en Dunkerque contra el Mar del Norte. 

Él no era Rommel. Machucaría a los gusanos, como le pidió el Jefe en persona. “Martillo de Plomo”, eso caerá sobre los traidores. Esos pedidos de humanidad de García Álvarez son síntomas de debilidad. Habrá que revisarlo, en su momento, con los compañeros de contrainteligencia.  


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¿Qué pasa con la vida de un cubano de finales del siglo XX, si su pareja se va? ¿Libertad para salir a conquistar otro amor? ¿Mantener la esperanza del reencuentro, aunque sea en otro lugar y condiciones? ¿Buscarla a cualquier costo y precio? ¿O debe cercar sus sentimientos, ocultar su sensibilidad?

Como la Ley de Herodes, si no chingas, te jodes.

En todo eso pensaba el del pulóver verde, mientras miraba las estrellas de la madrugada. En todo eso y más. Su desesperada situación, los desengaños de los últimos meses. Todos traídos unos con otros, como la retranca de los vagones de los trenes que convierten al convoy en algo inconmensurable o en una canción. 

Las penas que a mí me matan
son tantas que se atropellan
y como de matarme tratan
se agolpan unas a otras y por eso
no me matan.


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Las palabras escupidas desde el altavoz de la radio convierten al bote en caos. Son dichas para que las escucharan… y les afecta. Son el objetivo. 

La primera orden del patrón es que mujeres y niños entren a los camarotes de la tripulación, para protegerlos en caso de abordaje. Los hombres irán a cubierta con las manos en alto, todo para evitar los disparos de los asaltantes. 

Luego toma el micrófono de la radio, aprieta la pleca.

Mey dey, Mey dey. Somos el remolcador 13 de Marzo. Nos están atacando. 

Por el instinto de todos pasa, en un infinitesimal segundo, toda la vida. Los sueños y las probabilidades abiertas al intentar huir de la isla. 

Al menos cuatro años presos, para los que no tengan responsabilidad penal por el robo del bote. Para el patrón, el maquinista y otras tres personas, miembros del Partido Comunista y trabajadores en la Empresa Consignataria Mambisa, dueña del bote, las variables pueden terminar en la muerte. 

El patrón intenta decirle al maquinista que acelere la velocidad del remolcador. En vano, él ya interpretó la situación. El nuevo y potente motor ruge, y absorbe las emociones concentradas en ese diminuto punto en el mar. 

La proa corta el agua convirtiéndola en espuma, pero los acechadores acortan distancia y disponen los cañones de agua, con presión suficiente para derrumbar una pared de concreto. Los atacantes, por estribor y babor, comienzan el cañoneo, y la presión tira a los hombres contra las paredes de cubierta. Algunos caen al mar.  

Como decía Korolióv en su frase más repetida: “Todos desapareceremos sin dejar rastro”.

El Polargo 5 embiste por detrás, una y otra vez, afectando la infraestructura de la víctima. Algunas mujeres salen a cubierta con sus hijos en los brazos, para marcar la indefensión de los pasajeros, pero también son barridas por los cañones de agua.  

Ante el dramatismo del momento y el peligro de hundimiento, el patrón ordena parar las máquinas y ponerse al pairo, para detener la persecución.

No comprende. Los acechadores no le darán tregua. 

El 5 pone sus máquinas en reversa. Deja espacio por medio. En cuanto está a doscientos metros de distancia, acelera y embiste a la víctima. La pesada proa del atacante, con sus 150 toneladas, arremete. Se monta sobre la popa de la víctima y parte el casco en dos. Lanza a los de cubierta al agua, y apresa en pinzas mortales, a los que aún se mantenían en los camarotes y el cuarto de máquinas.

El mar, negro como noche sin luna, recibe a todos por igual. Niños, mujeres, hombres. Todos, o casi todos, no es lo mismo pero es igual, en un chapoteo de poza con ribetes de infierno. 

Idalmis tiene sujeto a su hijo y trata de acercarse a las luces que emite uno de los atacantes. Grita inaudible ante la bataola de ruidos. Pide auxilio. Sin embargo, los gestos más que las palabras trasmiten desde los botes asesinos un convincente ¡mueran! 

Ante la respuesta, La China nada hacia atrás. Esquiva al 2 maniobrando frente a ella. Aumenta el esfuerzo, con sus brazos y piernas, al ver que un nuevo chorro de agua la puede golpear y quitarle al niño de las manos, que grita desaforadamente. 

El infante no entiende qué sucede desde hace dos días, por el comportamiento de su mamá, su familia y amigos de su casa. El salir en silencio y sin despedirse de Yogourtleydis, su amiguita preferida en la escuela. La pelota no devuelta al amigo, de la casa del al lado. El montarse en un barco, por la noche. Esa no era la excursión de la que le hablaron, hubiera traído su pelota de playa. Luego dormirse de tanta emoción en el regazo de su madre. Y ahora, asustado, comprende menos desde que se armó el caos. 

Huir a donde puedas ejercer tu libertad. Como los negros cimarrones subían al palenque. Como los confederados huían al farwest, al perder la Guerra de Secesión.

Una nevera blanca, disparada tras la fractura del bote al momento del impacto, flota detrás de La China. Un par de personas yacen asidas a ella y la fuerte mujer de caderas hermosas, peinada con cola de caballo y cerquillo en la frente, se acerca poco a poco a ella y al llegar logra que su hijo se agarre, flote y se calme. Mientras ella recupera fuerzas, observa su entorno, aguza la vista que se adapta a la oscuridad, e intenta encontrar otra salida a la situación. 

Los victimarios comienzan a dar vueltas alrededor del bote, que zozobra, y los nadadores. Crean remolinos, para hacer más difícil el mantenerse a flote de los que no se ahogaron ya. 

La China se mantiene asida a la improvisada balsa, pero una ola creada por los remolcadores suelta las manitos del niño y el agarre que lo sostenía por detrás. Con el giro desesperado de la situación, La China toma aire, se sumerge buscando a tientas con sus manos, y comienza a descender…

Una braza…, tres brazas…  Se mueve en aquella agua negra, ahora viscosa por la ruptura de los tanques de petróleo del remolcador. Busca con sus manos, no encuentra. Sigue el descenso. Le duele el pecho. Se asfixia, pero sigue buscando. 

Ve una luz sobre su cabeza. Y dentro de ella al hombre del pulóver verde. Siente alegría, vino a rescatarla junto a su hijo. Con dulzura su amor desinteresado, su comprensión ante todos sus problemas. Recuerda con dolor cómo le decía que no se fuera. La amaba y nunca la abandonaría…  

La luz se aleja y se apaga, mientras La China se hunde junto con otras tantas personas y el remolcador, convertido ahora en un Titanic tropical ante la mirada impasible de una cercana lancha guardafronteras. 


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Who wants to live forever?, se despierta el hombre del pulóver verde. 

Son las tres y tanto de la mañana en el reloj de mujer en su muñeca. Se lo dejó La China antes de irse. ¿Qué extraño, piensa, será premonición despertarme con esa canción? No creo, se dice, mientras se levanta y camina torpe hasta la escalerilla.  

El artilugio improvisado por los vecinos une la azotea al sexto piso del edificio, donde vive. Desciende, abre la puerta y continúa hasta el dormitorio, donde se tira en la cama, luego de desnudarse.

Despabilado, se recrea mirando el techo. Qué enfermedad la del poder. Hace a hombres y mujeres aferrarse a él, como el dinero, el amor… o la vida. 

¡Claro! El poder es fuerza, facultad, energía, dominio. Necesidad de controlar y joder a los demás, para quizás no ser controlados o jodidos.  Como la Ley de Herodes, si no chingas, te jodes. Así dicen los mexicanos. 

Ya lo dijo el mariconsón de Foucault, de manera genial. El poder se debe ver no desde sus instituciones, sino desde el individuo. No relacionado con la propiedad o la potencia, sino solo en los términos como opera. La disciplina. Sí, a diferencia de la soberanía, el poder no gira en torno a la regla jurídica. El poder gira alrededor de la ley común, de la que hablan los cristianos. Su código es el de la normalización. 

¿Vivir es traicionar a dios? ¿Vivir es rebelarse?

¡Claro! Seré estúpido. Cómo no me di cuenta antes. La ley puede prohibir a las personas huir de la isla, pero las personas ante su instinto, huirán. Además, con disciplina. Huirán al lugar donde mejor les traten. Por eso, es falsa la teoría del robo de cerebros, articulada por la izquierda estúpida y paranoica.  

Los tipos inteligentes y talentosos se van a donde los traten mejor. Por eso la mayoría de los científicos alemanes huyeron de su patria tras el ascenso del nazismo. Se fueron a los Estados Unidos. No fue a la Rusia soviética, donde les esperaba el mismo horror, o peor. 

Mira lo que hicieron con el ingeniero de misiles, Serguéi Korolióv, o ingenieros de aviación, como Andrei Túpolev? Encerrarlos en Sharashka, meros campos de concentración, para explotar a los intelectuales. Después los liberarían y les darían medallas y condecoraciones. ¿Para qué? Para comprar sus afectos, enmendar el crimen y el horror. 

¿Como en Cielos despejadosla súper película soviética, antiestalinista? ¿De quién era? Sí, Grigory Chujray. ¿Para qué quiere las medallas el protagonista, después de pisotearlo como lo hicieron? O como decía Korolióv en su frase más repetida: “Todos desapareceremos sin dejar rastro”.

Por eso los alemanes se fueron a Estados Unidos, los Oppenheimer y compañía…, divaga el hombre del pulóver verde, ahora desnudo. Y fíjate…, se pone la mano en el mentón, cuando el San Luis, el barco con pasajeros judíos, devuelto a Alemania. Bueno, lo devolvieron primero los cubanos, pero los americanos también, y después fueron asesinados por los alemanes. 

Pero bueno, creo que me perdí un poco, continúa atormentado. ¿Pensaba en…? ¡Ah, sí! La gente huye de la miseria y la represión, de la manera y por los medios más eficientes en función de la posibilidad, para ejercer su libertad. Esa es la relativa justificación del robo del remolcador. Huir a donde puedas ejercer tu libertad. Como los negros cimarrones subían al palenque. Como los confederados huían al farwest, al perder la Guerra de Secesión, en las películas de Gary Cooper, Clark Gable o John Huston. 

Cierto…, sigue el hombre pensando en las musarañas. Un poder con esbozo organizativo basado en la soberanía, interesado de controlar el cuerpo económico y político de la sociedad, crece en demografía e industria. ¡Uhmmm! De tal manera la vieja mecánica del poder no sirve a su diseño. Para recuperar el poder, lo primero es la vigilancia y el adiestramiento. De ahí nacen estas disciplinas. La impuesta a través del colegio, el hospital o la fábrica… 

Si es necesaria, la fuerza es justa. ¿Y el poder?

¡Claro!, es la idea de Metrópolisla película de Fritz Lang, y en definitiva la historia de George Orwel, en su novela 1984.

A la escuela no se va a aprender matemática, o historia. En realidad, se aprende disciplina. La gente no está para entenderte, ni comprenderte, como en casa. Debes llegar a una hora, y no te puedes ir hasta otra predeterminada. Aprendes a relacionarte, con gente que en la vida real ni te interesaría cruzar la mirada. Eso es un curso intensivo de relaciones públicas, pero sobre todo de disciplina.

Con fusil, el soldado adquirió relevancia por su capacidad de matar a más enemigos. Así, los sistemas de seguridad perfeccionados en el siglo XX condujeron a los totalitarismos postmodernos, donde las ideologías fueron suplidas por el poder en bruto y le dieron nuevas categorías. 

¿Y qué me dices del uso de los medios de comunicación para ejercer el poder? Entonces, ¿para qué dios?, me pregunto yo como en el medioevo para llegar al renacimiento, continúa el hombre sobre la cama su soliloquio.

¿Para qué dios, si este fue creado para que bendijera cada deseo cumplido, o satisfecho? ¿Vivir es traicionar a dios? ¿Vivir es rebelarse? Cada acto de la vida, cada acto que nos confirma como seres vivos, exige se violen los mandamientos de dios y de los hombres.

Mañana hablará el periódico (¿hablará?) con la voz fría del poder y del interés: “Deseamos el bienestar para el pueblo cubano”. 

Todo les será permitido, si mantienen el poder. Pierden el poder y se joden. Si es necesaria, la fuerza es justa. ¿Y el poder? Ese, no se comparte. De ahí que escapemos de estas redes hacia donde podamos ser libres. Es justo y válido.

¡Coño! Estoy en un delirio entre Maquiavelo y Carlos Fuentes.


* Fragmento de la novela “Maleconazo: Mientras la dama duerme” (2022).




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Jhan Asher

Jhan Asher

“Pertenezco a la generación de los que no se equivocan, menudos ‘comepingas’”.