Se escriben poemas al momento
(Precio: Lo que tú creas que vale)
“En términos teóricos, la sílaba
suele definirse como una unidad rítmica mínima.
Así, en una palabra como sílaba
hay tres unidades rítmicas mínimas:
(1)sí / (2)la / (3)ba.
Algunas palabras consisten de una sola unidad rítmica,
mientras que otras contienen más de tres sílabas”.
Richard Barrutia y Armin Schwegler: Fonética y fonología españolas.
Miami me gusta más
que mi cara en cuarentena
cuatro meses sin permiso
de trabajo en un sofá
de la sala de una casa
de dos cuartos con un baño
donde todas las personas
me preguntan si he salido
a buscar trabajo. Gente
que ya olvidó cómo fue.
Amigas que no me faltan.
Miami no es un café
en un restaurante típico.
Eso solo es arquetípico.
Un café y una flor plástica
tengo yo en mi corazón.
Corazón no está en el pecho.
Corazón está debajo.
Más abajo. Mira. Huele.
La flor la compré en un Walmart.
La flor la compré en eBay.
La flor de siete colores
de un dibujo japonés.
Burger King, oh Burger King.
Los tatuajes que me he hecho
en Miami, son apenas
el trazo de unos segmentos
menos deformes que yo.
Miami es como quedarse
en Miami para siempre.
Miami es como quedarse
en tu casa para siempre.
Una casa con tres puertas.
La trasera, delantera,
y la puerta imaginaria
por donde salgo dormida
por las mañanas un rato.
Las otras están cerradas
con pestillos invisibles.
De noche el tigre de Borges
cierra fuerte los pestillos.
El tigre de la vitrina
y los tigres de Cabrera
tan tristes y tan impares
van conmigo en Chevrolet.
Miami es una licencia
restringida: puro learning.
Taco Bell, oh Taco Bell.
He confundido los muros
de Miami, con los muros
de una ciudad arrasada
por un virus africano,
mexicano, luterano.
Tengo sed: hay Gatorade.
La gente tiene un concepto
errático de Miami.
Todos saben qué es Miami
pero nadie vive aquí.
Nadie viene a visitarme.
En invierno todos vienen
porque Miami es Heráclito.
Miami de cangilones
y playas donde nudistas
no se desnudan el alma.
Es el alma de Miami
lo que ves cuando me tapo
la boca con papel toalla.
¿La palabra amordazada
es la palabra correcta?
¿La persona amordazada
que planea irse tan pronto
como consiga un trabajo
más al norte, pretty norte?
¡Qué precioso es Nueva York!
¿Ya tú fuiste a Nueva York?
¡Como te falta por ver!
Consígueme cuatro onzas.
Consígueme cuatro hongos.
Consígueme lo que sea
que en Miami sí hay de todo.
Consígueme una sillita
para balancear los pies.
Consígueme cuatro latas
de formula de bebé.
Consígueme un pez espada
en el Dealer de la esquina.
Consígueme una cadena.
Consígueme una pulsera.
He perdido hemoglobina.
Consígueme cuatro libras
de caballo en Hialeah.
Con cuatro libras resuelvo.
Animales mitológicos.
Atardecer mitológico
de un Miami disipado
por el clearance y la demo.
Hazme contraste con yodo
para que veas mi alergia.
Soy alérgica al lenguaje,
a los libros y a la música.
Louis Vuitton, oh Louis Vuitton.
He sido extranjera, blanca,
perra, madre y escritora.
Un Red Bull para mamá.
Miami me gusta más
que la ciudad donde un día
fusilaron al abuelo
de la madre de mi hijo.
Donde ellos hacen la Feria
Internacional del Libro
hay más muertos que arroz frito.
Hasta ahora solo he dicho
lo que no debo decir.
Pero lo he visto y lo digo
a voz en cuello en cualquier
intersección de Miami
porque lo he visto y lo digo
porque yo puedo decirlo
con una voz que es la mía.
Porque voy a aprovechar
que lo he visto con mis ojos.
Con los dos ojos cerrados.
He mirado para adentro.
Una cosa que se llama
Cuba Travel, ¡Cuba Llama!
No estoy hablando en poesía.
No estoy hablando siquiera.
Hace años leí un libro
bien llamado Boring Home.
Hace años tuve dengue
pero no le dije a nadie.
Lo saben mis dos amigos
que no me fueron a ver.
Lo sabe aquella enfermera
que me miró de soslayo.
Que me inyectaba más suave
que las crines de un potrico.
Otra vez con los equinos.
Se reitera lo que gusta.
Padecí dengue tres veces.
Cada dengue era distinto.
Hay un dengue por cabeza.
Mi cabeza es tripartita.
El hospital se llamaba
como un nombre de mujer
que podría ser Penélope
pero fue Amalia Simoni.
Yo no podía escribir.
Si escribía me moría.
Escribir es casi siempre
la mayor debilidad.
Everglades, oh Everglades.
Hace años abrí puertas
caudalosas, digo ríos.
Ellos manaban de mí.
Yo soy mi propio caudal.
Para describir Miami
no tengo que decir Flagler,
solo tengo que vivir
en Flagler trescientos años.
O por lo menos un año.
O por lo menos el día
que Flagler se convirtió
en una cama de parto.
Una cama personal.
Necesito ácido fólico.
Necesito manganeso.
Para describir Miami
solo tengo que salir
a pasear en bicicleta,
saludar a los que van
en Chevrolet, como yo,
y reír cuando una ardilla
se atraviese en mi camino.
Animales ideológicos.
Los argentinos, los rusos,
los brasileños, los árabes,
los haitianos, los judíos,
los tantos venezolanos
se agrupan en condominios
de diferentes maneras.
Yo me veo en cada uno.
Sonríen cuando una ardilla
se atraviesa en sus caminos.
Esas ardillas no muerden.
Aquel poema de Emerson
que José Martí tradujo
para los niños de América
me viene a la mente ahora.
Presumidilla que eres.
Hay algunos condominios
imperceptibles al ojo
como diptongo en poema
o como tigre en la selva.
Ay el tigre de Quiroga
de cuando yo era una niña.
El ojo que yo prefiero
es el ojo de Bataille.
Calla idiota, sigue el ritmo.
Mi consejo para aquellos
que se quieren divertir
es que vengan a Miami
en verano, digo always.
Bienvenidos a Miami.
Welcome. Well done. Very well.
El inglés es lo de menos
y el esperanto también.
El amor es lo de menos
y la glucosa también.
Turmeric, oh Turmeric.
Acción poética en una gasolinera vacía para evitar el contacto con personas.
Miami, 15 de marzo de 2020.
10:00 a.m.