Manantial Matanzas: María Magdalena Campos-Pons

Madrid, sábado 9 de marzo de 2019
Entre las aguas que nos distancian.

Mi querida María Magdalena Campos,

Te escribo desde esta distancia ciega y sorda que imponen las geografías y los mapas, pero siempre con mis ojos —avisados e inquietos— retozando sobre el umbral de tus obras. Y no me refiero solo a esas obras nombradas y consagradas dentro de las extrañas dinámicas del arte contemporáneo. Me refiero, especialmente, y por esta vez, a la gran obra en sí misma que es este hermoso proyecto Ríos intermitentes. Un proyecto que sé, me consta, nace de esa fortísima voluntad tuya por otorgar espacios de visibilidad a artistas matanceros, subvirtiendo así la tiranía hegemónica de esos marcos de presentación y representación que escogen a La Habana como única ciudad productora de arte y de cultura dentro de un país tan rico, tan estratificado, tan verdadero. Me apresuro a decirte, si me permites, que este no es un proyecto cultural o un ensayo curatorial con mayor o menor suerte; este, por el contrario, es un gesto humanista que enaltece la palabra y el eco haciendo realidad algo que muchos creían imposible. Lezama Lima habló de las «eras imaginarias», de tiempos poemáticos, de formas sutiles de resistencia que, sin pretenderlo, hacen historia. Tú, junto con Lezama, le regalas a esta ciudad (tuya y mía) el don de una era imaginaria nueva. Esa que recuerda que la historia puede ser sustituida por otra narración parecida, que los hombres pueden ser (inter)cambiados por otros, que las estatuas pueden estar sujetas al trueque de la sal, pero que el arte, la cultura y la memoria, jamás podrán, aunque se pretenda, ser sustituidas por nada. No se recuerda mayor valor —más allá de nuestra pobre y escuálida existencia— que el que se condensa en los textos culturales y en los manantiales ocultos que lo protegen frente a la desfachatez de expoliadores y de usureros.

Tu mirada ha sido siempre la de una mujer que ha debido habitar (ya sea por su raza, por ser sujeto migrante o por el simple hecho de ser mujer) en los márgenes y en los intersticios de lo deseado y lo presumible. De ahí, en parte, que tu obra se me antoje como un grito, una respuesta reactiva y aireada a la hipócrita benevolencia de los tiempos que corren, un texto culturalmente enfático que restituye el valor de los otros y asegura un lugar a los estados de la memoria ancestral que nos define. Es curioso comprobar, a propósito de esto que escribo, cómo Ríos intermitentes responde, seguramente con mayor grado de elocuencia y audacia que cualquier otro evento de esta decimotercera edición de la bienal, al enunciado rector que la anima. Leo en los medios que se trata de La construcción de lo posible. Y no es sino Ríos intermitentes, la evidencia fáctica —loable y retórica como ninguna— de que lo posible y lo imposible están sujetos a las razones emancipatorias de una gran voluntad. Y esa voluntad no es otra cosa, me temo, que la enorme pasión y la irrefutable honestidad que rigen tu vida a modo de signo o de señal de identidad.

Recuerdo, cuando nos conocimos, que tus primeros parlamentos fueron sobre Matanzas. Hablabas de la ciudad no como un espacio urbano, sino, en cualquier caso, como un apéndice tuyo, un añadido a tu ser y a tu cuerpo, a tu sangre y a tu raza. Sentí entonces esa pasión tuya, esa necesidad de preservar el recuerdo del origen, esa necesidad —ahora traducida en este proyecto— de destrozar los discursos unilaterales, hegemónicos, excluyentes y sectarios en función de un universo coral en el que todos tengan la posibilidad del canto. Me queda claro —a quién no, visto la que has liado— que Matanzas no es solo el espacio y el lugar de nacimiento, el dato que reza en cualquiera de las tantas biografías tuyas que se leen en internet. Matanzas es una razón, un hecho, una constante, una metáfora.

El más simple de los diccionarios hidrológicos reconoce las corrientes intermitentes como esos trayectos silenciosos que fluyen en secreto y a escondidas de nuestra mirada. Una suerte de fluir de la conciencia o una especie de peregrinaje del acervo cultural que se transforma, se redime y se acopla a la sentencia de los tiempos. Decía Lezama que lo difícil es estimulante y al preguntarse por su naturaleza, interrogaba «¿qué es lo difícil?, ¿lo sumergido, tan solo, en las maternales aguas de lo oscuro?» Entonces, y como consecuencia de esa reflexión obstinada, él mismo responde: «¿es la forma en devenir en que un paisaje va hacia un sentido, una interpretación o una sencilla hermenéutica, para ir después hacia su reconstrucción, que es en definitiva lo que marca su eficacia o desuso?». Es en ese ámbito de lo difícil, en el espacio de las combinatorias, en el cuerpo del sujeto metafórico y metamorfoseado, donde se localiza el sino de tu labor y de tu hacer. Matanzas te debe, ahora mismo, la gratitud de la hija pródiga, el aplauso de los que saben reconocer el don allí donde nace y habita. Tú estás atravesada por esas aguas. Tu ser, tu obra y tus actos están precedidos por esa bondad fluvial que disuelve las trampas de la fe para engendrar la utopía en medio de tanto escepticismo ensordecedor.

Revisaba la información recibida sobre este proyecto y recordé, entonces, ese canto a la ciudad bajo la firma de la fallecida poetisa Carilda Oliver Labra. Concretamente un fragmento de ese extenso canto me hizo volver la mirada al pasado, un tiempo que nunca murió, sino que cobró otras formas, otros sentidos.

Matanzas: bendigo aquí
tus malecones mojados,
los árboles desterrados
del Paseo de Martí
y el eco en el Yumurí.
Y van mis lágrimas, van
como perlas con imán
o como espejos cobardes
a vaciar todas las tardes
sus aguas en el San Juan.

Es la ficción, en sus formas narrativas y alegóricas, es la metáfora y la memoria —en tanto que espacio de protección— lo que nos sitúa en el lugar de la verdad cuando las voces de los detractores o el relato mismo de la historia se escapa al dominio y el ejercicio baladí de sus precisiones. Sé bien, como tú, de esas «lágrimas como perlas con imán». Sé de ese dolor que todo desarraigo o despedida remueve en el alma sensible, vulnerable y dubitativa. Por eso, tal vez, es que este río (ahora el tuyo y el de todos), se convierte en el espejo de muchas proyecciones, en esa línea fronteriza que marca los límites entre la lamentación y la reconciliación, entre la vacilación y la oportunidad, entre el qué dirán y lo que digo, entre el no hacer nada y darlo todo. Ese río, mi río, es ahora, por obra y gracia de la voluntad y de la pasión denodada, la respuesta al ostracismo, al silencio y a la desidia. Es, por fuerza, la epifanía a la descentralización, al espíritu libre y a la evidencia de que las aguas no resultarán nunca trofeo de la conquista o materia sobre la que ejercer el control. El conquistador busca siempre el horizonte de la nueva carne y la nueva sangre que le permita saciar sus ansias de poder bajo (y a la par) de la erección abanderada. El río, esos intermitentes, se le presenta entonces como el tablero de ajedrez donde se prefigura una jugada difícil. El conquistador, con incomprensible irritación, se empeña en doblegar aquello que nace y fluye desde la libertad más exponencial. Su fracaso es tan rotundo como el disenso de su falo reflejado en las aguas de ese río.

Tu proposición curatorial —creo que ahí reside su irrefutable virtud y su acierto— responde a otras demandas que nada tienen que ver con la vanidad, el egocentrismo y la búsqueda afanosa del éxito o el reconocimiento de los otros. Tu propuesta, insisto, responde a esa necesidad ontológica que guía tu espíritu femenino hacia el establecimiento de puentes, hacia el cruce de realidades de dentro y de fuera, hacia el hallazgo de otros rostros más fragmentados, menos, caleidoscópicos, barrocos. No te interesa tanto el significado de las cosas como el significante en sí mismo. Te importan más las obras que los relatos en torno a ellas, te importa más el artista que los rancios mecanismos de consagración en torno suyo. La caricatura y el travestismo paródico, parecen ser las señales de identidad de un ejercicio curatorial extendido en los centros hegemónicos del arte en los que es cada vez más frecuente la respuesta de diletantes y egocéntricos que la pertinencia (y pertenencia) de voces que tengan algo que decir. Ese tipo de curaduría, que nada tiene que ver con lo que estás proponiendo, dispensa una forma discursiva que desarticula los referentes de su especulación y promueve lecturas distorsionadas bajo la apelación enfermiza a estereotipos o a arquetipos alejados de la realidad misma. Se trata, en esos casos, de textos vacíos y esquemáticos que fijan su textura en la dimensión engañosa que todo mapa guarda respecto de la verdad del territorio.

Ríos intermitentes, parece que todos convendremos en ello, supera el cerco de las contradicciones que se ocupan de resarcir la eficacia de los dividendos, de las categorías excluyentes y de la superioridad masculina. Este río, no habita en mí la menor de las dudas, será la respuesta esperada y deseada a ese mestizaje que nos define y que habla por nosotros y en nuestro nombre. En ningún caso hablará del mestizaje o de sincretismos como recetas o prospectos de lo racial endogámico y de la mezcla como paradigma; sino y antes bien, hablará de ese proceso —sistemático y continuo— en el que la tradición se dice, se desdice, se renueva y se aproxima al paradigma de la interrelación y al estado de la fabulación, es decir: a ese momento real en el que nace la auténtica cultura.

Te felicito por esta obra, por esta gran obra.

Me despido de ti, no sin antes dejarte en compañía de un beso.

Tu amigo, siempre,

Andrés Isaac Santana

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Aimée Joaristi: Manifiesto Púbico [MP]

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Andrés Isaac Santana

Manifiesto Púbico se presenta como un acto colectivo ejecutado por mujeres que intervienen la ciudad marcando un territorio estático, eje estructural de la sociedad cubana.