En el año 1994 me gradué de médico en la facultad de Ciencias Médicas de Matanzas, perteneciente al Instituto de La Habana. Estudié por vocación, y disfruté cada segundo de mi vida como médico en Cuba y en cada misión a la que fui enviada. Mi salario al graduarme era de 260 pesos mensuales durante el servicio social, o sea, por dos años. Por supuesto que no era un salario: seguía siendo un estipendio, porque debíamos pagar la carrera que supuestamente habíamos estudiado gratis.
Ya en ese entonces era mamá de mi primogénita, y por supuesto que no podía pagar nada con ese dinero. Por suerte, el padre de mi hija trabajaba en Frutas Selectas y distribuía en los hoteles de Varadero, así que al menos comida no faltó en casa durante mi embarazo y los duros años 90, pleno Periodo Especial. Mi hija nació en el año 1992.
Después de esos dos años de servicio social, comencé a ganar 500 pesos cubanos, que al cambio eran unos 20 dólares. Ya divorciada, y con mi hija pequeña, no tenía ni idea de cómo sobrevivir a tantas necesidades. Nuevamente vivía de la caridad ajena: regalos de pacientes y amigos que conocían mi necesidad, y contaba además con la ayuda de mi padre, que también trabajó en Varadero por algunos años. Tuve mi segundo hijo; continuaba la escasez y comenzaron las misiones.
Salí por primera vez a Belice, año 2006; después a Venezuela en 2008 y 2013, y a Misión Mais Médicos Brasil, 2014. Todos esos años estuve separada de mis hijos, de mi madre y de mi padre (que enfermó en el año 2009 y apenas alcancé a verlo vivo); me perdí todo el desarrollo de mis hijos, sus éxitos y fracasos, y ya cuando los veía apenas los conocía. Todas las misiones tenían un denominador común: un 25 % del salario que cada país pagaba al gobierno de Cuba por cada uno de nosotros.
En Venezuela, en particular, éramos ilegales: no teníamos ningún documento que nos identificara; el pasaporte nos lo recogían al llegar al aeropuerto. Indocumentados, vivíamos en el corazón de las comunidades más pobres y de difícil acceso, acosados por políticos o cónsules que no nos dejaban libertad de movimiento y ni siquiera tener relaciones con nacionales, a pesar de que muchos como yo pasamos 7 y 8 años en la misión. En Cuba nos congelaban el dinero que nos pagaban. Si alguien no volvía, el dinero no se lo daban a la familia. Incluso si el médico fallecía en el cumplimento de la misión, tampoco le daban a la familia el dinero trabajado.
Cansada de tantas injusticias, amenazas, chantajes y coacción por parte de los miles de jefes que había en cada misión; cansada de que los médicos de otros países ganaran un salario justo y nosotros apenas un estipendio, en la misión Mais Médicos de Brasil decidí desertar, a pesar de haber dejado en Cuba a mi hija mayor y a mi madre. Por suerte tenía a mi hijo en Brasil, pues el gobierno permitió tener con visa de dependiente a los hijos menores. Decidí entonces acogerme al CMPP. Mi solicitud de visa fue aprobada en seis meses, y salí de Brasil el 31 de enero de 2017 rumbo a Miami.
Aquí en Miami contacté con abogados y una colega que también había estado en Mais Médicos, y comenzamos una demanda a la OPS, denunciando las condiciones de esclavitud de cada médico en las misiones, así como todas las mentiras, engaños y falsificación de estadísticas que tenían lugar bajo la supervisión y orientación de los jefes de misión. Esta demanda aún no concluye; la presentamos en la sede de la ONU en Nueva York, ante Luis Almagro en la OEA, y ante la cámara de representantes y el Congreso de los Estados Unidos.
Estoy condenada a no regresar a mi país por 8 años. Aunque ahora además de desertora me consideran disidente, así que jamás podré regresar, a pesar de que tengo aún en Cuba a mi madre, mi hermano y mis sobrinos. Ellos, el régimen, decidieron que no podía regresar y, así las cosas, hace ya 4 años no puedo ver a mi familia.
Incluso así, sabiendo que hasta mi hija (a la que finalmente logré traer conmigo) ha sufrido amenazas y temo que vuelva a Cuba y no me la dejen salir más; sabiendo que solo podré ver a mi madre y mi hermano en un tercer país; incluso así, si volviera a nacer o si existiera la reencarnación, sin dudas volvería a abandonar la misión una y mil veces más.
La foto fue tomada el 30 de noviembre de 2018 en Miami, durante el anuncio de la demanda a la Organización Panamericana de la Salud, en la que Tatiana Carballo Gómez es una de las demandantes.
Fuentes: Diario de las Américas y la iniciativa No Somos Desertores.
#NoSomosDesertores: Álvaro Barrera
Salí de Cuba el 13 de agosto del año 2015. Lo recuerdo como si fuera hoy. Fue duro, pero salía con mis ideas claras: buscar cómo ayudar a mi familia.