Trance
A Frida
le gusta
pintarme
desnuda
a la hora del café
tengo un sorbo
y silencio para compartir
nadie lo sabe.
¿Acaso arrastro aún la culpa?
Frida
se aferra
en formar parte
del período.
Sobre el lienzo
dos tetas firmes
un cacho de fe.
El rostro
mitad ella
mitad yo
en la boca
está la contradicción
aunque el grito
lo compartimos.
Tomo distancia
pero nos convierte
en óleo del mismo matiz.
No la interrumpo
dejo que pinte
todo
lo que se vuelve tangible.
Me asusto
y respiro
para saber
si aún
soy espesor.
No importa
si el padecimiento
cambia
o lo transforma
en grandes líneas.
Dolor + otro dolor
equivale
a resistencia.
La unción
La vela ha comenzado a derretirse
mientras la miel
el perfume
los cinco girasoles
se conectan al rezo.
Úngeme, dices
y mis manos
buscan la limpieza espiritual.
Tu imagen de Diosa
gotea sobre los mosaicos
pero conservo la fe.
Continúa el rezo.
Embadúrname
que el gemido sea otro elemento,
imploras.
El recipiente quedándose vacío
los pétalos amarillos te visten
y yo en la pifia
en el punto ciego.
La solución no está en el rezo
ni en el orgasmo
o inventar algún remedio
en la parte más amada.
La vela abandonándome
traza el margen.
Confusa
árida
sin aceptar el dolor
aunque trague en seco.
Quizás entre las raíces
de la ceiba
cierre el rito.
El mito
Ruedo como la piedra de Sísifo
por la ciudad que apesta
y caigo aterida en este banco
de un parque habanero
donde la abulia apacigua
el conflicto-casa
se repite en dejarme a la intemperie.
Retruco la noche / harta de ser piedra
da miedo caer como un oficio
asere qué pinga es esto
ay de mí / impotencia / una penita de dolor.
Albert Camus comprende el movimiento
de rodar sin evasión
constante sobresalto / realidad absurda
sin percibir soy restos de la casa
parece ilusorio / intangible / es mi verdad.
Cierta gravedad posiciona a estado inicial
atravieso la ciudad no va a salvarme
dejo una mancha larga / aspereza de este cuerpo-piedra
ahora mismo no quiero preguntarme ¿a dónde voy?
Albert Camus recomienda conservar la calma
acumulo el susto dentro la palabra casa.
Círculos de agua
Hoy he tenido un día miserable. Con el roce de la soga, las ampollas molestan. El peso del cubo se tensa cada vez más. Una gota cae dentro del recipiente y los círculos se expanden. Una gota, no sé si de sudor o alguna lágrima de esas que escapan. A veces, quisiera que el pozo estuviera vacío…, que mi rabia, mis ojos, quedaran vacíos.
Hoy moriré de hambre.
Mamá se conforma con gritarme:
—¡Mala hija, descarada, ingrata! Ya verás a cómo tocamos.
Nino, sin embargo, se ha pasado el santo día de la cama a la butaca, ni siquiera sube las chancletas cuando barro. No ha bebido aún, pero pronto cogerá la botella. Ella apenas lo conoce y ya lo metió en nuestra casa. Sus chancletas estorban. No soporto la cicatriz que tiene en la espalda, tampoco a los tipos que trae a llenarme el piso de colillas y enturbiar el aire con su alcohol escandaloso.
—¡Ay, abuelo, ¿por qué no estás aquí?
Sólo así lograría leer un poco. Hace tiempo estoy con la misma novela y no entiendo por qué el protagonista, si es amado, siente deseos de suicidarse.
La soga corre húmeda entre mis dedos. La soga es como el tiempo, se hunde en el pozo y vuelve a salir con la memoria hecha nudos. Abuelo se levanta irascible del sillón. Quiero detenerlo, evitar que entre al cuarto de mamá y los vea revolcándose. La sombra traspasa las cortinas.
—¡Quién mierda es este tipo!
Siento miedo de acercarme. Abuelo es una sombra.
Nino empuja a mamá. Coge la camisa, se la tira al hombro y sale con su cicatriz.
—Es tu culpa, malcriada. ¡¿Hasta cuándo me vas a joder la vida?!
No le respondo para que se calme, pero me lanza el despertador.
—¡Perra! —le increpa abuelo.
Mamá lo golpea. Vuelvo los ojos y él es un cuadro que se disuelve como los círculos de agua en la pared del cubo. Dejo de mirar, así no sucederá lo peor.
Siempre es lo mismo. Aunque la soga se resbale y tenga la palma de la mano en carne viva, es lo mismo. Nino volverá con sus socios. Caminaré la casa con miradas violentas que adivinan a cada paso. Sobre todo, Nino, que amalgama mi nombre con sus fluidos y fantasías. Se lo digo a mamá, pero ella no escucha. Da la espalda.
A veces leo un capítulo de la novela. El autor describe a pinceladas la escena de dos amantes. Escucho el sonido de la cama, los golpes en el armario, los suspiros de la mujer, la respiración profunda que confluye con olor a semen.
Pero no es la novela, es el hambre que no deja concentrarme en la lectura. Es mamá y sus gemidos. No puede ser. Los tipos están ahí cerca, en la cocina. Lo escuchan todo, los gritos, la locura de ella que ahora sí le puso la tapa al pomo. A lo mejor no aguantan más y les da por entrar, meterse en la cama hasta dejarla sin aliento.
Pensé que abuelo podía acabar con esto, pero él es un cuadro en la pared, un rostro amarillento que va a extinguirse con los días olvidados de la casa.
Los socios se marchan. No tenían que haber venido nunca.
Nino la embiste. Ella inerme, busco algo para defenderla. Las manos tiemblan, tengo miedo de su alcohol, de sus ojos, de su cicatriz. Le lanzo el espejo y me empuja.
—¡Atrévete a tocarme de nuevo!
Retrocedí unos pasos, buscando otra cosa con qué defenderme. Mamá se queda de brazos cruzados, como si no le interesara lo que pudiera ocurrir. Eso duele más.
Halar agua es mi punición. Puede aparentar el espacio donde me aíslo, donde esos rostros solo están en la superficie, en el reflejo, esperando la señal para salir a flote y joderme de una vez la existencia.
Entonces será el último cubo, la última imagen entre los círculos de agua.
30/66
El instructor lo trajo en cilicio. Le detuvieron en su rostro el sueño, la orilla. En mí se apiló el grito, la destemplanza, el abrazo no pudo aquietarnos. Hermano preguntó por los hijos que esperarían en lo precario, en el dolor de la partida del padre que no pensó caer en la pifia.
Mira que se lo dije, hay otras maneras de huir de un país. El mar lo vio azorado sin escuchar la turbulencia arrimándose y las preguntas servidas en la mesa de los hijos. Hermano, eructó el hambre, la escasa libertad y quise inventarle un orificio, salvarlo de lo triste.
Era un número, una rasgadura dentro muy dentro de mí. Es protocolo hollarlo, mantener su equilibrio en ascuas, dijo el instructor y fingió no ser de los que picotean la carroña. Nos ahorró las palabras que le parecieron ilícitas, hizo compases con el tiempo que se tragó el aire viendo a hermano borrarse por una puerta hacia lo inhóspito, con las manos atadas y el peligro creciéndole por la espalda.
Año 63
Ha vuelto la patria al marabú
que hinca tajos en el pecho.
No hay Dios
ni Martí
ni Mariana.
Entre escombro
migajas
el gorrión se desangra.
Las aves carroñeras insisten en atajar el tiempo
con la Historia coagulada
los nombres desdibujados.
Si intentas arrancar el marabú desapareces
y prohibido consolar al gorrión
que no tendrá derecho a levantarse.
Picotea
una y otra vez el aciago
la belleza de la tarde.
No hay Dios
ni Martí
ni Mariana.
Salvo la flema del gorrión.
Éxodo
Y Jehová dijo a Moisés:
Una plaga traeré aún sobre Faraón, y sobre Egipto…
Éxodo 11,1
A los perros y a mí
nos atragantan el mismo pan pútrido.
Con eso encubren el hambre
enferman la palabra.
En sorna dejan caer la vara bruta
al que levante la cabeza,
de sangre es el grafiti
dibujando a un pueblo
alguien dice pinga
por si otro Dios quiere escuchar.
Una plaga fractura mis pulmones
otras contagian
el lunes
la risa
los sueños.
Simulacros/consignas.
Dividir/destruir.
Extraviamos la calle
que nos pertenece
a los perros y a mí
antes ya las cosas eran precarias.
Despacio, Dios, el Faraón
y las plagas multiplican cadáveres
el llanto no puede estar amplificado.
Silencio
silencio
silencio.
Los perros y yo amamos
mientras Dios y el Faraón
se disputan el Poder.
A los perros solo les queda mear
donde ellos les indiquen
yo no marco la diferencia.
VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia”
Por Hypermedia
Convocamos el VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia” en las siguientes categorías y formatos:
Categorías: Reportaje, Análisis, Investigación y Entrevista.
Formatos: Texto escrito, Vídeo y Audio.
Plazo: Desde el 1 de febrero de 2024 y hasta el 30 de abril de 2024.