I-Acto Primero
—Súbitamente, de la masa avergonzada surgió un tímido hombrecito de pelo pajizo, de tímidos modales, sospechoso ya por su aspecto de marica militante a pesar de sus denodados esfuerzos por parecer varonil, o si no, fino, y dijo con voz apocada, apagada, que quería hablar. Era Virgilio Piñera. Confesó que estaba terriblemente asustado, que no sabía por qué o de qué, pero que estaba realmente alarmado, casi al borde del pánico. Luego agregó: «Me parece que se debe a todo esto» —y dio la impresión que incluía a la Revolución como uno de los causantes de su miedo. (Aunque quizá se refería nada más que al multitudinario auditorio de así llamados intelectuales). Pero podría ser que aludiera a la vida del escritor en un país comunista —o sea, a esos miedos con nombres como Stalin o Castro—. Nunca lo sabremos. Una vez dichas esas palabras, Virgilio volvió a su asiento, manso, mantuano. [Guillermo Cabrera Infante]
—Ya iba a decir Dorticós: “Hablen o cállense para siempre”, cuando de pronto la persona más improbable, toda tímida y encogida, se levantó de su asiento y parecía que iba a darse a la fuga pero fue hasta el micrófono de las intervenciones y declaró: “Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero es eso todo lo que tengo que decir”. [Guillermo Cabrera Infante]
—Por aquí se está corriendo un chismecito… de que ustedes tienen miedo de algo. ¿Es cierto? ¿Quién tiene miedo? Se hizo un silencio, y en las primeras filas se vio una mano alzarse indecisa y se oyó una voz decir quedamente: —Yo tengo miedo. Era Virgilio Piñera. —¿Miedo de qué? –replicó con firmeza el hombrón que ocupaba el estrado. —De lo que se nos quiera pedir o exigir. [Francisco Morín]
—(…) Virgilio, que era el miedo mismo pero que tenía mucho valor, contestó a Fidel. —Doctor Castro, y usted no se ha preguntado, ¿por qué un escritor debe tener miedo a su Revolución? Y porque parece que yo soy el que tiene más miedo, digo: ¿por qué la Revolución debe tener miedo de sus escritores? [Carlos Franqui]
—Se cuenta que en medio de la catarata verbal del barbado líder, algunos artistas se atrevieron a intervenir. Uno de ellos, Virgilio Piñera, pequeño, delgado, gay y poeta, le espetó una observación también antológica: “Yo no sé ustedes pero yo tengo miedo, tengo mucho miedo.” Y con la misma se sentó para molestia del orador y risita contenida de la concurrencia. [Yoani Sánchez]
—El máximo líder salió más que complacido de aquella reunión a puertas cerradas, al ver la expresión de sorpresa y temor de muchos de los allí presentes y sobre todo, por las palabras de Virgilio Piñera, uno de los intelectuales más importantes del siglo XX, cuando dijo: “Yo solo sé que tengo miedo, mucho miedo”. Eso precisamente era lo que más necesitaba escuchar el nuevo caudillo cubano de la masa intelectual: Miedo, para poder gobernar a su antojo. [Tania Díaz Castro]
—Como otros, Piñera albergaba dudas y recelos sobre el nuevo papel que debía desempeñar la intelligentsia de la isla. Y así se lo hizo saber al Comandante: “Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero eso es todo lo que tengo que decir”. [César G. Calero]
—A una pregunta de Virgilio Piñera, indicándole que tenía miedo, Castro le respondió, con una voz que resonaba por los altoparlantes: “¿Miedo de qué?”. [Orlando Jiménez Leal]
—Esa es su manera extravagante de vengarse de quienes lo acosaron porque era libre y no aplaudía con delirio a sus acosadores. Esas apariciones intempestivas las hace para recordar que fue él quien se puso de pie en una asamblea, en 1961, donde Fidel Castro anunció a los escritores y artistas que «fuera de la Revolución, nada» y les dijo a sus compañeros frente al asombrado y molesto comandante en jefe: «Yo no sé ustedes, pero yo tengo miedo, mucho miedo». [Raúl Rivero]
—Significativa fue la intervención brevísima que Virgilio Piñera llevó a cabo: «Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero es eso todo lo que tengo que decir». [Ana Belén Martín Sevillano]
—Alguien se levantó y dijo que tenía miedo. No era un intelectual. Nunca le había interesado ser un intelectual. Si hubiera sido un intelectual hubiera tenido palabras para erigir su miedo en nombre de alguna redención.
Dijo. O graznó:
—Tengo miedo.
Y sí que tenía miedo. ¡Cómo temblaba el pájaro de cuentas! Y cuando dijo que tenía miedo, él, tan poquita cosa para aquellos nuevos tiempos, se fue derrumbando, despacio, muy despacito, y no volvió a abrir el pico en lo que le quedó de vida. [Rolando Sánchez Mejías]
—La frase, casi mussoliniana, generó un profundo silencio entre los presentes. Fidel Castro, entonces, preguntó si alguien tenía algo que decir. Pasaron unos segundos, y Virgilio Piñera se levantó para comentar en voz alta: «Comandante, yo lo único que sé es que tengo miedo, mucho miedo». [Juan B. Yofre]
—En junio de 1961, en una de las reuniones mantenidas por Fidel Castro con los intelectuales en la Biblioteca Nacional, Piñera se levantó, fue hacia el micrófono y dijo: “Tengo miedo”. Esa frase constituyó el mayor acto de resistencia de un intelectual ante la intolerancia del régimen. [Jacobo Machover]
—Tengo entendido que estaba presidida por el propio Fidel Castro quien, después de exponer sus criterios sobre un tema que era, en ese momento, más ardiente que una salsa de ají picante, hecha con “chilito habanero”, habría invitado a los participantes a expresarse y muchos lo hicieron. Virgilio permanecía en silencio y el Comandante le habría preguntado: “Y Virgilio, ¿qué dice de todo esto? ¿Por qué se mantiene tan callado? ¿Acaso no tiene opinión al respecto?”. A lo cual el escritor interpelado, hundido en su butaca, habría dicho simplemente: “Yo tengo miedo, mucho miedo”. [Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal]
—Y el miedo de Virgilio Piñera en enero de 1968 mientras representaban en La Habana su obra Dos viejos pánicos, cuando Fidel le dice que diga lo que tenga que decir: ¿Qué tiene que decir? Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo, pero eso es todo lo que tengo que decir. [José Fernández de la Sota]
—Tras escuchar a Fidel Castro pronunciar sus tremebundas “Palabras a los intelectuales” (junio de 1961), no pudo contenerse y soltó dos lapidarias frases que hasta hoy reflejan el sentir de todos sus colegas honestos en la Isla: “Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo, pero es eso todo lo que tengo que decir”. [Jorge Pomar]
—En el Congreso de Educación y Cultura, en 1971, que estrechó el marco ideológico y oficializó la arremetida homofóbica, avizorando la catástrofe contra la libre expresión y los artistas por su (des)orientación sexual, aunque tembloroso, tuvo la valentía de pronunciar frente al auditorio aquellas palabras admonitorias: “¡Tengo miedo, mucho miedo!” [Reinaldo Cosano Alén]
—Significativa fue la intervención brevísima que Virgilio Piñera llevó a cabo: «Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero es eso todo lo que tengo que decir”. [Ramón Humberto Colás]
—Tener el atrevimiento de ser el primero en hablar para decir que se tiene miedo es un gesto confuso —una cobardía demasiado evidente como para no ser taimada. Es como gritar desde un río al paseante que no mire, que estamos desnudos: provoca el efecto contrario, te hace presa de la mirada. [Mirta Suquet]
—Había escuchado de cómo es más valiente decir “tengo miedo”, que defender algo en lo que no se cree. De cómo, cuando se dice “tengo miedo”, delante de la persona que genera ese miedo en ti, cuando te presentas ante él como presa fácil, vulnerable y desarmado, ya has ganado. [Tania Bruguera]
—Tal vez la cita no sea del todo exacta y esas palabras salieran a la vez del coraje de Piñera, de la memoria de Cabrera Infante y del deseo de quienes por varias décadas vuelven a invocarlas como un ensalmo. Pero se hizo verdad entre nosotros la imagen de aquel cuerpo endeble tomando la palabra para decir su miedo. [Tamara Díaz Bringas]
—Recordado por su teatro, por su narrativa y por su poesía, Piñera es también, ha sido entre nosotros, el que dijo: «tengo miedo». En la transcripción que se conoce de la intervención de Virgilio Piñera durante las reuniones de 1961 en la Biblioteca Nacional, la frase no aparece de esta manera; sin embargo, el imaginario la ha conservado así o con ligeras variantes, siendo el testimonio de una peculiar paradoja. El que se levantó de su silla, y dijo «tengo miedo», fue el más valiente. [Jaime Gómez Triana]
II-Acto Segundo
—Durante cuatro décadas se ha difundido la versión de que Virgilio Piñera tuvo el valor de confesar que tenía miedo. La leyenda aparece en cuanto libro ha tocado el tema de las reuniones de junio en la Biblioteca Nacional. Pero el diálogo coqueto de Piñera con Castro revela un universo de negociaciones entre el intelectual y el caudillo que podría reconstruirse desde entonces hasta hoy. Piñera no dice que él tiene miedo sino que acepta la invitación de Carlos Rafael Rodríguez de hablar con «franca franqueza» sobre el trasfondo político de la censura de P.M. y del cierre de Lunes de Revolución, e informa a los dirigentes políticos que existe un «miedo virtual», una «impresión», un «rumor», algo que «está en el aire» de los círculos literarios habaneros a propósito de que el Gobierno decretará la «cultura dirigida».
El miedo a que se refiere Piñera no es, como en la leyenda, el miedo radical del artista frente a un poder totalitario, sino tan sólo la preocupación de un escritor revolucionario en torno a la posibilidad de que la política cultural de la Isla quede en manos de estalinistas. Se trata, por tanto, más de una duda que de un miedo, ya que el propio Piñera no cree que la Revolución ni confesión de timidez Fidel sean capaces de estalinizarse y, de hecho, en su intercambio con Castro no faltan las frases de adhesión al Gobierno —«yo no creo que nos vayan a anular culturalmente», «no creo que nadie me pueda acusar de contrarrevolucionario«, «porque estoy aquí, no en Miami ni cosa por el estilo»— propias de un intelectual que, lejos de oponerse, solicita garantías de que la política cultural se mantendrá dentro de los cauces del pluralismo y la vanguardia.
Tampoco falta, es cierto, la personal ironía de Virgilio Piñera, esa seña de identidad estilística de quien habla desde la literatura y desde el extrañamiento de la ideología y la política. En la frase «todos estamos de acuerdo con el Gobierno y todos estamos dispuestos a defender y morir por la Revolución, etc., etc….» es preciso leer estos últimos etcéteras como una expresión del hastío y la abulia que las retóricas del poder producen en los lenguajes del arte. Pero, con o sin ironía, la entrega a la Revolución, una entidad simbólica que aquellos escritores diferenciaban del estalinismo o del comunismo, es indiscutible, y ese dato debería ser suficiente para abandonar la noción de «colaboracionismo» a la hora de analizar las políticas intelectuales de los artistas cubanos, por lo menos, en la primera mitad de los años 60. [Rafael Rojas]
—Los asistentes a las sesiones de la Biblioteca se confiaron demasiado de la memoria y repitieron la anécdota del miedo, que parecía auténtica y que se prestaba, como todo lo virgiliano, a propalarse fácilmente. Solo tras la intervención de los investigadores, con los documentos en la mano, apareció el retrato completo. [Néstor Díaz de Villegas]
III-Acto Tercero [La Transcripción]
[VIRGILIO PIÑERA] Como Carlos Rafael ha pedido que se diga todo, hay un miedo que podíamos calificar de virtual que corre en todos los círculos literarios de La Habana, y artísticos en general, sobre que el Gobierno va a dirigir la cultura. Yo no sé qué cosa es cultura dirigida, pero supongo que ustedes lo sabrán. La cultura es nada más que una, un elemento… Pero que esa especie de ola corre por toda La Habana, de que el 26 de Julio se va a declarar por unas declaraciones la cultura dirigida, entonces…
[FIDEL CASTRO] ¿Dónde se corre esa voz? [VIRGILIO PIÑERA] ¿Eh? Se dice… [FIDEL CASTRO] ¿Entre quiénes se corre esa voz? ¿Entre la gente que está aquí se corre esa voz? ¿Y por qué no lo han dicho antes? [VIRGILIO PIÑERA] Compañero comandante Fidel, yo puedo decir que he oído hablar de esa voz entre las personas que yo conozco. […] Los compañeros podrán decir lo contrario, pero como yo lo sabía, pues he querido sacarlo a colación, como se ha sacado algo de una película, entonces eso es porque como Carlos Rafael dijo que había luchas planteadas, y yo no digo que haya temor, sino que hay una impresión, entonces yo no creo que nos vayan a anular culturalmente, ni creo que el Gobierno tenga esa intención, pero eso se dice. Que lo niegan, está bien, pero se dice. Y yo tengo el valor de decirlo, no porque crea que los que nos van a dirigir nos van a meter en un calabozo ni nada, pero eso se dice. La realidad es que por primera vez después de dos años de Revolución, por la discusión de un asunto, los escritores nos hemos enfrentado a la Revolución, y ahora es, y propongo a este congreso que tenemos que rendir cuentas, ¿comprende?, y entonces este hecho nos produce un poco de impresión, digamos, aunque no digamos el temor. Y eso trae consecuentemente una serie de preguntas y de cosas que uno se hace, que van corriendo y se van formando, y en ese aspecto, como Carlos Rafael pidió una franca franqueza, perdonando la redundancia, yo por eso lo digo, sencillamente, y no creo que nadie me pueda acusar de contrarrevolucionario y de cosas por el estilo, porque estoy aquí, no estoy en Miami ni cosa por el estilo. Voy a cumplir cuarenta y un años (sic), y he dedicado toda mi vida a la literatura, y todos ustedes me conocen. Así, como dijo el compañero Retamar, aquí no hay ningún compañero contrarrevolucionario. Todos estamos de acuerdo con el Gobierno, y todos estamos dispuestos a defender y a morir por la Revolución, etc, etc. Pero eso es una cosa que está en el aire y yo la digo. Si me equivoco, bueno, afrontaré las consecuencias. [FIDEL CASTRO] Pero, ¿equivocarte de qué? [VIRGILIO PIÑERA] No, equivocarme no. Algunos compañeros dicen que eso no flota en el ambiente, pero yo digo que sí, ¿comprende? E incluso lo digo un poco como chiste de que lo van a declarar el 26 de julio. Pero es una impresión que hay, sencillamente, y es porque los artistas hasta ahora trabajaron en condiciones anárquicas, y porque usted sabe perfectamente, y sufriendo explotación como el pueblo, y por los gobiernos que teníamos. Ahora no los tiene, y entonces tiene que preguntarse por qué se especula, y es sencillamente porque se hace cincuenta mil preguntas. Porque todo lo que se ha dicho aquí, al fin y al cabo, si se va a manifestar como se dice, se han manifestado dudas y reservas sobre cómo debe ser la creación artística. Está en el ambiente, lo que pasa es que no lo han dicho, lo han dicho con optimismo. Yo lo digo «ramplán».Para una aproximación estética a la Ciencia Ficción
Solo unas cuantas obras literarias o audiovisuales de ciencia ficción han clasificado dentro del mercado del arte. Muchas por razones relacionadas con el tipo de marketing, o por razones políticas, como fue el caso de 1984 y su crítica velada a la URSS de Stalin.