Fragmento de una biografía de José Lezama Lima, en preparación. Los documentos aquí incluidos pertenecen al archivo de la editorial Farrar, Straus & Giroux, consultado por el autor.
Todas las ediciones de Paradiso fueron accidentadas. Pero ninguna tanto como la que apareció en la editorial norteamericana Farrar, Straus & Giroux (FSG).
De intermediario entre Lezama y Farrar hizo el venezolano José Guillermo Castillo, que había empezado a trabajar poco antes para el Center for Inter-American Relations (CIAR). Esa institución neoyorkina, fundada en 1967 y financiada por la Fundación Rockefeller, tenía un Programa de Literatura que subvencionó por esos años buena parte de las traducciones de los más destacados autores del boom latinoamericano al inglés.
Cómo fue que Castillo, que según varios testimonios (incluyendo el suyo) no leía demasiado, tuvo tan buen ojo literario sigue siendo un misterio.[1] Pero sin duda desplegó una labor de primer orden y, con la ayuda de Ronald Christ, su ayudante y luego sustituto en el puesto, transformó el CIAR en una verdadera agencia de promoción de la literatura latinoamericana en Estados Unidos.
Eran ases del networking: detectaban los mejores libros, convencían a los mejores editores, pagaban parte de las mejores traducciones (de seis a ocho títulos por año), hacían publicidad, proponían libros a reseñistas. En total, el CIAR ayudó a publicar en inglés más de 50 obras de autores como Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Manuel Puig, José Donoso, Octavio Paz y Lezama Lima, entre otros.
No sólo se convirtieron en intermediarios entre esos escritores y las principales editoriales americanas, sino que también les hicieron promoción en los suplementos y revistas literarias más importantes de la época. El centro tenía, además, su propia revista, Review, donde publicaron notables latinoamericanistas. A pesar de la considerable demora que sufrió por diversas causas, la edición norteamericana de Paradiso es buen ejemplo de la diligencia del CIAR: un mecanismo de diplomacia cultural engrasado con dólares y abundantes martinis.[2]
Todo empezó en el verano de 1968, coincidiendo con la publicación de Paradiso en Era. Tras enterarse de que esa editorial no tenía los derechos mundiales de la novela, Castillo convence a Lezama (desde México, ¡por teléfono!) de firmar el 30 de julio de 1968 una carta de opción dirigida a Roger Williams Straus Jr., uno de los fundadores de FSG.[3]
Al mismo tiempo, advierte a Straus de que Paradiso es un libro al que debe prestar especial atención. El 5 de septiembre, mientras su socio Robert Giroux pide un informe de lectura al crítico y académico irlandés Denis Donoghue, Straus responde a Lezama: “Tenemos una copia del libro y lo estamos leyendo cuidadosamente”.
Aunque no leía español, Straus sí tenía un excelente olfato de editor. Empieza a preguntar por la novela de Lezama y enseguida detecta que puede engrosar el prestigio de su casa sin afectar demasiado la cuenta de resultados. No sólo se le adelanta a Harper & Row,[4] con quien Castillo ya había comentado el asunto, sino que apunta también al otro lado del Atlántico, donde Nathaniel Tarn, de la editorial inglesa Jonathan Cape, ha sido advertido de las virtudes de Paradiso: “I gather you have had enthusiastic reports about it and are also considering it. Do let me know as promptly as possible how you feel about the book and alike”.
En una conversación posterior con Tom Maschler, director de Cape, Straus promete venderle en primicia los derechos de la futura traducción (que ni siquiera ha encargado aún) por 1000 libras esterlinas, según el mecanismo que los editores anglosajones llaman sigh-unseen, comprar a ciegas.[5]
El 16 de diciembre de 1968, Straus ofrece formalmente a Lezama convertirse en su editor. Sus recelos iniciales ante un libro tan voluminoso y complejo han sido vencidos por la gestión de Castillo: el CIAR está dispuesto a correr con la mitad de los gastos de la traducción. Pero eso Straus no se lo dice al autor. Su carta, en cambio, tiene una gran dosis de flatterie y la propuesta de que sea la poeta Elizabeth Bishop quien haga la introducción de Paradiso para el lector norteamericano:
After long serious discussion and many readings, we have decided that we very much want to publish your novel, PARADISO. That it is unique among contemporary Latin American books was evident from the first, but we were hesitant because its delicacy and intricacies might not be translatable into an English that would do your book justice. We now have reason to hope that one of the best Spanish translators will be able to work on PARADISO.
I am sure you will be pleased to know that our poet, Elizabeth Bishop, is reading PARADISO now and will possibly write an introduction for English-speaking readers.
I am enclosing our contract for your approval and signature: I hope you will find the terms of your liking.
En enero de 1969, los encargados de FSG vuelven a enviar la propuesta de contrato porque Lezama no ha respondido. Quiere cerciorarse, por un lado, de que se trata de una editorial seria (pide referencias sobre FSG y la Bishop a su amigo exiliado Carlos M. Luis, olvidando, al parecer, que él mismo había publicado a la poeta norteamericana en Orígenes) y, por otro, tiene un comprensible temor a firmar algo con un editor norteamericano en un momento en que el gobierno cubano ha eliminado los derechos de autor y prohibido todo tipo de transacciones en moneda extranjera.
La propuesta de Straus incluye, además de mil dólares ($500 a la firma del contrato, y otros $500 cuando salga publicado el libro), contratar a un traductor serio. Aunque esos términos no dejan indiferente a Lezama, meses después sigue dándole vueltas al asunto o lo desvía hacia su hermana sin firmar nada que lo comprometa.
Alguien debe haberle explicado a Straus las verdaderas causas de esa reticencia; informado también de las dificultades del correo entre Cuba y Estados Unidos (Lezama es su primer autor cubano), el editor norteamericano intenta hacerle llegar su propuesta de contrato por una vía segura y, sobre todo, discreta.
No es tarea fácil en esos años de Guerra Fría. El 3 de febrero de 1969, la editora adjunta de Farrar a cargo de la edición de Paradiso, Andrée Conrad, le escribe a Elizabeth Bishop: “We are now trying to sneak the contract into Cuba via the UN missions diplomatic pouch. If that fails, I will hijack a plane and carry it to Sr. Lezama myself”.
Por esa correspondencia entre editora y posible prologuista, también sabemos que Farrar ha ofrecido la traducción de la novela a Thomas Norman di Giovanni, el famoso traductor de Borges al inglés, que no parece muy entusiasmado con la idea.
A mediados de abril, sin embargo, la madeja de gestiones empieza a desenredarse. Ha aparecido un correo confiable, el fotógrafo Lee Lockwood,[6] que se ofrece a llevarle el contrato a Lezama y traerlo de vuelta firmado.
El 22 de abril de 1969, por fin Lezama empuña su pluma de abogado y le escribe a Straus una carta en la que da su consentimiento, pero sin hacer menciones monetarias que puedan colocarlo en una situación incómoda:
«Recibí su carta y el contrato adjunto. En relación con los mismos me place informarle lo siguiente:
Por la presente carta acepto que esa casa editorial que Ud. representa, publique la traducción de mi novela PARADISO al inglés. La traducción deberá ser hecha cuidadosamente por persona idónea, conocida como un traductor eficiente y respetuoso de la obra en su versión al inglés. La obra deberá ser traducida íntegramente y desde luego sin supresión de ninguna de sus partes».
Me agrada que sea la poetisa Elizabeth Bishop la que prologue la obra. Ella ha mostrado interés por las cosas cubanas, pues hace años, en la revista ORÍGENES, que yo dirigía, se publicaron unas páginas suyas sobre un poeta primitivo cubano, Gregorio Valdés.
La traducción de mi novela PARADISO deberá ser publicada en el término de un año, prorrogable a dos. Pasado ese tiempo, el autor quedará en absoluta disposición para hacer con su obra lo que estimare conveniente. Esos dos años comenzarán a contarse a partir de la fecha de esta carta.»
Gregorio Valdés no era poeta sino pintor (y este error de la carta mecanografiada podría ser de María Luisa), pero a Straus, si lo supo, seguro le daba igual ese detalle: estaba feliz por cerrar una gestión que había llevado casi nueve meses. Del dinero, deben haber hablado Lezama y Lockwood en privado: el cheque del adelanto será enviado a Eloísa en Puerto Rico.
El 14 de mayo de 1969, el editor le escribe una lisonjera carta de agradecimiento a Lezama donde le pide más tiempo para la traducción. También menciona que verá a Bishop en un cóctel y le anuncia, de paso, la próxima visita de su amiga Susan Sontag a La Habana:
I can’t tell you how delighted we all were to receive your letter of April 22nd and to know that you have granted to us the rights to publish your novel PARADISO in the English language, and we shall of course follow the terms of the contract we sent you. As you know in what high esteen we hold you and your work, you can be well assured that we will spare no effort or expense to get the absolutely best translation available, and we are already beginning, now that we have your letter, to make inquiries to find who might be available and how quickly he can begin to work. I should be able to give you a preliminary report on this progress in the very near future, and I am appreciative of your understanding of this in granting us the possibility of extending our agreement from one to two years if it becomes necessary because of the translation problems. We are, of course, completely en accord in our desire to find a translator who will and must respect the original in making his English version, and the work will be translated in its entirety and certainly without suppressing any of its parts.
By a great coincidence, we are giving a luncheon today for Elizabeth Bishop in honor of the publication of her new book entitled THE COMPLETE POEMS and I shall therefore have the opportunity of expressing to her your kind remarks.
I am sending you under separate cover copies of our current catalogs which I hope will reach you safely, and I do hope that you will let me know which if any of the books you would like to have for your personal library, for it would of course give us great pleasure to send you these works to help familiarize you with those authors that we publish and the manner in which we publish them.
Our author and friend, Susan Sontag, who was briefly in Cuba recently, will be returning this fall on another visit, and I would like very much, if you agreed, to have call on you and give you personal messages from our house to you, for she of course knows of your work and also holds it in very high esteem.
Entre abril y mayo, Straus cierra con Castillo los detalles de la subvención del CIAR a la traducción de Paradiso. Este le aconseja que le encargue el trabajo a Gregory Rabassa, profesor y traductor de ancestros cubanos, que ha ganado el National Book Award por la traducción al inglés de Rayuela en 1967. Straus, Andrée Conrad y Rabassa se reúnen para almorzar en el hotel Four Seasons de Manhattan y cierran el trato.
El único problema ahora es que Lezama está en La Habana, y hace falta establecer un mecanismo para que pueda revisar el trabajo de Rabassa (Straus y Conrad suponen, erróneamente, que Lezama está capacitado para ello[7]).
Se necesitan correos de confianza que viajen desde Nueva York a Trocadero. Sontag podría ser uno. Lo ideal sería que Lezama aproveche la estancia de la escritora para revisar la traducción, comentarla o corregirla, y luego le devuelva el manuscrito anotado de regreso.
El 5 de junio 1969, Straus escribe de nuevo a Lezama para darle la buena noticia de que Rabassa acepta traducirlo y pedirle que reciba a Sontag. También le envía a Lezama un ejemplar del último libro de la escritora, Styles of Radical Will, y los catálogos de FSG para que elija los libros que prefiera.
A la semana siguiente, el 13 de junio, ya con su copia del contrato de Paradiso firmada por Lezama, la editorial formaliza su propuesta a Rabassa: le pagará 5 mil dólares en varios plazos, a medida que vaya entregando la traducción, que deberá quedar lista el 30 de junio de 1970.
El 23 de junio, Rabassa firma el contrato y el 25 recibe el primer cheque del adelanto: $1500. Castillo informado, deposita a su vez la primera mitad de su subvención. Diez días después, se va a almorzar con Conrad para celebrar y discutir la oferta de otro escritor cubano, un tal Reinaldo Arenas, cuya novela, por desgracia, no ha conseguido impresionar a la editora de Farrar.
En julio de 1969, desde su refugio en Hampton Bays, Rabassa empieza a traducir el libro. Todas las partes han convenido en usar la edición de Era, supuestamente confiable, y en mantener en italiano el título original del libro.[8]
Al mismo tiempo, el traductor propone a la editora usar el famoso ensayo de Cortázar como prólogo. Los editores, sin embargo, aún no ha descartado la posibilidad de que Bishop escriba algo:
Your idea about Cortázar’s essay is a fine one. I read the piece some time ago when we first began to want to publish Lezama’s novel, and it is indeed unique and brilliant. As you know from our conversation at lunch that day in the 4 Seasons, we have been hoping to enlist Elizabeth Bishop in the cause, on the premise that an introduction by an American poet knowledgeable about things Latin American might be appropriate and politic. Using Cortazar’s essay would be a different approach entirely, if an equally valid one. It seems to me that it is a question which ought to be left open for the time being―because it might in the end seem best to have no introduction whatever, allowing PARADISO to make its debut in the American literary arena unhampered by any single interpretation.
Cortázar, tan entusiasmado como Lezama con la idea de que Paradiso salga en inglés, le escribe a Rabassa para decirle que, si hay problemas con el correo a La Habana, él puede hacer de intermediario.
En agosto, Lezama le responde a Straus:
Estimado amigo:
Me alegró mucho recibir sus noticias, saber que ya han comenzado a trabajar en mi novela. Me place extraordinariamente que haya sido escogido el señor Gregory Rabassa, para hacer la traducción, sé que sus trabajos son excelentes, creo que hay pocos traductores de su acuciosidad y esmero. La obra es difícil de traducir y su desenvolvimiento futuro en lengua inglesa dependerá de que el traductor sepa encontrar en la versión el movimiento de mi expresión. Es innegable que el Sr. Rabassa está en extremo capacitado para llevar a feliz término esa labor. Trasmítale, se lo ruego, mi contentamiento por su designación.
Espero la visita de Susan Sontag, que Ud. me anuncia. Tengo gran interés en conocerla. Conozco su labor y lo que he leído de ella me ha gustado mucho. Tan pronto la vea, le escribiré para hablarle de nuestra conversación.
Espero también el catálogo de las publicaciones de su editorial.
Al mes siguiente, escribe también a la editora Andrée Conrad, llamándola «Mr.» (Con su habitual torpeza para los idiomas, «Andrée» le sonaba a nombre masculino; en cartas posteriores enmendará la pifia):
La Habana, 30 de septiembre de 1969
Sr. Andrée Conrad
En Nueva York
Estimado Sr. Conrad:
Fue también para mí motivo de alegría cuando Ud. me dio la noticia de que el Sr. Gregory Rabassa aceptaba la traducción de Paradiso. Es un traductor muy acucioso y que ha dado excelentes muestras de una gran capacidad para llevar la palabra española a la inglesa. Julio Cortázar, que es un gran amigo mío, me hablaba con frecuencia de la calidad alcanzada por la versión inglesa de Rayuela, hecha por el Sr. Rabassa. De tal manera que la noticia de la traducción de mi obra por él, me produjo un gran contentamiento.
Espero la visita de la Srta. Sontag. He recibido el libro de ella publicado por la editorial que Ud. representa. Tipográficamente la edición es pulcra y de sobria elegancia. La penetración crítica del libro es verdaderamente aguda y muestra una perspectiva muy adecuada en la valoración del hecho configurativo de un estado de sensibilidad.
De vez en cuando, aunque con demora, llegan cartas directas desde Union Square a Trocadero. La encargada de derechos de FSG, por ejemplo, le cuenta a Lezama que una editorial alemana, Kiepenheuer & Witsch, pregunta por él, y el escritor empieza a barajar con irónica “vanidad infantil” la gloria de su futura traducción a la lengua de Goethe. Desde Puerto Rico, Eloísa deberá hacer de intermediario, y Lezama le insiste en que no descuide esas gestiones.
El problema del correo reaparece cuando Sontag cancela su viaje a La Habana. (El aviso de ese viaje abortado por culpa de una filmación en Suecia le llega a Lezama a través de un telegrama, del que debe haber copia en los archivos de la Seguridad del Estado).
Conrad, Rabassa y Cortázar idean entonces lo que el argentino llamará “el triángulo mágico NY[ork]-P[arís]-L[a] H[abana]”: Rabassa mandará los adelantos de su traducción a París, Cortázar se los hará llegar a Lezama (en persona o por la valija diplomática), y éste responderá por la misma vía.
El enrevesado mecanismo, inaugurado en octubre de 1969, funcionará con normalidad durante año y medio, para satisfacción de todos los implicados. “Alguna vez uno de nosotros deberá escribir la historia de esta traducción, que no creo tenga equivalentes en los anales del género”, le escribe un entusiasta Cortázar a Rabassa.
Notas:
[1] El artista venezolano José Guillermo Castillo (1938-1999) había llegado a Nueva York en 1964 para encabezar el pabellón de su país a la Feria Mundial. Formó parte de la vanguardia artística de su país y, junto con Luis Camnitzer y Liliana Porter, creó el New York Graphic Workshop, que llegó a exponer en el MoMA. Pero sus amigos de izquierda le volvieron la espalda cuando empezó a trabajar en el CIAR de Rockefeller, donde encabezó, al mismo tiempo, el programa de Literatura y la Galería del Centro. Una de sus compañeras de trabajo, Rosario Santos, lo recuerda como “easy going, never rushing, he had a constant smile and easy laugh”. También como un “adept at introducing a writer or an artist to a banker or an editor as he was at explaining a new project for which funding was needed”. Sobre sus lecturas, Santos detalla: “José Guillermo’s passion was not literature. In fact, he used to say, jokingly or not―we will never know―that he never read a book. ‘All you have to do’, he would say, ‘is to read the first and last pages of a book. There you will find the ‘punchlines’ (one of his favorite phrases), and you will know what it’s all about.” (Rosario Santos: “José Guillermo Castillo 1938-1999”, Review: Literature and Arts of the Americas, 33:60, 2000, pp.10-11). Hay algunas sospechas no probadas de que el CIAR pudo haber sido parte del programa cultural de la CIA durante esos años, que usó a diferentes fundaciones para promover libros y autores controvertidos. Véase el libro de Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría Cultural, Debate, Barcelona, 2013, en especial el capítulo 9.
[2] “¿Cómo era el mundo editorial en el Manhattan de entonces? Los editores americanos se tomaban tres martinis por lo menos antes de hablar de negocios —sintetiza Christ—. Yo tenía un arreglo con el señor del bar: a mí la copa me la pone con dos gotas de vermut y el resto agua en vez de ginebra. Eso me daba un plus de lucidez. Ejemplo: con Paradiso de Lezama Lima, que no es una obra nada comercial pero queríamos publicarla, tuve un gran almuerzo con un alto cargo de Farrar, Straus and Giroux y después, a las cuatro o cinco de la tarde, me llamó: ‘Ronald, ¿firmé algo este mediodía?’. Afortunadamente, sí lo había hecho.” Xavi Ayén, Aquellos años del boom, Debate, Barcelona, 2014.
[3] “Estimado amigo: De acuerdo con nuestra conversación telefónica, me place autorizar a la casa editorial Farrar, Straus and Giroux, para que traduzca y publique mi novela Paradiso, después que ambas partes señalen sus condiciones”. (La carta manuscrita, publicada por primera vez por Iván González Cruz en la revista Credo, está recogida en Cartas a Eloísa y otra correspondencia, Verbum, Madrid, 1998, pág. 362).
[4] El 24 de febrero de 1969, Straus le escribe a Cass Canfield Jr. (1923-2013), senior editor en Harper & Row. Al parecer, este también había hablado con Castillo sobre la posibilidad de editar Paradiso. Harper, que tenía a García Márquez y Vargas Llosa en su catálogo, solía estar más atenta a la literatura latinoamericana que otras editoriales de Estados Unidos. Straus le dice que desde septiembre del 68 tiene en su poder una carta de Lezama. “Since that time, a formal contract has been forwarded to him, and I gather he has agreed to terms and all is under control”. Canfield, todo un gentleman de la edición, se retira elegantemente de cualquier posible puja y Straus le agradece el gesto.
[5] No cumplirá su promesa, por cierto. Al darse cuenta de que hay varios editores ingleses interesados en publicar la novela, se niega a priorizar a Cape: primero amagará con sacar la traducción a subasta y luego firmará un enrevesado pacto con Secker and Warburg Limited, que finalmente editará Paradiso en Londres en el verano de 1974. Sobre este conflicto con Cape que, alentado por el éxito de la edición francesa, se extendió durante los últimos seis meses de 1971, puede ser ilustrativo el siguiente párrafo de una carta de Straus a Tom Maschler, fechada el 7 de diciembre de 1971: “The fact, Tom, that you had heard about the book perhaps even before we had and that you had not arranged (and the complications of arranging for the English-language rights in this book were almost, if not as complicated as the Solzhenitsyn negotiations) a contract for the British rights is really not the point. It reminds me of Fritz Molden [editor, periodista y diplomático austriaco] saying: ‘I suspect I could have gotten the Solzhenitsyn as I knew about it some time ago if I had moved!’”.
[6] A finales de 1958, Lockwood, por entonces un joven fotorreportero, había hecho su primer viaje a Cuba para cubrir lo que parecía ser el final del régimen de Batista. Coincidió con la Revolución victoriosa y se ganó las simpatías de su máximo líder, Fidel Castro, que le invitó a volver a Cuba una docena de veces durante la siguiente década, concediéndole acceso a su círculo más cercano y cierta libertad para recorrer la isla. Castro también le concedió varias entrevistas maratonianas que se convertirán en el libro Castro’s Cuba(1967), uno de los retratos más conocidos del líder cubano. Lockwood también tomó una gran cantidad de fotografías memorables de Fidel y de la Cuba post-revolucionaria. Era, sin duda, alguien confiable, familiarizado con las autoridades cubanas, que podía hacerse cargo de una misión tan delicada como llevar el contrato de Lezama (aunque es casi imposible que los servicios de inteligencia cubano no hayan sabido nada del asunto). En cualquier caso, Straus aprovechó la oportunidad, según revela la carta del 22 de abril de 1969 a Lockwood: “You don’t know how grateful I am for your offer to see Sr. Lezama Lima on our behalf. I am enclosing two copies of a simple grant of publishing rights, which I hope he will be able to sign without placing himself in a compromising position. I am enclosing as well, for your information, a copy of the contract we offered to him but which for obvious reasons he cannot sign.”
[7] Ajeno a la vida editorial norteamericana, y con un conocimiento bastante básico del inglés, las únicas referencias que Lezama tiene del trabajo de Rabassa le llegan a través de su amigo Cortázar. A su hermana Eloísa, por ejemplo, le escribe: “Dicen que es un traductor magnífico, uno de los mejores con que hoy cuenta la lengua inglesa. Ha traducido a Cortázar, Vargas Llosa y a M. A. Asturias y la reacción del público americano capacitado para juzgar estas cosas opina que es lo mismo casi que leerlos, a esos autores en sus originales. Así estoy más tranquilo, pues Paradiso mal traducido sería una birria”. Carta de JLL a ELL, 8 de septiembre de 1969, En Cartas a Eloísa, p.146.
[8] Esto, que podría parecer bastante obvio, fue objeto de debate (por razones comerciales, sobre todo). Conrad argumentó que ponerlo en inglés, Paradise, significaba borrar la intención lezamiana de evocar a Dante. Rabassa, en sus memorias, escribe: “Me alegró que el título de Paradiso en italiano se mantuviera en mi traducción, pero en ese entonces Roger Straus era uno de los pocos magos que quedaban en la publicación comercial. Paradise habría sido una pérdida y, dado que se usaba la palabra italiana y no Paraíso en español, ¿por qué traducirla al inglés y arruinar el efecto? Más allá de la obvia conexión con Dante, se decía que era la descripción que el supuesto italiano Cristóbal Colón había dado de la isla de Cuba”.
Las historias detrás de las 23 banderas LGBTQ+
Por Isabel Díaz
Cada una de estas banderas cuenta una historia de identidad, lucha y unidad.