—¿Quiénes eran tus mejores amigos en La Habana?
—Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Pepe Rodríguez Feo, encantadora persona, de quien decían que era agente. ¡Todos eran agentes!
—¿Quiénes eran tus mejores amigos en La Habana?
—Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Pepe Rodríguez Feo, encantadora persona, de quien decían que era agente. ¡Todos eran agentes!
Un Lezama Lima “inmovilizado y perplejo”, al borde de la depresión, el desespero, el pavor: un imposible posible que no alumbrará ‘potens’ alguno, solo dolor y lontananza.
La relación de Lezama con la joven cultura revolucionaria fue compleja. Concibió la absurda idea de que la destrucción revolucionaria del Antiguo Régimen de la cultura cubana no implicaba por fuerza su propia destrucción.
No he conocido a una sola mujer que no haya sido violentada de una manera o de otra.
En agosto de 2011, Leonardo Padura me recibió en su casa en Mantilla. Hablamos de la literatura de la Revolución, de la relación de los artistas y escritores con el poder y el Estado, de la viabilidad del socialismo y de las reformas que entonces emprendía Raúl Castro. De ese intercambio salió esta extensa entrevista.
Al llegar a París sentí que el metro me acogía, que los rostros ajenos me miraban de soslayo y que todos los inmigrantes, los refugiados e indocumentados pisoteados por la Unión Europea y maldecidos por el mar y las fronteras, entendían que mi amor por la humanidad estaba embarrado por el repudio y la tristeza.
Las aterradas palabras de un cuento de Julio Cortázar son el espejo de otras palabras dichas en un discurso de Fidel Castro escuchado por el escritor a su llegada a Cuba. Las similitudes entre el cuento y el discurso saltan por doquier. ¿Qué hacer entonces con tanto compromiso ejemplar? ¿Con la “Policrítica a la hora de los chacales”? ¿Con “Reunión”? ¿Con El libro de Manuel?